Artículo Original: Denis Grigoriuk
En los últimos años, en Ucrania se ha repetido la tradicional discusión sobre la ley de estatus especial para Donbass. El año pasado, las autoridades trataron de dar pasos para descongelar la cuestión, pero todo acabó con los nacionalistas y los seguidores del expresidente Poroshenko en las calles, tras lo cual el equipo Ze se echó atrás y simplemente extendió el periodo de vigencia de la ley otro año tal y como habían hecho sus predecesores.
La ley caduca el 31 de diciembre de 2020 y otra vez vuelve a empezar el eterno debate sobre la cuestión. Es evidente que las autoridades de Kiev no van a actuar contra la minoría nacionalista, así que las cosas no van a cambiar. Es más, a juzgar por las declaraciones, podemos concluir que el statu quo continuará.
La ley de estatus especial es la bonita cortina tras la que se esconden las autoridades ucranianas. Fue aprobada allá por 2014, después de los primeros acuerdos de Minsk, pero nunca se ha aplicado. Se hizo para tachar un elemento de la lista de tareas, para poder decir a sus socios internacionales que Ucrania había hecho lo que se le había pedido. Kiev acusa a Rusia de que esta ley nunca haya entrado en vigor, ya que supuestamente es Moscú quien no cumple con sus obligaciones. Y se da así una situación en la que una ley existe, pero a la vez no existe.
Hay que recordar que después de la aprobación de esa ley se produjo el empeoramiento del conflicto de 2015, que llevó a la derrota de las tropas de Kiev en Debaltsevo y a la firma de Minsk-2. Pero incluso en la derrota, Kiev no se vio obligado a implementar los puntos clave de los acuerdos de Minsk: la reforma constitucional teniendo en cuenta el estatus especial de Donbass.
Para las autoridades ucranianas se trata de un tema espinoso. De hecho, las autoridades del país se han convertido en rehenes de sus propias decisiones, ya que fue la élite dirigente la que contribuyó a que se desarrollaran los sentimientos nacionalistas en la sociedad, lo fomentó tanto política como económicamente y cerró los ojos ante los crímenes de los radicales porque podían ser utilizados contra sus oponentes políticos. Al final, eso llevó a que los nacionalistas se convirtieran, no en un lumpen aislado de la sociedad, sino en una fuerza que participa activamente en la vida policía del país. Aun así, hay que admitir que los políticos tampoco tienen interés por implementar los acuerdos de Minsk firmados por Petro Poroshenko. Porque hay que recordar que Ucrania firmó esos acuerdos como parte derrotada.
En 2019 hubo un cambio de gobierno. Eso hizo surgir la esperanza de que los nuevos líderes dieran un paso del que sus predecesores se habían escondido. Así fue al principio. Se produjeron intercambios de prisioneros y, aunque no sin dificultades, hubo retirada de personal y equipamiento de tres puntos de la línea de contacto tal y como el representante ucraniano había prometido con su firma en el documento con el que se acordaba la aplicación de la fórmula Steinmeier. En otoño del año pasado, el exlíder de la delegación ucraniana en el Grupo de Contacto, Leonid Kuchma, firmó ese documento, que provocó protestas. Los radicales afirmaron que era una rendición, ya que, según entienden, garantizar el estatus especial es una derrota.
Sin embargo, no hay nada especial en la fórmula Steinmeier. No hay nada nuevo en ella, solo lo que ya se especifica en los acuerdos de Minsk, que Ucrania firmó. Pero hay que admitir que lo hizo con reticencias, ya que así se lo exigieron sus socios de Europa y Estados Unidos, por lo que era imposible resistirse. Se les dijo que hicieran algo y lo hicieron. Pero ya está. Solo fueron declaraciones y actos diplomáticos vacíos. No hubo acción.
El año pasado, el equipo del presidente Volodymyr Zelensky amenazó con reescribir la ley de estatus especial, pero al final solo prolongó la vigencia de la ley y lo hizo de forma acelerada, el último día del año, después de la cumbre del cuarteto Normandía. Este complicado año, cuando todo el mundo está luchando contra el coronavirus y a nadie le importan los problemas asociados al proceso de resolución política al conflicto en Donbass, Ucrania ya ha confirmado que volverá a prorrogar la vigencia de le ley otro año más, pero no incluirá la fórmula Steinmeier. Así lo expresó Alexey Arestovich, asesor para la política informativa de la delegación ucraniana en el Grupo de Contacto. El político afirmó que lo más probable es que Kiev extienda la actual ley, pero extender la fórmula Steinmeier no está en los planes. “Me gustaría insistir otra vez en que la fórmula Steinmeier es bastante flexible en la forma en que sugerimos que se lea. En otras palabras, la cuestión de las elecciones y las fronteras ya se ha resuelto en la hoja de ruta que ya hemos redactado”, afirmó Arestovich.
Rusia ya ha dejado claro que esa actitud es inaceptable. Existe el temor a que Kiev cancele la ley de estatus especial en cualquier momento. Así lo afirmó Bogdan Bezpalko, miembro del Consejo de Relaciones Interétnicas que depende de la presidencia de la Federación Rusa. “No es importante para nosotros si esta ley se prorroga y en qué forma. Lo que es importante para nosotros es que esta ley esté incluida en la Constitución, que es mucho más difícil de modificar que adoptar o revocar una ley. Digamos que se prorroga y un mes después los diputados votan por revocarla después de recibir lo que piden de Rusia. O de Donbass, lo ocupan y entonces lo cambian todo”.
Vladimir Zheglov, jefe adjunto de la delegación rusa en el Consejo Permanente de la OSCE, afirmó que Ucrania intenta que el cuarteto Normandía se haga cargo de la responsabilidad de cumplir con los puntos políticos de la resolución del conflicto en Donbass. En su discurso en la reunión online del Consejo Permanente de la OSCE, recordó que Kiev habla constantemente de “lustración total” en Donbass.
“Al mismo tiempo, en poco más de un mes, el 31 de diciembre, acaba el plazo para extender esta ley, que aún no ha entrado en vigor. Kiev aún no ha decidido qué hacer e intenta hacer cargar con la responsabilidad de implementar sus compromisos políticos al formato Normandía. En este contexto, las constantes llamadas de Kiev a la “completa lustración” de Donbass, la exclusión del futuro político de la región de aquellos con los que las autoridades de Ucrania de facto tratan -entre otros formatos en el Grupo de Contacto- no contribuye al progreso. Es más, la idea de reescribir Minsk que ahora defiende Ucrania, pone en duda las posibilidades de resolución”, afirmó el representante ruso.
La sensación de deja vu persiste. La parte política de la resolución del conflicto armado en Donbass está congelada. No se puede decir lo mismo de la batalla, porque hay informes regulares de bombardeos, aunque los políticos ya han decidido mantener el actual estado de las cosas durante otro año más. En cualquier caso, mucho dependerá de las grandes potencias como Rusia y Estados Unidos. Si la postura de Moscú ha quedado clara, no es así en el lado estadounidense. Hay que esperar a los resultados oficiales de la carrera presidencial y monitorizar cómo se comporta la Casa Blanca en relación con Ucrania. Biden ya ha indicado rápidamente que su equipo se centrará en la dirección ucraniana. Y eso puede cambiar algo en el conflicto congelado en Donbass.
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