El notable aumento de actividad en el frente, aunque quizá aún no el de la gran ofensiva terrestre en la que Ucrania quiere derrotar de forma definitiva a Rusia, no ha supuesto una reducción de las actividades diplomáticas, sino todo lo contrario. Esta semana, el enviado del papa Francisco celebraba en Kiev una reunión calificada de “productiva”. Poco se sabe de esa discreta misión del Vaticano que aspira a mediar entre los dos países o, a juzgar por las escasas declaraciones sobre el encuentro, a apoyar a Ucrania en ciertos aspectos humanitarios. Instalada en una dinámica de guerra, la situación simplemente no favorece en estos momentos ninguna conversación de paz o acercamiento de las partes a la mesa de negociación. Tampoco la actitud de Ucrania, que sigue apostando por la victoria militar, hace posible una resolución diplomática al conflicto entre los dos países, que vaya más allá de la situación militar.
El jueves, en referencia a las propuestas de negociación que se han presentado, el ministro de Defensa Oleksiy Reznikov afirmó que fundamentalmente se trata de “países que no son completamente democráticos”. Ucrania, que desde que en 2015 aprobó una ley para criminalizar a toda una ideología y prohibir al Partido Comunista, único partido de izquierdas con una representación institucional significativa y ha demonizado, vetado, prohibido y expulsado a todo tipo de figuras políticas y mediáticas, partidos y medios de comunicación sin siquiera precisar de decisiones judiciales, se permite el lujo de valorar las credenciales democráticas de los países que aspiran a ayudar a su población a recuperar la vida en paz. Y aunque ninguno de los países que se ha postulado como potencial mediador ha manifestado una posición prorrusa o favorable a la guerra, el intento de mantener la neutralidad precisamente para poder ejercer esa labor es suficiente para que las autoridades ucranianas los tachen de “afines a Moscú”. “Es por esto que tal mediación no es adecuada para nosotros. Porque no son un mediador independiente real, así que esperaremos”, afirmó Oleksiy Reznikov. Solo los países occidentales, que han demostrado ya su voluntad a negociar de parte de Ucrania, son lo suficientemente democráticos y neutrales para ser aceptados. Sigue leyendo
Un post subido al perfil de Facebook del Directorio General de Inteligencia Militar del Ministerio de Defensa de Ucrania (GUR) ucraniano el 6 de junio pone de manifiesto los planteamientos que inspiran la acción de los batallones voluntarios, tanto ucranianos como extranjeros, que actúan bajo su mando.
Una de las preocupaciones principales del GUR es provocar, de forma absolutamente artificial, un conflicto político-militar dentro la Federación Rusa. Según el portavoz accidental del GUR ahora que Budanov parece haber desaparecido del espacio mediático, Andriy Yusov, en representación de la inteligencia militar ucraniana, “el Kremlin utiliza las reservas internas de su ejército para suprimir a los rebeldes, pero ya no es posible ocultar este conflicto”. Se trata de la respuesta dada en una televisión ucraniana a una pregunta sobre los sucesos que podrían ocurrir en el futuro en Rusia.
Avanzando en su teorización de la quiebra interna de la Federación Rusa, Yusov describe la situación de la siguiente manera: «En los últimos meses, estos eventos solo han cobrado impulso. La geografía de las actividades rebeldes está aumentando, el número de participantes en estas acciones está aumentando y, finalmente, tenemos que considerar no solo los eventos individuales en la región de Belgorod. En conjunto, la llamada Federación Rusa es hoy un estado incapaz con un gran número de conflictos”. Yusov, al igual que Podolyak en sus habituales menciones a las hazañas en Belgorod, prefiere obviar que esas actividades rebeldes estén dirigidas, organizadas, financiadas y armadas por, desde y para Ucrania. Sigue leyendo
Un día después del colapso parcial de la presa de Kajovka, que provocó una gran inundación que va a suponer serias consecuencias para la población civil y las tropas a ambas orillas del Dniéper y especialmente en las islas, que se habían convertido en la línea del frente, el nivel del agua parece haber comenzado a descender. Así lo confirmaba, al menos, el alcalde de Novaya Kajovka, posiblemente la localidad más directamente afectada. En ambas orillas del río, tropas y equipos de rescate movilizaron recursos para evacuar a la población civil más vulnerable. Y aunque a lo largo del día descendió también el nivel de certeza de los medios de comunicación y la clase política sobre la autoría rusa de un supuesto sabotaje -que ni siquiera se ha confirmado, ya que no hay actualmente forma de confirmar la causa del colapso-, las miradas continúan puestas en Moscú.
El colapso de la presa de Kajovka y la consiguiente inundación coincidió en el tiempo con la publicación de las más recientes filtraciones de documentos del Pentágono, que la prensa está explotando lenta y controladamente. El martes, The Washington Post, que dice haber obtenido los documentos de la comunidad online en la que el miembro de la Guardia Nacional las publicó, afirmaba disponer de evidencias concretas sobre la autoría de los atentados contra el Nord Stream 1 y 2 el pasado 26 de septiembre. También entonces, la adjudicación de culpa -Rusia siempre es culpable- fue rápida e inequívoca. Hicieron falta varios meses y una teoría alternativa, la de Seymour Hersh, para que la prensa comenzara a plantearse abiertamente por qué no había aún ninguna prueba que confirmara la mano de Moscú. Las últimas informaciones publicadas no solo apuntan directamente a Kiev, sino que lo hacen, no ya a una trama al margen del Gobierno, sino con el conocimiento del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania Valery Zaluzhny, supuestamente la figura utilizada para evitar implicar al presidente Volodymyr Zelensky. Según el medio estadounidense, la inteligencia de un país europeo que el artículo no especifica por motivos de seguridad advirtió a Estados Unidos sobre los planes ucranianos el pasado junio, tres meses antes de que finalmente se produjeran las explosiones. Sigue leyendo
Ayer por la mañana, apenas unas horas después de que comenzaran los primeros ataques ucranianos serios contra las posiciones rusas en varias zonas de los frentes de Donbass y Zaporozhie, preludio de la gran ofensiva que Ucrania lleva meses anunciado, el estallido de la presa de Kajovka desvió inmediatamente el foco de atención de los supuestos avances ucranianos hacia la parte de los territorios del sur más alejada de la batalla. Novaya Kajovka y la presa soviética construida en tiempos de Stalin y Jrushchov son ya conocidas para quienes han seguido de cerca el transcurso de la guerra. En la fase inicial de la intervención rusa a finales de febrero de 2022, el comando ucraniano priorizó la defensa de Kiev y sacrificó a los batallones territoriales en áreas de importancia secundaria como el frente sur, donde el avance ruso se produjo prácticamente sin resistencia. Desde Crimea, las tropas rusas llegaron al Dniéper en apenas unos días y poco después capturaron la ciudad de Jersón, en la margen derecha del río, que perderían tras hacerse imposible su defensa en otoño de ese año.
A lo largo del verano, Ucrania había comenzado a preparar el terreno para una contraofensiva con la que recuperar el control de los territorios rusos más vulnerables: aquellos al norte del Dniéper, cuya defensa hizo imposible a base de destruir las infraestructuras que unían ambas orillas del río. Blanco de los recién llegados HIMARS estadounidenses, el puente Antonovsky fue en ese tiempo uno de los grandes objetivos, pero no el único. Los bombardeos de Novaya Kajovka no fueron espontáneos o esporádicos, sino una estrategia planificada de destrucción para hacer insostenible la situación de las tropas rusas en puntos estratégicos clave. Lo mismo puede decirse de la central nuclear de Zaporozhie, situada en la localidad de Energodar, también al sur del Dniéper, y aún bajo control ruso. Sigue leyendo
Ayer, después de más de 24 horas de evidente lucha con una intensidad mucho más elevada de lo que se había podido observar en el frente en los últimos meses, Ucrania confirmó que sus tropas realizan “acciones ofensivas”. El domingo, Rusia afirmó haber derrotado un primer intento de ruptura en la región de Zaporozhie, pero a lo largo del día de ayer, fuentes rusas admitieron éxitos locales de Ucrania en varios sectores del frente, por lo que se da por hecho el inicio de la esperada ofensiva ucraniana. Este momento es también el inicio de una mayor incertidumbre en todos los campos, incluido el informativo. Aunque la propaganda y censura de guerra están presentes en cada fase de un conflicto bélico, la intensificación de la batalla supone mapas de control completamente contradictorios, alocadas cifras de bajas del bando enemigo y negación de bajas propias y diferentes tipos de desinformación. Kiev había comenzado ya el fin de semana, con fuentes proucranianas alegando que los partisanos rusos, en realidad empleados del Ministerio de Defensa de Ucrania, habían logrado capturar la localidad de Shebekino, mensaje difundido por medios afines e incluso por un expresidente de Estonia. La presencia de la prensa rusa en un lugar es prueba suficiente para refutar el control ucraniano y ayer, Komsomolskaya Pravda publicaba un reportaje desde la localidad. La desinformación no ha hecho más que comenzar y el primer caso claro va a ser la destrucción -aún no está claro si parcial o total- de la prensa de Kajovka que se ha producido en las últimas horas. A la espera de cuáles son sus consecuencias en términos de inundación de la región de Jersón, las partes ya se acusan mutuamente de haber hecho explotar la presa.
Por el momento, los ataques ucranianos han llegado en direcciones esperadas y previsibles. Por una parte, los ataques a Belgorod, incluida la toma de rehenes era unos de los planes de Budanov anunciados hace meses en las filtraciones de papeles del Pentágono. Sin embargo, esa dirección es un simple intento para obligar a Rusia a desviar recursos del frente principal y explotar así la superioridad numérica que Ucrania mantiene incluso a pesar de la movilización rusa del pasado otoño. El frente principal continúa siendo el de Zaporozhie, aunque la dirección principal aún no está clara. Los primeros movimientos apuntan a un intento de avanzar hacia Volnovaja-Mariupol, aunque es previsible que se active también el intento de avance a Melitopol. A ese frente principal hay que sumar uno secundario que ya se ha intensificado: el de los alrededores de Donetsk. No es un secreto que la ciudad es uno de los objetivos de Ucrania y de los sectores más radicales de sus fuerzas armadas. Sigue leyendo
Una vez más, un oficial ucraniano, en esta ocasión Volodymyr Zelensky, ha manifestado públicamente que las Fuerzas Armadas de Ucrania están preparadas para la anunciada ofensiva de primavera, tantas veces retrasada que se ha convertido ya en ofensiva de verano. Oleksiy Reznikov, ministro de Defensa, y Oleksiy Danilov, presidente del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa, habrían afirmado ya que la preparación ha concluido y que resta únicamente la orden del presidente. Danilov añadió que era preciso esperar a la mejora de las condiciones del suelo, aún húmedo tras las lluvias de primavera, una circunstancia resuelta hace ya tiempo. Más intrépido en sus mensajes públicos, Mijailo Podolyak ha escrito ya en varias ocasiones que la ofensiva ya ha comenzado. De ella formarían parte los ataques ucranianos en la región de Belgorod, aunque el discurso del asesor de la Oficina del Presidente compagina esa sugerencia con la afirmación de que Ucrania nada tiene que ver con los ataques transfronterizos, banderas falsas del Kremlin.
Mientras el discurso ucraniano se ha mantenido en la seguridad de la victoria, hace meses que el occidental ha comenzado a matizar su entusiasmo y, sobre todo, su triunfalismo. Zelensky ha adaptado su discurso vinculando la victoria al suministro de armas occidentales. En su última entrevista, el presidente ucraniano ha insistido en esa idea repitiendo nuevamente el riesgo de sufrir grandes bajas, un argumento que ya utilizó hace varias semanas para justificar un nuevo retraso del inicio del ataque ucraniano. Desde entonces, la tendencia occidental al flujo continuo de financiación para la guerra se ha sumado a los evidentes movimientos ucranianos en diferentes frentes y los ataques en la retaguardia. Se han producido explosiones en Melitopol, Mariupol o Berdyasnk y Ucrania ha realizado ya varias operaciones en la región de Belgorod a cargo de los habituales partisanos rusos del Directorio General de Inteligencia Militar del Ministerio de Defensa de Ucrania. Sigue leyendo
Absolutamente ignorada durante los prácticamente ocho años transcurridos entre el inicio de las protestas contra el cambio de Gobierno en Kiev en febrero de 2014 y la invasión rusa de febrero de 2022, la población de Crimea y Donbass ha vuelto en los últimos meses a ser utilizada como argumento para justificar la maximalista postura ucraniana. Eso sí, al igual que a lo largo de los últimos años, apelar a la identidad de esa población no responde a buscar una reconciliación ni a garantizar el respeto a sus derechos, sino a la voluntad ucraniana de imponer su ley, su cultura y, sobre todo, su voluntad por encima de todo, especialmente por encima de esa población cuya deslealtad no está dispuesta a perdonar.
El tiempo, la actuación legislativa y las intenciones de Ucrania han dado la razón a quienes comenzaron a manifestarse en ciertas zonas de habla rusa del país, especialmente en Crimea, alegando la amenaza que suponía el nuevo Gobierno, que pretendía imponer una agenda nacionalista y eliminar, por ejemplo, la lengua rusa del espacio público. Analizando los hechos desde el presente y viendo una línea directa entre la actuación del Kremlin en Crimea en marzo de 2014 y la intervención militar de febrero de 2022, la narrativa proucraniana justifica ahora la censura, autocensura y el evidente intento de eliminar la lengua y cultura rusa de Ucrania como una reacción a la agresión externa. Esta cómoda aunque mentirosa postura oculta que los pasos hacia la imposición del discurso nacionalista y la eliminación de toda una cultura asociada al pasado común con Rusia y la Unión Soviética comenzaron al día siguiente de la consumación del golpe de estado en Kiev y que no se han detenido en ningún momento entre 2014 y 2022. La población de Crimea y el sureste de Ucrania salió a las calles, no manipulada por la propaganda del Kremlin como se argumentó entonces y sigue aceptándose hoy, sino respondiendo al primer intento legislativo de la Rada de eliminar la cooficialidad de la lengua rusa en las regiones rusoparlantes. Sigue leyendo
Las palabras de esta semana de Emmanuel Macron, que se refirió a la necesidad de negociar incluso con aquellos líderes de facto a los que posteriormente habrá que juzgar, parecen, no solo haber pasado desapercibidas, sino que han sido entendidas como una señal de moderación y de apertura de los países europeos a una negociación con Rusia en caso de que el éxito de la esperada ofensiva ucraniana no sea todo lo definitivo que Kiev esperaría. Es cierto que, en los últimos meses, el presidente francés ha encabezado una facción que no ha abogado abiertamente por la guerra hasta el final como continúa exigiendo Kiev, cuyos representantes rechazan toda opción que no pase por la victoria completa y un tribunal internacional para juzgar a Rusia. La postura actual de Francia, que se ha ofrecido para celebrar la cumbre por la paz de Ucrania, en la que Kiev negociaría únicamente con sus socios y países neutrales, difícilmente puede ser satisfactoria para quienes trabajan para lograr una negociación que busque una solución diplomática al conflicto que dio lugar a la guerra.
En primer lugar, esa cumbre incluiría a países del sur global, aunque no para dar voz a sus posturas, sino para que estas se sometieran a la visión ucraniana. En segundo lugar, una cumbre de paz en la que se excluye explícitamente a uno de los dos bandos en conflicto no puede sino ser un acto de relaciones públicas del partido de la guerra. En tercer lugar, especialmente desde el punto de vista de Rusia, la mención de negociación pero también de juicio no puede inspirar confianza en la buena fe de los países europeos. La experiencia de los acuerdos de Minsk es demasiado reciente y las autoridades rusas son conscientes, no solo del papel jugado por Berlín y París, sino de la reacción actual de los dirigentes que negociaron aquel acuerdo. Firmados en un momento en el que era Ucrania quien precisaba de un alto el fuego que consolidara las posiciones e impidiera un mayor colapso de las tropas ucranianas ante el avance de las Repúblicas Populares, los acuerdos fueron negociados directamente por Angela Merkel, François Hollande, Vladimir Putin y Petro Poroshenko. Durante años, incluso ante la explícita negativa de Ucrania a cumplir con los principales puntos del documento, Rusia mantuvo, al menos en público, un discurso de confianza en sus socios europeos, de los que, suponiendo buena fe, esperaba una cierta presión a Kiev para lograr avanzar en el proceso. Sigue leyendo
En su discurso de ayer en Moldavia, uno más de los muchos países que ha visitado en las últimas semanas, Volodymyr Zelensky se refirió a las condiciones de seguridad de su país tras la guerra. En Eslovaquia, Macron, que en su intervención dijo haber hecho el largo camino hasta Bratislava, insistió ayer en esa misma cuestión. El discurso del presidente francés ha sido claro desde hace varios meses: tras la ofensiva ucraniana, habrá que negociar una resolución diplomática a la guerra. Eso sí, sus palabras de ayer, en las que afirmó que, tras la ofensiva “tendrás que negociar con los líderes que te encuentres de facto, incluso aunque el día después les tengas que juzgar delante de un tribunal internacional” no ofrecen gran esperanza de que los países europeos vayan a negociar en ningún momento de buena fe. Sin embargo, incluso esa negociación con las autoridades rusas y las garantías de seguridad que los países europeos y Estados Unidos, sin duda, ofrecerían a Ucrania no parecen ser suficientes para el cada vez más exigente proxy de Kiev.
Como precisó Zelensky en su intervención en Chisinau, Ucrania no solo quiere “una decisión clara” sobre su acceso a la OTAN, es decir, la promesa de admisión -lo conocido como Membership Action Plan- sino que la quiere recibir como parte de las decisiones de la cumbre de la Alianza que se celebrará el próximo mes de julio en Lituania. Aunque tanto Alemania como el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, han afirmado que la cuestión del acceso no será tratada de ninguna manera “hasta la victoria”, el presidente ucraniano continúa presionando para lograrlo. E incluso en el caso de no lograr una victoria completa, comienza ya a promoverse por medio de artículos publicados en grandes medios como The New York Times la idea del acceso a la OTAN de una Ucrania potencialmente dividida siguiendo el ejemplo de Alemania durante la Guerra Fría. Pero Ucrania, instalada, al menos públicamente, en el discurso de la victoria, no solo quiere lograr sus objetivos máximos, sino que cada vez exige más. Sigue leyendo
Como situación extrema tanto para quienes la libran como para quienes la sufren, la guerra supone un cambio cualitativo en toda la población afectada y en el contexto en el que se produce. La guerra no es solo el aspecto militar ni la miseria que supone para la población que vive y muere entre las consecuencias militares y económicas, sino que modifica todo el ecosistema geopolítico, político, económico y social en el que se desarrolla. Aunque la información siempre fue poder, la rapidez con la que actualmente circula la información por el espacio digital -e incluso, al menos en comparación con épocas anteriores, también el analógico- hace aún más importante el aspecto mediático y la lucha por la imposición del discurso. Y al igual que en el frente, aquí también se producen excesos y demostraciones interesadas que, aunque no se correspondan con la realidad, sirven a las partes en conflicto para manejar la narrativa y crear un determinado estado de opinión que les sea favorable.
Mucho más consciente de ello que Moscú, que inicialmente trató de mantenerse al margen y marcó distancias con lo que ocurría, por ejemplo, en Donbass, Kiev ha sabido siempre manejar esa zona gris entre la propaganda y la ficción para lograr apoyo diplomático, político y militar de sus socios. De esta forma, mientras Rusia se desgastaba y mostraba su incapacidad de obligar a Ucrania a actuar de forma responsable, Kiev lograba de la prensa imponer la falsa idea de la ocupación rusa de Donbass y de sus aliados, la cobertura diplomática y política para no tener siquiera que cumplir el acuerdo de paz que había firmado. Con ese trabajo previo realizado con empeño durante prácticamente ocho años, no fue difícil para Ucrania hacer olvidar todo lo ocurrido en la guerra de Donbass, una agresión militar y económica que Ucrania se negó a detener, o que su lucha por ganarse los corazones y las mentes de los territorios perdidos había pasado por negar sus pensiones en la RPD y la RPL o construir un muro para impedir el paso del agua del Dniéper al canal del norte de Crimea. Sigue leyendo
Han pasado ocho meses desde que, el 26 de septiembre de 2022, se produjeran las explosiones que inhabilitaron tres de los cuatro gasoductos del Nord Stream 1 y 2, este último nunca oficialmente inaugurado ni utilizado. Desde entonces, las teorías de la conspiración y la especulación han sido la norma entre el secretismo de los diferentes países que investigan los hechos y el desinterés general por saber quién hizo explotar unas infraestructuras críticas propiedad de varios países en una de las zonas más patrulladas por la OTAN. Las acusaciones comenzaron prácticamente de inmediato, especialmente desde el lado occidental. Mientras Rusia, en boca del portavoz del Kremlin Dmitry Peskov, exigía saber qué había ocurrido y si se trataba de un accidente o sabotaje, oficiales y medios occidentales comenzaron a dar por hecha la autoría rusa. Tras ocho años de acusar a Rusia de bombardear las ciudades de Donbass bajo control de la RPD y la RPL, era natural que las acusaciones de hacer explotar unas infraestructuras clave de las que era copropietaria resultaran aceptables a una población instalada en la credulidad más absoluta sobre un país desconocido.
Confirmado el sabotaje al encontrarse restos de explosivos, Rusia puso sus miras en el Reino Unido, recordando a su viejo enemigo del siglo XIX como gran potencia naval. Para entonces, el exministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, había borrado ya el tuit con el que daba las gracias a Estados Unidos. Como parte más beneficiada de la eliminación de un gasoducto que consideraba una competencia inaceptable, Washington ha sido, especialmente desde las acusaciones de Seymour Hersh, uno de los principales sospechosos de haber cometido el atentado. Sin embargo, y entre escaso interés público por conocer qué ocurrió el 26 de septiembre en las aguas del mar Báltico, los medios de comunicación han ofrecido solo fragmentos de diferentes especulaciones y no existe certeza alguna de que haya, entre los servicios secretos europeos que investigan los hechos, una gran voluntad de resolver el caso. Sigue leyendo
La semana pasada, olvidado incluso en Donbass entre el drama que supone el día a día de la guerra, se cumplieron nueve años de los primeros combates de la guerra en Donetsk, la capital minera y principal ciudad de la región. La guerra no “llegó” a Donetsk, como afirmó hace exactamente un año Volodymyr Zelensky, sino que fue Ucrania quien la llevó y quien se negó a retirarla incluso a pesar del acuerdo de alto el fuego. Muy lejos de los titulares de la prensa, incluso de la prensa rusa, sectores de las afueras de la capital de la RPD nunca fueron seguros para la población, que aun así residía en esos barrios muchas veces sin suministro eléctrico o calefacción.
Artículo Original: Denis Grigoriuk
Que me perdone la población de Slavyansk y quienes participaron en las primeras batallas en Donbass, pero, para Donetsk, la fecha del 26 de mayo marca la diferencia. Fue el último amanecer pacífico sobre la capital minera. Pocas horas después, mientras se alzaba el sol, los militares ucranianos asaltaron los edificios de la terminal del aeropuerto de Donetsk. Ese fue el principio de la guerra en Donetsk. Sigue leyendo
Marcar las viviendas de personas a quienes se acusa de «colaboracionsmo», una nueva práctica de acoso a la población por motivos ideológicos y crímenes de pensamiento en Ucrania
Además de su incumplida promesa de buscar un compromiso con Rusia para concluir la guerra en Donbass, unos de los principales objetivos de Volodymyr Zelensky en su llegada al poder en el año 2019 fue realizar una importante transformación del Estado. El cambio de Gobierno supuso, en algunos aspectos clave, también un relevo generacional, un rejuvenecimiento de algunos sectores que debían modernizar ciertos servicios con el objetivo último, no de mejorar la eficiencia de los servicios, sino reducir el peso del Estado. De esta forma, mientras que ministerios como el de Sanidad, encargado simplemente de gestionar el abandono hacia la privatización, quedaron en manos de las mismas personas que habían gestionado esos sectores en tiempos de Poroshenko, otros, como lo vinculado a la digitalización, vieron la llegada de personas jóvenes, con buena presencia y oratoria que procederían a crear programas que vender a sus socios y acreedores como grandes avances administrativos, políticos y económicos con los que presentarse ante el mundo.
De esta forma, mientras se iniciaba una nueva ronda de privatización de las ya entonces escasas empresas públicas que aún quedaban en manos del Estado y se reducían subsidios para dejar en manos exclusivamente del mercado servicios básicos que la población tenía cada vez más dificultades para pagar, el Estado avanzaba en un proyecto llamativo del que ahora se jacta incluso en Estados Unidos. Con la digitalización de Estonia como base de la idea, Ucrania ha desarrollado, con generosa financiación de USAID, el Reino Unido y empresas como Microsoft, que ahora tienen acceso a todos los datos, una aplicación para digitalizar el Estado. Según la presentación realizada la semana pasada en Silicon Valley a cargo del joven ministro Fedorov, la app contiene todos los servicios esenciales del Estado: acceso a información sanitaria y educativa, servicios administrativos, pago de multas, consultas y acceso a todo tipo de servicios. Un alarde de eficiencia que contrasta con la voluntad de cierre de instituciones sanitarias o escuelas rurales, privatización de servicios, aunque es perfectamente coherente con el ánimo de reducir el empleo público, ya que es la ciudadanía la que deberá encargarse de todo tipo de gestiones que anteriormente pudieran corresponder a funcionarios. Sigue leyendo
Esta semana medios y expertos occidentales han querido ver, con un entusiasmo que en ocasiones ha sido difícil de ocultar, la posibilidad de una rebelión interna en la Federación Rusa. El lunes, una serie de grupos y batallones perfectamente conocidos comenzaban una redada transfronteriza en la región de Belgorod en la que temporalmente dijeron haber capturado una serie de aldeas, obligando a las autoridades rusas a movilizar recursos y enfrentarse a las unidades que se habían infiltrado en el territorio de la Federación Rusa en una acción claramente organizada y coordinada. Rápidamente, los medios de comunicación comenzaron a difundir la noticia de que “luchadores anti-Kremlin” realizaban un asalto en la región de Belgorod. Antes, el líder del batallón Bratstvo, Dmitro Korchinsky, cuyos vínculos con la inteligencia ucraniana se remontan a décadas atrás, había anunciado que sus soldados habían comenzado el “asalto a una fortaleza enemiga”. Esa “fortaleza” no eran sino una serie de aldeas fronterizas no defendidas y escasamente pobladas en las que Ucrania preparaba una acción propagandística, pero también ensayaba una posible vía para obligar a las autoridades militares rusas a desviar recursos, efectivos y equipamiento a lugares alejados del frente a lo largo de toda la frontera común.
Jactándose del inicio de una rebelión contra “el régimen de Putin”, el asesor de la Oficina del Presidente de Ucrania Mijailo Podolyak, resumía la estrategia ucraniana confirmando implícitamente que las incursiones transfronterizas forman parte del plan ucraniano. Aunque sin mencionar expresamente Belgorod, el oficial ucraniano escribía que “hay docenas de acciones diferentes para destruir las fuerzas de ocupación rusas en diferentes direcciones, que ya comenzaron ayer, continúan hoy y continuarán mañana”. El objetivo de Kiev es extender el frente, no solo a la línea de separación entre los dos ejércitos, sino a toda la frontera común entre Ucrania, Rusia y Bielorrusia. De ahí que no pueda sorprender la afirmación ucraniana de que “es posible” que las acciones similares a lo ocurrido esta semana en Belgorod, se repitan en varias regiones rusas. Curiosamente, pese a alegar que los grupos participantes, “grupos clandestinos rusos”, “partisanos”, “luchadores contra Putin” o “patriotas rusos” no actúan bajo las órdenes del comando ucraniano, todas las regiones mencionadas comparten frontera con Ucrania. Kiev, que tantas veces ha anunciado la inestabilidad y fragilidad del régimen de Putin, contra el que pronto se producirá un alzamiento nacional, no parece ver posibilidades en el resto de Rusia. Sigue leyendo
Con Volodymyr Zelensky como invitado más mediático y cuyo protagonismo superó, por ejemplo, al de Narendra Modi, no solo presidente de una de las economías emergentes más importantes sino del país más grande del mundo en términos de población, la cumbre del G7 que se celebró en Japón hace una semana trató fundamentalmente dos grandes temas: la guerra en Ucrania y la contención de China, ambas estrechamente relacionadas. Más aún que en años anteriores, la cumbre fue un ejercicio de cierre de filas en un momento de altas tensiones políticas y económicas a nivel mundial y en el que cada uno de los países que aspiran a ser grandes potencias reestructuran sus alianzas y hacen músculo diplomático en busca de nuevos socios. No es casualidad en este sentido que uno de los objetivos de las siete grandes potencias del bloque occidental fuera precisamente atraer a los países del sur global a su postura en relación con la guerra entre Rusia y Ucrania. De ahí la importancia de la presencia de India, una de las grandes economías que ha rechazado abiertamente unirse, por ejemplo, a las sanciones occidentales contra Rusia y que se consolida como uno de los países puente a través de los cuales Rusia continúa exportando sus productos.
Es notable, por ejemplo, el aumento de la compra de crudo ruso, algo que ha preocupado recientemente al jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, que se jactaba de que India adquiere esos productos a menor precio gracias al tope de precios impuesto por las sanciones occidentales, pero condenaba que ese crudo sea posteriormente exportado a países europeos. En realidad, ni siquiera la primera parte del argumento de Borrell se corresponde a los hechos, ya que, como han mostrado expertos en la aplicación de las sanciones, el 96% del crudo ruso vendido en el primer cuarto de 2023 lo ha hecho por encima del tope de 60 dólares marcados por las sanciones unilaterales de los países occidentales. Pero aunque las sanciones económicas de Estados Unidos y sus aliados no han logrado el objetivo de destruir la economía rusa, la ruptura política entre Europa occidental y Rusia es un hecho y el bloque occidental pretende ahondar en un aislamiento internacional de Moscú que nunca ha conseguido. A la voluntad de neutralidad de gran parte de los países asiáticos, latinoamericanos y africanos se suma el papel de grandes países como India y, sobre todo, China, cuyo peso es tal que los medios continúan reflejando con preocupación las posturas sobre el intento de Beijing de mediar entre Rusia y Ucrania. Sigue leyendo
Artículo Original: Dmitry Steshin / Komsomolskaya Pravda
El “verde” que ha aparecido en las últimas semanas se ha convertido en una verdadera salvación para la artillería y el reconocimiento aéreo y pude ver claramente cómo estos dos sectores, el viejo y el nuevo, honrados por los dioses de la guerra, finalmente encontraban un lenguaje común y comenzaban a trabajar juntos. Según me contaron, la semana pasada “nuestra artillería trabajó tan intensamente sobre Ugledar que los soldados no recuerdan un fuego tan denso”. Seguimos una actividad inusual de las Fuerzas Armadas de Ucrania. El oponente maniobra constantemente a lo largo del frente, dispone de suficientes carreteras asfaltadas. Los campos ya se han secado, así que se puede circular por cualquier parte. Expertos y analistas tienen razón cuando hablan de la “dirección Ugledar” como interesante para la contraofensiva banderista que aún está por comenzar. Puede haber muchos objetivos como, por ejemplo, la bonita autopista Donetsk-Mariupol, que acaba de ser reparada. Desde la línea del frente, está a un palmo.
Las Fuerzas Armadas de Ucrania pueden intentar, si no capturar Volnovaja, al menos sí aliviar la presión sobre sus últimas fuerzas defendiendo Marinka cerca de Donetsk. Hay muchas opciones. Sin embargo, como observan los oficiales de la formación táctica de combate operacional Cascade, “si hay un ataque en la zona de Ugledar, es improbable que esté planeado como el principal. Aunque, por otra parte, un golpe auxiliar puede fácilmente convertirse en el principal, son todo probabilidades que hay que calcular”. Es difícil calcular los planes del oponente, pero se intenta detectarlos tan pronto como sea posible para así poder obstaculizarlos o bloquearlos. Sigue leyendo
Muchos han sido los extranjeros que en el último año han respondido a la llamada de Ucrania a acudir como voluntarios al frente para luchar en defensa de Ucrania y en contra de Rusia. Gran parte de ellos han pasado desapercibidos, mientras que otros han ganado notoriedad por todo tipo de factores: ser acusados de corrupción, estafas, ser capturados por las fuerzas rusas o republicanas o por morir en el frente. Es el caso de cuatro soldados cuya muerte en Artyomovsk fue anunciada por Dmitro Korchinsky. Cuatro ciudadanos occidentales de ideología supuestamente izquierdista que acudieron al frente a luchar en una batalla que desde hace meses no tenía sentido, como parte de batallones formados por militantes de extrema derecha y para un país neoliberal y nacionalista cuya ideología choca con las tendencias nacionalistas y autoritarias de la Ucrania post-Maidan. La integración de estos supuestos izquierdistas en batallones conocidos por su proselitismo y ultraderechismo deja lugar a pocas dudas: cualquier tendencia alternativa a la derecha nacionalista entre las tropas ucranianas es una anécdota en un contexto de incapacidad absoluta de influir sobre el mensaje y al servicio de la ultraderecha.
La Legión Extranjera de Bratstvo en Bakhmut
El 19 de abril, en su perfil de Facebook, el Batallón Bratstvo informaba de que “En la batalla de hoy [durante la noche del 18 al 19] en la zona de Bakhmut, Bratstvo, sufrió las mayores pérdidas en muertos y heridos durante toda la guerra”. Según la crónica, “Bratstvo cumplió la tarea de combate, destruyó una gran cantidad de enemigos, después de lo cual lograron sacar a sus muertos y heridos de la batalla”. Un poco antes, Dmytro Limko, del Batallón Stugna, otra de las unidades habitualmente adscritas a las acciones especiales del HUR ucraniano, también señalaba que su grupo estaba “sufriendo bajas en las batallas en Bakhmut … Muchos combatientes están en los hospitales, muchos están perdidos”. Sigue leyendo
Volodymyr Zelensky culminó su semana de viajes, eventos, premios y conmemoraciones, que le habían llevado a Roma, Berlín, París y Londres, con una estelar aparición en la cumbre del G-7 que se celebró el pasado fin de semana en Hiroshima, Japón. En la cumbre destacaron dos temas principales: el ansia del cártel de las siete grandes economías occidentales de contener a China y su lucha común contra Rusia. En ese contexto, la aparición de Zelensky no podía no ser la guinda del pastel. Como había hecho ya en sus cuatro paradas europeas, el presidente ucraniano ha buscado un mismo objetivo: lograr de sus socios la promesa de entrega de aviación occidental. Como ocurriera en el caso del desbloqueo de la entrega de tanques Leopard, a lo largo de la semana, varios países se han comprometido a entrenar a pilotos ucranianos, paso previo necesario para la deseada entrega.
Con los países europeos ejerciendo de avanzadilla, Estados Unidos, país que debe aprobar las entregas, respondió, como hiciera Alemania en el pasado en el caso de los carros de combate, cumpliendo las expectativas de Kiev. Aunque Biden no anunciara la entrega de los ansiados cazas, el presidente estadounidense sí avanzó el inicio de la instrucción de los pilotos ucranianos. Sin embargo, las garantías de suministro no eran el único objetivo de Zelensky, que ha querido utilizar su aparición en Japón para presentar la causa ucraniana como una causa mundial. De ahí que el presidente ucraniano quisiera culminar su semana de ofensiva diplomática en el foro más deseado. Sigue leyendo
Ayer por la mañana, con pomposos anuncios publicados por los propios participantes en los hechos, comenzaba una operación en la región rusa de Belgorod que recordaba a lo ocurrido el pasado marzo, cuando un grupo de soldados adscrito al Directorio Principal de Inteligencia Militar (GUR) del Ministerio de Defensa de Ucrania cruzaba la frontera rusa en una redada que Ucrania calificó, al mismo tiempo, de bandera falsa del Kremlin y heroico acto de grupos clandestinos rusos contrarios a las autoridades rusas. Desde entonces, medios estadounidenses como The Washington Post han publicado artículos en los que relataban los planes del director del GUR, Kiril Budanov, en la retaguardia rusa. Entre ellos destacaban la captura de ciudades y pueblos rusos, no para reclamar el territorio, sino como herramienta de presión a las autoridades rusas. Según The Washington Post, Budanov habría tomado el ejemplo de la actuación de grupos chechenos en Dagestan, que buscaban capturar territorio y rehenes. Algo similar se ha producido en las últimas horas.
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Entre las 8.31 y las 9.31 de la mañana de ayer, 23 de mayo, el Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK por sus siglas en ruso), uno de los grupos participantes en las acciones “especiales” del GUR ucraniano, publicaba en su canal de Telegram diversos vídeos de apenas unos segundos en el que algunos de sus militantes posaban delante de las señales de entrada a diversas localidades de regiones rusas. En su primera publicación acompañaban al documento gráfico: “¡Parece que los luchadores de RDK están visitando su tierra natal de nuevo! ¡Las llamas de la lucha se encienden!”. Sigue leyendo
El sábado, el dueño de la empresa militar privada Wagner comunicaba, con un vídeo grabado en la propia ciudad, que sus tropas habían logrado capturar los últimos metros que restaban para llegar a los límites de Artyomovsk. Con ello, y con la captura de los pocos edificios de pisos aún bajo control de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Evgeny Prigozhin daba por finalizado el combate por la ciudad, que como recordaba en su comunicación, comenzó en octubre de 2022. Las tropas rusas se habían aproximado a la ciudad ya en julio del pasado año tras la captura de Popasnaya, Severodonetsk y Lisichansk, pero, exhaustas y agotado el potencial ofensivo de las unidades del frente de Donbass, el lento asalto no comenzó realmente hasta meses después.
Rusia se había encontrado en esa parte del frente con una zona bien defendida y altamente fortificada producto de los ocho años anteriores. La cercanía al congelado frente de la guerra de Donbass había hecho de Artyomovsk una posición clave para las Fuerzas Armadas de Ucrania, la primera ciudad al otro lado del frente desde la estratégica localidad de Debaltsevo, capturada por la RPD y la RPL en febrero de 2015. Fue en Artyomovsk donde Petro Poroshenko recibió a sus héroes, que habían huido por los campos, en algunos casos antes incluso de que se diera la orden, en lo que el entonces presidente definió como “una retirada ordenada y planificada”. Descomunizada para borrar la memoria del camarada Artyom, que daba nombre a la ciudad, Ucrania utilizó el tiempo otorgado por Minsk para convertir la zona en una fortaleza. Con el cambio de nombre para recuperar el dado por el Imperio Ruso en su fundación, Bajmut, la ciudad recuperaba también su primer uso en el siglo XVI: una fortificación de frontera. Sigue leyendo
La principal novedad política de esta semana ha sido el artículo publicado por el medio estadounidense Político, que citaba a cinco oficiales de la administración Biden y que afirmaba que Estados Unidos se prepara para la posibilidad de un conflicto congelado entre Rusia y Ucrania que se alargue durante años y ha llamado la atención especialmente por referirse a este escenario como potencialmente aceptable para Washington. Ninguna de las partes podría cantar victoria, aunque tampoco admitir la derrota, ya que ninguno de los dos ejércitos habría sido realmente derrotado. Ese frente de centenares de kilómetros entre dos países entre los que la desconfianza es máxima y donde ninguno habría conseguido sus objetivos supondría un lastre de recursos humanos y económicos para mantener estable una línea de separación altamente militarizada y con peligro de recaer nuevamente en la guerra. Aunque es cuestionable que ninguna de las partes pudiera ver este escenario como favorable o deseable, la creciente seguridad de que ni Rusia ni Ucrania serán capaces de lograr completamente sus objetivos siempre ha indicado que la guerra se dirigía a un final no concluyente en el que ninguno podría cantar victoria completa, por lo que no es descartable que finalmente se produzca un escenario tal y como el que plantean ahora los medios estadounidenses.
Pese a lo publicado, que en cualquier caso se trata de un escenario posible en el futuro a medio plazo, los preparativos para la ofensiva ucraniana continúan y nada indica que la situación militar vaya a cambiar, por lo que esa anunciada ofensiva es prácticamente una obligación para Ucrania. Después de más de un año de apuesta por la opción militar como única vía de resolución del conflicto tras la ruptura de las negociaciones de paz en la cumbre de Estambul, ni el equipo de Zelensky ni sus socios extranjeros pueden permitirse ya el lujo de ceder. Ucrania necesita de esta ofensiva para justificar el apoyo de sus socios y garantizarse que la asistencia continúe en el futuro, ya que, a día de hoy, la dependencia militar y económica del exterior es absoluta: sin asistencia externa, Kiev carecería actualmente de la capacidad de mantener siquiera el pago de las miserables pensiones con las que sus ancianos han de pagar las crecientes facturas de luz o gas. Para los países occidentales que han donado, regalado o cedido equipamiento, no hay tampoco vuelta atrás. Se sigue aquí el principio del arma de Chéjov: «Si en el primer acto tienes una pistola colgada de la pared, entonces en el siguiente capítulo debe ser disparada. Si no, no la pongas ahí”. Sigue leyendo
Desde que se anunciara, hace ya varios meses, la esperada contraofensiva ucraniana y especialmente desde que comenzaran a llegar a Ucrania enormes cantidades de armamento cada vez más pesado, el discurso oficial ha girado en torno a las consecuencias que tendría para la guerra el futuro éxito de Kiev. La euforia que causó en Kiev el anuncio del envío de tanques occidentales aumentó notablemente con la llegada de baterías antiaéreas Patriot. Independientemente de la situación sobre el terreno, el equipo de Zelensky ha querido instalar como discurso oficial la idea de una victoria segura a la que solo se añade un matiz. Aunque “matemáticamente garantizada” según Mijailo Podoliak, esa victoria depende únicamente de un aspecto: la cantidad de armas occidentales que reciba Ucrania, una cuestión que está siendo crecientemente utilizada a medida que se acerca el momento de iniciar la contraofensiva. En las últimas semanas, contradiciendo la narrativa de meses anteriores, el Gobierno ucraniano, fundamentalmente por medio del jefe de la diplomacia ucraniana, Dmitro Kuleba, ha comenzado a desandar parte del camino para advertir de que el próximo ataque no ha de ser considerado el último o el definitivo.
Mucho más tarde que sus socios, que desde hace meses han dado a entender que Ucrania no será capaz de infligir a Rusia un golpe tan definitivo para expulsar a sus tropas de todo el territorio de según las fronteras de 1991, Kiev parece sumarse a esa idea. Pese a haber recibido en el último año una asistencia militar equivalente al presupuesto militar ruso, varios son los obstáculos que Kiev no tiene en cuenta cuando sus representantes o aliados más férreos acuden a la prensa o a las redes sociales para dar por hecha la derrota rusa o calificar de Estado paria a la Federación Rusa. En una guerra fundamentalmente terrestre y en la que la artillería cobra especial importancia, Ucrania ha alardeado de sus HIMARS estadounidenses y de su artillería francesa tratando de ocultar que esas armas no son suficientes para compensar la superioridad artillera rusa. Lo mismo puede decirse de la aviación o de los misiles de largo alcance. Ucrania está ahora mucho mejor armada que hace un año, tiempo que ha utilizado para preparar, junto a sus socios, su futura ofensiva. Sigue leyendo
Esta semana, el ataque ruso con uso de varios misiles Kinzhal ha supuesto un nuevo ejemplo del uso de la propaganda para beneficio propio incluso a pesar de la evidente contradicción entre la realidad y el relato. El lunes por la noche, siguiendo su línea habitual de cantar victoria a pesar de los hechos, Ucrania alegó haber derribado la práctica totalidad de los misiles rusos y el 100% de los misiles Kinzhal. Hasta ahora, tanto Kiev como sus socios habían dado a entender que no disponían de armamento para luchar contra esas armas, de ahí la imperial necesidad de obtener los ansiados Patriot. El objetivo de recibir tal armamento estadounidense siempre ha sido doble. Por una parte, varios medios de comunicación occidentales han advertido en las últimas semanas de la peligrosa escasez de munición antiaérea en Kiev, un argumento que siempre pareció una justificación para acelerar la entrega de baterías estadounidenses. Por otra parte, Ucrania busca agotar su stock ruso o soviético para que este haya de ser sustituido por armas de los países de la OTAN. No es un secreto que Ucrania pretende utilizar la guerra como su carta de presentación para ser admitida en la Alianza y el uso de las armas del bloque es uno de los principales argumentos para ello.
El lunes por la noche y a lo largo del martes, numerosas imágenes mostraron la actuación de una batería Patriot contra los misiles rusos. En apenas unos minutos, en las imágenes se podía observar una treintena de disparos. Con un solo derribo, la actuación difícilmente puede considerarse satisfactoria, especialmente teniendo en cuenta el coste de cada uno de los disparos, que ronda los tres millones de dólares. El intensivo uso de armamento, y especialmente de munición, ha sido una de las preocupaciones que oficiales del Pentágono han manifestado pública y anónimamente. Sin embargo, sin riesgo de perder el suministro constante procedente del extranjero ni obligación de cargar con los costes que supone la guerra, financiada a base de donaciones y créditos que Ucrania posiblemente nunca pueda o intente pagar, Kiev ha continuado con sus planes sin buscar, como pedían sus socios, una forma más eficiente de combatir. No es de esperar que la lucha contra los misiles rusos suponga una actuación diferente, por lo que es de suponer también que la exigencia de más munición antiaérea sea una constante en el tiempo que dure la guerra. Sigue leyendo
Protagonistas de la rebelión de Donbass que en el verano de 2014 derivó en los referendos de soberanía, la proclamación de las Repúblicas Populares y el inicio de un conflicto bélico que nunca llegó a terminar, Donetsk y Lugansk han seguido caminos paralelos aunque con matices diferentes. Frente a una RPD en la que desde el inicio se gestó un grupo de personas dispuestas a organizar una estructura política paralela a las autoridades ucranianas, el inicio de las protestas en Lugansk fue mucho más convulso. Como detalla Anna Matveeva en su libro “Through times of trouble. Conflict in South Eastern Ukraine”, la ausencia de figuras dispuestas a liderar políticamente las protestas fue completa. La toma del edificio del SBU en la capital del antiguo oblast garantizaba la posesión de un arsenal de armas. Sin embargo, aún indecisos sobre la dirección en la que guiar las protestas, aquellas personas que habían liderado el asalto se vieron presionadas por la propia población para continuar adelante. Matveeva cita al que sería el primer líder de la RPL, Igor Bolotov, explicando que fue la población de Lugansk allí congregada la que obligó al grupo a seguir adelante.
A partir de ahí, con un inicio más sólido aunque también más propenso a las primeras divisiones internas, tras una primera proclamación en la que no muchos creían, las dos emergentes Repúblicas Populares trataron de organizar una serie de grupos armados con los que defenderse del inminente asalto ucraniano. Fue entonces cuando personas como Alexey Mozgovoy o Alexander Jodakovsky comenzaron a organizar los grupos con los que se harían conocidos: las brigadas Prizrak y Vostok. La aparición en Slavyansk del grupo armado liderado por Igor Girkin, Strelkov, desvió toda la atención a la región de Donetsk. Desde entonces, el protagonismo ha recaído siempre fundamentalmente en el desarrollo de los acontecimientos en la región de Donetsk, con Lugansk como un escenario secundario al que apenas se ha prestado atención. Sigue leyendo
El martes, según recogieron los medios internacionales, el presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa confirmó que Rusia y Ucrania han aceptado reunirse con una misión internacional compuesta por la propia Sudáfrica, Zambia, Senegal, República del Congo, Uganda y Egipto cuya intención es mediar entre los dos países en busca a una salida diplomática al conflicto. La neutralidad que estos países han mostrado, superando los intentos occidentales de obligar a cada Estado a posicionarse contra Rusia, coloca al sur global en una posición propicia para una labor desagradecida que posiblemente no vaya a ayudar tampoco a mejorar sus relaciones con Estados Unidos o la Unión Europea. Sin embargo, comprendiendo quizá el deber de cumplir con esa función que deberían haber iniciado ya países más potentes en términos políticos y diplomáticos, varios dirigentes africanos han iniciado una labor de tanteo que se suma a otras iniciativas ya conocidas: el plan de paz chino, el intento de mediación encabezado por Lula da Silva o la misteriosa misión del Vaticano de la que únicamente se conoce su existencia. La lógica de la iniciativa africana es clara y según el presidente sudafricano, las discusiones “son esfuerzos para encontrar una resolución pacífica al devastador conflicto en Ucrania, su costo en vidas humanas y el impacto en el continente africano”. Sin embargo, pese a las buenas intenciones, ninguna de esas iniciativas tiene grandes posibilidades de lograr algo positivo.
La situación actual en el frente es la suma del aumento de actividad alrededor de Artyomovsk, pero también en la retaguardia, donde los ataques con misiles a ambos lados han aumentado notablemente. Parece ya confirmado que Ucrania ha comenzado a utilizar sus misiles británicos contra localidades como Lugansk. Alejada del frente, la ciudad tiene sentido como objetivo militar actualmente en la medida en que se ha convertido en una de las bases logísticas del ejército ruso ante la peligrosidad de Donetsk. Los bombardeos de la capital de la RPL, que durante meses había evitado los ataques ucranianos, presagian la reactivación de los frentes aún adormecidos. Al otro lado de la línea de separación, el aumento del uso de misiles contra Kiev, posiblemente con el objetivo de destruir la defensa antiaérea ucraniana recién recibida de Estados Unidos, deja claro que Rusia es consciente de que la ofensiva ucraniana puede producirse a corto plazo. En este contexto, no parece haber lugar para ninguna negociación de paz. Sigue leyendo
El 24 de abril, The Washington Post, un medio que ni antes ni después del inicio de la intervención militar rusa ha escondido su postura proucraniana y antirrusa, publicó una serie de informaciones relativas a la actuación e intenciones de Kirilo Budanov y el Directorio Principal de Inteligencia Militar (HUR) del Ministerio de Defensa de Ucrania que dirige. En una forma de confirmar algo que ya ha quedado claro observando el desarrollo de los acontecimientos, el medio estadounidense afirmaba que Budanov había dado orden a sus subordinados de preparar ataques en Moscú que debían realizarse el 24 de febrero de 2023 coincidiendo con el primer aniversario de la invasión rusa. Las diferentes operaciones evidentemente organizadas por la inteligencia militar ucraniana y desarrolladas por los diferentes grupos utilizados a modo de fuerzas especiales por parte de Budanov eran precedentes perfectamente coherentes con esas intenciones publicadas por The Washington Post.
Episodios recientes como los intentos de forzar el Dniéper en la zona de Jersón, el operativo que fracasó en capturar la centrar nuclear de Energodar, la muerte de cuatro miembros de Bratstvo en el oblast ruso de Briansk o la realizada por voluntarios rusos miembros de grupos neonazis y de extrema derecha han dejado claro el tipo de actuaciones realizadas por los subordinados de Budanov. Su reciente admisión de que “matamos rusos y seguiremos matando rusos” apunta también a la participación del HUR en atentados terroristas contra personas en los territorios ucranianos bajo control ruso, pero también en Rusia. Es de sobra conocido que la inteligencia militar ucraniana ha puesto el énfasis en el sabotaje en la retaguardia rusa y las palabras de Mijailo Podoliak, que afirmó que la actividad aumentaría y que habría de considerarla una contraoperación militar especial, confirman que se trata de algo planificado y organizado. El uso para ello de batallones nacionalistas, muchos de ellos radicales, y aparentemente no tan profesionales como se esperaría de las fuerzas especiales no debe confundir. El uso de grupos irregulares que no necesariamente son parte de las estructuras oficiales de las Fuerzas Armadas de Ucrania busca poder desmarcarse de las actuaciones en caso de fracaso, pero también facilita las habituales declaraciones oficiales, que adjudican a grupos de partisanos rusos las acciones de sabotaje o terrorismo en Jersón, Zaporozhie, Crimea, Donbass o la Rusia continental. Sigue leyendo
La guerra en Ucrania ya no abre los informativos de los medios occidentales a diario, la solidaridad con la población refugiada ucraniana ha dejado de ser una prioridad y Zelensky recibe incluso negativas de instituciones como la Academia de Cine o la organización de Eurovisión a sus exigencias de participar en los actos con un discurso político durante la emisión de actos seguidos en directo por millones de personas. La fatiga de la guerra es una cuestión que comienza a preocupar a líderes occidentales, especialmente a algunos en Europa occidental, y se cuestiona la capacidad europea de mantener el actual suministro de armamento, munición y financiación a Ucrania a largo plazo. Sin embargo, pese a que se puede argumentar que la guerra en Ucrania ha perdido la centralidad en la agenda informativa occidental tanto las visitas a Kiev como recibir al presidente ucraniano suponen aún un efecto propagandístico buscado por todo tipo de líderes internacionales y personajes de otros ámbitos como el del espectáculo. Así ha podido comprobarse este fin de semana con el protagonismo de Volodymyr Zelensky en su visita a Italia y Alemania, país al que llegó en un avión de las aviación alemana y donde fue recibido con honores militares.
En un país en el que las encuestas muestran una mayoría contraria a continuar suministrando armas, el presidente ucraniano fue recibido con una pancarta contra la guerra y el suministro militar colocada frente al Coliseo y en la que también se podía leer “Zelensky not welcome”. Vestido con su habitual jersey negro adornado con el tridente habitualmente utilizado por el Praviy Sektor, el presidente ucraniano se reunió en Italia tanto con el presidente Matarella como con la primera ministra. Meloni, de la que en campaña electoral se había cuestionado su compromiso con Ucrania como elemento de propaganda contra la política post-fascista, se ha mostrado desde su llegada al Gobierno dispuesta a utilizar la guerra en Ucrania como herramienta para ser así aceptada como una más en la familia europea. Frente a las críticas que recibía, por ejemplo, Mateo Salvini, cuya ideología y actuación en cuestiones como la inmigración no difiere en absoluto de la de Meloni, la actual primera ministra de Italia se ha ganado las alabanzas de los grandes medios internacionales precisamente por su “sentido de Estado”. Sigue leyendo
En los últimos días, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky ha vuelto a reunirse con representantes del gran capital extranjero para planificar no solo la reconstrucción de Ucrania sino la reestructuración de su economía. Como ha quedado claro desde su llegada al poder en el año 2019, la aspiración del equipo de Zelensky es convertir al país en una utopía tecnológica en la que la regulación, los controles y los derechos laborales no supongan un obstáculo. El año pasado, la prensa informó de que Blackrock, el mayor gestor de activos a nivel mundial, trabajaría pro bono para apoyar a Ucrania en su reconstrucción. Ahora, el principal fondo buitre del planeta se ha posicionado ya como principal, aunque ni mucho menos único, representante del gran capital occidental y comienza a firmar acuerdos con el Gobierno ucraniano y discute “los detalles de la creación de un fondo de inversión para recuperar la economía ucraniana con la participación del capital público y privado”.
Explicando qué son y cómo actúan fondos buitre como Blackrock, El Salto explicaba en uno de sus artículos que “captan capitales de las pensiones privadas, de inversores particulares, de otros fondos o bancos de inversión, de fondos dependientes de los Estados, incluso de dinero negro del narcotráfico, el comercio de armas y otras actividades ilegales, e invierten en todo el mundo sin apenas límites ni controles”. En este sentido, Ucrania es el país ideal. La situación actual de caos general en el país, con un Gobierno al que la Oficina del Presidente parece haber usurpado sus poderes y una Rada básicamente inoperante, manejada a su antojo con el equipo de Zelensky y con diputados expulsados por decreto crea todo tipo de zonas grises en las que las grandes empresas pueden moverse a su antojo. Aunque diversos, los fondos buitres se rigen, según añadía el citado artículo, “por una misma regla, simple y antigua: comprar barato y vender caro”. Sigue leyendo
Con su capacidad de destrucción y habilidad para polarizar opiniones y generar climas de opinión que no necesariamente se corresponden con la situación sobre el terreno, la guerra pone de manifiesto todo tipo de contradicciones entre la realidad y la ficción, la información y la propaganda y la política y el interés. El momento actual, en el que se anticipa una ofensiva ucraniana que debería contrastar con la cierta parálisis que se ha instalado en los últimos meses, se presta a todas ellas. En las últimas horas se han producido ejemplos de cada una de ellas, comenzando con las declaraciones del presidente ucraniano, que aparentemente se lamentaba de no poder iniciar la esperada ofensiva en el frente sur a causa de la falta de armamento mientras las tropas ucranianas comenzaban a presionar en todo un arco del frente de Donbass y se jactaban de importantes avances.
Antes incluso de que se produjeran esos avances, que por el momento ascienden, según las propias tropas ucranianas, a dos kilómetros en los alrededores de Bajmut, el siempre optimista Mijailo Podoliak se dirigía a las tropas de Wagner para advertirles de que están atrapadas. Aunque la presión en los flancos es evidente y ha sido admitida por las fuentes rusas, Wagner continúa controlando gran parte de la ciudad y al contrario que las tropas ucranianas, que disponen de una única carretera para el suministro, la retaguardia rusa está completamente abierta al paso. Con el frente informativo como prioritario, no es importante para los representantes de la Oficina del Presidente de Ucrania que sus afirmaciones, que son reproducidas sin matices por la prensa occidental en bloque, se correspondan con la realidad. Sigue leyendo
Ayer, con unas declaraciones que contrastan con su discurso habitual, Volodymyr Zelensky mostró una aparente cautela inexistente en los últimos meses y que sorprendió ayer por el contraste con los hechos que se desarrollaron a lo largo del día. Desde las dos victorias que obtuvo Ucrania el pasado otoño recapturando rápidamente los territorios de Járkov primero y obligando a Rusia a retirarse de la ciudad de Jersón y los territorios en la margen derecha del Dniéper después, el presidente de Ucrania se había instalado en una narrativa de victoria sin matices en la que la próxima contraofensiva supondría el golpe definitivo contra las tropas rusas, que se verían obligadas a abandonar todos los territorios ucranianos. Según esta versión, la bandera azul y amarilla ondearía próximamente en todas las ciudades ucranianas, incluidas aquellas que a Kiev tanto le gusta bombardear. Por supuesto, la bandera ucraniana sería izada también en Sebastopol y otras localidades de Crimea, territorio que Ucrania quiere liberar para posteriormente retirar toda autonomía política e imponer un “Estado unitario”, es decir, la voluntad de Kiev.
Desde hace varias semanas, aunque políticamente se mantiene ese objetivo maximalista y no se duda de que ese será el resultado final de la guerra, Ucrania se ha sumado a un discurso que se ha generalizado en la prensa occidental para rebajar expectativas sobre el próximo ataque de las tropas de Kiev. Ese realismo a corto plazo contrasta con el triunfalismo que se ha mostrado desde que los países occidentales, especialmente Alemania, confirmaran su disposición a enviar grandes cantidades de tanques y vehículos blindados para lo que se preveía como una batalla terrestre que sería decisiva. Ya entonces, frente al discurso oficial de victoria segura, era evidente que un blitzkrieg en el frente sur en dirección hacia Melitopol y Crimea -dirección más evidente para un ataque ucraniano que buscara ser decisivo- iba a requerir de más que unidades de tanques para compensar la superioridad rusa en varios aspectos, entre los que destaca la artillería y la aviación. No es casualidad que ya en ese momento, Ucrania comenzara su campaña de propaganda para exigir a sus socios aeronaves de combate. En este tiempo, países como Polonia han donado a Ucrania aviación de origen ruso, aunque los MiG-29 regalados por Varsovia no cumplen las expectativas de Kiev al tratarse de modelos con menor modernización que los equivalentes ucranianos. Según afirmaba ayer el Gobierno polaco, Ucrania cuenta con 28 aeronaves donadas por países occidentales. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
“Radio Bayraktar, la música de la peremoga [victoria] ucraniana”, se corta la radio en la frecuencia FM a un par de docenas de kilómetros del Dniéper. Al otro lado de la ventana del coche, el campo envenenadamente amarillo del sol se confunde con el cielo azul. Un paisaje azul y amarillo unido a la cacofonía que ha venido antes: una extravagancia de arte patriótico. Hay para todos los gustos: desde canción de autor a hip hop, de baladas a tonadillas, de rock duro a pop blando. Todos ellos sobre los herederos de Bandera, que en la fortaleza de Bajmut cortan en pedazos a los malvados moskalis. Odio a Rusia concentrado, empaquetado y envuelto en un papel de regalo musical que tras quince minutos pone rojas las mejillas. Entre canción y canción se ofrecen breves pero claras instrucciones sobre cómo informar de la posición de las unidades rusas, sus movimientos, el número de equipamiento y las cifras de personal. Esas personas son periódicamente detenidas por las fuerzas especiales rusas. Algunos tienen suerte de escapar simplemente expulsados al otro lado en el último puesto de control. El planteamiento es que si van a trabajar para el régimen de Kiev, lo hagan desde el territorio bajo su control, es decir, desde allí lejos.
La última vez que pasé por estas carreteras fue el año pasado, justo antes de abandonar Jersón. En los últimos meses, han cambiado sustancialmente. En los alrededores del Dniéper se observan más cráteres de minas y proyectiles y junto a las carreteras hay esqueletos de coches quemados. Es evidente que con la ocupación de posiciones ventajosas en la margen derecha, el oponente ha intensificado los bombardeos de las localidades de la margen izquierda, como muestra la destrucción en las aldeas de la línea del frente. Sigue leyendo
La semana pasada, en unos términos especialmente duros y dirigiéndose directamente al ministro de Defensa y al jefe del Estado Mayor, la cara visible de la empresa militar privada Wagner anunciaba la inminente retirada de sus soldados del frente de Artyomovsk, donde suponen el grueso de las unidades de asalto. El enfrentamiento o su aparente empeoramiento suponía para Rusia poner en riesgo una parte de lo logrado en estos meses en el único frente realmente activo. Así sería si, como anunciaba el pasado viernes Evgeny Prigozhin, los soldados de Wagner se retiraban cinco días después, dando escaso tiempo a las autoridades para un reemplazo organizado. Curiosamente, lo hacía alegando sed de munición apenas unos días después de afirmar haber capturado más armamento del que podría distribuir. Es probable que Prigozhin se refiriera a los depósitos de armas de Soledar, en los que, en algún lugar entre la realidad y la leyenda urbana, siempre se ha especulado que se custodiaba un importante arsenal de tiempos soviéticos, aunque posiblemente se tratara, si es que esas instalaciones existen, de armamento ligero.
Los precedentes del comportamiento de Prigozhin, que pese a no estar siempre de acuerdo con las decisiones de las autoridades militares, con las que ha sido abiertamente crítico, siempre ha acatado, indicaban que no habría una ruptura que pusiera en riesgo el frente. Los reproches, especialmente aquellos referidos a la falta de munición, no son nuevos, aunque sí esa amenaza de retirada, que teniendo en cuenta la gravedad, siempre dio la sensación de que se trataba de una herramienta de presión en busca de un objetivo. Los enfrentamientos personales o entre diferentes departamentos son generalmente un terreno pantanoso, pero la guerra hace aún más difícil diferenciar desde fuera qué parte de realidad tienen los reproches o en qué medida se deben también, al menos en parte, a las luchas de poder prácticamente inevitables cuando un grupo se reconoce como imprescindible. Sigue leyendo
“Las expectativas de nuestra campaña de contraofensiva se han sobreestimado en el mundo”, afirmó el sábado el ministro de Defensa de Ucrania, Oleksiy Reznikov, en declaraciones concedidas a la prensa estadounidense. “La mayor parte de la gente está esperando algo enorme”, añadió poniendo en duda, no solo sus propias declaraciones de los últimos meses, sino la línea oficial marcada por el Gobierno de Kiev. Con estas palabras, Reznikov se suma al cambio de discurso que se ha producido en las últimas semanas, especialmente a medida que ha parecido acercarse el inicio de la tan anticipada ofensiva que Ucrania y sus socios llevan meses anunciado y prácticamente un año preparando.
El esperado avance ucraniano, que medios y líderes occidentales dan por hecho sin analizar siquiera como posibilidad la capacidad rusa para defenderse, se ha presentado como la clave para el futuro del conflicto. Solo ciertas voces, generalmente anónimas o de personajes secundarios del ámbito político, militar o mediático, han planteado como riesgo el inicio de una ofensiva por tierra en la que Rusia podría utilizar su superioridad artillera y aérea o la carencia ucraniana en aspectos como la aviación. La opinión general de líderes políticos y creadores de opinión, cuando menos el discurso que se ha querido presentar, pasa por dar por hecho el éxito ucraniano para pensar ya en qué ocurrirá después. Es ahí donde las opiniones parecen diferir.
Mientras una facción más moderada, con Macron como principal cabeza visible, plantea el éxito ucraniano como carta principal para unas futuras negociaciones en posición de fuerza, las posiciones más radicales, encabezadas por el presidente de Ucrania y gran parte de sus aliados del este de Europa, exige que la ofensiva sea solo el principio de la liberación de todos los territorios ucranianos según sus fronteras de 1991. En esa versión, no existe posibilidad de compromiso y ni siquiera de negociación. En el último año, Volodymyr Zelensky ha insistido en la retirada completa de las tropas rusas de todo el territorio ucraniano, incluida Crimea, como prerrequisito para una negociación, por lo que, al menos en su discurso público, el Gobierno de Ucrania ha descartado explícitamente la posibilidad de diálogo incluso tras un éxito militar. En ese sentido han de comprenderse también los actos de sabotaje y la estrategia del coche bomba utilizada por la inteligencia militar ucraniana en la retaguardia. Preguntado por el intento de asesinato del escritor Zajar Prilepin, Kirilo Budanov, jefe del poderoso Directorio Principal de Inteligencia Militar del Ministerio de Defensa de Ucrania afirmó, sin llegar a confirmar lo evidente, que “hemos estado matando rusos y seguiremos matando rusos en cualquier lugar de este mundo hasta la victoria completa de Ucrania”. Entre esos muchos rusos que han muerto en asesinatos selectivos están también ciudadanos de Mariupol, Donetsk y Lugansk, como, por ejemplo, el bloguero militar Vladlen Tatarsky, natural de Makeevka, ciudad satélite de Donetsk.
El cambio de discurso de las últimas semanas no busca presentar una postura más abierta a una posible negociación con Rusia ni a una mediación internacional. Pese a las buenas palabras de Zelensky tras su conversación con Xi Jinping, cuando apreció públicamente el compromiso chino con la búsqueda de la paz, la identificación de paz con victoria no ha cambiado para el presidente ucraniano y así lo ha reflejado en sus discursos, apariciones mediáticas y actos. Se trata así de evitar unas expectativas poco realistas tanto ante la población como ante sus socios.
En los últimos meses, medios estadounidenses han destacado las carencias que las Fuerzas Armadas de Ucrania tendrán que superar para tratar de derrotar a Rusia en el frente sur. Entre ellas se encuentran el desgaste que supone la guerra, que en este caso Ucrania tendrá que superar luchando contra una agrupación rusa mucho más numerosa de lo que lo fuera en meses iniciales, el reto logístico que supone gestionar y reparar equipamiento de diversas procedencias y con diferentes necesidades de mantenimiento o el desequilibrio de fuerzas que se da en el aspecto de la aviación. Ese precisamente es el argumento de un artículo publicado por Newsweek en el que se muestra el temor de Estados Unidos a una mayor presencia de la aviación rusa para destruir el potencial ofensivo ucraniano.
El argumento es doble: pese a que la aviación ha jugado un papel relativamente secundario en esta guerra, la potencia de la aviación rusa supera con creces a la de Ucrania, que hasta el momento se había defendido fundamentalmente gracias a sus potentes defensas antiaéreas (de fabricación rusa), segundo aspecto importante. En los últimos meses, en los que Rusia ha atacado con misiles y drones kamikaze las infraestructuras críticas ucranianas, Ucrania y sus socios han basado su apuesta en resistir a base de derribar drones y misiles -con gran éxito según los datos oficiales de Kiev, que en cada ocasión afirma haber derribado la totalidad o práctica totalidad de los artefactos- con la esperanza de que las reservas rusas se agotaran antes que la munición antiaérea ucraniana.
Como han advertido en el pasado fuentes del Pentágono, el artículo de Newsweek insiste en la carencia de munición antiaérea que está sufriendo Ucrania actualmente. Según el artículo, el problema aumentaría con el inicio de la contraofensiva, cuando los sistemas antiaéreos puedan ser trasladados a localizaciones cercanas al frente para luchar contra la aviación rusa, lo que podría dejar expuestas ciudades como Kiev. Las recientes filtraciones del Pentágono mencionaban finales de mayo como momento en el que Ucrania habría agotado sus reservas, con lo que quedaría a merced de los ataques rusos, contra los que no podría defenderse. Pese a lo aparentemente espectacular de la advertencia, el suministro occidental es constante, por lo que no puede considerarse realista que Estados Unidos y sus socios junior de la Unión Europea vayan a olvidarse de la munición antiaérea con la que intentar destruir misiles y aeronaves rusas. Es más, esta misma semana, Ucrania se ha jactado del uso de sus flamantes Patriots estadounidenses para supuestamente derribar al menos un misil balístico Jinzal, contra el que hasta ahora Kiev decía no tener ningún arma. Pese al largo historial ucraniano de exagerar sus éxitos, gran parte de la prensa ha aceptado la alegación como confirmación.
Las crecientes dudas sobre si Ucrania dispondrá del material necesario para su contraofensiva y el nuevo discurso oficial ucraniano no responden al intento de crear unas expectativas más realistas para la población ni eliminar falsas esperanzas de infligir a Rusia una derrota definitiva. Las palabras de Reznikov, como las de Kuleba de la semana pasada, únicamente buscan garantizar que, pase lo que pase en la próxima campaña militar, el suministro rápido, continuo y financiado desde el extranjero continúe. El ministro de Asuntos Exteriores precisó hace unos días que no debe esperarse que la ofensiva que Ucrania intenta iniciar ahora vaya a ser la última de esta guerra. Con sus palabras, Reznikov ha incidido en esta idea. El argumento sirve tanto para remarcar el completo rechazo a una negociación posterior a la ofensiva como para advertir a sus socios de que la maquinaria de producción, entrega y reparación de equipamiento militar y los programas de instrucción de tropas deben continuar. Artículos como el de Newsweek, perfectamente en línea con la actual narrativa ucraniana, buscan insistir en los problemas no para alertar de un riesgo de derrota, sino para exigir más armas y, sobre todo, aquello que Ucrania todavía no ha conseguido de sus socios: aviación occidental.
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
“Somos colegas, en cierto sentido”, les digo a los soldados de la brigada de Jabárovsk. “¿Qué lugar es ese?” “Igual que vosotros, yo también he sido acusado por la prensa ucraniana de lo ocurrido en la región de Kiev hace un año”. Les nuestro un texto que tengo guardado y en el que está negro sobre blanco: “…participó junto a los héroes de Gostomel”. A los soldados de Jabárovsk también se les acusó de lo ocurrido en Bucha. Es un caso único para una división rusa: prácticamente toda la composición de la brigada (Occidente solo ha encontrado las listas de 2018, pero les ha incluido igualmente) ha entrado en la lista de sanciones de la Unión Europea. Por supuesto, nadie se ha molestado en buscar pruebas. Por ejemplo, yo estuve en los alrededores de la ciudad en marzo de 2022 y solo vi allí paracaidistas.
“No estábamos allí”, dice uno de los oficiales. “No realizamos tareas en la ciudad no era nuestra zona de responsabilidad. Pero les dimos un golpe en los dientes en otro lugar, así que se ofendieron”. Siempre he estado cerca de la brigada, primero cerca de Kiev y luego en Izium. Los he conocido en la cuna del líder anarquista Néstor Majnó, cerca de Guliaipole, que fue el centro de la rebelión conocida como majnovschina durante la Guerra Civil. Esta dirección es estratégica. Desde aquí se abre la carretera a Pologi, por la que circulo hacia el frente en un tradicional Bujanka, un vehículo poco pretencioso, pero que va a todas partes. Por la ventana van pasando nombres: Novosevlovka, Stepanovka, Marfopol… Los he visto en alguna parte, pero en orden inverso. ¡Exactamente! El otro día, los canales de Telegram ucranianos afirmaban que habían avanzado 50 kilómetros en nuestro territorio desde Guliaipole a través de estas localidades. Sin embargo, aquí no hay Bradleys, Leopards o cruces en los blindados. Solo están los cobertizos destruidos por la artillería ucraniana, los tulipanes rojos creciendo bajo ellos y la presencia evidente del ejército ruso, que parece congelado a la espera de la ofensiva de Kiev. Sigue leyendo
Es habitual que el resultado de las grandes batallas, el devenir de las negociaciones de paz y pérdidas o ganancias territoriales sean la base para analizar los efectos que un conflicto militar ha tenido sobre un territorio y para debatir, en casos en los que la ausencia de capitulación de uno de los contendientes deje lugar a la ambigüedad, quién ha ganado la guerra. Prácticamente desde el inicio de la intervención militar rusa se ha debatido, o incluso sentenciado, cuál de las partes en conflicto podrá imponer su voluntad sobre la otra. En otras palabras, quién está ganando la guerra y quién la está perdiendo. La guerra no es solo lo que ocurre en el terreno militar, sino que incluye todo tipo de componentes directa e indirectamente relacionados con la batalla. Ganar la paz es tan importante como ganar la guerra. Un ejemplo claro puede encontrarse en la propia guerra de Ucrania en su fase anterior, limitada a Donbass: Ucrania no fue capaz de derrotar a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, pero sí logró el apoyo necesario, fundamentalmente de Alemania y Estados Unidos, para evitar cumplir con las condiciones de paz negociadas por su entonces presidente y sus aliados europeos en Minsk en el año 2015.
A lo largo de ese proceso, en el que Moscú ni siquiera logró convencer a sus socios de la Unión Europea para que presionaran a Kiev a cumplir los puntos más básicos y perfectamente factibles, como el levantamiento del bloqueo económico o la reanudación de los pagos de pensiones en la zona, Rusia perdió todo el poder blando del que disponía en Ucrania. Incapaz de lograr por la vía diplomática algo tan aparentemente sencillo como el cumplimiento de un tratado que Kiev había firmado y decía defender como única vía de resolución del conflicto, la vía militar pareció para Rusia la única forma de lograr el final de la guerra en Donbass. Más de un año después, la guerra en Donbass no solo no ha terminado, sino que ha empeorado, como lo ha hecho también la seguridad para la población en una parte importante de la zona, incluida la ciudad de Donetsk, cuyos barrios son bombardeados de forma indiscriminada y prácticamente diaria desde la última semana de mayo. La situación sobre el terreno, la acumulación de destrucción en una región que Rusia deberá reconstruir -ya lo está haciendo en lugares como Mariupol- y las bajas que están produciéndose en el lento avance en Donbass dejan claro que, por el momento, Rusia no está consiguiendo los objetivos que se planteó en el inicio de la operación militar especial, uno de cuyos principales puntos era defender a la población de Donbass. Sigue leyendo
Aunque ya conocida desde años anteriores, la empresa militar privada Wagner, propiedad de Evgeny Prigozhin, antaño conocido en la prensa occidental como el cocinero de Putin, ha ganado un gran protagonismo que había rehusado en el pasado. Su presencia en países africanos, desde Libia a República Centroafricana pasando por Mali o Siria, ha hecho correr ríos de tinta de think-tanks y medios occidentales que han acusado a los mercenarios rusos de todo tipo de crímenes, en ocasiones aportando pruebas extremadamente gráficas. También ha sido habitual la sobrerrepresentación y sobreestimación del papel de Wagner en los conflictos bélicos en los que ha participado o como contratistas de seguridad privada al servicio de gobiernos en ocasiones cuestionables. Es el caso del actual conflicto en Sudán, donde el peso de Rusia es notablemente inferior al de otros actores internacionales -Emiratos Árabes o Egipto en términos militares y Estados Unidos en términos políticos-, grandes medios estadounidenses han querido resaltar el peligro de la presencia, ni siquiera confirmada, de Wagner en el conflicto. La presencia de Wagner en determinados países del sur global y su actuación en los diferentes conflictos requiere de un estudio que, en un contexto de propaganda, no está siendo realizado con el rigor necesario.
La actuación reciente del grupo y de su dueño contrasta con la postura mantenida durante sus momentos iniciales. Durante años, Wagner no solo negó su presencia, por ejemplo, en Donbass, sino incluso la existencia de la empresa. El inicio de la operación militar especial y, sobre todo, la inferioridad numérica del ejército ruso frente a su oponente ucraniano ha cambiado radicalmente las circunstancias y, con ellas, la actitud de Evgeny Prigozhin. Aunque presentes desde el inicio de la campaña militar, especialmente en el frente de Donbass, el protagonismo de Wagner ha ascendido desde que la batalla se ha concentrado en la región central del norte de la RPD. Mientras que en la zona del sur, la aproximación a Mariupol y los alrededores de Donetsk, los diferentes cuerpos del ejército de la República Popular de Donetsk han liderado el asalto -y han sufrido enormes bajas a consecuencia de ello- junto a las tropas regulares rusas, el avance hacia el norte ha estado encabezado por la infantería y grupos de asalto vinculados a Evgeny Prigozhin. El dueño y cabeza visible de Wagner no ha escondido su énfasis por el reclutamiento, que no solo se ha realizado en las cárceles rusas, aunque ese es el aspecto que más titulares ha obtenido. Wagner ha querido ganarse el mayor protagonismo posible en un momento en el que el frente en el que actuaba era prácticamente el único en el que continuaba activamente la lucha. Sigue leyendo
La semana pasada, el ministro de Defensa de Ucrania afirmó que la ofensiva ucraniana que tanto Kiev como sus socios llevan meses anunciando se encuentra en su fase final de preparación. Pese a que las autoridades ucranianas continúan exigiendo aún más armamento a los países de la OTAN, los movimientos de los últimos días apuntan al inicio inminente de la fase activa de las hostilidades. Prácticamente con la certeza de que el anunciado ataque se producirá a muy corto plazo y con el objetivo estratégico claro -infligir una derrota a las fuerzas rusas en el frente sur-, resta únicamente conocer la táctica que utilizarán las Fuerzas Armadas de Ucrania y la dirección que tomará la futura ofensiva.
Artículo Original: Voenkor Kotenok
Las Fuerzas Armadas de Ucrania han aumentado el sabotaje y actividades terroristas en territorio ruso. Desde el punto de vista militar, están haciéndolo de forma competente. Nadie ha olvidado lo que es una guerra ferroviaria, ataques contra las infraestructuras antes de la ofensiva, y esa es la razón por la que lo están haciendo. Intentan desestabilizar la situación. Grupos subversivos, posiblemente con el apoyo de una red local, realizan los ataques. La publicitada visita del grupo de sabotaje y reconocimiento de Kapunstin con selfis en territorio de la Federación Rusa puede haber sido una táctica de engaño mientras otros grupos se infiltraban en otro lugar. Sigue leyendo
Ayer por la tarde, el Kremlin sorprendía denunciando lo que consideraba un ataque ucraniano en pleno centro de Moscú. Acompañada con unas imágenes que mostraban el derribo de un pequeño dron kamikaze, la denuncia de la administración rusa afirmaba que el objetivo era el presidente Vladimir Putin. Las defensas antiaéreas, que aparentemente no detectaron los objetivos hasta que se encontraban sobre el centro del poder político de la Federación Rusa, derribaron los dos aparatos sin que causaran daños. Al parecer, no se produjeron daños materiales ni personales y el resultado del ataque es más propagandístico que real, aunque también se trata de una advertencia seria a las autoridades militares rusas sobre la completa ausencia de certezas.
Con la fotografía del humo sobre el Kremlin, que posiblemente no buscara asesinar al presidente ruso sino crear precisamente esa imagen visual del ataque al mismo corazón de la política rusa, ha vuelto a ponerse en cuestión la capacidad rusa de defender incluso los lugares aparentemente más protegidos. Desarrolladas para luchar contra objetivos de mucha más potencia, especialmente misiles, las defensas antiaéreas están teniendo que lidiar en esta guerra con el aumento del uso de pequeños drones que, en ocasiones, están siendo capaces de infligir grandes daños. El uso de drones y las dificultades que las defensas antiaéreas tradicionales están teniendo contra ellos es uno de los elementos a estudiar en esta guerra, primer conflicto bélico de gran intensidad en el que están cobrando un protagonismo principal, y posiblemente supondrá buenas enseñanzas para la preparación militar del futuro inmediato. Sigue leyendo
Desde su firma en julio de 2022, la iniciativa para el desbloqueo de la exportación de grano y otros productos agrícolas ucranianos a través del mar Negro en colaboración con Turquía y con la capacidad rusa de revisar las cargas para impedir el contrabando de armas ha sido calificado como el mayor éxito diplomático de la guerra rusoucraniana. El acuerdo ponía fin a meses de incertidumbre sobre el destino de las exportaciones de grano ucraniano. Tanto Rusia como Ucrania son dos de los más importantes productores, aunque por su menor población, las exportaciones ucranianas son proporcionalmente mayores. La pérdida del grano ruso y ucraniano debido al bloqueo del mar Negro, pero también a las sanciones contra Rusia, suponían para el mercado mundial un nivel de inestabilidad que se tradujo en un fuerte aumento de los precios.
En los meses posteriores al inicio de la intervención militar rusa, que por su actividad en el mar Negro imposibilitó el tránsito marítimo, principal vía de salida de los productos ucranianos, el discurso político y mediático oficial acusó a Rusia de utilizar el hambre como arma política y de secuestrar el grano que debía alimentar al sur global. De repente, tras siete años de guerra y de bloqueo económico, incluso el hambre en Yemen, un país absolutamente ignorado por el discurso occidental, llegó a ser utilizado como argumento contra las autoridades rusas. Perdidas las relaciones políticas con los países occidentales, que argumentaban que la suma de las sanciones y el rechazo mundial a la “guerra de Putin” había aislado a Rusia, Moscú no podía permitirse la posibilidad de ser acusada de un empeoramiento de la situación alimentaria mundial. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
“¿En qué dirección está el oponente?”, pregunto diligentemente pretendiendo que no estoy agotado en la segunda hora de caminar con botas de agua en la más absoluta oscuridad. Nadie ve mi cara roja ni el sudor que cae directamente sobre mis ojos bajo el casco. “El refugio está justo ahí”, escucho del sargento Max que, sonriente, camina por delante. De repente, el horizonte queda cortado por una raya de luz que separa la noche, favorita de los exploradores, de la llegada de su rival, la mañana. Una fila de soldados, pegados al suelo con la munición, mochilas con víveres, berenjena cocida en una cazuela casera, aceleran el paso. El cinturón del boque a nuestras espaldas nos esconde de los ojos del otrolado, a un kilómetro de distancia. Los pájaros ya cantan sobre una tubería y en algún lugar al noroeste, las minas empiezan a hacer su trabajo. El preamanecer del próximo día de combate está coloreado por un contraste de nubes pesadas y la rítmica respiración de mis acompañantes. En un estrecho campo, nos sentamos a descansar.
Mi conocido del batallón de reconocimiento de la 19ª división resulta ser el típico de la operación militar especial. Los chicos habían preguntado si era posible recibir ayuda para los aparatos necesarios a través del proyecto “Todo para la victoria”. Así que fui desde Lugansk a Zaporozhie para asegurarme de que no es ninguna trama, de las que hay algunas en el campo humanitario. En VKontakte, por ejemplo, alguien dice que recauda dinero para operaciones de los niños refugiados utilizando una cuenta falsa en mi nombre y la administración no responde a las numerosas quejas. Otros voluntarios hablan de los aparatos de visión nocturna o drones que han enviado al frente a gente que no conocían y que de repente aparecen subastados en la red. Así que el principio de “confiar, pero verificar” no ha desaparecido. Como avance, traigo un par de cuadricópteros de reconocimiento y un aparato de imagen térmica. “Lo probaremos mañana”, responden. Sigue leyendo
Desde 2014, pero de forma más agudizada a lo largo de los años, el conflicto ucraniano se ha definido por sus tres componentes: un aspecto interno, un conflicto político entre Kiev y Moscú y uno más amplio entre Rusia y Occidente. Todos esos aspectos pasaron por un punto de inflexión ese año. El golpe de estado del 22 de febrero de 2014 en Kiev y la victoria de Maidan fueron el catalizador tanto de la respuesta rusa en Crimea, que agudizó aún más el conflicto entre Rusia y Ucrania y dio lugar a las primeras sanciones occidentales conta la Federación Rusa, y de la reacción de una parte de la población del país, que a la larga dio lugar a la guerra en Donbass. Maidan, y especialmente su abrupto final apenas unas horas después de que se firmara un acuerdo de reparto del poder que la oposición nunca tuvo intención de cumplir, fue el inicio de una serie de procesos que sentaron las bases de lo ocurrido desde entonces.
No debe buscarse una línea directa entre el 22 de febrero con la victoria de Maidan, el 16 de marzo con el referéndum de Crimea o el 13 de abril con la proclamación de la operación antiterrorista y el 24 de febrero de 2022, pero todas esas fechas marcaron lo que ocurriría en años posteriores. La guerra nunca fue inevitable ni ha de normalizarse como “extensión de la política por otros medios”, especialmente cuando pudo ser evitada por medio de un diálogo político y, sobre todo, detenerse por medio del compromiso. Aunque la guerra en Donbass era solo una de las tres aristas del conflicto que finalmente dio lugar a la invasión rusa, su resolución pudo haberse convertido en el punto de inflexión para buscar una salida al complejo conflicto que se vive en Ucrania desde hace ya prácticamente una década. Sigue leyendo
Este fin de semana gran parte de la prensa occidental se ha hecho eco de las palabras del ministro de Defensa de Ucrania, Oleksiy Reznikov, que afirmó que los preparativos para la contraofensiva ucraniana se encuentran en su fase final. A pesar de que ha pasado apenas una semana desde que el Gobierno de Kiev repitiera que precisaba de diez veces más asistencia militar de la prometida por los países occidentales, la afirmación de Stoltenberg de que ha sido entregado ya el 98% del equipamiento comprometido parece haber causado un inmediato cambio de discurso. Como proxy, Ucrania, pese a intentarlo, no posee aún la capacidad de la que se jacta de marcar los tiempos y presentar sus exigencias. Sin embargo, ni la visita del secretario general de la OTAN ni la constante insistencia de la prensa en la futura ofensiva ucraniana han de ser considerados prueba del deseo unilateral de los países occidentales de empujar a Ucrania a una ofensiva que no desea o que no considera el camino correcto.
Algo similar ocurrió hace un año, cuando se produjo la ruptura definitiva de las conversaciones políticas con las que Rusia y Ucrania trataron de lograr un acuerdo diplomático para poner fin a la guerra y al conflicto. Durante meses, y en parte gracias a la actitud de Boris Johnson, se argumentó desde ciertas posturas favorables a la negociación que fue la intervención occidental la que impidió que se produjera un acuerdo o que, cuando menos, continuaran las negociaciones. Esa teoría, a la que se ha adherido también parte del establishment ruso, ha servido para exculpar al mando ucraniano del sabotaje de las negociaciones y ha permitido presentar una imagen distorsionada de la guerra en la que Kiev es solo un títere sin capacidad de decisión ni de intereses propios. Sigue leyendo
Después de meses de exigir una comunicación directa con China, segunda potencia mundial y actualmente uno de los principales aliados de Rusia, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky logró su ansiada conversación telefónica con Xi Jinping. No se trató de una visita a Kiev, una imagen con la que el Gobierno ucraniano sueña para poder utilizarla como argumento para insistir en su discurso de aislamiento internacional de la Federación Rusa, pero la conversación ha sido presentada como un paso importante. Sin embargo, las diferentes posturas políticas y el posicionamiento ante la guerra han marcado el análisis sobre los resultados de la conversación y las implicaciones de futuro. Optimistas de diferentes tipos han querido ver en la conversación una apertura de Kiev a la posibilidad de diálogo o, al contrario, una posibilidad de conseguir de China una postura menos prorrusa.
“Al contrario que Occidente”, explicaba la BBC en su breve texto sobre la conversación entre los presidentes de China y Ucrania, un indicador de la importancia de la reunión virtual, “China ha buscado presentarse como neutral hacia la invasión rusa”. Pese a las informaciones filtradas por los gobiernos occidentales a la prensa hace unos meses, no ha entregado a Rusia armamento y es probable que nunca valorara siquiera hacerlo. Ese discurso, que desapareció de los medios con la misma rapidez con la que apareció, siempre pareció una idea existente solo en las mentes de quienes la filtraron. Aun así, cumplió con su objetivo: Occidente pudo utilizarla para “advertir” a China de las consecuencias políticas y diplomáticas que tendrían esas entregas y posteriormente logró jactarse de haber obtenido las promesas chinas de no enviar armamento a Rusia, algo que posiblemente nunca pensara hacer. En el juego diplomático que rodea directa e indirectamente a la guerra en Ucrania, Occidente tampoco ha sido nunca un actor neutral. No lo es ahora, cuando se apoya en la superioridad moral de defender al más débil, que ha sido agredido por una potencia militar, política y económicamente superior, pero tampoco lo fue antes de que el 24 de febrero de 2022 las tropas rusas intervinieran extendiendo a todo el país la guerra de baja intensidad que hasta entonces se limitaba a Donbass. Sigue leyendo
Ayer, el secretario general de la OTAN, afirmó que los países occidentales han enviado ya el 98% del equipamiento militar prometido, un material imprescindible para garantizar la capacidad de Ucrania de continuar la guerra y preparar su esperada ofensiva. Como en ocasiones anteriores, los países de la OTAN se refieren a sus entregas con el orgullo de haber preparado a su fuerza proxy para el ataque. Sin embargo, su exigente ejército subsidiario y las autoridades políticas en Kiev continúan demandando más. Ucrania necesita, según el Gobierno ucraniano, diez veces más equipamiento militar del prometido por sus aliados. Independientemente del nivel de asistencia, las cifras nunca son suficientes para Ucrania. Sin embargo, los datos publicados en los últimos días muestran el enorme coste de la guerra y de la asistencia occidental.
Así lo recogía esta semana Boris Rozhin, Colonel Cassad:
El gasto militar de Kiev en 2022 excedió los 80.000 millones de dólares. Los países de la OTAN cubrieron el 86% de esos costes.
En el año 2022, el gasto militar de Ucrania aumentó en 9,3 veces y ascendió a 80.300 millones de dólares, es decir, el 55% de su producto interior bruto según los datos de SIPRI y el Ministerio de Finanzas de Ucrania. Los países de la OTAN han pagado el 86% de las necesidades militares de Ucrania, que se ha convertido en uno de los países más militarizados del mundo, con la guerra con Rusia como su misión principal. Sigue leyendo
En una extensa publicación en su perfil de Twitter cuyo objetivo era, como es habitual, exigir más armamento a sus socios occidentales, el asesor de la Oficina del Presidente de Ucrania Mijailo Podolyak se quejaba el martes de las preguntas de la prensa en relación a la esperada contraofensiva ucraniana. “¿Cuándo comenzará la contraofensiva? ¿En qué dirección? ¿Cuántos efectivos y equipamiento habrá? ¿Cuál es el plan de batalla? Los periodistas hacen las mismas preguntas a todo el que puedan considerar oficial”, sentenciaba Podolyak antes de pasar a la moraleja de prácticamente todos sus mensajes: pregonar que Occidente no hace suficiente para que la ofensiva ucraniana tenga el éxito que espera. Frente a sectores algo más moderados, Podolyak se encuentra en el ala más radical del nacionalismo ucraniano en lo que respecta a los objetivos de la guerra. En su visión, no puede haber lugar al compromiso y el resultado de la guerra, uno que considera matemáticamente inevitable, ha de ser la recuperación de la integridad territorial del país según sus fronteras de 1991. Tras ello llegaría el momento de expulsión de la población no deseada en lugares como Crimea y el castigo a los colaboracionistas. El mediático asesor no ha escondido que esos son sus objetivos. El hecho de que ni sus palabras ni el plan de desocupación de Crimea publicado por Oleksiy Danilov, presidente del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa, hayan sido refutadas o matizadas puede considerarse un indicador de que no difieren en exceso de la política oficial del actual Gobierno, cuyo discurso se basa únicamente en la búsqueda de la victoria, no de la paz.
Sin respuestas oficiales a gran parte de las preguntas de esta guerra -como, por ejemplo, el nivel de bajas que está sufriendo Ucrania y si el país será capaz de sostener más ofensivas sustituyendo a los soldados muertos, heridos o capturados-, la prensa continúa especulando y buscando otras fuentes para cubrir esas carencias que la censura militar impide lograr de las autoridades oficiales. Sin ninguna certeza sobre las intenciones ucranianas ni sobre el resultado, algunos medios comienzan ya a buscar a sus protagonistas. En un nuevo ejemplo de blanqueamiento del movimiento Azov, que se suma a todos aquellos acumulados desde su aparición en el año 2014, The Washington Post ha entrevistado recientemente a uno de los soldados del regimiento, del que anuncia que ha sido designado como una de las “seis brigadas ofensivas que ayudarán a encabezar el intento ucraniano de recapturar zonas ocupadas”. Aparentemente convertido en brigada, Azov ha absorbido, según el medio, a otras unidades de la Guardia Nacional de Ucrania. Sigue leyendo
Desde el punto de vista informativo, la guerra entre Rusia y Ucrania está aportando toda una serie de novedades que la diferencian de conflictos anteriores o de otros conflictos militares contemporáneos que no han causado el interés que implica la lucha en Europa. No puede hablarse de grandes innovaciones como ocurriera, por ejemplo, con la guerra de Crimea, que vio a los primeros corresponsales, o del cambio que supuso la introducción de la fotografía o, más recientemente, la posibilidad de emitir, como hicieran medios como CNN los bombardeos en directo en la guerra del Golfo. El seguimiento diario al que la prensa se había acostumbrado se ha convertido en esta guerra en un seguimiento a tiempo real, algo que, en ocasiones, dificulta en lugar de facilitar la comprensión del conflicto, la selección de fuentes y, sobre todo, la verificación de los hechos que debería ser la base del periodismo.
El seguimiento de las redes sociales, los vídeos grabados desde drones comerciales mostrando la destrucción de material enemigo o las imágenes publicadas por los propios soldados se han convertido en una herramienta de información, pero también de desinformación, ya que, en ocasiones, esas imágenes fuera de contexto pueden mostrar una realidad que no puede extrapolarse a todo el frente o que no es representativa del desarrollo de los acontecimientos. A ello hay que sumar la presentación diaria del informe de la inteligencia británica como fuente aparentemente no interesada a pesar del importante papel que está jugando en el día a día de la guerra en favor de una de las partes. Sigue leyendo
El domingo, los perfiles de redes sociales del Institute for the Study of War, una de las principales fuentes occidentales que realizan un seguimiento en directo, y siempre desde el punto de vista proucraniano, del desarrollo de los hechos en el frente publicaba que “los blogueros militares rusos han publicado suficiente material geolocalizado e informaciones de texto para confirmar que fuerzas ucranianas han establecido posiciones en la margen oriental (izquierda) del oblast de Jersón a 22 de abril, aunque no en qué escala ni con qué intenciones”. Desde la retirada rusa de la ciudad de Jersón y el resto de territorios en la margen derecha del río Dniéper, esta zona del frente se había mantenido estable y alejada de los titulares y los partes de guerra. La dificultad del terreno y el obstáculo del río, con sus puentes destruidos, suponía una garantía de defensa para las tropas rusas, extendidas a lo largo de un frente de más de 600 kilómetros y con un número de efectivos inferior al de las tropas ucranianas.
La novedad de la información radicaba, no en el hecho de que tropas ucranianas hubieran cruzado el río, algo que ya ha ocurrido en el pasado como se mostró hace varios meses en un reportaje de Carlotta Gall publicado en The New York Times, sino la idea del establecimiento de posiciones en esos territorios. Hasta ahora, esas acciones de cruce del Dniéper en esa zona habían corrido a cargo de grupos como Bratstvo o el Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK), ambos afiliados al Directorio Principal de Inteligencia Militar (GUR) del Ministerio de Defensa de Ucrania. La escasa información disponible sobre las últimas acciones en esta zona del frente hace imposible especular sobre si vuelve a tratarse de grupos que, como los liderados por Kirilo Budanov, director del GUR, realizan labores de fuerzas especiales o de tropas regulares de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Sigue leyendo
La semana pasada, Jens Stoltenberg realizó su primera visita a Kiev desde el inicio de la intervención rusa. El secretario general de la OTAN quiso mostrar su apoyo a Ucrania, prometiendo la continuación de la asistencia militar mientras sea necesario. Pero frente a las expectativas de Ucrania, Stoltenberg volvió a rechazar realizar promesas concretas sobre el acceso de Ucrania a la Alianza. Sin embargo, esa idea de esperar a hablar de la cuestión “cuando Ucrania gane la guerra” no es suficiente para Kiev, para quien su actuación en la guerra es el principal argumento para la entrada en una alianza de la que ya se ha proclamado unilateralmente miembro.
Artículo Original: Alexander Grishin / Komsomolskaya Pravda
Mientras se celebra en la base militar estadounidense de Ramstein en Alemania una reunión del consejo asesor de ministros de la OTAN para tratar la cuestión de la asistencia a Ucrania y mientras Zelensky exige garantías concretas de entrada a la alianza y los países miembros repiten fórmulas aparentemente favorables pero en realidad vacías de significado, resulta que Ucrania ya se ha convertido en miembro de la OTAN. Y los hombres y mujeres, que también hay ministras, sentados a la mesa de la base de Ramstein no se habían enterado. Sigue leyendo
Marcado por las prioridades militares, el discurso de los años posteriores a la victoria de Euromaidan ha estado muy condicionado por la idea de las reformas planteadas por los gobiernos ucranianos, sus socios y patrones occidentales, el complejo de organizaciones no gubernamentales y organizaciones internacionales que las han financiado. En esa tarea, Ucrania se ha visto beneficiada por el apoyo explícito que desde los primeros momentos le brindó toda la maquinaria mediática internacional, que le ayudó a presentar los cambios como necesarias reformas proeuropeas en busca de la consolidación de la democracia, abandono del legado soviético y, ante todo, separación de la Rusia autoritaria e iliberal, mostrada casi como una caricatura, la antítesis de lo que sería, si no lo era ya, la nueva Ucrania.
La guerra supuso para Ucrania un argumento más en esta dirección. Aunque lo precario de la situación de las primeras milicias en la primavera y verano de 2014 dejaba claro que no estaba repitiéndose el escenario de Crimea de evidente intervención de soldados rusos al mando de los acontecimientos, la idea de guerra contra Rusia estuvo presente desde los primeros momentos. Ese argumento fue útil a la hora de justificar acciones que pudieran haber sido polémicas, pero también para imponer toda una serie de recortes realizados entre exigencias de unidad ante el peligro exterior. Con el uso del adjetivo prorruso como el comodín más utilizado a la hora de demonizar cualquier mínima protesta política o económica contra los planes neoliberales del Gobierno o las exigencias de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional, Ucrania ha logrado, prácticamente sin oposición, imponer toda una serie de cambios que han minado los derechos sociales, económicos y laborales de las masas trabajadoras del país. Esas reformas le han garantizado la concesión de más líneas de crédito con las que profundizar en el desmantelamiento de los escasos restos del Estado social que Ucrania heredó de la República Socialista Soviética. Sigue leyendo
Prácticamente como una foto fija en lugar de una imagen en movimiento, la batalla por Artyomovsk se encamina a su final más lógico, pero también a su destrucción completa. Los meses de batalla muestran las dificultades de esta guerra en la que ambos ejércitos se han atrincherado y son difíciles de superar. La lucha en vigor desde julio del año pasado ha demostrado también la fortificación que Ucrania había preparado a lo largo de los años de guerra en Donbass y que ha podido proteger a sus soldados especialmente en los alrededores de Artyomovsk, antes de que la batalla se convirtiera en urbana y los edificios de pisos fueran reconvertidos en puntos de tiro. Este tiempo ha enseñado también que Ucrania no está dispuesta a retirarse de aquellas localidades a las que da importancia, ya sea para su defensa o por entender que serían utilizadas para posteriores ataques rusos, pero también que, pese a las dificultades, Rusia tampoco abandona en sus intentos de capturar aquellos puntos que considera imprescindibles para sus objetivos. Al contrario que en otros puntos del frente, como por ejemplo Ugledar, una localidad al sur de Donetsk en la que tras dos asaltos fallidos no parece haberse reanudado la ofensiva, Artyomovsk es imprescindible para Rusia en su objetivo de avanzar hacia la frontera norte de la región de Donetsk.
En las últimas 48 horas, tanto las fuentes rusas como las ucranianas, evidentemente más reticentes a anunciar noticias desfavorables, han constatado importantes avances rusos en la ciudad. Al margen de la batalla urbana, que actualmente se libra en la parte occidental de la ciudad una vez que las tropas rusas han capturado ya un porcentaje importante de la localidad, el foco más relevante es ahora la última ruta de suministro de la que disponía Ucrania. Situada al sur de la ciudad y como salida hacia el oeste, la carretera de Chasov Yar ha sido uno de los lugares más mencionados de los recientes partes de guerra. Las imágenes de las tropas ucranianas transitando por caminos embarrados sugería ya que la carretera se encontraba en el rango de la artillería rusa. Sigue leyendo
Como señala Oleksii Rains, nombre de guerra Cónsul, en la actualidad las unidades asociadas al movimiento Azov se vinculan a diferentes estructuras del Estado de Ucrania. Por lo tanto, al pensar en Azov no debería hablarse “de una estructura centralizada, sino de una comunidad orgánica de soldados unidos por principios comunes”. Una “comunidad orgánica” que, quizás con mayor precisión, también podría definirse como “comunidad marcial”, tal y como señala el propio Rains.
Según este ideólogo del moderno Azov, en estos momentos no sólo hay miles, sino decenas de miles de soldados que se adhieren a los principios del movimiento, motivados por los objetivos de victoria en la guerra y de destrucción de Rusia. De forma que, en una llamativa inversión de la percibida voluntad genocida ajena como mecanismo de legitimación de la propia voluntad destructora, Rains sostenga que esos soldados “no van a parar hasta que Rusia sea neutralizada y destruida como una peligrosa organización terrorista responsable del genocidio de los ucranianos”. “Los nacionalistas no escatimarán ni su tiempo ni sus bienes, y si es necesario, sus vidas, para la realización de esta tarea primordial”.
En Azov, como en otras unidades militares ideologizadas de las fuerzas armadas de Ucrania, el principio de destrucción viene siempre asociado a la intención de revancha. La reafirmación de esta revancha es, de hecho, el elemento central del “misterio sagrado en memoria de aquellos héroes que dieron su vida en defensa de Ucrania” que supone la congregación de Azov en su Día de los Muertos. En el día del “solsticio de invierno”, a la luz de las antorchas encendidas en la noche y bajo las banderas con el símbolo azovita de la «Idea de la Nación», los miembros de este movimiento político-militar juraron de nuevo en diciembre de 2022 “tomar revancha de los rusos por cada uno” de sus héroes caídos.
El rito o misterio sagrado nacionalista del Día de los Muertos, en el que los miembros del regimiento recitan a coro la Oración del nacionalista ucraniano, carecería realmente de sentido para Azov sin esa reivindicación de la revancha eterna por cada uno de los soldados caídos. Aquellos que “clavaron sus espadas en el suelo” antes de subirse al drakar de “los antiguos europeos” para dirigirse “al más allá, a Valhalla o a Vyria”. Al paraíso de los nuevos combatientes de Azov.
Según Rains, no se trataría de un ritual pagano, sino -más en línea con el paneuropeísmo de la ultraderecha ucraniana (que pretende situarse en esencial oposición al barbarismo oriental)– de un acto cuyo carácter “corresponde a los misterios europeos del pasado, incluidos los eventos conmemorativos cosacos y eslavos”.
Plegarias nacionalistas, ritos litúrgicos y declaraciones de odio al mundo ruso como suprema encarnación del mal. Todo ello conforma la base de una nueva religión marcial cuya práctica avanza rápidamente por todos los estamentos del Estado de Ucrania.
Un ejemplo de ello es la extensión de la tradición de recitar la Oración del nacionalista ucraniano, escrita por el militante de la OUN, Osyp Mashchak, en el periodo de eclosión de los nacionalismos nazi-fascistas. Adoptada por los combatientes de la UPA en el periodo de la Segunda Guerra Mundial, y luego obligatoria en todos los actos de la OUN, la práctica ritual del rezo nacionalista fue recuperada a principios de este siglo por los Patriotas de Ucrania de Andriy Biletsky. La oración se leía de frente a la formación, arrodillada; y, así, ante todos los testigos presentes, los miembros del grupo juraban “luchar por la Idea de Nación hasta la última gota de sangre”.
La tradición fue adoptada por muchos de los batallones punitivos durante la guerra ucraniana contra el Donbass a partir de 2014, por supuesto en el caso de Azov, con manifiesta pretensión de enlazar con la acción combatiente de la UPA y las referencias ideológicas de los Patriotas de Ucrania. Según Rains, “como no todos los reclutas [de Azov] se sabían la Oración de memoria, por iniciativa del ideólogo de la unidad, Mykola Kravchenko, Kruk, se estableció recitarla de forma conjunta durante las formaciones”.
Dada la evolución nacionalista del Estado de Ucrania, a nadie sorprenderá comprobar que la nueva práctica ritual se haya extendido durante la guerra actual al conjunto de las fuerzas armadas ucranianas. En 2017, se presentó la «Marcha del Ejército de Ucrania», pronto convertida en el himno oficial de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Según Rains, sus autores colocaron frases de la Oración del nacionalista ucraniano entre la segunda y la tercera estrofa, tomando como referencia la versión en audio de su interpretación por parte de Azov. Cónsul señala que, en la actualidad, la Oración es conocida y respetada en decenas de unidades de combate del ejército ucraniano: en la Guardia Nacional y el GUR, el SSO y las Fuerzas Terrestres, en la Defensa Nacional, la Policía Nacional e incluso el SBU.
En 2014, cuando los Hombres de Negro, los futuros Azov, iniciaron su desplazamiento hacia el frente oriental ucraniano, los voluntarios a punto de partir recitaron solemnemente la oración nacionalista, jurando lealtad a Ucrania. Y, como señala Rains, “enfatizaron que los eventos en el Este para ellos no eran «ATO» [una mera operación antiterrorista], sino la guerra ruso-ucraniana, una guerra por la supervivencia de los ucranianos como nación”.
Pero Rains se engaña, o nos engaña, respecto a este último punto. Nadie puso jamás en peligro la supervivencia de los ucranianos como nación antes de 2022. Al contrario, desde 2014, como también después de 2022, los fanáticos de la nueva religión nacionalista nunca lucharon por esa supervivencia, sino por un objetivo bien diferente: la eliminación de la existencia, tanto política como étnica y cultural, de los restos del llamado mundo ruso en Ucrania.
Quienes aún se sorprenden de la anuencia ucraniana con la total, o casi total, destrucción de ciudades como Mariupol, Severodonetsk o Artyomovsk no entienden bien un hecho determinante: si deben dejar de ser ucranianas, la supervivencia de esas ciudades deja de tener todo sentido.
La guerra seguirá según lo señalado en el decálogo del nacionalista ucraniano. Como dice Rains: “si hacemos algo que causa odio y temor animal en los rusos, estamos haciendo lo correcto!”. A lo que responderán a coro Así Sea todos los partidarios de la Gran Ucrania.