Desde el estallido de Maidan, que contó con un papel internacional importante, Victoria Nuland ha sido una de las figuras recurrentes en la historia reciente de Ucrania y en su camino a convertirse en un país satélite de Occidente y más recientemente de la OTAN. Conocida por pasearse por las protestas de Maidan repartiendo galletas a los manifestantes, algo que en caso de producirse por parte de un país oponente a Estados Unidos habría sido considerado una injerencia externa, Nuland participó directamente en las negociaciones con la oposición y en la formación de lo que sería un nuevo Gobierno. Ese nuevo Gobierno nació de Maidan y del incumplimiento del acuerdo de reparto del poder y adelanto electoral alcanzado con el presidente Yanukovich, que los protegidos de Estados Unidos y de la Unión Europea nunca tuvieron la intención de cumplir.
Nuland se hizo célebre en aquellos días con la publicación de una conversación telefónica con el entonces embajador de Estados Unidos en Ucrania, Jeffrey Pyatt, posiblemente interceptada por los servicios secretos rusos. De aquella filtración se destacó ampliamente el “fuck the EU” de Victoria Nuland, una muestra evidente de que en la Ucrania post-Maidan la Unión Europea sería el socio secundario de Estados Unidos, que siempre llevaría la batuta. Sin embargo, fue menos resaltada la parte en la que Nuland describía perfectamente a Pyatt cómo debía ser el Gobierno que saliera de esa revolución tras el derrocamiento de Yanukovich. “Yats es el hombre”, afirmaba entonces Nuland, que presentaba a Arseni Yatseniuk, protegido de Estados Unidos, del partido de Yulia Timoschenko, como la persona que debía dirigir el Gobierno. Yats, con experiencia política y el favor de la administración Obama, debía “hablar con Klitsch y Tyahnibok tres veces a la semana”. Klitsch, el actual alcalde de Kiev Vitaly Klitschko, era el protegido de Alemania, el candidato de la Unión Europea, que no solo no fue nombrado primer ministro, sino que ni siquiera fue incluido en el Gobierno. Sigue leyendo
Como se había anunciado antes incluso de que se confirmara esa “coalición de tanques” para el envío de material occidental en preparación para la ofensiva ucraniana de primavera, se ha pasado ya a la siguiente fase: el intento de conseguir, de forma acelerada, aviación occidental. Ucrania espera que siga el mismo curso que las anteriores, logrando unos envíos que hace tan solo unos meses eran considerados una escalada peligrosa prácticamente equivalente a la participación directa en la guerra. El pasado febrero, la OTAN rechazó “cerrar los cielos”, es decir bombardear las bases militares rusas y derribar las aeronaves de la Federación Rusa sobre Ucrania. Consciente del rechazo de los países de la OTAN a intervenir directamente, Kiev se conformó temporalmente con financiación constante y suministro de material.
Un proxy exigente y que a lo largo de los últimos nueve años ha exagerado abiertamente su importancia para Europa y para el mundo como “última barrera” de la civilización europea, Ucrania no ha dudado en exigir cada vez más a sus acreedores y surtidores occidentales. Lo hizo en la guerra de Donbass que ella misma comenzó y lo hace ahora que se enfrenta al ejército ruso. Y como dejan ver las declaraciones de Zelensky tras confirmarse que países de la OTAN enviarán más de un centenar de tanques como arranque de una operación de entregas que, sin duda, continuará en el futuro, lo prometido nunca es suficiente. En una entrevista concedida a Sky News, un compungido Zelensky se lamentaba de que, si los 31 tanques Abrams prometidos por Estados Unidos llegan en agosto, tal y como se afirma actualmente, será “demasiado tarde”. Ucrania vuelve a intentar equilibrar su discurso de victoria inminente con el victimismo de una posible y masiva ofensiva rusa que haga volar por los aires todos los planes. Sigue leyendo
A lo largo de la última semana, en la fase final de la campaña internacional de presión para lograr algo que antes o después iba a conseguirse, la entrega de tanques occidentales a Ucrania, se ha podido escuchar, por activa y por pasiva, el cambio cualitativo que esos suministros van a suponer para la guerra. Una parte de esa campaña buscaba presentar los envíos como una vía segura a la victoria de Ucrania. Sin embargo, nada más confirmarse la formación de esa “coalición de tanques”, la misma prensa que durante semanas ha exigido los envíos ha comenzado a publicar artículos sobre el reto logístico que va a suponer el suministro de todo tipo de tanques de diferentes fabricantes y que requerirían un mantenimiento diferente que Kiev posiblemente no está en condiciones de realizar. Y, por supuesto, la prensa occidental no se ha molestado en preguntarse qué piensa Rusia y cómo las autoridades militares rusas van a organizarse a lo largo de las próximas semanas para contrarrestar unos envíos que no llegarán a corto plazo.
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
El centro de investigación YouGov, cercano al Gobierno británico, ha publicado la encuesta “¿Cómo valora que el Reino Unido pudiera suministrar aeronaves de combate a Ucrania?”. Es una forma de tantear la opinión pública y a juzgar por la respuestas, la mayoría de la población británica no ve nada malo en esas entregas. A la cuarta parte de la población no le preocupa en absoluto y el 50% lo apoya o no se opone. Durante la última semana, hemos seguido el teatro dramático “sobre las difíciles relaciones entre Estados Unidos y Alemania”. Han sido presentadas como una batalla de titanes: “Tú primero, vamos con los tanques”. De hecho, no es más que una forma de preparar el terreno que se ha representado para la audiencia. Todo estaba predeterminado desde el principio. Todos estos suministros están pensados para el plan ofensivo de la campaña ucraniana de primavera-verano. Ese plan, por supuesto, no se prepara en Kiev. Sigue leyendo
En el último año, el discurso ucraniano ha sufrido cambios equivalentes a la escalada militar que se ha vivido en el país. El Gobierno ucraniano, con gran experiencia en el campo de la comunicación, ha aprovechado el cambio cualitativo en el desarrollo de una guerra que duraba ya ocho años para transformar los hechos en su beneficio. El fenómeno no es nuevo, sino solo un paso más en la táctica ucraniana de acusar siempre al otro lado de la guerra sin admitir error o mala intención propia alguna, una actitud que solo ha sido posible gracias a la protección que le ofrecieron durante años sus socios europeos, fundamentalmente Francia y Alemania. Kiev, que incluso cuando la guerra se limitaba a Donbass utilizó la guerra para conseguir sus objetivos políticos, fundamentalmente apoyo económico y financiero e integración euroatlántica, ha logrado sin esfuerzo instalar en el discurso público la idea de la guerra no provocada. De ahí que, pese a cómo se produjeron los hechos, una parte del discurso ucraniano parta de la falsa idea de una guerra que coincide con el discurso ruso de que la guerra comenzó en 2014, pero alega que lo hizo por una “invasión rusa”.
Ese discurso simplista que busca culpar a Rusia de todo lo ocurrido en Ucrania desde 2014 tampoco es nuevo y los años del proceso de Minsk cuentan con todo tipo de ejemplos. En ese tiempo, en el que Ucrania admitía para su consumo interno no estar dispuesta a implementar lo previsto en los acuerdos firmados mientas que para el exterior buscaba instalar el relato de que era Rusia quien no cumplía con sus compromisos, Kiev contó con el apoyo de sus socios más fieles, dispuestos a mantener un discurso de equidistancia para evitar admitir quién bloqueaba los acuerdos. Francia, y especialmente Alemania, fueron en estos años una parte especialmente importante para garantizar la extensión, que en aquel momento parecía ilimitada, de la paz de Minsk, que durante siete años implicó la separación de facto de Donbass, partido en dos por una línea del frente en la que el alto el fuego nunca fue completo y los bombardeos fueron una herramienta de presión política. Sigue leyendo
La semana pasada, el ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, Sergey Lavrov, insistía en algo que Rusia ha repetido en numerosas ocasiones en los últimos tres meses: no existen condiciones para el diálogo con Ucrania en la búsqueda de una resolución del conflicto entre los dos países. Como resulta ya habitual, la prensa publicó los comentarios del líder de la diplomacia rusa como una prueba más de la negativa rusa a negociar y no como una constatación de los hechos. No fue Rusia, que comenzó las negociaciones de paz a escasas semanas del inicio de su intervención militar, quien rompió las negociaciones de Estambul tratando de utilizar las redes sociales para reescribir el principio de acuerdo que Moscú creyó erróneamente haber obtenido. Y tampoco fue Rusia quien prohibió por decreto toda negociación política con el presidente del otro país. Es más, en estos meses, incluso tras la retirada de Jersón, Rusia, por medio de su portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, María Zajarova, ha realizado intentos de reanudar conversaciones, negando que Moscú hubiera cerrado esa puerta. Y, ante todo, en los últimos meses Rusia ha aceptado acuerdos, como el protocolo de exportación de grano ucraniano, que han beneficiado abiertamente a Ucrania sin desbloquear las exportaciones rusas.
Sin embargo, con el relato ucraniano instalado como verdad absoluta en el establishment mediático y diplomático, cada constatación de esos hechos es presentada como un rechazo ruso a una negociación que, de haber sido promovida por los socios de Ucrania el pasado marzo, habría evitado gran parte de la muerte y destrucción que se ha producido desde entonces. Fue en aquel momento, en el que tanto los representantes ucranianos como sus aliados rechazaron negociaciones que implicaran la aceptación de la pérdida de Crimea y parte de Donbass, cuando la OTAN y la UE apostaron por financiar la guerra hasta el final, una opción que cerraba definitivamente la vía diplomática. Con el paso de los meses, Volodymyr Zelensky ha añadido nuevas líneas rojas que hacían imposible una negociación que ya no existía: los ataques con misiles, los referendos, las anexiones, etc. Todo ello se presentó como una reacción a los actos rusos, obviando que fue Ucrania quien en primer lugar rechazó el camino de la diplomacia en favor de lo que gradualmente está convirtiéndose en una guerra total. Para ello, Ucrania está en proceso de lograr el permiso de sus socios para atacar Crimea y de obtener el armamento que considera necesario para reconquistar todo el territorio. Sigue leyendo
Menos de 24 horas después de que el Gobierno tuviera que salir al paso de graves acusaciones de corrupción que han provocado los ceses o dimisiones de dos viceministros, el fiscal adjunto de la Fiscalía General y el segundo de a bordo de Andriy Ermak, mano derecha de Volodymyr Zelensky, Ucrania pudo ayer celebrar su esperada victoria. Tal y como ya habían anticipado los medios de comunicación y tras una breve pero intensa campaña política y mediática internacional para obligarle a tomar la decisión correcta, el canciller Olaf Sholz superó sus reticencias y anunció finalmente que Alemania no solo aprobará la entrega de tanques Leopard-2 de países aliados, sino que enviará también catorce de sus preciados carros de combate.
Desde hace semanas, los tanques alemanes Leopard-2 y M1 Abrams estadounidenses están siendo presentados como la garantía de éxito de la ofensiva de primavera que tanto la OTAN como Ucrania han anunciado ya y cuyo objetivo será, previsiblemente, el frente de Zaporozhie y concretamente la ciudad de Melitopol, considerada la puerta de Crimea. Con ese avance, Kiev partiría en dos el territorio ruso en el sur de Ucrania y obligaría a Moscú a tomar serias decisiones al encontrarse, nueve años después de la anexión pacífica de la península, ante la necesidad de defenderla militarmente. Esa parece ser la estrategia de Ucrania a la hora de recuperar su territorio según las fronteras internacionalmente reconocidas. Sigue leyendo
La corrupción y especialmente la lucha contra ella han sido temas constantemente repetidos en el discurso ucraniano desde el momento de la independencia. Con una retórica que incluía proclamas nacionalistas sino y antioligárquicas -falsas, teniendo en cuenta que algunos de los nombres importantes fueron Petro Poroshenko o Ihor Kolomoisky-, Maidan quiso también dar una imagen de ruptura con el corrupto periodo anterior, que irremediablemente vinculaban a la malvada herencia soviética, para dar paso a un país “europeo” libre de corrupción. En estos ocho años, incluso las organizaciones con menor tendencia a criticar a los protegidos de Occidente han calificado a Ucrania como uno de los países más corruptos del planeta, por lo que el discurso anticorrupción ha servido tanto como reclamo electoral como de herramienta para luchar contra familias políticas opositoras.
Aunque son muchos los elementos que podrían incluirse en la definición, que sin duda debe comportar aspectos como el tráfico de influencias o los sobornos directos, quizá el caso más claro tanto de corrupción en sí como de su uso político ha sido la cuestión del carbón de Donbass. Clave para el país en unos años de clara crisis económica y en los que las materias primas de otros países suponían un coste inasumible, Ucrania solo renunció al carbón de la RPD y la RPL sobre el papel. La guerra dividió a Donbass en dos en el verano de 2014, línea de contacto que se consolidó en 2015 con la firma de los acuerdos de Minsk, según los cuales Kiev se comprometía a reanudar las relaciones económicas con los territorios que seguía considerando como propios. Sigue leyendo
La cumbre de ministros de Defensa de los aliados de Ucrania que se celebró el viernes pasado en Ramstein y de la que no salió la esperada decisión de anunciar el envío de tanques occidentales a la guerra continúa siendo utilizada por Kiev para su narrativa de presentarse como garante de los valores europeos y exigir así a sus socios el envío de lo que es, en la práctica, un ejército completo. El domingo por la noche, y extralimitándose en sus funciones, Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores de Alemania y halcón conocido de la beligerancia contra Rusia, afirmó que el país no negará a Polonia el derecho a transferir sus tanques alemanes Leopard-2 a Ucrania tal y como exige Kiev y Varsovia ha anunciado que hará con o sin el beneplácito alemán. Las palabras de la ministra son solo un paso más en un ejercicio de presión a Olaf Scholtz que no ha comenzado con la campaña #FreetheLeopards, liberad a los leopardos, que actualmente prolifera por las redes sociales y a la que se han sumado todo tipo de guerreros informativos como Bernard Henry Levy, Andreas Umland o Timothy Garton Ash y también personas como Oleksandra Matviichuk, presidenta del Center for Civil Liberties que hace unos meses obtuvo el Premio Nobel de la Paz.
Como ocurriera en el pasado con otro tipo de armas, comenzando por los misiles antitanque Javelin, los drones Bayraktar, los HIMARS o Patriots estadounidenses, los tanques occidentales son ahora la necesidad objetiva con la que Ucrania resolverá la crisis y derrotará rápidamente a Rusia, que se verá obligada, no ya a retroceder a las fronteras del 24 de febrero sino a ceder también Crimea para regresar a las fronteras de 1991 y aceptar un tribunal que juzgue los crímenes de la guerra -únicamente los rusos, evidentemente- al modo que Nuremberg juzgó los crímenes nazis. Esa es, al menos, la imagen que quiere trasladar el Gobierno ucraniano y que habitualmente han repetido sus principales propagandistas ahora liderados por Mijailo Podoliak desde que un grupo de diputados encabezado por Goncharenko, recordado por su visita a la Casa de los Sindicatos de Odessa cuando los cuerpos de los asesinados aún no habían sido retirados, obligó a dimitir al ahora desacreditado Oleksiy Arestovich. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexey Zotiev
A lo largo de los últimos días, una parte de los representantes del beau monde mundial ha participado de una forma u otra en esta historia, que ha incluido una discusión activa sobre la posibilidad de entregar tanques alemanes Leopard-2 a Ucrania. La idea de reforzar a las unidades de las Fuerzas Armadas de Ucrania con uno de los mejores carros de combate de la OTAN es prioritaria para Zelensky, de ahí que haya dirigido tan diligentemente a ello a sus colegas europeos, que aún no han decidido dar este paso, consciente de que el suministro de armas modernas a Kiev puede hacerles perder definitivamente la posibilidad de reanudar las relaciones con Rusia a largo plazo.
Todos quieren ayudar a Ucrania, que defiende los ideales de la bondad y justicia, pero cada cual tiene sus motivos para no hacerlo actualmente de la forma en que Kiev insiste en que se haga. Polonia ya ha anunciado estar dispuesta a enviar catorce tanques alemanes Leopard-2 y parece que otros como Eslovaquia y Chequia están dispuestos a enviar un total de treinta. Finlandia no está en contra de “apoyar a la democracia ucraniana” con vehículos de combate, aunque aún duda. Noruega aún discute la cuestión. Pero para transferir esos vehículos de combate, estos países precisan del permiso formal de la empresa manufacturera alemana y de Berlín, que no tiene prisa por dar esos permisos, consciente de la colosal responsabilidad que supondría para el país. Sigue leyendo
Aunque la cumbre de Ramstein no diera para Ucrania los resultados esperados y ni se confirmara el envío de tanques occidentales ni se haya logrado aún presionar al canciller alemán para autorizar el envío de Leopards alemanes en manos de terceros países, los aliados de Ucrania continúan planificando una ofensiva de primavera que ya han anunciado oficialmente. Por el momento, a la espera de ese material que haría ese intento de ruptura del frente posible, las tropas rusas parecen intentar tomar medidas preventivas en forma de mejorar sus posiciones en la región que más se presta a acciones ofensivas: el frente norte de Zaporozhie, donde el Dniéper no es un factor y la lucha se produciría en campo abierto, un riesgo para la parte que defiende, pero mucho más aún para la parte atacante. Aunque por el momento parece tratarse únicamente de un tanteo, Rusia no solo pretende mejorar sus posiciones, fortificadas a lo largo de los últimos meses en previsión de futuras ofensivas ucranianas, sino romper con el discurso de una victoria ucraniana que los socios de Kiev y su prensa afín pretenden presentar como segura en caso de que se suministre el material necesario para ella.
El pasado diciembre, en una entrevista que buscaba aumentar su perfil y presentar a sus tropas como un ejército fiable en cuya victoria se debía invertir, Valery Zaluzhny afirmó a The Economist que precisaba de “300 tanques, 600-700 vehículos de infantería, 500 obuses”. Con ello, el comandante de las tropas ucranianas veía factible el retorno a las fronteras del 24 de febrero de 2022. Incluso en su arrogancia, que se pone de manifiesto a lo largo de la entrevista, el general ucraniano no aspiraba con ello a reconquistar Crimea, territorio que ahora parece haberse convertido en la prioridad del discurso bélico de Ucrania y sus socios y acreedores. Sigue leyendo
La reunión de ministros de Defensa de países de la OTAN celebrada ayer en Ramnstein, y en la que el presiente ucraniano intervino telemáticamente para agradecer los esfuerzos, pero, sobre todo, para exigir más armamento, más material pesado y más rapidez en las entregas, discurrió sin que se produjera sorpresa alguna. De cara al público, la cumbre no fue más que la culminación de una semana de escalada verbal y diplomática en la que se habían anunciado ya los pasos concretos y en la que simplemente se ratificó algo que se ha repetido en los últimos meses: los aliados de Ucrania están dispuestos a utilizar al país para luchar contra Rusia hasta el final. Como dejó claro hace unas semanas el torpe senador estadounidense Lindsay Graham, que simplemente repitió explícitamente lo que el discurso de los países de la OTAN dice de forma implícita, lucharán “hasta el último ucraniano”. En esa idea, tanto las autoridades de Kiev -sin importar cuál es la opinión de la población y difundiendo dudosas encuestas que supuestamente refrendan el camino elegido por el Gobierno-, como sus socios de la OTAN están de acuerdo: Ucrania luchará por una victoria en el frente.
En ese contexto, no hay espacio para negociaciones de paz, aunque, incluso en guerra, Rusia y Ucrania hayan conseguido llegar a acuerdos en diferentes aspectos. Desde la ruptura de negociaciones que supuso la retirada ucraniana del proceso de Estambul, en el que Rusia esperaba lograr un compromiso para sellar el conflicto con el abandono de todos los territorios a excepción de Donbass y Crimea a cambio de la aceptación ucraniana de la neutralidad, Kiev y Moscú han logrado acuerdos importantes tanto en la cuestión del desbloqueo del grano ucraniano como para el intercambio de prisioneros. Ambos casos comparten un aspecto clave: Ucrania consiguió sus objetivos, mientras que Rusia realizó concesiones no siempre con contrapartidas equivalentes. Poco se conoce del proceso real de negociación del gran intercambio con el que Ucrania recuperó a sus héroes del regimiento Azov, incluido su alto mando, entregado a un tercer país, Turquía, tal y como exigían meses antes en sus últimas horas en Azovstal. Sigue leyendo
Continuando con la tendencia actual y en preparación para la cumbre que se celebra hoy en la base de Ramstein, Alemania, para coordinar la asistencia militar a Ucrania en la guerra común de Kiev y sus socios occidentales, Volodymyr Zelensky volvió a insistir ayer en la necesidad de acelerar las entregas de armamento pesado. El presidente ucraniano subrayó también el motivo de la desaceleración de la batalla: el invierno. Sin embargo, la primavera se acerca y Ucrania quiere estar preparada para lo que tanto sus dirigentes políticos y militares como la prensa occidental viene anunciando recientemente: la gran ofensiva ucraniana de primavera para romper el frente.
En preparación para la reunión en Alemania, los países occidentales han utilizado esta semana para anunciar más paquetes de ayuda a Ucrania. Ayer, Estonia se jactaba de que, con su último envío, que incluye carros de combate, el país ha invertido un 1% de su PIB en asistir militarmente a Ucrania. No es el primer país en superar esa barrera, Lituania ya lo hizo hace varios meses. También los países más potentes, como Estados Unidos y el Reino Unido, han anunciado esta semana un aumento del suministro. En el caso británico, el paquete incluye 14 tanques Challenger 2, un número limitado de un material que no está considerado como puntero, pero que pretender ser un mensaje de presión a sus socios. La campaña de presión a Alemania para que autorice el envío de Leopard 2 y que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial tanques alemanes disparen contra tropas rusas, sigue en alza. “Si Alemania ha aprendido realmente algo de su historia, debe enviar tanques para defender Ucrania”, ha escrito esta semana en The Guardian Timothy Garton Ash. Sigue leyendo
Ayer, una semana después de que las imágenes sobre el terreno confirmaran el evidente avance de las tropas rusas en la ciudad de Soledar, en el frente del norte de Donetsk, el informe de la inteligencia británica se vio obligado a admitir finalmente que “posiblemente”, las fuerzas ucranianas han abandonado ya Soledar. Sin que se haya producido admisión oficial de Kiev sobre la pérdida de la ciudad y Ucrania siga manteniendo la ficción de que la batalla por la ciudad continúa, las fuentes occidentales han pasado a la fase de olvido de una ciudad que solo fue relevante mientras fue útil para el épico discurso ucraniano. En estos días, las tropas rusas han consolidado el control de la ciudad, la mina número 7, último reducto ucraniano en las afueras occidentales de la ciudad y el asentamiento de Sol. Las imágenes y la presencia allí de medios rusos que de ninguna manera pueden operar en territorio disputado o bajo control ucraniano confirma que esa fase de la lucha ha terminado.
Durante unos días, la batalla por Soledar fue de utilidad para Ucrania para profundizar en sus exigencias a los países occidentales. La batalla ponía de manifiesto de forma explícita por primera vez en semanas la superioridad artillera de Rusia, algo que Ucrania convirtió en una oportunidad para volver a insistir en su más reciente exigencia: el envío de tanques occidentales. Poco importa que en un frente de lucha básicamente urbana y con escasa distancia entre las partes sean la artillería y la infantería, no los tanques, quienes llevan la iniciativa, por lo que ese material difícilmente iba a lograr un cambio en el eje Artyomovsk-Seversk-Soledar. Sin embargo, la coherencia no es una característica indispensable en el discurso de guerra: la semana pasada, tras el ataque con misiles rusos que causó la muerte a medio centenar de civiles en Dnipropetrovsk -ya sea por un misil ruso como afirma Ucrania o por el impacto de un proyectil de la defensa aérea ucraniana como afirma Rusia y afirmó inicialmente el ahora ya dimitido asesor de la Oficina del Presidente Oleksiy Arestovich-, Zelensky rogó a sus socios el envío de carros de combate para luchar contra los misiles rusos. Sigue leyendo
A finales de noviembre, por primera vez desde el verano, la RPD mencionó la intención de reconstruir y recuperar la producción en Ilich Azovmash, una de las principales fábricas metalúrgicas de la zona industrial de Mariupol. La pasada primavera la fábrica, en realidad una zona industrial de gran tamaño en sí misma, fue escenario de una de las muchas batallas urbanas. Allí se refugió durante un tiempo, la 56ª Brigada del Ejército Ucraniano antes de realizar un fallido intento de fuga que terminó con una parte de la brigada capturada, los cuerpos de otra dispersos por los campos de la salida de Mariupol o, en el caso de algunos de sus mandos, como el conocido Volina, refugiados en la cercana Azovstal. Ese frustrado intento de fuga, que dio lugar a un enfrentamiento con las tropas rusas y republicanas, aceleró el desarrollo de los acontecimientos y al contrario que en la acería Azovstal, la batalla ni se prolongó ni implicó la destrucción prácticamente completa de las instalaciones. Días después, allí pudo verse al soldado hispanocolombiano de la RPD Alexis Castillo, fallecido meses después, en un vídeo en el que mostraba las armas españolas que habían sido allí encontradas y denunciaba que más armas solo garantizan más guerra. Ya entonces era evidente que la destrucción había sido limitada, por lo que la reconstrucción no fue descartada de antemano como sí ocurrió con Azovstal, ambas propiedad del conglomerado empresarial del principal oligarca de la zona, Rinat Ajmetov.
Actualmente, aún en guerra y sin perspectivas de paz a corto plazo, la destrucción masiva del parque de viviendas y de las infraestructuras más básicas hace imposible planes a corto plazo para la reconstrucción general de la industria de Donbass. Desde la segunda mitad del siglo XIX la industria ha sido, no solo el hilo conductor a través de tres regímenes políticos, el Imperio Ruso, la Unión Soviética y la Ucrania independiente, sino un elemento tan importante que, en este tiempo, ha cambiado la estructura social y económica de una región que pasó de ser una inhóspita estepa agrícola escasamente poblada a una zona urbana de elevada densidad de población, aspecto que actualmente condiciona la forma en que se desarrolla la guerra. Sigue leyendo
Artículo Original: Dmitry Steshin / Komsomolskaya Pravda
Es indecente ir a Donetsk con el coche vacío. El mío estaba lleno hasta el techo, los últimos paquetes entraron a base de empujar con la rodilla. El francotirador Moscva vuelve al frente conmigo. Ha pasado unos días de permiso en la retaguardia buscando cuadricópteros con visión termal. Gente con buena conciencia se los ha conseguido. También han adquirido para él capas especiales para francotiradores, que les esconden de las imágenes de visión térmica, chalecos con calor que funcionan con carga, botiquines de primera necesidad y muchos bienes necesarios, entre ellos té “masala” para calentarse y chocolates Alyonka.
La pareja de mi colega, corresponsal de KP, ha tejido durante las vacaciones diez pares de calcetines de lana y ha metido un paquete de cigarrillos en cada uno. También llevo jabón. Mi hermano se dedica a fabricarlos, tiene una gran producción, alrededor de 100.000 al mes. Ha preparado un lote especial de jabón antiséptico conífero para la unidad médica del batallón Vostok. Así que el coche lleva el aroma a bosque de pino de un caluroso día de verano. Tatiana, una ciudadana de Gomel que ha escuchado de mis streamings en la web de KP, me entregó 12 kilogramos de leche condensada para una unidad de exploradores para endulzar las vidas de los chicos y dos aparatos para tratar los catarros, el principal problema de las trincheras de invierno. Están hechos en Bielorrusia, no en China, y tengo un poco de envidia por ello. Sigue leyendo
Meses después de que comenzara la batalla y tras un número de bajas que difícilmente puede ser reducido ya que se ha basado en asaltos frontales población por población hasta la llegada a la ciudad en sí, Rusia ha obtenido esta semana su primer éxito tangible en meses. La captura de Soledar, una ciudad cuya importancia táctica es limitada y es incluso menos importante en términos estratégicos, ha supuesto la repetición del habitual cruce de declaraciones, la escalada en una nueva ofensiva ucraniana en busca de más armas occidentales y la carrera por lograr el más creativo argumento para justificar una derrota que, aunque local y limitada, rompe el halo de imbatibilidad que Ucrania quiere dar a su ejército. Es posible que los seis meses de batalla por Artyomovsk-Soledar, en los que las Fuerzas Armadas de Ucrania habían logrado contener a las fuerzas rusas, a priori más potentes en lo que respecta a la artillería, arma principal de la lucha, hayan ayudado a Ucrania a perderse en un laberinto que fácilmente podría haber evitado.
La población de la ciudad, alrededor de 10.000 habitantes antes de la guerra, su destrucción y la objetiva falta de importancia estratégica en una guerra que no va a definirse por esta batalla facilitaban la posibilidad de presentar una retirada a tiempo como una victoria. Sin embargo, sin otros enfrentamientos en las que centrar el discurso, Volodymyr Zelensky ha querido poner el foco en Artyomovsk-Soledar. En las últimas semanas, Zelensky había calificado la actuación rusa en la región, y especialmente sus constantes intentos por avanzar en la zona a pesar de las bajas, el tiempo y los recursos invertidos sin grandes avances durante meses, como una locura. Su vicepresidente de facto, Andriy Ermak, se ha sumado esta semana a la épica comparándola con la de Verdún. Antes, en su intervención en el Congreso de Estados Unidos, el presidente ucraniano la había comparado con la batalla de Saratoga, punto de inflexión en la guerra de la independencia de Estados Unidos. El objetivo era doble: exagerar la épica y la importancia de la batalla para destacar el valor de las tropas ucranianas, capaces de impedir el avance ruso, y exigir el envío de más armas. Se repetía así la dialéctica entre la idea de la imbatibilidad ucraniana y la extrema debilidad de un país que necesita del apoyo de sus socios para la simple supervivencia. Sigue leyendo
La destrucción causada por la guerra y las implicaciones de pérdida de población, fuga de capitales y destrucción del tejido económico y social han causado, a lo largo de los años de guerra en Donbass una situación que, en ocasiones, ha podido desembocar en una verdadera catástrofe humanitaria. Fue el caso del primer invierno de la RPD y la RPL, cuando en lugares como Pervomaisk, parcialmente sitiada y en la práctica aislada del resto de Lugansk a causa del peligro de transitar por las carreteras, se produjeron situaciones verdaderamente catastróficas. Los problemas para la población se debían a dos aspectos fundamentales: la destrucción de empleo o las dificultades para el cobro de salarios de aquellas empresas que seguían en activo y la carencia de ciertos bienes de primera necesidad. A esas dos dificultades puramente económicas hay que sumar los daños sufridos en infraestructuras y viviendas en las localidades cercanas al frente. En los más de ocho años de guerra en Donbass, la imagen de viviendas y otros edificios carentes de ventanas ha sido una constante repetida en los pueblos y ciudades en los que las treguas de Minsk existían solo sobre el papel.
La extensión de la guerra de Donbass a toda Ucrania ha supuesto la extensión del frente hasta los casi mil kilómetros que llegó a adquirir en verano y a los alrededor de 600 que se mantiene hoy en día. La guerra, que sigue siendo una guerra de artillería implica que esa destrucción que antes se limitaba a la RPD y la RPL se repita ahora en mas ciudades y pueblos de Donbass y también en Járkov, Zaporozhie y Jersón. El problema de las carencias materiales en las viviendas, especialmente la ausencia de ventanas o los habituales remiendos temporales con film es especialmente preocupante para la población en estos meses de invierno, un problema que las autoridades rusas tratan de resolver de forma acelerada, pero sin haber podido cubrir toda la demanda en el enorme número de ciudades destruidas en su territorio. El problema es especialmente importante en ciudades como Mariupol, donde Rusia ha comenzado a reconstruir el parque de viviendas y construye, a marchas forzadas, nuevos barrios para realojar a la población. Mucho más cerca del frente y con un perfil más bajo, otras ciudades como Lisichansk o Severodonetsk han recibido menor atención. Tras meses de quejas, un reportaje publicado esta semana mostraba, por fin, ciertos avances en el suministro de servicios básicos como electricidad o agua en la ciudad de Severodonetsk. Sin embargo, muchas de esas viviendas carecen aún de ventanas. Sigue leyendo
En su comunicado diario sobre el desarrollo de lo que sigue llamando operación militar especial, la guerra en Ucrania, el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa se refirió ayer la captura completa de la ciudad de Soledar. Dos días antes, después de que se hubiera informado ya de notables avances en la propia ciudad, el dueño de la empresa Wagner, cuyos mercenarios han liderado la aproximación y el asalto a la ciudad, daba por controlada Soledar. En estas horas, en las que ni siquiera Evgeny Prigozhin había dado por concluida la batalla en la ciudad, ya que se mantenía la lucha por la estación ferroviaria y las tropas ucranianas resistían en una de las minas de sal, se ha producido el habitual baile de declaraciones cruzadas, acompañado también por algunos testimonios de soldados ucranianos publicadas por medios occidentales y que mostraban la pérdida de la ciudad y las elevadas bajas ucranianas. Se luchaba aún contra los focos de resistencia ucranianos, posiblemente aislados de sus vías de suministro, obligados a luchar a muerte ante la imposibilidad de recibir refuerzos.
El martes, Prigozhin trataba de reclamar para sí mismo y para los suyos una victoria que se presume colectiva. El dueño de Wagner centraba su discurso en resaltar que no habían participado en el asalto más unidades que las de sus soldados. Ayer, una parte de la audiencia, y también el propio Prigozhin, parecía sorprenderse de la mención a los paracaidistas en la operación por la liberación de la ciudad. Medios occidentales han entendido esa referencia como un intento de las estructuras oficiales de arrebatar el éxito de la operación a Wagner para asignárselo al Ministerio de Defensa. Esta retórica se encamina a subrayar las diferencias existentes, que en ocasiones han sido públicas, entre Prigozhin y las estructuras militares oficiales de la Federación Rusa. El momento es especialmente adecuado para ello. Esta semana, el ministro de Defensa Sergey Shoigu anunciaba la enésima reorganización del mando de la operación militar especial. Tres meses después de la última modificación, el Ministerio de Defensa deja las operaciones directamente bajo el mando del Estado Mayor y, por lo tanto, de su jefe, Valery Gerasimov, a quien tanto Prigozhin como Ramzan Kadirov han criticado públicamente en momentos de crisis en las tropas rusas en Ucrania. Sigue leyendo
En los últimos ocho años y especialmente en los últimos diez meses, las diferentes fases de la guerra se han correspondido con diferentes etapas en la guerra informativa, en el discurso con el que Ucrania ha apelado a sus socios para que acudieran en su ayuda. La imagen de debilidad propia de un país que en todo momento exige más no ha supuesto contradicción alguna al discurso de victoria segura que Kiev ha mantenido desde la pasada primavera y que ha contado siempre con un más que problemático matiz de supremacismo: la idea que se presenta es que Ucrania, los ucranianos, simplemente son mejores que Rusia y que los rusos. Unido a la generalización de términos como orcos o a la idea de Ucrania como frontera de la civilización europea y occidental frente a Rusia, se puede decir que contempla también un cierto aspecto racial.
Cada fase de la guerra ha acarreado nuevas exigencias ucranianas, que no comenzaron el 24 de febrero de 2022, sino que se remontan a los años de la guerra en Donbass, cuando Ucrania suplicaba el envío de misiles antitanque Javelin. La guerra pasó a un nivel superior con la intervención militar rusa, que mostró la diferencia entre la guerra contra unas milicias que, aunque apoyadas desde Rusia, no disponían del armamento pesado que ahora está siendo utilizado. Ese cambio supuso nuevos deseos, algunos de ellos, como el de cerrar los cielos, incumplidos. Sin embargo, muchos otros han ido cumpliéndose poco a poco a medida que Ucrania mostraba, casi siempre más por demérito ruso que por mérito propio, ser capaz de mantenerse en la lucha. La defensa de Kiev implicó una nueva fase en la entrega de material extranjero, cada vez más ofensivo y no solo defensivo. Con el paso de los meses y el inicio de la campaña de ataques de misiles rusos contra la infraestructura crítica ucraniana, Ucrania ha logrado el compromiso de Estados Unidos para el envío de sistemas Patriot. Esta semana se ha conocido que soldados ucranianos serán entrenados en Oklahoma en el manejo de estas armas antiaéreas. Sigue leyendo
Aunque con el frente aparentemente estático desde el pasado septiembre, cuando Ucrania consiguió irrumpir hasta Krasny Liman y desde ahí a la RPL, la región de Donetsk ha vivido en los meses de otoño y las semanas de invierno las batallas más duras de la línea de contacto. Alejado de los titulares y del discurso oficial, que prefiere resaltar la cercanía de Ucrania a Crimea o especular con la ofensiva de primavera hacia Melitopol con la que esperan derrotar a las fuerzas rusas, las batallas que se libran actualmente en el eje Artyomovsk-Soledar-Seversk y también en la ciudad de Marinka, en las afueras de Donetsk, no solo no han decaído sino que han aumentado.
Varias han sido las ocasiones en las que las autoridades rusas o republicanas han dado a entender que la victoria rusa se encontraba a la vuelta de la esquina en lugares tan importantes como Artyomovsk. En julio, cuando el avance ruso y republicano tras la toma de Popasnaya parecía no haberse agotado, las fuentes rusas hablaban del inicio de la batalla urbana. Las tropas de Wagner, se decía entonces, luchaban ya en la calle Patrice Lumumba. El asalto no prosperó y la batalla se encalló en una lucha de artillería que ha causado infinidad de bajas -una cifra desconocida, pero incluso las fuentes ucranianas admiten que han sido y continúan siendo muy elevadas- y la destrucción de la ciudad. Ya entonces, las imágenes mostraban que las Fuerzas Armadas de Ucrania habían hecho explotar los puentes dentro de la ciudad a la espera de un asalto masivo ruso que nunca se ha producido. Sigue leyendo
En las últimas horas, ha comenzado de nuevo a hablarse activamente del eje Artyomovsk-Soledar, en el que las tropas rusas esperan lograr finalmente una victoria en el frente que rompa con la negativa dinámica que se ha mantenido desde septiembre. En aquel momento, sin que las tropas rusas tuvieran más opción que tratar de retirarse de la forma más ordenada posible dentro de la absoluta improvisación de quien no se ha tomado en serio los indicios que mostraban un ataque inminente, las tropas ucranianas recuperaron por primera vez desde febrero la iniciativa en el frente. Rusia se vio obligada a tomar una decisión que había dilatado al máximo, pero sin la que su situación solo podía empeorar: decretar una movilización parcial de reservistas y personas con experiencia o instrucción militar. La decisión se hizo coincidir con el referéndum con el que Rusia justificó la anexión de la RPD y la RPL y las regiones de Zaporozhie y Jersón. En estos dos últimos casos, las tropas rusas nunca han controlado realmente la integridad del territorio. Moscú precisaba de una decisión política para justificar esa decisión militar sin la que se arriesgaba a continuar perdiendo territorio.
En aquel momento, periodistas especializados que han cubierto la guerra desde la primera línea del frente como Poddubny o Kots advertían al público ruso de que no habría buenas noticias del frente a corto plazo. Los reporteros no erraron en sus pronósticos y pese a que en gran parte del territorio las tropas rusas han logrado contener el avance ucraniano, Rusia se vio obligada a tomar otra decisión polémica: la retirada de la ciudad de Jersón, única capital regional ucraniana bajo control ruso, ante la necesidad de preservar la integridad de la agrupación militar. En la margen derecha del río Dniéper se encontraban algunas de las mejores tropas rusas, que a duras penas mantenían el control del frente, pero que no habían permitido aún que las tropas ucranianas asediaran la ciudad. Sigue leyendo
La guerra ha cambiado completamente las circunstancias políticas, económicas y sociales para Ucrania. Fue así con el estallido de la guerra en Donbass y lo es más aún ahora desde el inicio de la intervención militar rusa. En 2014, en lugar de negociar, Kiev decretó una operación antiterrorista para justificar el uso del ejército en el territorio nacional y contra la población de las regiones de Donbass, que se había alzado contra lo que percibía como un golpe de estado que amenazaba el statu quo en todos los aspectos de la vida. Ese paso, que dio lugar a la guerra abierta que causó miles de víctimas y enorme destrucción en Donbass, supuso para Ucrania la pérdida de acceso a materias primas como el carbón y del control de la industria desde el momento en el que Kiev decretó el bloqueo de la región.
Durante años, el conflicto bélico justificó recortes en el ámbito social y también un primer intento de reducir las relaciones políticas y, sobre todo, económicas con Rusia. El discurso de la “guerra con Rusia”, “el país agresor” o la “invasión rusa”, que Kiev utilizó desde el inicio de la guerra, ha facilitado para Ucrania la transición de la guerra contenida en Donbass a la guerra extendida a todo el país y en la que no deja de intentar involucrar también a la OTAN. Pero, ante todo, el conflicto bélico ha sido una herramienta útil para avanzar hacia la construcción del país antirruso y vinculado directamente a la Unión Europea y la OTAN que una parte de las élites del país han querido construir desde la independencia en 1991. En ese sentido, los acontecimientos, especialmente desde la invasión rusa, solo han acelerado tendencias ya en marcha. La eliminación de la lengua rusa como segunda lengua del país para apartarla del ámbito público, la prohibición de todo partido considerado insuficientemente leal al régimen de Maidan, el control de la política informativa, la concentración del poder y la ruptura social y política con Rusia y con el pasado común son solo algunos ejemplos. Sigue leyendo
“No podemos limitarnos a conocer en el piso de arriba la verdad y la bondad mientras en el sótano están arrancando la piel a otros seres humanos”.
Según Olena Semenyaka, una de las principales referencias ideológicas del nacionalismo ucraniano, esta cita de Ernst Jünger resulta apropiada para todos aquellos que no están dispuestos a apretar las filas en favor de Ucrania, o que aún dudan sobre cómo posicionarse ante la guerra en ese país. Así, en un post publicado el 25 de diciembre, sostiene que esta frase “es probablemente la mejor respuesta a todos aquellos que «piensan geopolíticamente» tanto en la izquierda como en la derecha, a todos los «antiguerra» y «anti-OTAN», a todos los que «comprenden a Putin», etc.”.
La propagandista de Azov reconoce que puede parecer algo extraño escuchar en ella esta argumentación. No en vano se trata de una defensora a ultranza de una orientación geopolítica concreta, Intermarium, formulada para impulsar una completa reforma del orden político europeo desde la perspectiva del nacionalismo dominante en la Europa del Este. En este sentido, y en palabras de la propia Semenyaka, Intermarium se presenta como “una alianza geopolítica de naciones de Europa central y oriental entendida como punta de lanza de la reforma de la UE, un previsto centro de gravedad político en la renovada unidad paneuropea -el de la posguerra Ucrania-Rusia (que no tiene parangón en la UE desde el Brexit)- y una plataforma para la reinvención de Occidente (a través del patriotismo ucraniano que revive los ideales clásicos de la antigüedad) y la solidaridad euroatlántica (que se ha hecho especialmente pronunciada en los Estados Unidos después del discurso de Zelensky en el Congreso)”. Sigue leyendo
En un artículo ampliamente debatido, alabado por una parte y demonizado por otra, el sociólogo ucraniano Volodymyr Ischenko critica la sobrerrepresentación de las cuestiones identitarias, algo que se está plasmando en la prensa y la academia occidental desde la idea de “descolonizar” Ucrania, entendido siempre en términos simbólicos o culturales, y apela a prestar mayor atención a las transformaciones sociales. Refiriéndose como ejemplo a los movimientos por la liberación de las mujeres, por los derechos de la comunidad LGBTQ o por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos, Ischenko plantea esas luchas dentro de una idea general contra un orden opresor, una transformación del orden existente y una redistribución que va más allá de la representación de sus respectivos grupos sobre la base de sus particularidades. El sociólogo ucraniano contrasta esas luchas con la actual representación de las voces ucranianas, fundamentalmente angloparlantes y vinculadas a un sector específico de un país mucho más diverso, pero en el que ese puñado de opiniones son presentadas como referente del sentir general.
Esas escasas voces ucranianas presentan un país que reniega manifiestamente de toda vinculación social y cultural común con Rusia, de ahí ese eufemismo de descolonización para justificar, en realidad, el borrado de toda seña de un pasado común con el país vecino. Contrastando con una caricaturizada imagen de una Rusia asiática, tradicionalista y dictatorial, esas voces presentan un futuro europeo, moderno y democrático igualmente caricaturizado e idealizado. Pero, ante todo, se busca definir un país que rechaza abiertamente todo el legado soviético a excepción de sus fronteras. Sigue leyendo
Desde su inicio en 2014, la guerra ha supuesto para Ucrania un gran argumento con el que justificar todo tipo de reformas, cambios y actuaciones que habían resultado imposibles apenas unos años antes. Aunque se ha incrementado notablemente desde el 24 de febrero de 2022, cuando las tropas rusas violaron las fronteras ucranianas por tierra, mar y aire, este fenómeno se remonta a la guerra en Donbass, abiertamente utilizada por Kiev para imponer una serie de políticas que el país no había logrado consolidar en años anteriores. Habitualmente suele hablarse de esa tendencia en términos identitarios y centrados en la simbología: la eliminación de estatuas soviéticas, revisión de la historia para imponer el relato nacionalista como discurso nacional o eliminación de la lengua rusa en favor de la lengua ucraniana, todo ello en busca de imponer una tendencia política y eliminar toda alternativa no nacionalista.
Más desapercibida ha pasado en estos años, fundamentalmente debido a que estaba siendo fomentada por las instituciones, gobiernos y organizaciones no gubernamentales occidentales, la transformación social que está produciéndose. Desde la llegada al poder de Zelensky en 2019, que intensificó este proceso, su objetivo ha sido doble: consolidar la imposición de la agenda nacionalista en términos políticos y también la ideología libertarian vinculada a los sectores económicamente más derechistas de Estados Unidos. Todas esas tendencias autoritarias, desreguladoras y de limitación de derechos de la clase trabajadora continúan ahora, intensificadas por las facilidades que ofrece la guerra, pero iniciadas desde el cambio de Gobierno forzado por el golpe de estado de febrero de 2014. Sigue leyendo
Como en prácticamente cualquier conflicto bélico, desde que comenzara en 2014, el aspecto informativo ha sido parte esencial de la guerra en Ucrania, ya fuera en su fase contenida en Donbass como, de forma intensificada, en la fase actual, que no solo involucra a un tercer país, Rusia, sino que sus consecuencias se han extendido a todo el territorio ucraniano. En esa tarea de imponer su discurso frente a otras alternativas, Ucrania ha contado siempre con la participación del aparato mediático occidental. En estos más de ocho años transcurridos entre los hechos de 2014, que no solo se limitaron a la guerra en Donbass, sino que incluyeron también los asesinatos de Maidan, el golpe de estado de febrero, la masacre de Odessa y la incorporación a las estructuras oficiales de grupos nacionalistas vinculados a la extrema derecha más radical, las críticas a Ucrania por su actuación en esos casos han quedado extremadamente limitadas.
Más escasos aún han sido los reproches a Kiev por no haber sido capaz de resolver los casos de los asesinatos del Maidan, por castigar a un solo culpable por las muertes de la Casa de los Sindicatos de Odessa, por iniciar una guerra para solucionar por la vía militar un problema que, en aquel momento era político, o por su actuación en los siete años posteriores a la firma de los acuerdos que debían trasladar el conflicto bélico al plano diplomático. Pese a jactarse abierta y públicamente durante años de su rechazo a cumplir los acuerdos firmados por las partes y negociados con la mediación de dos de las potencias europeas, Alemania y Francia, en el tiempo en el que los acuerdos de Minsk fueron considerados una vía útil de resolución del conflicto, la culpa del perpetuo bloqueo fue constante y conscientemente adjudicada a Rusia. También la visión de la guerra que durante los casi ocho años de conflicto en Donbass dio la maquinaria de comunicación occidental fue la impuesta por Kiev: un actor exterior que manejaba los hilos movilizó una falsa rebelión para justificar su injerencia externa, una invasión invisible que se ha instalado ya en la conciencia colectiva mundial gracias a los medios de comunicación, que en este tiempo han ignorado, desestimado o deslegitimado todo aspecto político legítimo que tuvieron esas movilizaciones en Donetsk, Lugansk y otras ciudades de Donbass. Sigue leyendo
Artículo Original: Antifashist
La corta historia de la RPL, que comenzó con el referéndum de mayo de 2014, ha conocido dos periodos difíciles: el periodo de formación de la República, cuando se encontraba contra las cuerdas y sobrevivió solo gracias a la ayuda de Rusia, y el actual periodo, en el que se está produciendo en la región la operación militar especial. Este año, la región de Lugansk finalmente se convirtió en parte de la Federación Rusa, que es lo que quería la población ya en 2014. En aquel momento, se les prometió un referéndum en dos etapas: primero la declaración de independencia y después la reunificación con Rusia, pero el segundo referéndum no se realizó. Solo se celebró en el otoño de 2022.
Antes del inicio de la operación militar especial en Ucrania, los principales problemas de Donbass en general y de la RPL en particular estaban relacionados con la industria y el sector del carbón: el cierre de fábricas y minas, impago de deudas de salarios, escasez de personal, problemas con la venta de los productos a causa de las sanciones, incertidumbre legal. Tras la marcha del oligarca Sergey Kurchenko de la RPD y la RPL y el paso de las empresas a la gestión del Complejo Minero y Metalúrgico del Sur (YUGMK por sus siglas en ruso) del empresario Evgeny Yurchenko y otra parte a la República, algunos de los problemas desaparecieron. Por ejemplo, el problema del impago de deudas, y se realizó un intento de solucionar la escasez de personal atrayendo a nuevas plantillas, para lo que se aumentaron los salarios de las empresas de YUGMK. No se renovó el equipamiento de las fábricas y minas, pero se prometió hacerlo en cuanto fuera posible. Sigue leyendo
El domingo, 1 de enero, pasado apenas un minuto de la medianoche, HIMARS ucranianos impactaron directamente contra el edificio de una escuela vocacional de Makeevka, una ciudad a escasos kilómetros de Donetsk y, por lo tanto, a la vista de las tropas ucranianas. Rusia afirmó inicialmente haber recuperado, los cuerpos de 63 reclutas, jóvenes rusos llamados a filas a raíz de la movilización iniciada tras la debacle de Járkov y a los que las autoridades no han sabido proteger siquiera en sus bases. La destrucción completa del edificio y la enorme cantidad de personas allí congregadas -fuera o no para una fiesta, algo irrelevante teniendo en cuenta el momento y la fecha en la que se produjo el ataque, evidentemente preparado de antemano- hacía pensar que la cifra sería mucho más elevada. Hoy, Rusia ha actualizado las cifras a 89 fallecidos.
El incidente muestra un grave fallo en la seguridad de las tropas, situadas en un lugar conocido por Ucrania, cercano al frente y en el que se concentraba un número excesivo de personas, un blanco fácil para el fuego enemigo. Ucrania, que ha reivindicado y se ha jactado del ataque, no ha tenido que responder a preguntas sobre la similitud de este ataque con el bombardeo de la cárcel de Elenovka, donde murieron decenas de prisioneros de guerra ucranianos y en el que Kiev culpó a Moscú de bombardear su propio territorio. Rusia, por su parte, no solo tendrá que depurar responsabilidades, sino que deberá aceptar una situación que aparentemente sigue sin comprender completamente: Ucrania cuenta con la capacidad de perseguir a las tropas rusas en gran parte del territorio bajo control ruso y cualquier error de seguridad puede llevar a tragedias de esta magnitud. Los hechos han causado un enorme enfado en Rusia incluso entre sectores favorables a la intervención militar y prensa afín, de ahí que Moscú no haya tenido siquiera la opción de negar o minimizar los hechos. Sigue leyendo
La imposición del discurso nacionalista como discurso nacional, un proceso que se ha producido de forma constante y abierta a lo largo de los últimos ocho años y que ha aumentado notablemente desde febrero de 2014, ha supuesto para Ucrania ciertas contradicciones diplomáticas a lo largo de este tiempo. Ejemplo claro de ello han sido las relaciones con Israel, un país aliado y con el que Ucrania ha afirmado repetidamente compartir valores. Kiev, tanto en tiempos de Poroshenko como en tiempos de Zelensky, ha aspirado siempre a repetir el ejemplo israelí en diferentes aspectos, fundamentalmente en las relaciones de amistad -o dependencia- de Estados Unidos. Como uno de los países más financiados y armados por Estados Unidos, Israel no podía dejar de ser un ejemplo a seguir para Ucrania. De ahí que tanto Poroshenko como Zelensky hayan tratado de acercarse al Gobierno de Tel Aviv para resaltar la unidad de los dos países. Pero si Petro Poroshenko debió realizar la tradicional ofrenda floral protocolaria en Yad Vashem, el museo del Holocausto en Jerusalén, Zelensky se ha valido simplemente de su origen judío primero y de la guerra con Rusia después.
Pero pese a las buenas palabras, la dependencia de un mismo aliado, Estados Unidos, y unos valores compartidos -como el uso de la violencia contra el enemigo dentro de las fronteras consideradas como propias-, los desencuentros han sido notables y públicos en los últimos ocho años. Frente a otros países, que han evitado pronunciarse o que han justificado cualquier actuación, Israel no podía permitirse dejar de criticar públicamente ciertas medidas puestas en marcha por el Gobierno ucraniano. Así ha sucedido con el enaltecimiento de figuras y grupos que colaboraron con el nazismo, divisiones de las SS ahora normalizadas o las liturgias vinculadas a ese enaltecimiento. Frente a los países o bloques políticos como la Unión Europea, que reaccionaron en 2010 cuando Viktor Yuschenko nombró héroe de Ucrania a Stepan Bandera, pero que en los últimos años han evitado ver problemas en ello, Israel ha sido relativamente constante en sus críticas a las marchas de antorchas que solían celebrarse el 1 de enero para celebrar su nacimiento, al enaltecimiento oficial que supuso la legislación que hace héroes de figuras y grupos de lucharon “por la independencia de Ucrania en el siglo XX” colaborando con la Alemania nazi o a nombrar calles o incluso estadios de fútbol en honor a figuras como Roman Shujevich. Sigue leyendo
El año terminó en Ucrania y en Donbass sin cambios con respecto a los acontecimientos de los últimos días: apenas 48 horas después del último ataque con misiles, Rusia volvió a lanzar un ataque significativo. Pese a los daños que se produjeron, Kiev continúa alegando haber derribado la práctica totalidad de los misiles. Con el ataque, Moscú mostraba otra vez que las constantes declaraciones de Ucrania y sus socios occidentales sobre la escasez de misiles en los arsenales rusos, que se repitieron a lo largo de todo el año comenzando ya en marzo, cuentan con grandes dosis de propaganda de guerra. El relato es en esta guerra tan importante como la realidad del frente.
Ucrania, por su parte, continuó con su hábito de disparar indiscriminadamente contra la ciudad de Donetsk, blanco de la artillería ucraniana desde finales de mayo, con lo que Kiev busca un doble objetivo. Los daños materiales y el constante goteo de civiles muertos y heridos en diferentes zonas de la ciudad, incluido el centro, antes protegido de los bombardeos, es una forma de castigo colectivo a una población que no solo ha rechazado al Gobierno de Ucrania, sino que ha permanecido en la ciudad pese al peligro y a las difíciles condiciones. Desde el inicio del verano, Donetsk, principal ciudad de Donbass, sufre de gravísimos problemas de suministro de agua, cuyo control se encuentra en la parte norte de la región, bajo control ucraniano. Desde hace meses, Donetsk, cuya zona urbana contaba antes de la guerra con un millón de habitantes, sobrevive con suministro de agua de apenas unas horas en días alternos, horarios que no siempre pueden cumplirse. Pero al margen de ese castigo colectivo contra una población considerada desleal, los bombardeos y el intento de dificultar la vida busca también minar la confianza de esa población en las tropas y autoridades rusas, que por el momento no han conseguido garantizar servicios que, en una ciudad de tal magnitud, son básicos ni tampoco la seguridad de la población. Sigue leyendo
El aumento de la presencia pública de la figura del Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad ha sido, desde el inicio de la intervención militar rusa en Ucrania el 24 de febrero, uno de los efectos diplomáticos de la extensión de la guerra de Donbass a toda Ucrania. El escaso peso que el puesto había acarreado hasta ahora supuso el desinterés de gran parte de los principales países a la hora de colocar a uno de sus diplomáticos al frente de la diplomacia de la Unión Europea en la última formación de la Comisión Europea. La tarea recayó entonces en el representante español, cuyo objetivo era disponer de una posición privilegiada a la hora de contrarrestar el relato independentista catalán. Aunque sin grandes dotes para la diplomacia, que le hicieron quedar en evidencia ante el mucho más experimentado y preparado ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, Josep Borrell mantuvo un perfil medio hasta que la guerra de Ucrania se convirtió en el centro de la diplomacia occidental.
En varios momentos del pasado año, el líder de la diplomacia de la Unión Europea alcanzó un protagonismo inesperado para quienes le promocionaron para el puesto. Con el foco puesto en la diplomacia occidental, los errores no pueden ya ocultarse respondiendo con sanciones contra el enemigo designado, como ocurriera tras el incidente con Lavrov en una rueda de prensa conjunta en la que Borrell se sintió maltratado por el ministro de Asuntos Exteriores ruso, que simplemente respondió con un argumento que el representante de la Unión Europea no fue capaz de rebatir. En los últimos tiempos, Borrell ha comprendido la importancia de la política exterior del bloque, pero también sus riesgos. Quizá por la falta de preparación para el puesto, el Alto Representante se ha manifestado en formas poco diplomáticas que, repetidamente, han puesto de manifiesto el estado de la política del bloque. Sigue leyendo
Las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk culminaron el año en el que han sido oficialmente reconocidas como independientes primero y como parte de Rusia después aprobando nuevas constituciones. Frente al autogobierno local, una fórmula que difícilmente puede asimilarse a autonomía regional, que prometían para esos territorios los acuerdos de Minsk y que Ucrania siempre se negó siquiera a considerar, oficialmente, la RPD y la RPD han conseguido su objetivo. Desde 2014, la integración económica y política en Rusia había sido el objetivo explícito de ambas estructuras políticas. Lo fue desde su proclamación tras el referéndum del 11 de mayo de 2014 y especialmente después de la guerra abierta de aquel verano, tras el que Ucrania cortó los lazos económicos que podrían haber mantenido el vínculo entre Donetsk, Lugansk y Kiev pese a la ruptura política. En aquel momento, Ucrania desconectó el sistema bancario e interrumpió, de facto primero y oficialmente después, el pago de salarios, pensiones y prestaciones sociales a la población de la RPD y la RPL. Además de como castigo colectivo para una población vulnerable en el conflicto que, según Naciones Unidas, más afecta a la población mayor, Ucrania ha utilizado esa medida como forma de ahorro para sus diezmadas arcas públicas, más interesadas en financiar el rearme de su ejército.
Esa ruptura económica, unida a la obstinada negativa de Ucrania a negociar siquiera un cumplimiento parcial de los acuerdos que había firmado y de los que ahora reniega asegurando que fueron únicamente una forma de ganar tiempo, permitió a Rusia avanzar en una integración paulatina de las regiones en su órbita económica, política y social. Vladimir Putin pasó de pedir explícitamente la cancelación del referéndum de 2014, cuando aún consideraba que existía una posibilidad de utilizar el diálogo mediado por la OSCE para evitar la ruptura y la guerra, a firmar decretos según los cuales Rusia aceptaba temporalmente los documentos expedidos por la RPD y la RPL primero y garantizaba el acceso rápido a la ciudadanía rusa después. El bloqueo comercial impuesto por Ucrania por exigencias de la extrema derecha nacionalista facilitó aún más la integración económica de Donbass en Rusia. La reducción del comercio a través del frente a tramas ilegales, por las que aún tienen causas pendientes personas tan importantes como Petro Poroshenko, facilitó la introducción de la zona rublo, que prácticamente eliminó la presencia de la grivna ucraniana y consolidó aún más la separación de Ucrania. A lo largo de estos años Kiev se ha negado repetidamente a buscar un mecanismo para reanudar el pago de pensiones en Donbass, medida que habría logrado que la grivna recuperara parte del territorio perdido al rublo. Sigue leyendo
El pasado 26 de diciembre, la web Novynarnia informaba de la muerte el día anterior, “durante el desarrollo de una misión de combate”, de cuatro soldados ucranianos que habían penetrado en territorio de la Federación Rusa para desempeñar actividades militares, probablemente de reconocimiento y sabotaje. Ese mismo día, RIA Novosti difundía un vídeo del FSB donde se mostraba el lugar en el que caía, en la frontera de la región de Bryansk, “el grupo de sabotaje ucraniano”. Bien equipados con armas y explosivos, según el propagandista ucraniano Yevhen Karas, el grupo murió tras entrar en un campo de minas. La muerte de los miembros del comando ha merecido el calificativo de «héroes» de medios de comunicación y think-tankers internacionales, pero también un recordatorio de personajes centrales del radicalismo nacionalista ucraniano como Anton Geraschchenko.
La mención de Geraschenko no puede sorprender. Según detalló él mismo en un artículo publicado en Ukrainska Pravda, participó en las reuniones con las que el ministro del Interior Arsen Avakov introdujo a grupos como Azov en las estructuras de la Guardia Nacional. En la reunión clave en la que Andriy Biletskiy aceptó finalmente incorporar a su grupo paramilitar en las estructuras oficiales participó también Dmytro Korchynsky, de cuyo grupo, el batallón Bratstvo, eran miembros los soldados fallecidos. El comando estaba al mando de Yuriy Horovets, de 34 años, e incluía a Maksym Mykhaylov y Taras Karpyuk, de 32 y 38 años, además de al joven de 19 años, Bohdan Lyagov (Apolo). Según se desprende de un mensaje en Facebook de Volodymyr Koskin, no todos los miembros del grupo habría muerto, dado que se habla de otros dos componentes del comando. Sigue leyendo
La situación bélica y las consecuencias asociadas a la extensión de la guerra a toda Ucrania ha puesto el foco internacional en el país, pero ese interés se ha limitado a aspectos puramente militares o a todo aquello en los que los países occidentales se ven afectados. En ese contexto de guerra y necesidad de reorganización del poder, Ucrania ha aprovechado el terreno para implementar toda una serie de medidas neoliberales y de recorte de derechos sociales que merecen un análisis más a fondo. En términos puramente de organización política, la guerra ha supuesto una concentración del poder en unas pocas manos. Y si en términos económicos se está produciendo una desoligarquización militar, eso sí, para posteriormente dejar todos esos activos perdidos por los clanes oligárquicos en manos del capital internacional, el sector político se ha reorganizado directamente alrededor de un puñado de personas del círculo más cercano a Volodymyr Zelensky.
Eliminada la Rada como centro del poder legislativo y político y desdibujado el Gobierno ante la más absoluta dependencia del país de sus patrones y acreedores internacionales, de los que dependen incluso para mantener el pago de pensiones, el poder emergente se ha concentrado en la Oficina del Presidente. Importante ya antes del inicio de la intervención militar rusa, la guerra a gran escala ha hecho ascender políticamente a Andriy Ermak, cardenal gris de Zelensky desde su llegada a la presidencia, pero que en los últimos meses se ha convertido en centro del poder político. Sigue leyendo
Artículo Original: Colonel Cassad
Respuesta a las preguntas del corresponsal de guerra Yuri Kotenok sobre el transcurso de la operación militar especial.
¿Cómo hay que evaluar el resultado de la visita de Zelensky a Estados Unidos? ¿Acierta la prensa occidental al decir que la visita no ha tenido resultados prácticos, ya que no ha afectado a la lista de armas suministradas a Kiev?
La lista de armas fue determinada por el Pentágono y la Casa Blanca una semana antes de la visita. Zelensky era necesario para justificar la aprobación del presupuesto de defensa con los parámetros necesarios antes de que el control del Congreso pase a manos de los Republicanos. Esa tarea fue resuelta, aunque ahora los Republicanos estén enfadados por el espectáculo. Zelensky volvió a jugar el papel de títere controlado por la administración Biden, también para los intereses domésticos de Estados Unidos. Los parámetros de la guerra en Ucrania están perfectamente determinados por Estados Unidos al margen de Zelensky, que no es imprescindible para eso.
Hay mucha propaganda sobre el envío de sistemas antiaéreos Patriot a Ucrania. ¿Qué prima en este caso, su propósito práctico o el efecto de propaganda?
Por el momento, no se conocen los términos de la entrega, qué modelo se enviará (PAC-2 o PAC-3), ni su cantidad. Como muestra la guerra de Yemen, estos sistemas tienen debilidades, que quedaron en evidencia con los misiles y drones iraníes. Así que el efecto de la primera batería será propagandístico. En caso de que sean varias baterías, las Fuerzas Armadas de Ucrania reforzarán sus defensas aéreas en las infraestructuras críticas. No hay que engañarse por las afirmaciones de la prensa, que afirman que se tardará seis meses en realizar esas entregas. Aparecerán en Ucrania mucho antes. Y donde haya una batería, habrá otras. Sigue leyendo
La cuestión del gas y la siempre persistente alegación europea de las intenciones rusas de interrumpir el suministro a la Unión Europea, su principal mercado, han acompañado estos diez meses de intervención militar rusa que se iniciaba el 24 de febrero. En este tiempo, el discurso oficial de Bruselas ha sido el de rechazar el tiránico gas ruso, entendido no como un privilegio del que países como Alemania han disfrutado durante años, sino como un lastre que implicaba dependencia de un país ahora considerado enemigo. Sin embargo, ante las enormes necesidades de consumo de este mercado privilegiado, pese al intento de diversificar las adquisiciones incluyendo gas ideológicamente correcto como el de Qatar o Azerbaiyán, los países de la Unión Europea han continuado adquiriendo gas ruso en grandes cantidades. El objetivo era llenar las reservas para garantizar el consumo en la etapa invernal antes de que entrara en vigor el tope de precios que pensaban imponer al gas ruso para expulsar del mercado europeo a una de sus principales fuentes de energía.
Desde el punto de vista europeo, la renuncia voluntaria a la energía rusa supone la pérdida de competitividad para una parte de la industria, fundamentalmente la industria alemana, hasta ahora motor de crecimiento de la economía de la UE. Pero la búsqueda de otros mercados por parte de los grandes consumidores europeos implica consecuencias también para esos otros mercados, fundamentalmente para los países de menor poder adquisitivo, que sufren ahora dificultades para cubrir sus necesidades energéticas ante el incremento de precios que implica que los países de la Unión Europea hayan copado, por ejemplo, el mercado del gas natural licuado. Para lograr ganar la guerra energética a Rusia, la UE está dispuesta, no solo a renunciar a su competitividad, sino a hacerlo también a costa del bienestar de los países con menor capacidad adquisitiva. Sigue leyendo
A primeros de 2015, con apenas veinte años, Ilya Samoilenko abandonó los estudios de historia en su Kiev natal. Decidió entonces dar el paso de incorporarse al Regimiento Azov, donde llegaría a ser conocido con el sobrenombre de Gandalf.
Tras pasar por un campo de entrenamiento con una “organización civil”, y gracias a sus habilidades como tirador, Samoilenko se convirtió pronto en instructor, un papel que cumplió desde finales de enero de 2015 hasta noviembre de ese año. Se incorporó con posterioridad al frente en el que participó en varias acciones de combate. Las fuentes le sitúan en Marinka (en las afueras de Donetsk), por entonces defendida por Azov, así como en Travneve, en el arco de Svetlodarsk. A pesar de los acuerdos de Minsk, y del seguimiento de la OSCE, las salidas de “combate” se mantendrían en 2016 y 2017.
En diciembre de 2017, cuando manejaba la mina que él mismo estaba instalando, ésta explotó cuando se inició un bombardeo de artillería. Samoilenko perdió la palma de la mano, a lo largo de la articulación de la muñeca, además de sufrir heridas de distinta consideración en la pierna izquierda, el cuello, la cara y el ojo. Tras un relativamente largo periodo de recuperación y rehabilitación, volvió a reintegrarse en agosto de 2018 al Regimiento Azov. Sigue leyendo
Cuando se aproxima el final del año y se cumplen diez meses del inicio de la intervención militar rusa, que buscaba, según afirmó entonces el presidente ruso, acabar con la guerra que se había iniciado en 2014, Rusia parece estar realizando finalmente una valoración más realista de los hechos y de las perspectivas de futuro. Lejos del triunfalismo de las primeras semanas, cuando incluso la retirada de Kiev podía maquillarse con avances en el sur y especialmente en la zona de Donbass, que había justificado la intervención, Moscú se prepara ahora para una guerra larga que poco tiene que ver con la idea de la operación militar especial con la que en febrero pensó que sería capaz de obligar al Gobierno ucraniano a negociar y aceptar unos términos claros: dejar marchar a Crimea y a Donbass.
Ni la diplomacia de Minsk, ni la amenaza de las tropas del Comando Sur en la frontera habían surtido efecto a la hora de obligar a Kiev a implementar los acuerdos de Minsk, que habrían devuelto Donbass a Ucrania garantizando a la población ciertos derechos que Ucrania siempre consideró inaceptables. Ahora que el proceso de Minsk está cerrado y concluido, Kiev se jacta, no solo de haber rechazado abierta y explícitamente durante siete años implementar los puntos políticos, aquellos que otorgaban derechos a Donbass, sino de haber utilizado ese tiempo para rearmarse y reforzar su ejército. En esa línea, el héroe Zaluzhny afirmaba a The Economist que para las Fuerzas Armadas la guerra comenzó en 2014. Sigue leyendo
Con su breve visita a Washington Volodymyr Zelensky ha conseguido mostrar el cambio que se ha producido en los últimos meses. Si su anterior visita había sido decepcionante y no había logrado de Joe Biden el apoyo esperado, en esta ocasión, el presidente ucraniano ha conseguido exactamente lo que buscaba: mostrar el apoyo incondicional de sus socios, que este año ya han comprometido para Ucrania una asistencia que supera al presupuesto militar ruso, y realizar un acto de promoción personal como líder absoluto de un país que se ha convertido principal eje de la política internacional actualmente. Frente al líder que no recibió la atención del recién electo Joe Biden, Zelensky ha recibido ahora la ovación del Congreso, cuya presidencia ondeó una bandera ucrania y celebró la visita en las redes sociales con el grito de OUN.
El intento de resaltar la figura de Zelensky y hacer de él un líder único puede comprobarse en la escenificación de toda la visita. Pese a tratarse de un escaparate incomparable, Volodymyr Zelensky no estuvo acompañado de la primera dama Olena Zelenska, que habría restado protagonismo al jefe de Estado, que se presentó en Washington con la indumentaria de héroe de guerra en lugar de la del presidente de paz que recibió el respaldo electoral del país en 2019 a base de promesas de compromiso para lograr la paz en Donbass. En este año, Zelensky no solo ha logrado situar a Ucrania como prioridad en las relaciones internacionales, sino que ha instalado en la conciencia colectiva que la guerra que libra en nombre de Occidente enfrenta a democracia frente a autoritarismo, libertad contra opresión, buenos contra malos o, como ni siquiera intentan ocultar algunos representantes ucranianos, una potencia europea contra una asiática, entendido el término de la misma forma que se usara varios siglos atrás. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Grishin / Komsomolskaya Pravda
El conocido medio occidental The Economist está extendiendo los rayos de gloria y grandeza de Volodymyr Zelensky y el país que le rodea, reconociendo a Ucrania como país del año. “¡Somos el número uno del mundo! ¡Ucrania es imbatible!”, se jactaban con orgullo los políticos ucranianos, a los que no les da vergüenza alguna el hecho de que el consejo editorial de la revista haya dado este título honorífico a un país que en el periodo descrito ha logrado el gran logro de desarrollo de prácticamente acabar consigo mismo. Estas palabras en el actual periodismo parecen una burla teniendo en cuenta la actual realidad.
Pero hay que reconocer que Ucrania se ha transformado recientemente. Ya no es alguien que mendiga con llantos por unas migajas a quienes pasan a su alrededor. Sigue mendigando, pero ahora lo hace con orgullo y ya no espera, sino que exige. El actual presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, ha descrito y detallado a sus aliados extranjeros qué tienen que entregar a Kiev. El Reino Unido y Noruega tienen que suministrar defensas aéreas y munición para ellas (proyectiles y misiles). A los Países Bajos se asigna el suministro de tanques, misiles Harpoon, y proyectiles de artillería de los calibres de la OTAN. Suecia también tiene su lista de exigencias: obuses autopropulsados Archer, sistemas antiaéreos RBS-98 y aeronaves Gripen. Lituania tiene que enviar NASAMS y Stingers. Dinamarca está obligada a suministrar a Ucrania CAERSARs autopropulsados. Y Finlandia (¡incluso Finlandia!) tiene que enviar a Kiev proyectiles de 122 y 152 milímetros, equipamiento de guerra electrónica y sistemas de lanzacohetes múltiples. Sigue leyendo
Artículo Original: Denis Grigoriuk
Actualmente, la ciudad de Mariupol es una enorme obra. En prácticamente todos los distritos de la ciudad se están realizando trabajos de reconstrucción: los edificios “negros” están desapareciendo, cerca de ellos se construyen nuevos edificios de apartamentos, se colocan tuberías por los patios, los edificios residenciales que no han sufrido tantos daños son restaurados, se colocan tejados y ventanas y se instalan comunicaciones. Bloques enteros de pisos se construyen en solares vacíos o en lugares en los que hasta ahora había jruschovkas destruidas. Ante nuestros ojos, operarios colocaban bloques de lo que en el futuro serán edificios residenciales, una imagen que me hizo pensar.
En los espacios entre los edificios, se están instalando también todo tipo de infraestructuras. Incluso en las afueras de la ciudad se realizan trabajos de reconstrucción. De camino, encontramos a gran cantidad de operarios asfaltando el pavimento incluso bajo la niebla. La situación es la misma dentro de la ciudad, donde solía ser extremadamente difícil circular y era necesario esquivar restos de proyectiles. Está claro que Mariupol está muy lejos de estar recuperada. Hará falta mucho tiempo para construir viviendas para la población local y edificios para las instituciones locales, pero el proceso está en una fase activa y a juzgar por lo que puede verse, no se prevé que pare. Sigue leyendo
En torno al 14 de abril, Bratstvo contaba con alrededor de 250 voluntarios, incluyendo unidades de inteligencia aérea, servicios médicos con paramédicos experimentados y varios grupos de exploradores. Junto con otros batallones voluntarios, Bratstvo señala atravesar en ese momento un proceso de legalización por parte de las Fuerzas Armadas de Ucrania y se desplaza hacia el Este para una participación más activa en acciones militares. El primer paso será la región de Járkov, aunque con un periodo intermedio que se utiliza para entrenar, recaudar fondos y acumular nuevo material militar.
Entre el 21 y el 25 de abril, los miembros de Bratstvo entrenan. Bajo la dirección de instructores experimentados, los combatientes mejoran las habilidades profesionales y se preparan física y mentalmente. Se desarrollan medidas de entrenamiento intensivo de combate.
Bratstvo se dedica en paralelo a la obtención de fondos para la compra de material: furgonetas para operaciones militares completas, nuevas armas de combate, colección de drones Matrice 30 T. Esta petición de drones Matrice se lanza entre el 24 y 30 de agosto. Señalan necesitarlos para la ejecución efectiva de tareas de combate en las áreas de Artyomovsk (Bajmut) y Jersón, a favor de la Unidad de Reconocimiento Aéreo de Bratstvo (Departamento de Inteligencia del Batallón) y de la Brigada 241 de la TRO. Bratstvo, o las fuerzas con las que colabora, accede en este periodo a obuses Howitzer M777. En julio, el Batallón solicita cascos certificados en EEUU. Sigue leyendo
Durante más de ocho años, quienes siguieron la guerra en Ucrania desde sus inicios han podido ver constantes exigencias a Rusia tanto en el plano militar como en el político. Desde abril de 2014, cuando Samantha Power afirmó que las protestas en el sur y el este de Ucrania eran un movimiento “orquestado desde Moscú”, la acusación de que todo lo vinculado a Donbass era en realidad una invasión rusa ha sido una de las herramientas más útiles de las que ha dispuesto Kiev. Con ello, Ucrania ha visto la posibilidad de argumentar que no era precisa una solución política, ya que se trataba simplemente de una injerencia exterior que debía resolver por la vía militar o logrando por la vía política la rendición de Moscú, que debía desmilitarizar y entregar a Ucrania en bandeja de plata a Donetsk y Lugansk. De ahí que la RPD y la RPL no merecieran voto, voz o reconocimiento alguno en un proceso de paz, el de Minsk, en el que Ucrania siempre dejó claro que no implementaría sus puntos políticos.
Ahora, incluso quienes más lucharon por mantener aquel proceso a flote, como Angela Merkel, reniegan de él aceptando que, para Ucrania, Minsk fue únicamente un paréntesis en el que el país y su ejército pudieron reforzarse. Esta versión, que es exactamente la que mantiene ahora el héroe Valery Zaluzhny, que abiertamente admite que para Ucrania esta guerra comenzó en 2014, no solo pretende ver continuidad entre lo ocurrido en estos ocho años y la actualidad, sino presentar esta guerra de casi nueve años, incluidos los últimos diez meses, como una guerra contra Rusia. Poco importa que, pese a que la asistencia rusa fuera evidente desde el verano de 2014, el objetivo de Moscú fuera durante años buscar un acomodo de Donbass en Ucrania, eso sí, habiendo adquirido unos derechos concretos que, según los acuerdos de Minsk, Kiev, Donetsk y Lugansk debían negociar. Sigue leyendo
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, anunció la semana pasada que Rusia prepara su respuesta a la imposición del G7 y la Unión Europea de un tope al crudo ruso. La importancia del comercio de estos productos para Rusia y la necesidad de buscar una vía para mantener el nivel de ingresos sin plegarse a las exigencias unilaterales de los países que tratan de aislar política y económicamente al país hacen que Moscú vaya a tardar en actuar contra el tope de precios. El principal objetivo el nivel de ingresos, más difícil en el caso del petróleo que en el del gas, que por sus altos precios actuales permiten a Moscú ofrecer fuertes descuentos a sus clientes no europeos y mantener o aumentar su cota de mercado y sus ingresos.
A la espera de la introducción oficial de algún tipo de mecanismo para el intento de esquivar las sanciones occidentales, tres son los escenarios que se manejan según se ha publicado recientemente en los medios rusos y también en la prensa económica occidental. Así lo resumía la semana pasada Antifashist: Sigue leyendo
La semana pasada, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov confirmaba algo que era ya, a todas luces, evidente: no se repetirá este invierno la tradicional “tregua” navideña, que se ha repetido desde 2015 y que en estos años ha sido posiblemente la más respetada de las muchas treguas que se han pactado en Minsk. El comentario de Peskov no era, como entendieron los medios occidentales, un anuncio ruso de la falta de voluntad de Moscú de buscar un alto el fuego. Rusia, que se refuerza desde el pasado septiembre, cuando finalmente comprendió el riesgo que la situación en el frente suponía para todos los territorios capturados desde el 24 de febrero e incluso algunos bajo control de las Repúblicas Populares desde hace varios años, se vería beneficiada por un parón en la batalla. De ahí que toda afirmación en este sentido por parte de las autoridades rusas -no así de una parte de sus medios, mucho más radicales que el Kremlin- no sea más que la constatación de las realidades sobre el terreno.
Horas después, y sin que se dudara de su palabra ni se cuestionara por qué Ucrania no ha buscado negociaciones de paz desde febrero, Volodymyr Zelensky se manifestaba en términos similares. Ucrania es consciente de que, mucho mejor armada que hace unos meses y con Rusia sin haber incorporado aún a una parte importante de los soldados movilizados, no puede permitirse el lujo de un parón en la guerra en un momento en el que mantiene la iniciativa. Sigue leyendo
El Batallón Bratstvo de Dmytro Korchynsky. Parte 3. El recorrido bélico: región de Kiev
A modo de ejemplo de la acción de los muchos batallones de extremistas y fanáticos proucranianos, esta tercera entrega reconstruye el recorrido bélico del Batallón Bratstvo durante la guerra rusoucraniana de 2022.
El 25 de febrero de 2022, Dmytro Korchynsky difunde un vídeo en el que anuncia el reclutamiento de voluntarios en Kiev para participar en la defensa de Ucrania. En otro vídeo del mismo día, tres de los principales militantes del Batallón Bratstvo se presentan a cara descubierta, entre ellos Oleksiy Serediuk y Vitaly Chorny.
Tal y como mencionan en sus intervenciones sus principales líderes, el propósito original del Batallón es “llevar a cabo un reclutamiento activo y la formación de voluntarios, dispuestos para entrenar, que participen en la defensa de Kiev”. En la práctica, el papel de Bratstvo se irá adaptando conforme avance la contraofensiva ucraniana. Se inicia en paralelo el proceso, habitual en este tipo de grupos, de demanda de fondos y de material. Esa demanda será precisamente el principal elemento de continuidad en la acción de difusión pública de información por parte del grupo. Sigue leyendo
Como es costumbre, el mes de diciembre ha venido acompañado de numerosos actos en los que las personalidades más destacadas del año son resaltadas por su contribución a los distintos acontecimientos. Son habituales también las listas de personalidades del año. En un 2022 marcado por la guerra entre Rusia y Ucrania y por la gran implicación de los países occidentales, era previsible que el título de hombre del año de medios como Time recayera en Volodymyr Zelensky, el presidente que llegó al poder con la promesa del compromiso por una paz que no buscó ni antes de 2022 ni desde el 24 de febrero. Esta semana se ha celebrado también la entrega del premio Sajarov del Parlamento Europeo, que ha homenajeado al pueblo ucraniano por su resiliencia ante la agresión exterior, un anuncio acompañado de la promesa de más financiación -en realidad más deuda que Ucrania no podrá pagar- y un mayor compromiso para ayudar a la población a superar un invierno que se presenta catastrófico.
Una característica común a todos esos actos es el afán por resaltar dos ideas: la resistencia del pueblo ucraniano y la unidad del país. A ello hay que sumar el enaltecimiento de la voluntad de luchar mostrada por el ejército, algo de lo que nadie debería haber dudado, ya que, rearmado y probado durante ocho años de guerra de trincheras y acompañado por casi una década de trabajo ideológico de odio a todo lo ruso, incluido ahí el pueblo de Donbass, era evidente que, para las tropas, la lucha sería hasta el final. También es común a todos estos actos y alabanzas diarias que recibe Ucrania, aún más habituales que los anuncios de más entregas de armamento y financiación, que esa idea de fortaleza y de unidad ignore la situación de los últimos casi nueve años. Las cifras de víctimas dadas por Ucrania y repetidas en masa por toda la prensa occidental, comienzan el 24 de febrero y se limitan a la población y a las tropas que luchan del lado al que defiende Occidente. Quedan así borrados de toda realidad, no solo las más de 14.000 personas que murieron en los ocho primeros años de la guerra en Ucrania, sino toda la población civil que ha muerto, ha resultado herida y que ha sufrido y sufre las penurias de la guerra al otro lado del frente. Sigue leyendo
Artículo Original: Denis Grigoriuk
Es correcto considerar “zona roja” al centro de Donetsk. En diciembre solo ha habido un par de días en los que los proyectiles ucranianos no han alcanzado el distrito Voroshilovsky [el más céntrico de la ciudad]. Todos los bombardeos se producen contra las infraestructuras civiles. Pese a que el líder de la RPD, Denis Pushilin, firmó un decreto según el cual las instituciones estatales debían enviar a sus plantillas a casa para trabajar remotamente, no todas las profesiones pueden permitirse teletrabajar. Es el caso de quienes conducen el transporte público.
Pese a los bombardeos, los minibuses continúan transitando por la ciudad y a menudo se encuentran bajo el fuego. Es habitual que, después de un ataque, en las redes sociales se pueda encontrar mensajes en los que residentes de Donetsk agradecen a los conductores por haber salvado la vida de los pasajeros protegiéndoles de los Grad ucranianos. Sigue leyendo
La conferencia de donantes celebrada ayer en París, en la que los países occidentales reafirmaron una vez más su apoyo incondicional a Ucrania en la lucha común de todos ellos contra Rusia, no solo lanzó un mensaje político de apoyo y prometió mil millones de euros más para ayudar al país a superar el invierno, sino que se pronunciaron unas curiosas palabras. Como es natural debido a la gravedad de la situación de la población a causa de los ataques rusos contra las infraestructuras de distribución eléctrica, la cuestión energética fue uno de los temas principales. De ahí la participación del ministro de Energía de Ucrania, Herman Haluschenko, que aprovechó la plataforma internacional para volver sobre un tema recurrente.
A lo largo de las últimas semanas, la prensa internacional, siempre siguiendo el ejemplo de las autoridades estadounidenses y ucranianas, ha planteado en numerosas ocasiones la cuestión nuclear, generalmente para resaltar el peligro que la guerra supone en este sentido. Se han destacado tanto el peligro de uso ruso de armas nucleares, un temor que parece haber desaparecido de momento tras las palabras del presidente Vladimir Putin, como la amenaza que supone una situación en la que centrales nucleares operan en un contexto de guerra convencional. Ucrania heredó de la República Socialista Soviética toda una red de centrales eléctricas, hidroeléctricas y nucleares que no ha ampliado en los treinta años de independencia, pero que están suponiendo una salvación para la población civil actualmente. Pese a los enormes daños producidos por los ataques rusos, Ucrania dispone de una red de producción lo suficientemente diversa para continuar produciendo energía eléctrica. Sin embargo, la cuestión de las centrales nucleares supone un serio peligro, tanto por la posibilidad de impactos directos en las centrales como por un escenario más plausible: el de la pérdida del suministro eléctrico que las centrales requieren para su funcionamiento. Sigue leyendo
El Batallón Bratstvo de Dmytro Korchynsky. Parte 2: Ideología
Al igual que sus seguidores, Dmytro Korchynsky destaca por su ultranacionalismo y sus propuestas extremas. Un rasgo relevante de su visión, no obstante, en la combinación de ideología política y religiosa.
En la dimensión nacional, la base ideológica de Bratstvo es, sin duda, el nacionalismo en su versión banderista. El 20 de mayo de 2022, en su análisis de la evolución de los objetivos de la operación especial de Putin, Korchynsky señalaba que, frente a la desnazificación como objetivo declarado de la invasión, éste se enfrenta a “un crecimiento sin precedentes de los sentimientos nacionalistas en Ucrania. A partir de ahora, casi cada ucraniano es de Bandera”.
En 2011, en la entrevista publicada por glavcom.ua, mostraba, sin embargo, una visión peculiar de su nacionalismo, con una nítida dimensión anarco-libertariana: “Lo único que tenemos que es valioso [en Ucrania] y que debe mantenerse es la libertad. Ucrania debería ser una isla de la anarquía, de la verdadera libertad en el mundo actual. El hecho de que todavía tengamos un estado policial serio construido aquí, que haya un policía de tráfico en cada paso, que los inspectores de impuestos y los oficiales de policía están deambulando por detrás de todos, esto ciertamente no va a ninguna parte. La tarea de la sociedad ucraniana es lograr la libertad”. Sigue leyendo
El otoño ha cobrado protagonismo en las últimas semanas para ralentizar las operaciones militares. El barro supone para los dos ejércitos en lucha, especialmente a sus vehículos pesados, un obstáculo quizá más incómodo que el frío, ese general invierno al que tantas veces se refiere la prensa occidental. El argumento asume que será Rusia, y no Ucrania, quien más sufrirá los efectos de la temporada de frío, aunque la idea se utiliza sin más argumento que el discurso de debilidad militar rusa. Sin desviarse del camino marcado por la narrativa ucraniana, los medios y las autoridades occidentales han optado por una línea en la que prácticamente dan por hecha una victoria ucraniana sin necesidad de explicar la forma en la que Ucrania podría recuperar, no solo Donbass, donde la población ha demostrado con creces que lucharía contra las Fuerzas Armadas de Ucrania, sino especialmente Crimea.
En Crimea, a la demostrada voluntad de la población de no regresar a Ucrania, hay que sumar no solo la presencia militar rusa, sino la importancia política y estratégica de la península para Rusia y su población. Como pudo comprobarse en 2014, cuando ante la incredulidad e impotencia de Kiev, la península regresó bajo control ruso en unas semanas y sin que mediara batalla, la importancia de Crimea para Rusia trasciende de las autoridades y no es comparable a otras regiones ucranianas. Sigue leyendo