Publicitando su artículo sobre la conferencia “Solidaridad con Ucrania: construyendo un nuevo internacionalismo”, el periodista Tom Rowley citaba unas palabras en las que el diputado laborista británico Jon McDonnell afirmaba que “necesitamos una campaña contra las condiciones neoliberales de la asistencia internacional a Ucrania y contra el papel de Gran Bretaña en el lavado de dinero ruso y ucraniano”. Esta afirmación sintetiza a la perfección la postura de gran parte del establishment de los partidos europeos que se dicen progresistas. La supuesta lucha contra la oligarquía y su dinero ilegítimo es un tema recurrente en el juicio de los países postsoviéticos, generalmente olvidando que ese enriquecimiento se produjo bajo el régimen de Boris Yeltsin, protegido tanto por Demócratas como laboristas mientras se saqueaba y esquilmaban los activos y empresas antes propiedad del pueblo soviético. En el caso británico, la city de Londres ha protegido al dinero sucio procedente tanto de Rusia como de Ucrania mientras ha sido rentable y su estigma solo ha causado rechazo a raíz del actual conflicto, cuando ha habido que añadir la etiqueta “cercano al Kremlin” en el caso ruso o “prorruso” en el caso ucraniano.
Sin embargo, mucho más significativa es la primera parte de la afirmación del diputado laborista, que parte de una premisa absolutamente falaz y posiblemente debida al desconocimiento absoluto del desarrollo de la política económica de Ucrania no solo en el último año, sino en los nueve años transcurridos desde la victoria de Maidan. Aunque el neoliberalismo, la privatización masiva de los activos públicos y el recorte del Estado de bienestar habían sido ya la norma en gran parte de los años de independencia de Ucrania, también en el aspecto económico, Maidan supone un punto de inflexión en la actuación del Estado. La guerra ha supuesto desde 2014, y especialmente desde 2022, un inmenso desvío de fondos a cuestiones militares a costa de otros sectores que tanto Kiev como sus acreedores han considerado de menor importancia o en los que, en su opinión, se producía una inversión excesiva. En esos casos, generalmente basándose en la idea de lo obsoleto del legado soviético del gasto en subsidios para reducir los precios de los servicios básicos, aumento de pensiones o mantenimiento de los servicios públicos, las instituciones internacionales, oficiales tecnócratas y representantes de la compleja red de organizaciones supuestamente no gubernamentales han abogado siempre por la austeridad neoliberal. Esas medidas han logrado, antes incluso de que la intervención militar rusa dejara a la economía del país en punto muerto y millones de personas cayeran bajo el umbral de la pobreza en un contexto de aumento de la desigualdad y empobrecimiento de una parte importante de la masa social. Sigue leyendo
Desde hace prácticamente nueve años, cuando comenzaron las primeras protestas y se produjo la toma del edificio de la administración regional de Donetsk, las milicias de Donbass han sido calificadas de meros títeres de Rusia para los que se han utilizado diferentes definiciones como separatistas apoyados por Rusia o milicias prorrusas. Uno de esos grupos, el grueso de lo que posteriormente sería el batallón Vostok, fue uno de los primeros en aparecer en escena y también en ser equivocadamente catalogado como ruso. En los días posteriores a la captura del edificio del poder regional del oblast de Donetsk, varios medios afirmaron erróneamente que el acto había corrido a cargo de un grupo de soldados chechenos. Los mismos medios hubieron de rectificar posteriormente al comprobarse que se trataba de hombres vinculados a Alexander Jodakovsky, excomandante de una de las unidades del Ministerio del Interior de Ucrania disueltas por los primeros decretos del nuevo ministro del Interior Arsen Avakov.
Uno de los comandantes con perfil más alto, Jodakovsky ha sido una de las figuras más polémicas, no solo por sus encontronazos con otros cargos de la RPD -fundamental, aunque no únicamente con Strelkov– sino por su brutal sinceridad ante los medios. Jodakovsky, encargado en el primer intento de Gobierno en la RPD antes incluso del referéndum del 11 de mayo de 2014, afirmó entonces no saber qué era esa República en cuya gestión había de participar. Aunque en aquellos primeros momentos de la rebelión de Donbass convivían muchas luchas -contra el nuevo Gobierno ucraniano, por la independencia, por soluciones utópicas o por la adhesión a Rusia-, el fundador del batallón Vostok dejaba claro públicamente que las milicias que estaban organizándose no debían centrarse en crear una entidad política alternativa a Ucrania sino por unirse a Rusia. Mucho antes de que Moscú comprendiera que esa tendencia existía en Donbass, una parte de la rebelión luchaba ya por ese objetivo. Ahora, casi nueve años después, es Rusia quien precisa de esas unidades para conseguir el objetivo común de expulsar a las tropas ucranianas de los territorios de las antiguas regiones de Donetsk y Lugansk. Sigue leyendo
Como ya viene siendo habitual, Ucrania continúa combinando la comunicación de noticias no excesivamente positivas con momentos en los que dispone de un contrapeso con el que equilibrar el campo comunicativo. Esta semana se ha confirmado, tanto por medio de comunicados como por las imágenes mostradas por el Ministerio de Defensa, la llegada de los primeros tanques Leopard-2 enviados por Alemania, principal surtidor de tan preciado equipamiento, y del equipamiento británico con el que el Gobierno del Reino Unido quiso presionar a Berlín para suministrar armamento pesado. Sumado a los anuncios de aumento de la producción de proyectiles y la entrega de cazas de origen ruso o soviético por parte de algunos de los socios ucranianos miembros del antiguo Pacto de Varsovia, parece evidente que la ofensiva que Kiev lleva meses anunciando se acerca cada vez más. Así lo confirmó otra vez el ministro Reznikov, que apuntó a las fechas de finales de abril o mayo para su comienzo.
Coincidiendo con estas aparentemente buenas noticias para el Gobierno de Kiev -aunque no para esos territorios en los que Ucrania pretende utilizar sus tanques alemanes y artillería de precisión estadounidense ni para la población que permanece en ellos-, Associated Press publicó ayer un extenso reportaje sobre el seguimiento de sus periodistas del viaje de dos días en tren con el que Zelensky ha visitado varios lugares del frente. El buen manejo de la comunicación del Gobierno ucraniano, esperable teniendo en cuenta que gran parte del círculo del presidente procede del mundo de la producción audiovisual, da al texto un tono de publirreportaje en el que Zelensky quiere mostrarse como un estadista defendiendo la civilización frente a la barbarie y al que es preciso no decepcionar. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
Kremennaya tiembla a consecuencia del uso continuado de la artillería. Las armas pesadas retumban los tímpanos y lanzan proyectiles en dirección a Torskoe y Krasny Liman, pero la población de la ciudad parece no prestar atención a la cacofonía que les rodea. La ciudad del frente parece vivir en una realidad paralela, ignorando la vibración de los cañonazos. “Dos americanos con leche y cuatro pasteles de manzana”, pide un soldado movilizado en la cola del único café que está abierto. La fila de quienes quieren tocar los regalos de la civilización llega hasta la calle.
Recuerdo que a finales del año pasado ayudé a la dueña a empaquetar sus máquinas de café y los restos de sus productos en una destartalada furgoneta. Su familia y ella se marchaban de Kremennaya porque la lucha ya había llegado a las puertas de la ciudad. Siendo sincero, en aquel momento creí que esta cafetería no reabriría jamás. El enemigo estaba avanzando y parecía improbable que la modesta guarnición de Kremennaya pudiera pararlo. Pero los paracaidistas fueron desplegados para ayudar y, pese a todo, ralentizaron a las Fuerzas Armadas de Ucrania. Desde mediados de enero, las tropas ucranianas están siendo empujadas hacia el oeste. La población de Kremennaya comenzó a volver a sus casas pese a que la batalla aún está a unos pocos kilómetros y no hay ni luz ni agua corriente. Pero, al fin y al cabo, es su espacio y puede ser iluminado con un generador. Sigue leyendo
En los últimos meses, especialmente desde que Vladimir Putin firmara la orden de comenzar una movilización parcial con la que reducir el desequilibrio de efectivos en la zona de operaciones militares, que en el verano y otoño de 2022 tanto minaron las capacidades de defensa rusas, los servicios de inteligencia y los medios occidentales han visto en cada actuación rusa un ejemplo de escalada y han advertido repetidamente del riesgo de nuevas ofensivas de la Federación Rusa. Ese discurso siempre ha convivido con la idea de que las capacidades ofensivas rusas habían quedado exhaustas, por lo que Rusia habría perdido ya la guerra. La coherencia en el discurso, especialmente el informativo, nunca ha sido una exigencia en esta guerra cuyos inicios quedan tan lejanos y olvidados que ni siquiera es preciso ya reescribir lo ocurrido.
Del escaso interés por la guerra en Donbass durante los siete años de guerra de baja intensidad y sabotaje sistemático ucraniano de toda opción de resolución diplomática se ha pasado ahora a un análisis de la guerra basado fundamentalmente en los datos y valoraciones publicados por la inteligencia británica, el complejo de think-tanks vinculados al sector militar y las filtraciones de oficiales interesadas en los medios de comunicación estadounidenses. A ello, evidentemente, hay que sumar el discurso ucraniano, generalmente aceptado sin necesidad de verificación o de cuestionamiento alguno pese a los muchos ejemplos en los que Ucrania ha intentado manipular la realidad, en ocasiones incluso contra la opinión de sus socios más fieles. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
El entorno mediático alrededor de la situación en Artyomovsk se parece a un episodio de “Milagro ordinario”, cuando la princesa le dice al protagonista Abudlov: “Te he buscado durante tres días para decirte que no me importas nada”. Eso mismo ocurre con Bajmut. A principios de año, tanto la prensa occidental como las autoridades de Kiev comentaban entre ellos la crucial importancia de la ciudad fortaleza, esa que Ucrania no rendiría de ninguna manera.
Así lo dijo Zelensky el 2 de febrero. Pero un mes después, cuando las perspectivas de la defensa de Artyomovsk se hicieron obvias, aseguró que las Fuerzas Armadas de Ucrania no defenderían la ciudad a cualquier coste o hasta el último soldado (aunque lo que está ocurriendo parece exactamente eso). El Pentágono, qué sorpresa, se solidarizó con ellos porque, según los generales estadounidenses, la ciudad no tiene una importancia estratégica especial. Así que, incluso si se pierde, no será algo terrible para Kiev. Sigue leyendo
A pesar de que gran parte de la agenda política y mediática alrededor de la guerra en Ucrania se centra actualmente en la preparación de la ofensiva con la que Kiev quiere ganar definitivamente la iniciativa en el frente, crear un punto de inflexión e imponer su voluntad a Moscú, las consecuencias de la guerra y la posterior necesidad de una amplia labor de reconstrucción son también un factor a tener en cuenta. La idea de que Rusia es culpable y Moscú ha de cargar con todas las responsabilidades de un conflicto que comenzó cuando Ucrania envió tropas en lugar de utilizar el diálogo en el verano de 2014 ha quedado tan instalada en la conciencia colectiva de las sociedades occidentales que no hace falta ya disculpar a Kiev de haber sentado las bases para lo ocurrido a lo largo de los últimos nueve años. Es más, tan olvidada ha quedado ya la guerra de Donbass que Kiev es consciente de que ni ha tenido ni va a tener que responder por su actuación durante los casi ocho años de guerra ni por los siete de proceso de Minsk, en los que, como ahora admite abiertamente, jamás tuvo intención de implementar los acuerdos que firmó única y exclusivamente para ganar tiempo y evitar su derrota militar.
De esta forma, no es de extrañar que hayan proliferado en las últimas semanas los artículos dedicados a exigir que sea Rusia quien se haga cargo de la reconstrucción de Ucrania. “Crece el apoyo para hacer que Rusia pague por la reconstrucción de Ucrania”, escribía esta semana The New York Times en referencia al movimiento que busca utilizar las reservas rusas confiscadas por los bancos occidentales para costear una reconstrucción en la que Ucrania va a tratar de lograr, no solo recuperar sus infraestructuras destruidas por la guerra sino financiar la renovación de todo aquello que no realizó a lo largo de los primeros treinta años de economía de mercado. Es de suponer que en esos 411.000 millones de dólares en los que se ha valorado esta semana la reconstrucción de Ucrania se incluya también la destrucción causada en Donbass por los bombardeos de todos estos años de las Fuerzas Armadas de Ucrania y que habría de ser costeada por la Federación Rusa. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
“¿La ofensiva del Ejército Ucraniano? La habrá seguro, no lo dudes”, me deleita un comandante del contingente ruso desde su sótano en el mando operativo. Comandar las unidades desde el sótano es la tendencia del momento. La nuestra y la del oponente. La presencia de armas de alta precisión y destrucción hace necesarios ajustes a los estándares académicos del comando y control. Aquí se despliegan las comunicaciones, el control del territorio se realiza también desde este lugar y los operadores de los drones están ahí mismo mostrando las imágenes en las pantallas. La corrección del fuego de artillería se realiza en tiempo real. Viendo los flashes, podría pensarse que se trata de la final en algún tipo de ciberdeporte. Pero aquí hay gente muriendo. Y eso no parece molestar a nuestros oponentes.
“De hecho, su movilización es ilimitada, se lo pueden permitir. Así que, si destruimos una compañía, aparece una nueva inmediatamente”, explica mi interlocutor. “Tienen establecido entrenamiento en la retaguardia, hay constante rotación en el frente, es raro que una unidad esté a menos del 90%. Incluso en equipamiento. Pueden ser blindados viejos y T-64, o camiones para la evacuación, pero todo lo que necesita el Estado está ahí. Es así hasta que llegue el grueso de la tecnología occidental, con la que, por cierto, Ucrania está formando hasta tres nuevos cuerpos de choque. Así es como irán a la ofensiva”. Sigue leyendo
Artículo Original: Dmitry Astrajan / Izvestia
Desde las posiciones que ocupa en Avdeevka, el oponente dispara cientos de proyectiles a diario en dirección, por ejemplo, a Donetsk. En ocho años, Kiev ha convertido esta localidad en una fortaleza. Se han cavado trincheras y creado pasajes de comunicación entre edificios y zonas aisladas, se han construido numerosas fortificaciones de cemento y posiciones de artillería. Ahora, las unidades rusas intentan sistemáticamente golpear las defensas de las Fuerzas Armadas de Ucrania en esta zona para poder avanzar. Los corresponsales de Izvestia han visitado las posiciones de la Primera Brigada Motorizada de Slavyansk del cuerpo del ejército de Donetsk para ver con sus propios ojos cómo transcurren las batallas en esta dirección y qué papel juega el trabajo de coordinación de artillería.
“Llevo desde 2014 viajando en este pájaro. Estoy seguro de que entraremos en Avdeevka sobre él. Queda muy poco, una pequeña barrera y estamos ahí”, explica el mecánico y conductor del vehículo de artillería autopropulsada Gvozdika de la primera brigada de Slavyansk, de nombre de guerra Shustry y que intenta hablar sobre el sonido del motor en marcha. “Niu York [nombre que Ucrania le dio a Novgorodske] está ya al otro lado de la colina”. El soldado llevó al cañón autopropulsado a su posición de fuego y mientras el personal y los periodistas se bajaban del blindado, descansó un momento. Por supuesto, en el interior hay también lugar al menos para el personal, pero es necesario mirar al cielo, así que suelen circular por la parte exterior, apoyándose en la cintura. Sigue leyendo
Artículo Original: Dmitry Steshin / Komsomolskaya Pravda
Incluso ahí, en las entrañas de la tierra, podía escuchar la batalla por Bajmut. Llevaba prácticamente dos semanas esperando esta “excursión. La salida se pospuso “por motivos de seguridad”, concretamente porque el enemigo ataca constantemente la entrada a la mina con artillería, Grads y Uragans. Pero en los últimos días se ha limitado: la defensa de Bajmut (Artyomovsk) se está desmoronando y los artilleros ucranianos han eliminado los objetivos civiles de su lista de prioridades. En la mina Artemsol aún hay disparos, pero sin chispa, “de prevención”, solo para eliminar el mal sabor de boca de la pérdida. Ucrania tiene motivos para estar triste.
El pasado fin de semana, se celebró el Kiev una subasta benéfica en la que se vendió “la última tirada de sal” de Soledar a mil grivnas el kilo. Puede que las ganancias vayan a la retirada de Bajmut. Cualquier persona de la Unión Soviética, o incluso de después en Rusia, habrá comprado esta sal o al menos habrá visto el paquete blanco y azul con la inscripción “Sil” [sal en ucraniano]. Allí, en Soledar, sigue quedando mucha sal, alrededor de 5.000 millones de toneladas. Las minas comenzaron a desarrollarse en el siglo XIX y en todo este tiempo no han gastado más que el 3% de sus reservas. La sal, por cierto, es muy pura y puede empaquetarse y venderse inmediatamente, sin necesidad de procesar. No es casualidad que fuera exportada a 22 países. Y en la Unión Soviética, prácticamente la mitad de la sal consumida era extraída en Donbass en las minas de Soledar. Según los últimos datos, la longitud total de las minas de sal bajo Soledar es de 300 kilómetros, un dolor de cabeza para los soldados de Wagner. Sigue leyendo
Uno de los aspectos llamativos de la guerra entre Ucrania y Rusia es el compromiso decidido de la práctica totalidad de las fuerzas políticas de la izquierda occidental, particularmente la europea, de apoyo al bando ucraniano. En términos prácticos, esta posición se extiende incluso a la mayor parte de los grupos comunistas, pese a que algunos de ellos hayan optado por el silencio o por el refugio neutralista en la crítica conjunta al imperialismo de la Federación Rusa y de la OTAN.
En términos político-ideológicos, esta posición ha cristalizado en el silenciamiento efectivo de la adscripción de grupos como el movimiento Azov con las fuerzas ultraderechistas más peligrosas en Europa, e incluso en el blanqueamiento efectivo de las posiciones políticas reales del grupo. En paralelo, la izquierda en Europa ha acentuado la denuncia de los presuntos lazos del régimen ruso con fuerzas de la derecha antieuropeísta en la Unión Europea. Sigue leyendo
Con sendos artículos publicados en las páginas web de sus respectivas administraciones, los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping quisieron resaltar ayer la importancia de las relaciones entre sus dos países. Antes de la llegada del presidente chino a Moscú, el presidente ruso daba la bienvenida al “camarada Xi” e incidía en la naturaleza especial de la relación de los dos países como socios basada en la confianza y el respeto mutuo a la soberanía e intereses. Es posible que la visita de Xi a Moscú no cumpla con las expectativas de Moscú en términos de firma de acuerdos. Sin embargo, el simple hecho de que se haya producido es ya un gesto de extrema importancia para Rusia.
Xi, que agradeció la invitación para una nueva visita de Estado a Rusia al presidente Putin, al que calificó de “querido amigo”, recalcó que esta era su primera visita al extranjero desde su reelección, un detalle más que deja claro que la importancia que se ha dado a este encuentro no se produce únicamente desde el lado ruso. La situación en Europa, con una guerra económica derivada de la guerra militar que intenta expulsar a Rusia del mercado continental, ha causado una relación que los medios occidentales han calificado ya de dependencia rusa con respecto a China. Sin embargo, los gestos, actos y declaraciones de los últimos días, especialmente significativas tras los pasos dados la semana pasada por el Tribunal Penal Internacional, muestran el valor estratégico que también China da actualmente a su vínculo con Rusia. Sigue leyendo
Hace ahora un año, el 14 de marzo de 2022, la ciudad de Donetsk comenzó a comprender los cambios que iba a suponer para su vida diaria el inicio de la operación militar especial que la Federación Rusa había iniciado alegando, entre otras cosas, la defensa de la población de Donbass. Desde que la defensa y las contraofensivas de la RPD contra las Fuerzas Armadas de Ucrania lograran paralizar el avance sobre Donetsk, que las tropas ucranianas trataron de sitiar en el verano de 2014, y alejaran, cuando menos en algunas zonas, a la artillería ucraniana de la ciudad, la ciudad más importante de Donbass había vivido en un estatus de ni guerra, ni paz en el que el conflicto se sentía en todos los aspectos de la vida, pero al margen de las consecuencias directas de los bombardeos.
En el año transcurrido desde la intervención rusa, las tropas ucranianas no han realizado movimiento alguno para avanzar sobre los territorios hasta entonces bajo control de la RPD y la RPL y su camino en Donbass ha sido fundamentalmente el de la retirada. Ucrania perdió, tras durísimas y cruentas batallas, Volnovaja y Mariupol en Donetsk y gran parte del territorio del oblast de Lugansk. En su contraofensiva, las tropas dirigidas por Valery Zaluzhny solo han logrado, por el momento, recuperar Krasnny Liman, perdido en la primavera de 2022 y recuperado en septiembre. Con gran parte del territorio de Lugansk bajo control ruso y republicano, su capital se ha visto protegida por el territorio a su alrededor y, como ha explicado el corresponsal ruso Alexander Kots, la antaño vacía ciudad es ahora más segura y habitable que la cercana Donetsk, que un año después del ataque que más víctimas civiles causara, sigue sufriendo las consecuencias directas a indirectas de la guerra. En plena línea del frente, la capital de Donbass se ha convertido en víctima propiciatoria de la venganza de las tropas ucranianas, dispuestas a castigar a la población civil mientras el rango de su artillería lo permita. Sigue leyendo
Como se venía rumoreado desde hace varias semanas, el presidente chino Xi Jinping visitará la próxima semana Moscú para reunirse con el presidente ruso Vladimir Putin. La visita, a todas luces prevista desde hace meses aunque haya sido oficialmente anunciada ahora, se producirá en un momento de crecientes tensiones políticas, geopolíticas y económicas entre Occidente y ambos países. Desde que comenzó a hablarse de la posibilidad de un encuentro Xi-Putin en Moscú, los servicios de inteligencia occidentales, fundamentalmente el británico y el estadounidense, han insistido repetidamente en la intención china de suministrar armamento a Rusia y esta misma semana se ha hablado de una supuesta adquisición rusa de material de protección y rifles chinos. En cualquier caso, se trataría de comercio entre los dos países y a unos niveles tan limitados que sería irrisorio comparar ese suministro con la asistencia militar que Occidente está prestando a Ucrania y que se produce en forma de donación, el esquema lend-lease que es, en realidad, una forma de entregas a fondo perdido, o a cambio de aumentar una deuda que tanto Kiev como sus socios son conscientes de que nunca podrá pagarse. Difícilmente pueden compararse los mil rifles, componentes de drones o chalecos antibalas que fuentes occidentales como Político afirman que Rusia ha recibido de China con el flujo masivo de armamento cada vez más pesado suministrado sin coste a las Fuerzas Armadas de Ucrania.
En su comunicado anunciando la visita, sin duda la de más alto nivel desde el inicio de la intervención militar rusa en Ucrania, el Kremlin afirmó que los dos presidentes discutirían “cuestiones sobre un mayor desarrollo de las relaciones integrales de sociedad y cooperación estratégica entre Rusia y China”. Medios de comunicación como Reuters apuntaban el viernes a que la nota de prensa no mencionaba a Ucrania. La centralidad mediática y política que ha alcanzado la guerra en Ucrania impide analizar las relaciones entre dos países que, sea por convicción o por una alianza coyuntural, se ven abogados a una cooperación cada vez más amplia. Al margen de la especulación sobre si Vladimir Putin notificó a Xi Jinping su intención de dar la orden de comenzar una operación militar especial en su reunión apenas unos días antes del 24 de febrero de 2022, las circunstancias han unido a Moscú y Beijing, que están siendo presentadas como un eje contra la hegemonía occidental. Sigue leyendo
Las semanas pasan y el frente continúa sin rastro de las ofensivas de primavera que presagiaban tanto la prensa como think-tanks e inteligencias occidentales. Ayer, los medios se refirieron a la retirada de unidades ucranianas de la frontera bielorrusa una vez que el país ha constatado que no existe riesgo de invasión a través del frente norte. Esa había sido una de las direcciones que expertos occidentales habían planteado cuando trataban de advertir de una gran ofensiva rusa que supuestamente trataría de rivalizar con la que abrió la intervención militar de la Federación Rusa. En este tiempo, Ucrania ha navegado entre el traslado de tropas y exigencia a sus socios de más apoyo militar y financiero para hacer frente a una amenaza inminente y la mofa sobre la incapacidad rusa y bielorrusa de preparar una ofensiva en el frente norte. Si la idea de una gran ofensiva rusa para febrero y marzo, coincidiendo con el primer aniversario de la entrada de Rusia en la guerra, siempre pareció un producto de la propaganda occidental, más claro podía verse que una posible ofensiva no llegaría desde el frente norte, con un riesgo evidente de enfrentarse a los mismos problemas de doce meses antes.
La inteligencia occidental, fundamentalmente la británica, una de las principales fuentes de información de los medios de comunicación, ha pretendido presentar como “ofensiva de Lugansk” la “defensa activa” realizada en los últimos meses en la zona de Kremennaya y Svatovo. Teniendo en cuenta el más que escaso territorio de Lugansk, sin una sola ciudad mínimamente relevante bajo control ucraniano, la idea de gran ofensiva que pretendieron alegar Ucrania y sus socios tampoco se correspondía con la realidad. La lucha por los bosques de los alrededores de Kremennaya continúa con ligeros avances rusos, aunque sin apariencia, por el momento, de ofensiva hacia Krasny Liman, un objetivo importante para una futura aproximación hacia Slavyansk. Sin embargo, la importancia operativa de esa localidad no será real hasta que Rusia no derribe la primera línea de defensa de Ucrania en Donetsk, Artyomovsk y Seversk, tras lo cual será posible plantear un futuro avance. En el caso de Rusia, no así en el de Ucrania, la importancia de aislar Artyomovsk y atrapar allí al mayor número posible de tropas ucranianas para facilitar así futuros avances en la RPD. Por el momento, consolidado el Dniéper como frontera natural entre los dos bandos enfrentados y a la espera del ataque ucraniano en Zaporozhie, los planes ofensivos rusos parecen limitarse a pequeños avances en la región de Járkov hacia Kupyansk, perdida en septiembre, posiblemente como parte de la preparación para una aproximación a Slavyansk desde el norte. Sigue leyendo
Ayer, Estados Unidos desclasificó unas imágenes en las que se podía observar, desde el dron MQ-9 Reaper derribado dos días antes, las maniobras de la aviación rusa. Se trata de uno más de los muchos encontronazos que se han producido en los últimos años entre la aviación de los dos países. Sin embargo, la localización de la nave no tripulada estadounidense y su evidente labor de espionaje, posiblemente para entregar a Ucrania datos en vistas a futuras ofensivas, no hace más que aumentar la tensión en una región en la que la militarización ha sido creciente en la última década. La publicación de las imágenes estadounidenses se produce después de que Rusia publicara un breve vídeo en el que se observaba a su aviación superando en velocidad al dron, detectado y perseguido hasta su derribo en una maniobra que Estados Unidos ha calificado de irresponsable. Las imágenes muestran lo que se especuló prácticamente desde el inicio: el dron no fue derribado con un impacto de uno de los Su-27 rusos, sino que sufrió daños debido al combustible derramado sobre él por los cazas rusos hasta caer a las profundidades del mar Negro, donde Rusia trata ahora de recuperar sus restos.
El incidente, supone un ejemplo más de un juego peligroso en una región excesivamente cercana a la zona de operaciones militares como para esperar completa inacción por parte de la Federación Rusa. Y es también uno más de los muchos incidentes producidos en el mar Negro en los últimos años, un lugar especialmente útil para provocaciones tanto de los países de la OTAN como de Ucrania. En un episodio que selló la derrota final de Petro Poroshenko, Ucrania envió a su marina a atravesar las aguas bajo el puente de Kerch, en aguas territoriales rusas, sin comunicación previa a Rusia en un episodio que únicamente buscaba una provocación para escalar políticamente la situación. El contexto actual es mucho más complejo y el riesgo de choques entre Rusia y los países de la OTAN ha demostrado ser real. Sin embargo, la actitud de Estados Unidos, que ha buscado utilizar una retórica más moderada que la que acostumbra, muestra que el objetivo no es un enfrentamiento directo con la Federación Rusa. Washington, satisfecho con la dinámica de guerra proxy, pretende simplemente mantener el statu quo: continuar utilizando el espacio aéreo cercano a Crimea para realizar labores de reconocimiento para posteriormente entregar los datos de inteligencia a su ejército subsidiario, encargado de enfrentarse directamente a las tropas rusas. Sigue leyendo
La libertad no se regala, hay que luchar por ella. La guerra no termina en la paz, termina en la Victoria.
Dmytro Kotsyubailo
El 1 de diciembre 2021, Dmytro Kotsyubailo, alias DaVinci, recibía de Volodymyr Zelensky el título de Héroe de Ucrania y la orden de Estrella Dorada. Nacido el 1 de noviembre de 1995 en una pequeña localidad del oblast de Ivano-Frankivsk, apenas cumplidos 26 años, se convirtió en uno de los militares ucranianos más jóvenes en recibir la heroica designación por sus esfuerzos en proteger el territorio y la soberanía de Ucrania en 2014.
Se trata de una decisión llamativa puesto que Kotsyubailo era entonces comandante de una unidad de voluntarios de corte ultranacionalista, la 1ª Compañía separada de asalto DUK del Praviy Sektor, conocida como los “Lobos de DaVinci”. Sólo tras la intervención rusa en Ucrania de 2022, la unidad sería reconvertida en la 67ª Brigada mecanizada de las Fuerzas Armadas de Ucrania, una unidad de extrema derecha más integrada en las estructuras oficiales del Estado. Sigue leyendo
Entre evidencias de los avances de las tropas rusas en la batalla por Artyomovsk, cuyas imágenes contradicen la propaganda occidental de los últimos días, que ha llegado a hablar, basándose en los partes de guerra ucranianos y la información interesada de la inteligencia británica de estancamiento, Volodymyr Zelensky quiso ayer dar muestras de normalidad y de control en el frente. El presidente ucraniano no se trasladó en esta ocasión a Bajmut, posiblemente por el excesivo peligro que corren las tropas ucranianas actualmente, pero reunió a los altos cargos de las autoridades políticas y militares para dar una imagen de unidad, cadena de mando y, sobre todo, una apariencia de planificación.
Desde hace ya varias semanas, los medios occidentales, sin renunciar en ningún momento a su férreo apoyo a Ucrania, han debatido la importancia de la batalla por Artyomovsk. Una parte de la prensa ha resaltado el simbolismo de la ciudad y su valor estratégico para evitar dejar “campo abierto” a Rusia para posteriores avances en la región de Donetsk. A ese argumento se ha sumado el comentario de las autoridades militares rusas sobre la importancia de capturar Artyomovsk para cumplir el objetivo de conseguir el control de todo el Donbass. Sin embargo, ni Sergey Shoigu ni el Estado Mayor han planteado la batalla por Artyomovsk en los términos que utilizaba ayer Deutsche Welle, que afirmaba que “Rusia dice que tomar Bajmut le permitiría capturar el resto de la región de Donetsk, un objetivo de guerra clave para el Kremlin”. Teniendo en cuenta la composición del frente, la captura de Artyomovsk es imprescindible para Rusia en su objetivo de avanzar sobre Slavyansk y Kramatorsk y aspirar, por ejemplo, a recuperar el control del flujo de agua, un problema grave para Donetsk desde el pasado verano. Sin embargo, la captura de la ciudad de ninguna manera implica un avance decisivo en ese objetivo. Con Donbass como una de las zonas más pobladas y urbanas del territorio ucraniano, no existe el “campo abierto” al que se refería Zelensky en una de sus últimas alocuciones. Sin embargo, el único camino hacia Slavyansk pasa por Artyomovsk, de ahí la insistencia rusa en capturar una ciudad por la que lleva siete meses luchando. Sigue leyendo
Ayer, en una comunicación ordinaria con la prensa, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, afirmó que, en las condiciones actuales, los objetivos planteados por la Federación Rusa en Ucrania pueden obtenerse únicamente por la vía militar. Aunque no pueden considerarse un anuncio oficial del Kremlin, los comentarios de Peskov muestran el cambio que se ha producido en el mando ruso en el último año. En marzo y abril de 2022, Rusia aspiraba a un acuerdo con el que lograr sus objetivos: la aceptación ucraniana de la pérdida de Crimea y Donbass y el compromiso de neutralidad a cambio de garantías de seguridad de diferentes países. La realidad de la guerra y la voluntad de Ucrania de continuar luchando no solo para volver a las fronteras del 23 de febrero de 2022 sino a las de 1991, han dejado claro que la vía diplomática hacia un acuerdo parece actualmente una quimera.
Como muestran los acuerdos económicos y de intercambio de prisioneros, la comunicación entre los dos países nunca se ha interrumpido completamente. Sin embargo, desde la ruptura de las negociaciones en la cumbre de Estambul, no se han producido negociaciones políticas. Tampoco los socios occidentales de Ucrania han promovido en ningún momento una negociación en busca de un alto el fuego y, como su proxy en Kiev, han optado abierta y declaradamente por la guerra para lograr su objetivo político de debilitar al máximo a Rusia. Y no debe esperarse tampoco un súbito cambio en los aspectos políticos de la guerra a causa de la anunciada intervención china. Según publicaba ayer The Wall Street Journal, Xi Jinping pretende dialogar en los próximos días tanto con Volodymyr Zelensky como con Vladimir Putin, anuncio que se ha entendido como una forma de tantear la posibilidad de actuar de mediador entre los dos países. Esta iniciativa se produce apenas unos días después de que la mediación china lograra la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí, con el consiguiente relajamiento de tensiones en Oriente Medio. Sin embargo, la dificultad para lograr siquiera un alto el fuego temporal en una guerra en la que Ucrania rechaza públicamente cualquier propuesta que contradiga la máxima de guerra hasta el final, hace imprevisible un cambio significativo en los próximos meses. Sigue leyendo
Artículo Original: Denis Grigoriuk
Nuestro viaje a la zona industrial de Avdeevka se retrasó varias veces. Es un hecho que los soldados en la línea del frente tienen tareas mucho más importantes que escoltar a la prensa por las trincheras. Por norma, una persona desarmada en el frente es siempre una carga. En lugar de preocuparse por realizar las tareas de combate, por la seguridad propia y de sus camaradas, tienen que encargarse de otras personas que ni siquiera contribuyen al cumplimiento de los planes de operaciones de combate. Aun así, Frantsuz encontró el momento para llevarme a las posiciones en las que trabajaba en las tareas de reconocimiento con ayuda de un dron y realizaba ejercicios prácticos con soldados para el control de drones en una guerra de verdad.
Nos encontrábamos en las afueras de Yasinovataya. Aquí es donde comienza el territorio comanche del que habla Pérez Reverte, con sus carreteras desiertas, el terreno lleno de metralla, restos de ladrillos, metal de los proyectiles y cristales rotos que crujen bajo tus pies, pero, lo que es más importante, donde hay siempre una sensación de estar siendo observado. En la guerra moderna, no es necesario salir de las trincheras para realizar labores de reconocimiento y saber cuáles son las acciones del enemigo. Solo hay que lanzar un pájaro al cielo, un dron. A menudo son aparatos civiles con que, en tiempos de paz, se ruedan bonitas imágenes, pero que realizan tareas militares en condiciones de combate. Sigue leyendo
Meses después de su inicio, la batalla por Artyomovsk se ha convertido ya en un relato en sí mismo, con las partes en conflicto tratando, no solo de lograr sus objetivos militares, sino de imponer su narrativa sobre lo que ocurre y ha ocurrido en la lucha por la ciudad y, sobre todo, su significado. Y en ese contexto se está produciendo actualmente el intento ruso de avanzar sobre partes de la ciudad y sitiar o dificultar al máximo las líneas de suministro ucranianas y la lucha informativa con la que Ucrania y Rusia buscan presentar su actuación como un éxito estratégico o, cuando menos, táctico. El desinterés mediático por la batalla en otras zonas del frente, en las que se libra una guerra de trincheras similar, aunque de mayor intensidad a la que se observó en Donbass durante los años de Minsk, hace que las imágenes y el significado de la batalla por Artyomovsk se haya sobredimensionado hasta convertir la ciudad en un símbolo de esta guerra. Olvidada queda ya la lucha por Mariupol, que dejó destruida una ciudad de mayor envergadura y población, no hay interés alguno por seguir las batallas por los bosques de Kremennaya en el frente de Lugansk ni se ha prestado atención a la completa destrucción de ciudades como Marinka, línea del frente al sur de la ciudad de Donetsk desde 2014.
“Rusia y Ucrania han elegido Bajmut para matarse”, decía ayer el diario La Vanguardia, dando a la batalla un halo épico de destinos consumados que no se corresponde con la realidad. El avance sobre Artyomovsk era el paso inevitable para Rusia el pasado verano tras la captura de Popasnaya, Lisichansk o Severodonetsk. Sin embargo, con su ofensiva exhausta y un frente excesivamente amplio para poder soportar mayores avances, la batalla se estancó durante meses y las tropas de Wagner, cuyas bajas son desconocidas, y entre las quejas de su dueño, Evgeny Prigozhin, se han visto abogadas a una lucha cuerpo a cuerpo por avances mínimos durante meses. En las últimas semanas, y especialmente en los últimos días, esos avances se han acelerado y se producen ya sobre una parte importante de la ciudad en su parte oriental y hacia el asentamiento clave de Chasov Yar, donde puede definitivamente impedir el suministro ucraniano a través de las rutas principales, complicando más aún la situación de las tropas ucraniana en la ciudad. Según las fuentes rusas, las tropas se encuentran a 1.200 metros del centro de Artyomovsk. Sigue leyendo
Artículo Original: Colonel Cassad
Cuanto más se acerca la anunciada ofensiva de primavera de las Fuerzas Armadas de Ucrania, más preguntas surgen sobre qué tipo de medios van a utilizar Zaluzhny y su equipo para lograr el ambicioso objetivo de infligir una derrota estratégica a las tropas rusas. Por supuesto, la agrupación está siendo reformada y la coordinación de combate en la retaguardia de Ucrania y el territorio de los países occidentales va a ser importante. Se trata de, al menos, la tercera parte de la agrupación de tropas ucranianas disponibles: una brigada de montaña, alrededor de 30 de infantería, unidades anfibias y de asalto. Al menos seis brigadas de tanques. Al menos seis brigadas de artillería. Y también partes de las “fuerzas especiales” de las Fuerzas Armadas de Ucrania y la Guardia Nacional. el número total del grupo de ataque puede llegar a 140.000-160.000 personas. Consisten en al menos 400 tanques, 350 cañones, hasta 100 sistemas lanzacohetes múltiples y unos 30 HIMARS, MARS y otros análogos occidentales. Es evidente que las Fuerzas Armadas de Ucrania habrán recibido suficientes cantidades de munición, piezas de repuesto y combustible para esta ofensiva.
Según los parámetros de la ciencia militar, es probable que estas fuerzas se dividan en dos grupos de ataque, cada uno de los cuales con sus tareas específicas. Uno de los golpes será el principal y el otro, auxiliar o una distracción. Al mismo tiempo, el comando de las Fuerzas Armadas de Ucrania estará preparado para trasladar fuerzas de cualquier dirección hacia donde las posibilidades de éxito parezcan más evidentes, como ya ocurrió en septiembre con la ofensiva de Járkov, que comenzó como secundaria, pero se convirtió en la principal según se desarrolló. Sigue leyendo
Tras la devolución de los cuerpos a Ucrania, el 7 de marzo Bratstvo despidió a los cuatro miembros del Batallón que cayeron el 25 de diciembre de 2022 en territorio de la Federación Rusa, en la región de Bryansk. Según el contenido de un vídeo del grupo, difundido por The Guardian, el objetivo probable de la incursión era atentar contra un tren en dicha región rusa.
Tras algunos momentos de confusión, que obligaron a cambiar el lugar de su celebración, el funeral se desarrolló en el monasterio de San Miguel de Kiev, con un homenaje público posterior en Maidán, a los pies del monumento a la independencia de Ucrania, tal y como seguramente habrían deseado los cuatro militantes nacionalistas.
Los ataúdes fueron llevados a la simbólica plaza con honores, portados a hombros por miembros del ejército de Ucrania, aunque cubiertos únicamente por la bandera del grupo nacionalista y fundamentalista ortodoxo. Siguiendo algún tipo de protocolo que parecía querer dejar claro qué correspondía a cada parte, la única bandera de Ucrania presente en el cortejo, la que lo presidía, también venía portada por soldados ajenos a Bratstvo. Los combatientes de la unidad se limitaban a llevar los retratos de sus compañeros muertos. La bandera de las Fuerzas Armadas de Ucrania que había formado parte del acto de entrada al funeral en San Miguel no apareció en el acto de Maidán. Sigue leyendo
24 horas después de la publicación de dos exclusivas de medios estadounidenses y alemanes con filtraciones sobre las investigaciones sobre lo ocurrido el 26 de septiembre en las explosiones de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, las reacciones de los diferentes actores deja claro que no se trata únicamente de una nueva teoría con la que eliminar de un plumazo la especulación sobre la posible participación de Estados Unidos en el atentado. Es evidente que el artículo publicado por Seymour Hersh, que de forma directa y aportando un relato perfectamente factible y creíble acusa a Estados Unidos de haber colocado los explosivos que más adelante procedería a utilizar para deshabilitar de forma posiblemente permanente los gasoductos, ha obligado a las autoridades estadounidenses y europeas a aportar un relato alternativo para eliminar cualquier sombra de la duda sobre su posible culpabilidad. Estas recientes revelaciones, que llegan unas semanas después del artículo del legendario periodista y cuando solo han pasado unos días de la reunión Biden-Scholz, buscan ir un paso más allá. No se trata únicamente de aportar una hipótesis sino que esta filtración de la inteligencia de los diferentes países involucrados en la investigación y de Estados Unidos, realizada a través de medios de comunicación afines de una forma interesada y controlada, busca instalar en la conciencia colectiva una determinada idea de los hechos.
El paso del tiempo y el creciente silencio que en estos meses se ha producido alrededor del acto terrorista que destruyó unas infraestructuras críticas propiedad de varios países, entre ellos el país más importante de la Unión Europea, Alemania, ha resultado ilustrativo a la hora de analizar el interés por determinar lo ocurrido y también para apuntar a los posibles culpables. Los países occidentales señalaron rápida y directamente a Rusia como principal candidato a haber destruido esas instalaciones de las que era copropietaria y que había colaborado en construir. Sin embargo, los meses de ausencia de evidencia alguna contra Moscú pueden sumarse al hecho de que, junto con Alemania, Rusia es la principal perjudicada por los hechos como pruebas que, aunque circunstanciales, hacen altamente improbable la culpabilidad rusa. Sigue leyendo
El pasado 26 de septiembre varias explosiones dejaron inutilizados los gasoductos Nord Stream 1 y 2 que unían directamente la Federación Rusa con su cliente más importante, Alemania. El atentado hacía saltar por los aires una de las últimas conexiones económicas entre dos de los países más importantes del continente europeo. Esa relación económica se había gestado por medio de las relaciones políticas tanto con el gobierno del SPD con Gerhard Schröder como con el de la CDU de Angela Merkel. Durante este periodo, el acceso a una energía barata y accesible había sido una de las bases de la competitividad de la industria alemana, una economía de exportación que era uno de los grandes motores de la Unión Europea y de Europa en general. La construcción del Nord Stream, inaugurado en el año 2011 por Angela Merkel y el entonces presidente de la Federación Rusa Dmitry Medvedev, suponía un paso más en la relación económica Berlín-Moscú y ya fue vista con todo tipo de recelos por parte de actores continentales y norteamericanos.
En 2018, el inicio de la construcción de un segundo ramal del gasoducto, el Nord Stream-2, que jamás entraría en funcionamiento, provocó las quejas de países como Ucrania, que se arriesgaba a enormes pérdidas económicas derivadas de la presumible reducción de los volúmenes de gas transitados por su sistema de gasoductos. Con unas infraestructuras que por su edad no podían ser comparables a los gasoductos en construcción y en el contexto de una ya entonces difícil relación económica y política entre los dos países, Kiev temía perder su posición estratégica como país clave en el tránsito de gas entre Rusia y la Unión Europea. La importancia de equilibrar los intereses económicos de Alemania y la necesidad de Ucrania de no perder esos recursos económicos y posición política estratégica se mostró con claridad en la cumbre del Formato Normandía de diciembre de 2019. Celebrada en un momento en el que Rusia contaba aún con alguna esperanza de que el presidente Zelensky fuera a cumplir sus promesas electorales de compromiso en busca de la paz, la cumbre no logró ningún acuerdo sobre Donbass, teóricamente el tema principal de la agenda, pero sí sobre la cuestión de gas: Alemania logró el compromiso de Rusia de mantener unos determinados niveles de tránsito de gas a través de Ucrania más allá de la futura inauguración del Nord Stream-2. Sigue leyendo
A la espera de la anunciada ofensiva ucraniana de primavera y sin noticias de ese supuesto ataque ruso que, según Ucrania y Estados Unidos, buscaría rivalizar con la que abrió la invasión de febrero de 2022, la agenda política y militar ucraniana continúa centrada en lograr el mayor número de armas posibles. El discurso sigue pasando por alertar del beneficio que supondría para Rusia una guerra extendida en el tiempo. Esa parece ser la estrategia rusa: lograr mantener el territorio bajo su control a base de fortificar la línea del frente y avanzar, aunque lentamente, en el frente de Donbass. Ucrania, por su parte, continúa vinculando la recepción de grandes cantidades de munición y armas occidentales con la idea de victoria segura. El objetivo, según esta versión, es acelerar la victoria a base de la entrega inmediata en lugar de progresiva de las armas solicitadas por Kiev.
Hace unos días, al igual que su ministro de Defensa, que ha presentado su lista de deseos a Ded Moroz, Zelensky anunció ante representantes del Partido Republicano el armamento que solicitará a Estados Unidos, entre el que se encuentran los deseados cazas F-16. La posible tendencia republicana a bloquear los envíos de armas, algo que ni ha ocurrido ni parece que pueda ocurrir a corto ni medio plazo, está convirtiéndose en uno de los argumentos más esgrimidos por las voces más beligerantes y belicistas del establishment occidental para acelerar aún más esas entregas. Sigue leyendo
Desde el pasado verano, cuando quedó interrumpida, en una repetición de lo sucedido en Crimea, el suministro de agua al canal Seversky Donets-Donbass, la situación del suministro de agua en la ciudad de Donetsk ha sido uno de los grandes problemas para la población y también para las autoridades rusas, que se han visto obligadas a iniciar, en plena guerra, toda una serie de complejas obras para paliar un problema que no existía tan solo meses antes. Los cortes de suministro y el juego con la estación de filtración de agua de Donetsk había sido una de las armas de presión que Ucrania había utilizado a lo largo de los años de Minsk y lugares como Lugansk habían sufrido problemas de suministro, pero la principal ciudad de Donbass se había mantenido al margen de problemas de larga duración.
Las catastróficas condiciones de falta de agua potable, elemento sin el que no es posible la vida, dejaron a Rusia con dos opciones para evitar un desastre humanitario: una solución temporal a base de surtir el canal con fuentes locales de agua o una solución más definitiva que surtiera al Seversky Donets-Donbass con agua del río Don, una obra de gran calibre que llevaría meses. La tercera opción, avanzar sobre el norte de la región de Donetsk para dominar la zona desde la que puede controlarse el suministro de agua al canal implicaba una dependencia de la situación militar que hacía inviable esta espera, especialmente teniendo en cuenta el creciente escepticismo de la población ante la posibilidad de resolver el problema a corto plazo. Finalmente, Rusia ha optado por una combinación de las dos opciones más viables y, poco a poco, ha abierto nuevas vías locales de suministro de agua, que pese a no solucionar definitivamente el problema han logrado paliar la situación extrema, a la espera de una solución definitiva en forma de un nuevo canal que lleve el agua directamente desde el río Don. Cuando se complete, la obra supondrá un nuevo nexo de unión entre Donbass y la Rusia continental y grandes ciudades como Donetsk dejarán ya de depender de zonas bajo control ucraniano para algo tan importante como el suministro de agua. Sigue leyendo
El miércoles, 1 de marzo, día que tanto Rusia como Ucrania consideran tradicionalmente el inicio de la primavera, el ministro de Asuntos Exteriores Dmitro Kuleba afirmó que el país ha superado “el invierno más difícil de su historia”. Ucrania parece estar refiriéndose en esta ocasión a la etapa de independencia del país, algo que contrasta con su tendencia habitual a olvidar, por ejemplo, que la República Socialista Soviética de Ucrania formaba parte de la URSS para dar al país una aún mayor relevancia de la que tuvo en la victoria en la Segunda Guerra Mundial. De lo contrario, e insistiendo en el ejemplo de la Gran Guerra Patria bajo la ocupación alemana en condiciones de dureza extrema, la afirmación actual no sería más que un nuevo ejercicio de revisionismo como los que tanto ha acostumbrado a realizar Kiev en estos últimos años en los que ha tratado de reescribir su pasado y su presente para justificar así las decisiones de futuro.
Como ya apuntó Estados Unidos tras la caída de Jersón, cuando afirmó que no se esperaba un gran desarrollo de la guerra en los meses de otoño, temporada de barro, e invierno, los combates se han localizado en puntos concretos, con gran parte del país sufriendo las consecuencias de la guerra -tanto los ataques con misiles a infraestructuras críticas, los apagones o la crisis económica vinculada al conflicto bélico-, pero lejos de la línea del frente. La situación más difícil tanto para la población civil como para los dos ejércitos en combate continúa siendo la de Donbass, especialmente en la zona de Artyomovsk, donde el lento pero continuo avance de las tropas rusas prácticamente ha cerrado el cerco operativo. Así lo anunciaba el viernes el dueño de Wagner, Evgeni Prigozhin, que afirmó que Artyomovsk está prácticamente sitiado. Los combates continúan en una batalla cuyas cifras de bajas se desconocen, pero en la que la duración e intensidad dejan claro que han de ser necesariamente elevadas. No es casualidad que la batalla haya sido comparada con las luchas de trincheras de la Primera Guerra Mundial. Sigue leyendo
Este artículo pretende llamar la atención sobre el colapso del derecho internacional tras el fracaso del modelo de regulación de conflictos que la llamada comunidad internacional impuso en el periodo de disolución de la URSS y de la antigua Yugoslavia. Este colapso, acentuado tras la secesión de Kosovo, explica en gran medida la opción por la guerra que han adoptado tanto la Federación Rusa como Ucrania y las grandes potencias occidentales.
Desde junio de 1991 hasta febrero de 2022, en el contexto europeo, tres son las fases principales que marcan el proceso de colapso del derecho internacional en su aproximación a la aplicación conjunta de los principios de autodeterminación y de soberanía e integridad territorial de los estados.
La fase inicial se sitúa en la secesión de Eslovenia y Croacia, impuesta en lo fundamental por Alemania, aunque con el posterior apoyo decidido de Estados Unidos y otros países occidentales. En términos jurídicos, en el contexto de la guerra en Croacia y en otras regiones yugoslavas, el conflicto se resuelve apelando a la disolución efectiva de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, con una regulación de este proceso enmarcada en las Opiniones de la Comisión Badinter. En términos políticos, resulta determinante la aquiescencia con el proceso de la Federación Rusa, entonces presidida por Boris Yeltsin, que facilita la entrada de Croacia y Eslovenia en la ONU. Sigue leyendo
A lo largo de la mañana de ayer, 2 de marzo de 2023, los servicios de seguridad rusos anunciaron un incidente en el que un grupo de sabotaje procedente de Ucrania habría cruzado la frontera en la región de Briansk y, en un acto calificado de terrorista, disparó contra una un vehículo en movimiento causando la muerte de un civil y heridas a un niño de diez años. Aunque llegó incluso a especularse con la posibilidad de que un grupo hubiera tomado rehenes, no hay confirmación alguna de que tal incidente tuviera lugar. Sin embargo, coincidiendo con la denuncia rusa, el llamado Cuerpo de Voluntarios Rusos, RDK por sus siglas en ruso, publicó un vídeo en el que su líder Denis Kapustin «Nikitin», White Rex, anunciaba que el grupo había cruzado la frontera. Con el estandarte de su legión rusa en mano, afirmaban haber cruzado la frontera estatal y, tras negar haber atacado a civiles, apelaban a la población rusa a “dejar de ser esclava” y derrocar al “régimen de Putin”, objetivo claro marcado por el grupo.
Pese a tratarse de un batallón ya mencionado incluso por grandes medios internacionales y cuyo líder es una figura relativamente conocida en el mundo de la extrema derecha, expertos, analistas y periodistas occidentales colocaron ayer comillas al nombre Cuerpo de Voluntarios Rusos, dando así cierta credibilidad a las alegaciones del Gobierno ucraniano. En su habitual tono de burla, Mijailo Podoliak escribió en su cuenta de Twitter que “la historia sobre el grupo de sabotaje ucraniano en la Federación Rusa es la clásica provocación deliberada”, apelando nuevamente a la idea de que Rusia realiza atentados de falsa bandera contra sí misma. “La Federación Rusa quiere justificar el ataque contra otro país y la creciente pobreza después de un año de guerra”, continuaba Podoliak, sin importarle que los datos de crecimiento de la pobreza en Ucrania hayan sido en este año absolutamente escandalosos pese a la asistencia económica constante que Kiev recibe de sus socios. Finalmente, el asesor de la Oficina del Presiente llegaba a su mensaje principal de amenaza futura: “El movimiento partisano en la Federación Rusa se está haciendo más fuerte y más agresivo. Temed a vuestros partisanos”, insistía sin explicar por qué afirmaba tanto que todo había sido una falsa bandera y, a la vez, un acto partisano. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Grishin / Komsomolskaya Pravda
No pasa un solo día sin que una de las figuras de las altas esferas del poder en Ucrania conceda una entrevista a tal o cual medio occidental. Parece como si Zelensky hubiera ordenado a su equipo que fuera así. Kuleba, Shmygal, Reznikov, Podoliak, Melnik y toda otra serie de personajes menos significativos no abandonan las pantallas de los medios occidentales ni las páginas de las publicaciones escritas extranjeras. Como mineros que trabajan para cubrir las exigencias mínimas, solo que no lo hacen en la mina y con el martillo, sino en sus despachos y utilizando el lenguaje.
Aquí está el ministro de Defensa de Ucrania Oleksiy Reznikov, que hace poco mostró un Su-27 [creyendo que se trataba de un F-16] bordado en un pañuelo, dando otra entrevista, en esta ocasión al diario italiano La Repubblica, en la que ha detallado cómo van las cosas en relación con la asistencia occidental de armas: “Los SAM aún no han sido entregados, pero los tendremos. Nuestra gente está aprendiendo a usarlos. Es gracias a ellos que podremos proteger los cielos. Y en la tierra tendremos los tanques Leopard. También he pedido nuevos vehículos blindados como Bradley, Spartan, Mastiff. En mi carta a Ded Moroz, por supuesto, están los cazas”, afirmó Reznikov a los periodistas italianos. Sigue leyendo
Cumplido ya el primer año de guerra rusoucraniana, el conflicto continúa marcando política y económicamente la realidad de todos los países implicados directa e indirectamente en la lucha. Pero aunque las consecuencias económicas vayan más allá del territorio en el que se está produciendo la batalla, las consecuencias directas de la muerte y destrucción que implica la guerra se producen a diario en los territorios controlados por Rusia y Ucrania. La destrucción es máxima especialmente en los pueblos y ciudades de Donbass, fortificados por Ucrania durante los siete años de Minsk, un proceso en el que Kiev siempre demostró no creer y del que ahora reniega abiertamente. El desinterés de los socios occidentales de Ucrania por forzar a su aliado a cumplir con el acuerdo que todos ellos habían negociado ha hecho posible que el cambio de discurso no resulte chocante ante la prensa. Kiev puede permitirse ahora afirmar abiertamente que jamás tuvo intención de implementar los acuerdos de Minsk sin necesidad siquiera de justificar el cambio en la narrativa, aunque no en la actuación. Pese al compromiso prometido por el candidato Zelensky y la aparición, a lo largo de 2019, de un movimiento “contra la capitulación”, nunca hubo opción alguna para seguir el camino de Minsk.
Según datos de Naciones Unidas, a fecha del 13 de febrero, más de ocho millones de personas permanecían en el extranjero, más de dos millones de ellas refugiadas en la Federación Rusa, una pérdida de población que se une a la crisis demográfica que precede a la guerra y que difícilmente podrá recuperarse íntegramente. La situación para quienes han permanecido en el país roza la catástrofe incluso en los lugares más alejados del frente. A los apagones y condicionantes directamente asociados a la guerra hay que sumar la fuerte inflación. Según los datos del Banco Nacional de Ucrania, en el año transcurrido desde el inicio de la intervención rusa, la inflación ha ascendido gradualmente desde un ya elevado 10% al actual 26%, donde se ha estabilizado en los últimos tres meses. Y pese a que la actuación económica ucraniana no ha optado, como sí lo han hecho Rusia, la Unión Europea o incluso Estados Unidos, por una forma de keynesianismo para responder a la crisis económica vinculada a la guerra, la intervención estatal ha minimizado, cuando menos en parte, las dificultades económicas. Teniendo en cuenta el fuerte desequilibrio de la balanza de pagos desde febrero de 2020, la intervención del Banco de Ucrania en defensa de la grivna ha conseguido que no desaparecieran de un plumazo, por ejemplo, los ahorros de la población. Sigue leyendo
A medida que la situación se complica para las Fuerzas Armadas de Ucrania en la zona de Artyomovsk, donde el avance de las tropas rusas al suroeste de la ciudad ha comenzado a amenazar seriamente la principal vía de suministro ucraniano, empiezan a aparecer con cada vez más fuerza los anuncios de la futura ofensiva. A lo largo de los últimos doce meses, Ucrania ha tratado siempre de esperar hasta disponer de buenas noticias para admitir sus derrotas. Así ocurrió recientemente con la pérdida de Soledar, una ciudad que carecía de importancia estratégica, pero a la que los discursos del presidente Zelensky habían dado una épica resonancia. Doce días después de que fuera evidente el control ruso, Ucrania reconoció haber perdido esas posiciones el mismo día en el que pudo finalmente celebrar el anuncio del envío de tanques occidentales para la ofensiva de primavera, esa que ahora empieza a perfilarse y de la que Kiev se jacta antes incluso de haber comenzado.
Artículo Original: Antifashist
El jefe adjunto del Directorio Principal de Inteligencia (GUR) del Ministerio de Defensa de Ucrania, Vadim Skibitsky ha precisado el momento y el objetivo de la contraofensiva ucraniana. Comenzará en primavera y buscará cortar el corredor de tierra a Crimea. Se refirió a ello en una entrevista concedida a DW. “Creo que estaremos preparados para la contraofensiva en primavera”, afirmó Skibitsky, que añadió que el momento específico depende de una serie de factores, entre ellos el suministro de armas occidentales. Según sus palabras, uno de los objetivos estratégicos será el intento de “abrir una brecha en el frente ruso en el sur, entre Crimea y Rusia”. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
“Feliz día, compañeros”. El 23 de febrero [Día de la Defensa de la Patria], me arrastro hasta la subterránea sala de control de una de las formaciones rusas. Una docena de hombres de uniforme observan varias grandes pantallas. Desde el exterior, podría pensarse que se trata de un visionado organizado de un concierto festivo o la felicitación del comandante en jefe. Pero en los monitores no hay estrellas del pop, ni pantallas coloridas. El día de la defensa de la patria en la zona de operaciones de la operación militar especial no es motivo para dejar de lado las labores de combate. Las pantallas muestran las imágenes de los drones que, superando las medidas electrónicas enemigas, transmiten la visión del otro lado en tiempo real. “¿Qué pasa por ese punto? Apunta”, ordena el comandante.
Un hombre maniobra la palanca como si fuera una videoconsola y hace zoom en un vehículo blindado. Es un blindado del oponente. Se acerca al bosque, creyendo ser invisible para los drones. Pero, desde el punto de control, es claramente visible cómo dos personas abandonan la caja y se encuentran con un tercero y, manteniendo la distancia, caminan amigablemente a algún lugar de la nieve. El dron les sigue durante diez minutos hasta que llevan a nuestro operador a un punto fuerte escondido entre la naturaleza y cuidadosamente tapado. Parece que uno de los paquetes llega con inspección. Sigue leyendo
En un día plagado de obviedades, Dai Bing, embajador de la República Popular China en Naciones Unidas, pronunció el viernes unas palabras que deberían parecer evidentes: “Volver a llevar a las partes a la mesa de negociación no va a ser fácil, pero es el primer paso hacia una solución política”. Como se había anunciado ya a lo largo de la semana, coincidiendo con el primer aniversario del inicio de la intervención militar rusa en Ucrania, China había publicado horas antes su propuesta de paz para el conflicto ucraniano. Aunque con puntos directamente referidos a la guerra rusoucraniana, la propuesta es también una hoja de ruta de buenas prácticas y búsqueda de la seguridad colectiva y rechazo a la política de bloques que va mucho más allá de la actual guerra en Europa. China no solo tantea el terreno para intentar convertirse en un país mediador para el restablecimiento de la paz, sino que, consciente de que la política de atrincheramiento de bloques mina su aspiración a convertirse en potencia global busca también crear un contexto que elimine esa posibilidad de nueva guerra fría que impera actualmente en las relaciones internacionales y se expresa prácticamente a diario en las declaraciones de los líderes internacionales.
En términos generales, la propuesta china plantea un alto el fuego, apertura de corredores humanitarios y protección a las infraestructuras críticas, especialmente las centrales nucleares, en busca de protección para la población civil y como vía hacia una negociación política entre las partes que fuera favorecida por la comunidad internacional. China recuerda también el peligro de las armas nucleares y explícitamente afirma que no deben ser utilizadas. Mostrando que la hoja de ruta no se refiere únicamente al conflicto rusoucraniano, Beijing apela a “prevenir la proliferación nuclear y evitar las crisis nucleares”. Como punto final, China llama a la eliminación de todas la sanciones no aprobadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, es decir, toda sanción unilateral impuesta en estos meses por parte de Estados Unidos y sus aliados contra Rusia y Bielorrusia, pero también de la respuesta en forma de contrasanciones impuesta por la Federación Rusa. Sigue leyendo
A primeros de febrero de este año, Daniel Boffey tomaba en The Guardian el testigo de otros periodistas anglosajones, como Carlotta Gall, en el relato de las hazañas del Batallón Bratstvo. En su artículo, el periodista se refiere a la Hermandad de Dmytro Korchinsky como “un grupo de voluntarios de las fuerzas especiales ucranianas”.
Como recogían las crónicas previas de Gall en The New York Times, Bratstvo se ha especializado en acciones de penetración en territorio bajo control del ejército de la Federación Rusa, ocasionalmente en territorio ruso. En diciembre de 2022, durante una de esas misiones, cuatro miembros del grupo caían en la región de Bryansk, después de introducirse una decena de kilómetros más allá de la frontera rusoucraniana. A pesar de las bajas de diciembre, las intenciones militares de Bratstvo siguen orientándose a “llevar la lucha” ucraniana “más allá de las áreas ocupadas de su país, y adentrarse en Rusia”. El objetivo declarado: tensionar, desmoralizar y poner nervioso al comando ruso. Sigue leyendo
Hace exactamente un año, por medio de un discurso pregrabado, el presidente ruso Vladimir Putin anunciaba el inicio de una operación militar especial con la que el país debía liberar los territorios de las Repúblicas Populares según fueron proclamadas en 2014 y desnazificar y desmilitarizar Ucrania. Durante los meses anteriores a la invasión, la inteligencia de los países de la OTAN había trabajado duro para instalar en la conciencia colectiva la falsa idea de que Rusia podría capturar Kiev en 72 horas. Aunque ese lema siempre fue desinformación occidental, el hecho de que la guerra se haya alargado más allá de lo deseado por Moscú ha servido en este tiempo para el discurso ucraniano de exaltación de sus éxitos y sus habilidades. Sin embargo, al margen de esas falsas concepciones de una guerra corta en la que Rusia lograría someter a Ucrania en poco tiempo, es indudable que Moscú ha encontrado en Ucrania una serie de dificultades que, aunque debió prever, no esperaba.
Mucho se ha debatido sobre los objetivos concretos que perseguía el liderazgo ruso con su ataque a Ucrania y, sobre todo, con su avance sobre Kiev. Sin suficiente cobertura aérea y partiendo de la falsa premisa de que las tropas ucranianas no se resistirían -un imperdonable error de inteligencia, que jamás debió confiar en que un ejército no lucharía hasta el final después de haberse curtido durante ocho años en las trincheras-, las tropas rusas avanzaron de forma rápida hacia la capital ucraniana para chocar finalmente con el muro ucraniano que nunca lograron derribar. Sin embargo, los actos de las autoridades rusas y las palabras de Vladimir Putin apenas unas horas después del inicio de la operación militar apuntan a que el interés de Moscú no fue capturar toda Ucrania o reabsorber al país para su esfera de influencia. Sigue leyendo
A lo largo de este año transcurrido desde el inicio de la intervención rusa, una de las grandes cuestiones de esta guerra ha sido la asistencia occidental a Ucrania, que ha hecho del país, no solo de su ejército, un proxy de la OTAN y la Unión Europea. Aunque en este tiempo se ha dado más protagonismo a la asistencia militar y a los problemas de cumplir con las ingentes exigencias de Kiev en términos de armamento y munición -de la que Ucrania dice carecer, pero utiliza a diario en bombardeos indiscriminados de lugares como la ciudad de Donetsk-, no ha sido menos importante la asistencia financiera. Esos ingresos constantes han permitido a Ucrania mantener cierto funcionamiento del Estado y, por ejemplo, el pago de las pensiones. Pero aunque absolutamente financiado desde el exterior, ya sin prácticamente una economía propia que no dependa de sus acreedores, la ayuda nunca es suficiente. En ello inciden también dos de los más incondicionales defensores de Kiev: la prensa británica y el Gobierno de Polonia.
Artículo Original: Antifashist
El medio británico Financial Times, citando las conclusiones de los analistas del Institute of World Economy de Kiel, afirma que Ucrania ha recibido, de momento, menos de la mitad de los fondos que los países occidentales han prometido destinar como asistencia financiera. Según el instituto, a diciembre de 2022, el Ministerio de Finanzas de Ucrania había recibido 31.000 millones de euros de sus aliados occidentales pese a que estos habían prometido unas transferencias de 64.000 millones, sin incluir en esta cantidad la asistencia militar. De los 30.000 millones prometidos por los países de la Unión Europea y el Banco Europeo de Inversiones, Kiev ha recibido 12.500 millones de euros hasta el momento. Hay que mencionar también que, en noviembre, la Unión Europea revisó la estructura de pagos y prometió transferir el resto de los fondos a lo largo de 2023 en razón de alrededor de 1.500 millones de euros al mes. Sigue leyendo
Después de varios meses de crecientes tensiones y negociaciones fracasadas, las horas del 22 de febrero de 2022 supusieron momentos frenéticos en los que colapsó completamente el frágil equilibrio que se había mantenido durante siete años en el proceso de Minsk. Semanas antes, Estados Unidos y la OTAN habían rechazado toda negociación política con Rusia para detener la expansión de la Alianza hacia el este en la que Moscú exigía un compromiso por escrito de la renuncia a admitir a países como Georgia y Ucrania. El objetivo ruso no difería de los intentos diplomáticos de la Unión Soviética a lo largo del último siglo, ser incluido en la arquitectura de seguridad del continente. Creada en gran parte contra Moscú tanto en los años de posguerra de la Primera Guerra Mundial como en la Guerra Fría, la arquitectura de seguridad europea siempre estuvo cerrada para Moscú, que nunca dejó de ser considerada un rival y un oponente, nunca un potencial aliado con el que los países continentales compartían intereses. Sobreestimando la debilidad estadounidense tras la retirada de Afganistán, Rusia quiso obligar a Washington a una negociación que siempre fue imposible. Estados Unidos, que utilizó la guerra para presionar a sus socios en busca de una alejamiento de Moscú que se ha concretado en el último año, que desde 2014 se mostró cómodo con una guerra controlada en las fronteras de Rusia. La negociación nunca fue posible.
El conflicto ucraniano contó desde sus inicios con un componente interno, una parte política procedente de la división provocada por el golpe de estado del 24 de febrero de 2014 y que hizo posible la anexión de Crimea y causó la guerra en Donbass, y un aspecto geopolítico que iba más allá de la política interna ucraniana o de la relación entre Moscú y Kiev. En las primeras semanas de 2022, esos dos aspectos convergieron en su máxima tensión para forzar un cambio completo en la estrategia que Rusia había seguido desde los primeros meses de 2014 tras la anexión de Crimea, cuando el objetivo de Moscú fue consolidar la situación en Crimea y buscar un acomodo de Donbass en una Ucrania en la que fuera posible la existencia de una región rusófona e industrial que mirara hacia Moscú en lugar de hacia Bruselas y Washington a la hora de buscar referentes culturales y socios económicos. Sigue leyendo
En los últimos tiempos, los aliados occidentales de Ucrania, entre los que se encuentran algunas de las principales potencias militares mundiales, han admitido las dificultades que están sufriendo para garantizar el suministro de armas y especialmente de munición para una guerra incomparable con todo conflicto en el que han participado en los últimos años. Acostumbrados a conflictos con gran desequilibrio de fuerzas, en los que han sido capaces de imponer su superioridad aérea y potencia artillera sobre milicias, guerrillas y ejércitos menores a los que se han enfrentado -y a los que no siempre han sido capaces de vencer-, los aliados occidentales de Ucrania se enfrentan ahora, aunque sea de forma subsidiaria, a un ejército bien armado y apoyado por un país con capacidad militar para suministrar a sus fuerzas armadas en un conflicto largo. Destruida su industria militar por la guerra, pero también por la dejadez y corrupción de los treinta años de liberalismo y economía de mercado, Ucrania depende así de los suministros procedentes de los países del antiguo Pacto de Varsovia y de la OTAN.
En este año transcurrido desde la intervención militar rusa, Kiev y sus socios, especialmente Washington, Londres y Bruselas, aunque también las capitales menores de los países europeos, han tratado de presentar un discurso de unidad mundial frente a un agresor que causó una guerra no provocada y sin precedentes en el orden internacional basado en reglas, concretamente las de Estados Unidos. Ese simplista discurso trata de hacer olvidar los ocho años de guerra que precedieron a la intervención rusa, la actitud de Ucrania con respecto a los acuerdos de paz firmados en 2015 y el uso que actores externos como Estados Unidos han hecho del conflicto en su exitoso intento de obstaculizar las relaciones políticas y económicas entre Moscú y las capitales europeas, fundamentalmente Berlín. Sigue leyendo
Como ya habían anunciado hace unos días, la Unión Europea pretende conmemorar el primer aniversario del inicio de la intervención militar rusa con un golpe de autoridad. Además de los diferentes actos de condena y propaganda de un discurso que en este año ha logrado poner a la UE cada vez más a merced de los intereses de Estados Unidos, Úrsula von der Leyen anunció que habrá un nuevo paquete de sanciones. Sin la participación de Naciones Unidas, toda sanción impuesta por Washington, Londres o Bruselas es un ejemplo de sanción unilateral a la que no tienen por qué unirse terceros países. Solo el riesgo de sanciones secundarias y el temor de caer en esas sanciones obliga a empresas y estados a aceptar unas sanciones que en su formato actual son ilegales.
La pérdida de poder del bloque occidental se ha manifestado en este año en la negativa de cada vez más países a someterse a la voluntad de Estados Unidos y la Unión Europea, por lo que las sanciones no han supuesto para Rusia el devastador efecto al que aspiraban sus oponentes. Negando el fracaso de las sanciones, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, comparó esta herramienta de guerra económica con “veneno a base de arsénico” que tarda en actuar pero cuyos efectos a largo plazo son “irreversibles”. Sin embargo, el contenido de las anticipadas nuevas sanciones muestra que son escasos ya los sectores económicos que no han sido sancionados. En alguno de los casos, los contenidos de las nuevas sanciones muestran también la impotencia de la Unión Europea en su guerra económica contra Moscú. Sigue leyendo
Continúa, con la guerra de Ucrania como eje fundamental del discurso, la Conferencia de Seguridad de Múnich, convertida este año en un foro para realizar la labor de lobby en busca de armamento y munición para la guerra proxy en la que la OTAN ha prometido apoyo “hasta el final”. En su discurso, que no contó con novedad alguna y se limitó a ser una nueva repetición de los lugares comunes habituales con los que la Unión Europea ha construido su discurso, Úrsula von der Leyen apeló a redoblar los esfuerzos. Sin miedo ya a hablar de la guerra en primera persona, la presidenta de la Comisión Europea afirmó que “tenemos que continuar con el apoyo verdaderamente masivo que es necesario para que esos planes imperialistas de Putin fracasen completamente”.
Instalados ya en la idea de la contraofensiva que, según los planes de estrategas ucranianos y occidentales debe suponer el punto de inflexión definitivo para la guerra, es indudable que el masivo apoyo militar, político, diplomático y económico a Ucrania continuará en los próximos meses tan incondicional como lo ha sido desde el inicio de la guerra en 2014 y a través de los años en los que Kiev, sin intención de detener su agresión sobre Donbass, se negaba abiertamente a implementar los acuerdos de paz que había firmado y negociado con la mediación de Francia y Alemania. Sigue leyendo
La última semana ha supuesto en el frente cambios mínimos. Los ligeros avances rusos en el frente de Artyomovsk, aunque lentos, costosos y escasos, son los únicos reseñables en un momento de duras batallas posicionales en las zonas fortificadas de Donbass. Posiblemente con el objetivo de lograr más cobertura aérea y más medios, Evgeny Prigozhin se quejaba esta semana de la “monstruosa burocracia rusa” y advertía que la captura de Artyomovsk llevará meses más de lo debido. La lucha continúa siendo prácticamente cuerpo a cuerpo en una ciudad ya destruida y en la que Ucrania llama a la población a una evacuación inmediata.
En su habitual tono, la viceprimera ministra de Ucrania, Irina Vereschuk, conocida por haber apelado a la ciudadanía de los territorios bajo control ruso a no escolarizar a la infancia, apelaba a “todo ciudadano correcto, respetuoso de la ley y patriota” a abandonar inmediatamente la ciudad. La presencia de civiles, alega Ucrania, condiciona una batalla en la que Ucrania se defiende a toda costa con el único objetivo de concentrar los esfuerzos rusos en un punto, tratando así de infligir el mayor número de bajas posibles y limitar la capacidad de combate de las tropas de la Federación Rusa y desgastarlas al máximo mientras Kiev y sus socios preparan la gran ofensiva de primavera-verano. Sigue leyendo
Hace no tanto tiempo, la afirmación de que la guerra en Ucrania era, en realidad, una guerra subsidiaria entre Rusia y los países de la OTAN era considerada un intento de presentar el punto de vista ruso. Sin embargo, los crecientes envíos de armamento y, sobre todo, las declaraciones de las autoridades políticas y militares de esos países han dejado claro que la Alianza es un actor que, pese a no luchar directamente en la contienda, está más que presente en aspectos del día a día de la guerra. Desde el inicio de la intervención militar rusa y, sobre todo, desde el lanzamiento de todo un mecanismo de suministro constante de armas y financiación al ejército ucraniano, ha quedado patente que el objetivo de la OTAN, al margen de la victoria de Ucrania, era también debilitar a Rusia, país heredero de la potencia contra la que se formó la organización militar.
A pocos días del primer aniversario de la entrada de Rusia en la guerra, los medios de comunicación muestran el grado de implicación de la OTAN en el conflicto. En un momento en el que una parte del establishment militar alerta de la posibilidad de escalada, el argumento para defender el masivo envío de armamento cada vez más pesado a Ucrania es precisamente la gran implicación de los socios occidentales de Ucrania. Sigue leyendo
Con aún más claridad que el pasado verano, cuando Ucrania prácticamente telegrafiaba su futura contraofensiva en la región de Jersón, tanto Kiev como sus socios confirman los preparativos para la futura ofensiva de primavera-verano, con la que pretenden poner a Rusia contra las cuerdas. Sin embargo, una ofensiva en campo abierto, como sería el caso en el frente sur, requiere de una enorme cantidad de armamento y munición, gran parte de la cual será ya occidental. En estos meses de intensa guerra, los stocks de armamento soviético y postsoviético se han agotado y pese a la exaltación que causa en Ucrania recibir armamento occidental, la contrapartida de esas entregas es la necesidad de instrucción y entrenamiento previo para incorporar ese equipamiento.
Una vez en Ucrania, es de esperar que aumenten los problemas logísticos que implica el uso de un enorme abanico de blindados y carros de combate con diferentes necesidades de mantenimiento. Por el momento, el reto de Kiev no es solucionar esos problemas futuros, sino instruir lo más rápidamente posible al personal y recibir ese material. Las declaraciones de Kiev y sus socios apuntan a varios meses de preparación para la ofensiva, aunque es previsible que esos tiempos traten de acortarse al máximo. Al fin y al cabo, estos anuncios dan a Rusia preciadas semanas para preparar la defensa contra una ofensiva en la que ya es consciente a qué armas va a tener que enfrentarse. Sigue leyendo
En 2019, un informe de Rand Corporation, think-tank extremadamente influyente y cercano al establishment político y militar estadounidense, proponía abiertamente “sobreextender y desequilibrar a Rusia”, el viejo oponente de la Guerra Fría, ya entonces bajo el peso de las sanciones impuestas por los países occidentales tras la reabsorción de Crimea y el estallido de la guerra en Donbass. En ese contexto, Rand planteaba una estrategia combinada de presión política, diplomática, social y económica que obligara a Rusia a tener que atajar un número imposible de cuestiones al mismo tiempo. En el plano económico, el think-tank proponía un aumento de las sanciones económicas y financieras cuando, debido al descenso del precio de materias primas como el petróleo y el gas, los ingresos rusos se habían reducido.
Se plateaba además buscar un incremento del peso del gas natural licuado procedente de Estados Unidos para reducir el peso del gas ruso en el mercado europeo, en aquel momento cliente principal del sector energético ruso. A ello se sumaba buscar una fuga de talentos que minara el desarrollo económico y tecnológico propio y toda una serie de medidas de presión en países aliados de Rusia. Nagorno Karabaj, Asia Central, Siria, Bielorrusia o Ucrania eran solo algunos de los ejemplos en los que Estados Unidos podía, y debía, presionar a Rusia en busca de una desestabilización interna que lograra los objetivos políticos de Estados Unidos. Sigue leyendo
El mes pasado, la confirmación de que Alemania no solo permitirá la exportación de tanques Leopard a Ucrania sino que Berlín enviará una cantidad sustancial de ellos provocó una doble reacción. Por una parte, Ucrania y sus socios comenzaron ya a dar por ganada la batalla para la que se prevé el uso de esos tanques, la lucha por Melitopol y el camino a Crimea, pero, por otra Kiev comenzó a exigir de inmediato el material que debe acompañar a esos tanques en la ofensiva, fundamentalmente los misiles de largo alcance y la aviación para realizar la cobertura. El proyecto de envío de tanques continúa y Alemania ha anunciado que en los próximos días comenzará la instrucción de tanquistas ucranianos en un proceso que, según el ministro de Defensa alemán, será más breve de lo habitual y contará únicamente con los aspectos más básicos. La prioridad no es la calidad de la instrucción sino la rapidez con la que ese material puede trasladarse al frente para una ofensiva de primavera-verano que corre prisa, especialmente ahora que se ha dejado perfectamente claro a Moscú cuáles serán su dirección y objetivos.
A riesgo de sufrir posteriormente imágenes de tanques alemanes destruidos, abandonados o capturados por las tropas rusas, los socios occidentales de Ucrania buscan la rapidez con la que Ucrania pueda disponer de ese material. Pese a las iniciales reticencias de Olaf Scholz a aprobar el envío de tanques a Ucrania, considerado una forma de escalada en las fases iniciales de la intervención rusa, Alemania y Polonia se encuentran actualmente al frente de la coalición de tanques que debía formarse a partir de la reunión de la base de Rammstein, pero en la que ahora mismo se encuentran fundamentalmente esos dos países. Así lo afirmaba la semana pasada un artículo publicado en The Wall Street Journal que detalla cómo Alemania ha pasado de ser la parte presionada en busca de tanques a ser la que ejerce de lobby en busca de que los países de la OTAN cumplan con lo que prometían cuando presentaban a Olaf Sholz como el hombre que impedía esa coalición de tanques. Sigue leyendo
Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
“Es más ruidoso Belgorod que esto”, sentencia un compañero mientras circulamos por Lugansk en busca de alojamiento. Limpio la mirada borrosa y empiezo a notar una ligera disonancia. He pasado los dos días anteriores en Belgorod resolviendo asuntos humanitarios. Como es tradición, antes de salir hacia Donbass, en Moscú un grupo de voluntarios llenó mi coche hasta arriba de todo lo necesario en el frente, hasta el punto de que apenas conseguí encajar mis propias pertenencias. En el último año se ha formado, a partir de una iniciativa de mujeres, un enorme grupo de casi 6000 personas que ayudan al frente en diferentes aspectos: bienes para los refugiados, medicinas para los hospitales y equipamiento para los soldados.
Acaban de completar la recaudación para una de las unidades movilizadas y además se las han arreglado para meter en mi coche visores térmicos y cuadricópteros como regalo añadido. Los recogí en Belgorod, donde se pueden escuchar los sonidos de la artillería pesada e incluso algún par de disparos de la defensa aérea. De camino a la frontera, llaman la atención las zanjas y las barreras de hormigón. La vida al lado de la guerra no permite relajación. “La mayoría ya se ha acostumbrado a las nuevas circunstancias e intenta ayudar a los militares de alguna manera”, me dice mi amigo al despedirse. “Los niños todavía estudian a distancia por motivos de seguridad. La gente se acaba acostumbrando a todo”. Sigue leyendo
Prácticamente tan olvidadas como las conversaciones de Minsk, de las que ya todos los participantes a excepción de Rusia reniegan, las negociaciones de paz de las primeras semanas de la intervención rusa en Ucrania han vuelto nuevamente a la actualidad. Esos contactos se iniciaron apenas unos días después de la entrada de Rusia en la guerra, cuando la capital ucraniana se encontraba bajo el asedio de las tropas rusas, que avanzaban de forma sólida tanto en Lugansk, menos fortificado que Donetsk, y el en frente sur hacia la ciudad de Jersón. Las negociaciones debían buscar una solución política a dos cuestiones fundamentales en las que la contradicción entre los dos países era absoluta: la cuestión militar y el aspecto territorial. Desde su comienzo en 2014, la guerra de Ucrania ha contado con un aspecto político interno y otro geopolítico que iba más allá de las consecuencias que para el país y su desarrollo había tenido la victoria de Euromaidan, que derrotó al bloque político “prorruso” -en realidad partidario de mantener lazos a este y oeste- y aceleró el camino hacia la Unión Europea y la OTAN. Los aspectos que Rusia y Ucrania debían negociar en marzo de 2022 bajo la presión de una guerra que se acercaba a la capital ucraniana son la representación de esos dos aspectos.
Rusia buscaba, por una parte, solucionar la cuestión política territorial. En 2014 y con una operación rápida y sencilla que transcurrió sin que Ucrania pudiera ejercer resistencia alguna, Moscú había logrado recuperar Crimea y la guerra de Donbass había dejado a los territorios de la RPD y la RPL, alrededor de un tercio de las antiguas provincias de Donetsk y Lugansk, de facto independientes. Las propuestas negociadoras rusas, según se refleja incluso en las contrapropuestas ucranianas, se dirigían a lograr la acepción oficial de Kiev de la pérdida de Crimea y también de Donbass, territorio que Rusia había reconocido como independiente tras siete años de negativa de Ucrania a implementar los acuerdos de paz de Minsk, firmados hace exactamente ocho años, que le habrían devuelto el control de esas áreas. Sigue leyendo
Recién regresado de su breve pero intenso viaje, en el que logró pronunciar el grito de OUN, “slava Ukraina” en el Parlamento Europeo entre una inmensa ovación, Volodymyr Zelensky se ha visto obligado a reaccionar ante un nuevo ataque de misiles rusos. Tras varias semanas de tranquilidad en la retaguardia, con la guerra activa concentrada fundamentalmente en el frente de Donbass, las tropas rusas dispararon ayer alrededor de 70 misiles contra las infraestructuras críticas de Ucrania. Como en ocasiones anteriores, los objetivos de los misiles rusos fueron fundamentalmente las infraestructuras de distribución eléctrica a lo largo de todo el país. Siguiendo también la línea habitual, y pese a que se conocen ya serios daños materiales en algunos de esos objetivos, por ejemplo en Krivoy Rog, las autoridades ucranianas alegaron haber derribado más de 60 de los 70 misiles lanzados.
El ataque, aunque importante, no fue tampoco “el mayor ataque con misiles desde el inicio de la invasión” como alegaba ayer la agencia EFE. El pasado diciembre, por ejemplo, la prensa informaba de un ataque con alrededor de un centenar de misiles. Ninguno de los ataques se acerca tampoco a lo visto en los primeros días de la guerra con ataques con misiles a bases y objetivos militares de toda Ucrania. Sin embargo, para el discurso mediático es importante resaltar siempre el ataque más reciente como una escalada en lugar de como la repetición de una estrategia que, poco a poco, está minando seriamente la capacidad de Ucrania de reparar los daños acumulados. Odessa ha sido escenario de un claro ejemplo de cómo las consecuencias de los ataques van más allá de las explosiones inmediatas que producen. El 4 de febrero, sin que mediara un nuevo ataque, una explosión en una subestación eléctrica dejó sin suministro eléctrico a gran parte de la ciudad, mostrando que las dificultades para reparar los daños causados aumentan con el tiempo. Con la guerra como prioridad absoluta, los recursos enviados por la Unión Europea y otros aliados, los “generadores de esperanza” no son suficientes para impedir los constantes y crecientes cortes de suministro. Sigue leyendo
En su segunda salida al extranjero desde el inicio de la intervención militar rusa, Volodymyr Zelensky ha mostrado en las últimas 48 horas tanto los objetivos de su Gobierno como su buen manejo de los tiempos, los medios de comunicación y el discurso. El transcurso de la visita, en la que el presidente ucraniano vistió su ya habitual uniforme de presidente de guerra, también ha dejado claro que su equipo es consciente de la narrativa que debe defender en cada lugar, los mitos a los que apelar y, sobre todo, de las diferencias políticas existentes a uno y otro lado del canal de la Mancha.
Como era de esperar desde el anuncio de la visita, Zelensky fue recibido con honores tanto en Londres como en París y Bruselas. Antes un jefe de Estado de un país secundario que no lograba ser recibido por el presidente de Estados Unidos, el presidente ucraniano es ahora la nueva estrella con la que prácticamente cada jefe de Estado o de Gobierno del continente europeo quiere fotografiarse. Zelensky no solo fue recibido a pie de pista por el premier británico Rishi Sunak, sino que disfrutó de su audiencia con el rey de Inglaterra y de la ovación de los diputados británicos antes de cruzar el canal para recibir la Legión de Honor de manos del presidente francés y ser escoltado a la cumbre de la Unión Europea por Emmanuel Macron y Olaf Scholz para situarse exactamente donde exige: en el centro de la imagen, el lugar privilegiado de la foto de familia de la Unión Europea. Sigue leyendo