Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
“En tiempos de paz, vinieron unos instructores de tiro y nos enseñaron a coger las armas y esas cosas. Esto es el cargador, aquello es no sé qué. Y en mi primera operación, me di cuenta de que nada de eso valía para nada. Te tiras al suelo e intentas devolver el fuego como sea, a lo que se mueva”, cuenta el joven comandante del grupo de reconocimiento Vytia al compartir sus sensaciones con la madre de la leyenda de las fuerzas especiales rusas.
“Lo percibes de forma diferente”, añade un camarada con experiencia. “Lo más importante que tienes que aprender primero es a disparar con precisión. Si, de repente, te encuentras con el enemigo en el bosque, es lo más importante. Absorbemos todo, estudiamos todo lo que podemos. ¿Qué te llevas en la salida ahora?”
Así es como se ve un relevo generacional. Un oficial muy joven, pero ya probado en la batalla absorbe nuevos conocimientos de un hombre que tiene ya varios “puntos calientes” y operaciones especiales a sus espaldas. Evidentemente, es importante para los soldados con experiencia comprender cómo operan los exploradores ahora. “¿Trabajáis de cuatro en cuatro? Nosotros íbamos de cinco en cinco”, dice y pone los cartuchos de 5,45 sobre la mesa. Y en un lenguaje que solo comprenderían profesionales, comienza a explicar cómo es más conveniente alinearse en caso de un ataque repentido del enemigo: quién avanza, quién responde al fuego, quién penetra desde el flanco del enemigo. El joven observa los cartuchos y cómo el experimentado soldado los mueve en la mesa. “Lo entiendo. Pero al fin y al cabo, cada uno de tiene su ingeniería de inteligencia”.
“Siempre es así en el bosque. Minas, marcas”.
“Como siempre. Es un buen plan, pero tendremos que improvisar. Bienvenidos al show Qué pasó después. Voy a prepararme”.
Habla tan tranquilamente, como si fuera a prepararse para ir a por el pan. Es como si no hubiera habido una batalla hace tres días por la localidad de Dolgenkoe, en la que la unidad de inteligencia 144 perdió a dos efectivos. Los soldados rusos se encontraron con las zonas fortificadas ucranianas, golpearon dos blindados e hicieron caer el fuego sobre los exploradores desguarnecidos. Casi todos resultaron heridos, pero siguieron disparando. Uno de ellos recibió un tiro en el pecho: “Estoy acabado, seguid, chicos” y cubrió a sus camaradas durante cinco minutos más.
Los chicos finalmente consiguieron llegar a los suyos y posteriormente regresaron a por los cuerpos de los caídos. Uno de nuestros soldados yació ahí toda la noche a la espera del grupo de evacuación, para que el enemigo no se llevara los cuerpos. Ellos, en cambio, se marcharon dejando atrás a cuatro de sus muertos. ¿De dónde sale esto en chicos que hasta ayer estaban jugando a los videojuegos? Va escrito en el código genético: los rusos no abandonan a los suyos en el campo de batalla.
Entra en la sala un soldado que cuenta historias sobre cómo ha derribado misiles Tochka-U. Uno volaba por detrás y solo cambió de dirección. El segundo fue derribado. La munición de racimo explotó en el aire. “¿Dónde voló?” “Hacia vosotros”, sonríe.
“Veo un tanque en el bosque, voy a dispararle ahora mismo. ¿Vuelan nuestros pájaros?”, pregunta la radio.
“Sí, son nuestros”.
“Doy las coordinadas, dos tanques enemigos a la defensiva. Les dispararé, les dispararé”.
“Una emboscada de tanques. Disparo hacia allí”.
“El enemigo está retrocediendo. Retrocede hacia el sur”.
La ofensiva desde Járkov hacia el sur, hacia Donbass, continúa. En algunos lugares, las tropas rusas ya han llegado a las fronteras de la parte de la RPD ocupada por Ucrania, el otras ya han avanzado sobre esas fronteras y han conectado la región de Járkov con la de Lugansk. Cerca de Járkov, nuestras fuerzas realizan acciones defensivas para que el oponente no pueda golpearle por la retaguardia mientras se produce la operación para liberar Donbass.
“Mira, este es su puesto de control”, muestra el operador de drones en la pantalla. “Hay una gasolinera exactamente a medio camino entre ellos y nosotros. No nos vemos. Pero hay constante ataques con mortero”.
Esta carretera conecta Balakleya, que está bajo control ruso, con los suburbios de Járkov. El transporte civil aún funciona en ambas direcciones, pero hay matices. Si la operación especial ha pillado a una persona al otro lado, se convierte inmediatamente en sospechoso para los militares ucranianos. Si ha estado en esta parte de la gasolinera, su vuelta al puesto de control ucraniano puede acabar en detención. “Para ellos somos todos traidores y vatniks aquí”, dicen en el puesto de control ruso.
Los civiles llegan hasta aquí en bicicletas que dejan con los residentes locales. Voluntarios del lado ucraniano llegan en furgonetas con cruces rojas y transportan a gente al otro lado. Sin embargo, aún no se sabe qué lado es mejor. Balakleya no ha sufrido grandes daños a causa de la batalla. Las comunicaciones funcionan y hay electricidad a pesar de que la artillería ucraniana golpea periódicamente las infraestructuras civiles.
La principal atracción de Balakleya es el arsenal más antiguo y más grande de Europa. Desde 2014, este ha sido el lugar desde el que se ha enviado todo tipo de munición a Donbass para bombardear sus ciudades. En 2017, estalló un incendio en sus depósitos y los proyectiles volaron decenas de kilómetros. Las huellas aún son visibles: restos de todo tipo de misiles están desperdigados por el territorio del arsenal número 65. Parece que nadie ha puesto las instalaciones en orden. Básicamente, lo que estaba al aire libre explotó, pero los 300 hangares de cemento no sufrieron daños.
Junto a los ingenieros rusos, abrimos la masiva puerta de hierro del depósito número 275. Hay una trampa instalada en la manilla, el cable lleva a una mina que los soldados retiran cuidadosamente. El interior del hangar huele a frío. Las linternas iluminan filas y filas de cajas verdes del suelo al techo. Minas de mortero, proyectiles para howitzers, munición de tanque. Un depósito separado está lleno de proyectiles para lanzacohetes múltiples Uragan. Hay cajas de dinamita, misiles para los sistemas antiaéreos, cajas con antenas y equipamiento de comunicación.
En uno de los hangares me encuentro con un contenedor con inscripciones en inglés. En él hay minas americanas de 60mm. Este calibre no estaba prohibido por los acuerdos de Minsk y el Ejército Ucraniano lo utilizó generosamente sobre las posiciones de las Repúblicas. En el siguiente depósito está lleno de proyectiles de Ural, donde nuestros soldados recogen proyectiles de 152mm.
Abandonando decenas de miles de toneladas de munición cerca de Járkov, Kiev ha simplificado significativamente la logística del ejército ruso en esta dirección. Teniendo en cuenta el tamaño del arsenal desperdigado en este vasto territorio, difícilmente podríamos destruirlo completamente. Y el Ejército Ucraniano lo usaría como una fuente prácticamente infinita de munición. Ahora se ven obligados a solicitársela a sus socios occidentales. Sin embargo, a juzgar por el hecho de que las tropas rusas hayan comenzado a atacar las infraestructuras ferroviarias, puede que Kiev tenga que olvidarse pronto de suministros extranjeros.
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