La situación en Mariupol sigue siendo el principal aspecto informativo de la situación en Ucrania en un momento de transición en el que no hay una gran ofensiva rusa sobre Donbass sino que, pese a que los ataques han comenzado, no se han producido aún grandes batallas por los principales puntos de la zona: Slavyansk, Kramatorsk, Lisichansk, Severodonetsk, Avdeevka o Marinka. Rusia ha consolidado sus posiciones en la zona de Izium y desde el norte y el este se acerca a Krasny Lyman y Slavyansk, donde comenzó la guerra en 2014.
Sin embargo, sin grandes victorias que convertir en argumento informativo, la cuestión de Mariupol sigue dominando la agenda. En una reunión con el ministro de Defensa, Sergey Shoigu, las autoridades rusas quisieron certificar lo que ya habían trasladado en sus reportajes los periodistas que se encuentran sobre el terreno: las tropas rusas y de la RPD han acabado con la resistencia ucraniana y controlan ya toda la ciudad y la resistencia organizada ucraniana se limita a la fábrica Azovstal. Ahí permanece sitiado desde hace semanas un número indeterminado de soldados de diversas unidades del Ejército Ucraniano y del regimiento Azov, liderados por el héroe de Ucrania Denis Prokopenko y el cada vez más mediático Svyatoslav Palamar, Kalina.
Contra las palabras de Vladimir Putin, que declaró la ciudad liberada del control ucraniano, Joe Biden calificó de “cuestionable” esa afirmación. Al igual que Volodymyr Zelensky, el presidente estadounidense continúa explotando esa presencia ucraniana en Azovstal para mantener la ficción de una resistencia ucraniana y negar la derrota de Ucrania en esta batalla, por el momento la más cruenta y destructiva de esta fase de la guerra.
Victoria pírrica, como la han calificado algunos medios, o declaración prematura, la realidad es que desde hace semanas la resistencia organizada de las unidades ucranianas se ha reducido paulatinamente primero a tres focos -el distrito portuario, la zona de la fábrica Illich y Azovstal- para finalmente, tras el intento de huida de la 36ª Brigada, limitarse a la enorme acería propiedad de Rinat Ajmetov. Prueba evidente de esa realidad, negada por las autoridades ucranianas y repetida por las prensa occidental, con una presencia más que escasa en esta zona del frente, han sido las declaraciones enviadas por los propios militares ucranianos, utilizadas y dosificadas para crear un determinado relato informativo y justificar una nueva crisis.
Tras más de dos semanas de ausencia de negociaciones entre Rusia y Ucrania -unas negociaciones inviables en las que las contradicciones son insalvables a día de hoy-, el presidente Zelensky afirmaba primero que la destrucción de los defensores de Mariupol supondría una línea roja que rompería toda negociación con Moscú. Era el inicio de una reescritura del relato informativo alrededor de Mariupol, que ha continuado a lo largo de toda la semana.
El pasado lunes, los canales oficiales del regimiento Azov publicaban una declaración de su comandante Denis Prokopenko, nombrado por Zelensky héroe de Ucrania en los primeros días de la intervención rusa, en la que afirmaba que se encontraban refugiados junto a los soldados ucranianos miles de civiles de Mariupol. En realidad, este uso de unos civiles a los que ni siquiera se había mencionado hasta entonces había comenzado ya días antes. Diversos medios, todos ellos informando a partir de fuentes ucranianas como el alcalde de Mariupol, que abandonó la ciudad en los primeros días de la batalla, hablaban ya de la resistencia de militares y civiles ucranianos. Frente a las propuestas rusas de abrir corredores para permitir la rendición de los soldados atrincherados sin posibilidad de ser rescatados en la acería Azovstal, propuesta varias veces rechazada, la prensa comenzaba a afirmar que “la población no se rinde”. Frente a los miles de civiles que mencionaba Prokopenko, el comandante de la 36ª Brigada mencionaba dos días después a varios cientos, información contradictoria de dos personas presentes en el mismo lugar y que hace dudar de las dos versiones.
Sin embargo, es probable que la posible presencia de civiles en Azovstal y en sus alrededores -más de un centenar de civiles pudieron ser evacuados por las tropas rusas y republicanas de los edificios residenciales adyacentes a Azovstal- haya sido uno de los motivos para el cambio de estrategia rusa en esta zona. Frente a las dos posibilidades de toma de la fábrica que se manejaban hasta ahora -la del uso de bombarderos estratégicos que ya habían hecho acto de presencia en la zona y que serían capaces de destruir los búnkeres subterráneos a costa de la destrucción completa de unas infraestructuras clave para la economía de la zona y la del asalto final a costa de un gran número de bajas-, el presidente ruso optó por una tercera y más conservadora estrategia. Contra los planes de Shoigu de una operación de asalto que en parte había comenzado y que habría de durar tres o cuatro días, Vladimir Putin dio la orden de cancelar dicha operación. Con el objetivo de salvar las vidas de los soldados, el presidente ruso ordenó sitiar las instalaciones para “que no vuele una sola mosca”, una orden que ya ha tenido implicaciones militares y políticas. Unidades de la RPD y de la Guardia Nacional Rusa preparadas para el asalto han sido ya trasladadas a otras zonas del frente.
En términos políticos, el mantenimiento de este foco de resistencia -completamente controlado y sin posibilidad de ser rescatado por Ucrania pese a las declaraciones de Zelensky y Arestovich que intentan dar a entender que esa posibilidad existe-, supone perpetuar momentáneamente la idea de resistencia ucraniana. Zelensky y su equipo, preparados para convertir en una victoria todos los escenarios posibles, han clamado victoria al haber “salvado” a sus defensores, aún sitiados y sin posibilidades de recibir siquiera víveres, por lo que sus opciones de supervivencia pasan por la rendición o la negociación. Esa es la vía que trata de imponer el presidente ucraniano, que exige que se abra un corredor humanitario para soldados y civiles. Esa opción, la de deponer las armas a cambio de salvar la vida y tener acceso a territorio ucraniano, ya fue planteada por la parte rusa hace varias semanas. Con Mariupol sitiado, era ya evidente que Ucrania no podría rescatar a esas tropas. La oferta, inicialmente limitada al ejército regular, fue posteriormente ampliada también al regimiento Azov, pero fue rechazada por Ucrania.
De la misma forma que la destrucción de Azovstal y la muerte de sus defensores habría sido utilizada para realizar una declaración política -confirmar la guerra hasta el final, algo que Ucrania y sus socios han decidido ya, al margen de cuál sea el destino del regimiento Azov y los remanentes del Ejército Ucraniano sitiados en Mariupol-, Zelensky continuará utilizando a esas tropas como argumento tanto para exigir a sus socios más armamento como para mantener la ficción informativa de una feroz resistencia contra el enemigo. Y exigiendo ahora ese corredor rechazado hace semanas para lograr la liberación de sus defensores de Mariupol, el equipo gobernante en Ucrania busca una imagen épica con la que engrandecer aún más su nutrida lista de victorias en el frente informativo, tan importante como el frente militar.
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