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Objetivo Crimea

La sonrisa y la certeza de su victoria siguen siendo la respuesta de Ucrania a todas las preguntas, dudas y reproches. Las notorias dificultades militares ante las que se encuentra ahora mismo Kiev no han cambiado ni los objetivos ni la forma de conseguirlos a pesar de que, por primera vez en muchos meses, Zelensky y su equipo están encontrándose con informaciones negativas que no proceden de la prensa rusa sino de la occidental. Desde 2014, cuando comenzó el proceso de demonización de la prensa y productos culturales rusos en el país, Ucrania no ha tenido ninguna dificultad para imponer un discurso que equipara prensa rusa y propaganda, una idea que se ha extendido también con facilidad en los países occidentales. Especial atención merecen los países Bálticos, en los que incluso la prensa opositora rusa ha sufrido dificultades o ha sido expulsada.

Ese trabajo de nueve años de demonización de los medios rusos y de sus profesionales supone que toda información publicada en Rusia es tenida en cuenta únicamente como muestra de propaganda o simples alegaciones rusas. Ayer, los escasos medios que recogían la noticia afirmaban que Rusia alegaba un supuesto bombardeo ucraniano contra una localidad de Donetsk, un bombardeo ucraniano contra Gorlovka que causó tres víctimas mortales entre la población civil. Al contrario que los bombardeos rusos, en los que la información aportada por Ucrania es publicada sin dudas ni matices, toda información rusa, incluso aquellas acompañadas de las imágenes que la prueban, es observada con dudas, todo tipo de reticencias o simplemente ignorada.

El control de la información realizado tras el inicio de la intervención militar rusa, sumado al apoyo prácticamente incondicional de la prensa occidental en su lucha contra Rusia, ha permitido imponer sin dificultad el discurso ucraniano sin necesidad de preocuparse por disidencias u opiniones incorrectas. Sin embargo, Zelensky y su equipo se enfrentan ahora a informaciones, impensables hace tan solo seis meses, que contradicen el relato en el que tanto ha trabajado el Gobierno ucraniano. A los reportajes sobre el elevado número de bajas entre las tropas y enormes pérdidas de material militar o los artículos que critican la táctica ucraniana o su reticencia a seguir el plan estadounidense a pesar de carecer del equipamiento necesario para llevarlo a cabo hay que sumar lo publicado estos días por la BBC. En un extenso reportaje, el medio público británico, al que no puede acusarse de carecer de simpatías proucranianas, incide en el creciente número de jóvenes ucranianos que no quieren luchar y tratan activamente de evitar el reclutamiento y se esconden de las autoridades o intentan abandonar el país. Han de hacerlo ilegalmente, ya que una de las primeas medidas del Gobierno de Zelensky tras la invasión rusa fue prohibir (salvo excepciones) la marcha del país a los hombres en edad militar. Según afirma la BBC, la travesía por los Cárpatos hacia Rumanía o el soborno de funcionarios de fronteras son los métodos más comunes para los hombres en edad militar que no desean luchar.

Para contraponer este tipo de informaciones, la prensa ucraniana continúa con su habitual campaña de enaltecimiento de los soldados del frente, pero también con artículos que suenan a advertencia: aunque la sociedad parece no ser consciente de ello, “antes o después, todos tendrán que luchar”. Ese es el mensaje que transmite, por ejemplo, The New Voice of Ukraine, que citando al héroe Oleh Sentsov, que varios años antes de la intervención militar rusa defendía que Ucrania debía reforzarse con armas nucleares, afirma que “literalmente, la guerra tocará a todo el mundo. Muchos aún no se dan cuenta de que tendrán que luchar”. Pese a los rumores, el ministro de Defensa de Ucrania, Oleksiy Reznikov ha afirmado que no habrá, al menos por el momento, una ampliación de la movilización, opción a la que Zelensky abrió la puerta hace unos días. Sin embargo, el mensaje ucraniano parece claro y busca hacer que la población comprenda que el estado de guerra ha llegado para quedarse.

El planteamiento es inevitable teniendo en cuenta los equilibrios en el frente y los objetivos ucranianos. Olvidadas las negociaciones que a finales de marzo de 2022 pudieron hacer a Ucrania recuperar por la vía diplomática gran parte de los territorios perdidos -a excepción de Donbass y Crimea, pérdidas que Kiev habría de aceptar-, la guerra hasta el final sigue siendo la única opción. Lo es a pesar de las notorias dificultades que las tropas ucranianas están teniendo para romper el frente de Zaporozhie, señalado claramente por quienes están pagando el coste económico de la guerra como principal tarea de Ucrania.

La simplificación de los hechos y de sus interpretaciones siempre ha sido una parte fundamental del conflicto ucraniano, algo de lo que los sucesivos gobiernos se han aprovechado activamente. Kiev ha hecho olvidar la existencia de un conflicto interno y civil de la guerra rusoucraniana de la misma manera que ha borrado de la memoria colectiva el motivo por el que los acuerdos de Minsk, único acuerdo de paz que se ha firmado desde el inicio de las hostilidades en 2014, fracasó sonadamente. Ahora, los oficiales ucranianos presentan un relato en el que la victoria ucraniana no solo es inevitable, sino que es necesaria para la seguridad de la civilización occidental, por lo que, como recuerda a diario Mijailo Podolyak, no hay negociación posible. La insistencia en ese mensaje de rechazo rotundo a cualquier negociación puede considerarse un indicio de que Kiev comienza a sentir presiones externas que le guíen a la mesa de diálogo, una opción que, a día de hoy, parece imposible.

Ucrania, al igual que Rusia, ha entrado en la dinámica de aceptación de que la guerra será larga. Y a pesar de las dificultades militares y económicas y la absoluta dependencia del exterior a la hora de disponer del material necesario para continuar luchando, Kiev se niega a reducir sus expectativas. Las declaraciones del presidente Zelensky y de su asesor más mediático son, una vez más, prueba de ello. Lo son también de que el objetivo real de Ucrania es y ha sido siempre la península de Crimea. El cumplimiento de los acuerdos de Minsk habría supuesto la recuperación de los territorios de Donbass, una contrapartida insuficiente para Ucrania, consciente de que sus socios europeos habrían considerado esa situación como una paz aceptable, con lo que la cuestión de Crimea habría caído en el olvido. Ese es el motivo real por el que Ucrania saboteó, prácticamente desde su firma, el proceso de paz en Donbass. Pese a los casi nueve años de guerra por el control de la RPD y la RPL antes incluso de la llegada de las tropas rusas, el interés de Ucrania nunca ha sido Donetsk y Lugansk sino Sebastopol o Yalta.

Al igual que Kiev, Occidente es consciente de la importancia de Crimea para las partes en conflicto, de ahí que la actual ofensiva se haya planteado precisamente para tratar de poner en peligro el control ruso sobre la península. Menos habilidoso a la hora de esconder los objetivos, Emmanuel Macron lo dejó claro hace meses: el objetivo era poner a Rusia contra las cuerdas para obligar a Moscú a negociar en condiciones de debilidad. En esa línea se ha mostrado también Mijailo Podolyak, que estos días ha publicado en sus redes sociales que Ucrania no tendrá que luchar por cada localidad, sino que “a medida que las fuerzas ucranianas avancen hacia el sur y alcancen la frontera administrativa con Crimea, los hechos tomarán una forma diferente. Al final, todo acabará rápido y en un instante, exactamente igual que empezó”. Avanzar hacia Crimea y obligar a Rusia a aceptar el diktat occidental ha sido la estrategia desde el comienzo de la preparación de la ofensiva.

Sin embargo, es ahí donde pueden aparecer las diferencias entre los aliados. Berlín o París podrían exigir a Rusia la retirada de todos los territorios a excepción de Crimea, cuya captura es considerada inviable incluso para el Pentágono, mientras que el discurso ucraniano considera la recuperación de la península un requisito imprescindible para logar la paz. Si la paz es equivalente a la victoria ucraniana, no puede haber paz sin la recuperación del territorio más preciado. Las palabras de Zelensky en las últimas horas dejan este aspecto lo suficientemente claro. “Habrá menos víctimas cuando estemos en las fronteras administrativas de Crimea”, afirmó el lunes, para añadir que, en su opinión, “es posible un impulso político para la desmilitarización rusa en el territorio ucraniano de Crimea”. Sus palabras, que no son una apertura a la diplomacia, insisten tanto en el objetivo como en los medios. Kiev busca una derrota del ejército ruso que sea lo suficientemente contundente como para obligar a Rusia a capitular ante Ucrania.

Las palabras de Zelensky no son una búsqueda de una resolución al conflicto sino la constatación de que su Gobierno está dispuesto a cronificar la guerra hasta conseguir sus objetivos. Ni las capacidades de su oponente, ni la constatación de que Ucrania ni siquiera está logrando acercarse a Melitopol, ni la posibilidad de perder apoyo de sus socios es, por el momento, motivo suficiente para moderar sus objetivos. Ayer, Mijailo Podolyak insistía en que Ucrania luchará hasta el final “aunque se quede sola contra Moscú”, una constatación de que la guerra se ha convertido en la principal herramienta política del Gobierno de Kiev, que con su arrogante discurso de victoria segura se ha autoimpuesto unos objetivos en los que no creen siquiera sus socios más dispuestos a instalar una guerra eterna en el continente europeo.

Con su declaración de esta semana, Zelensky cae en un argumento aún menos realista que la captura militar de la península. Crimea no solo es el más importante de los territorios ucranianos, sino el lugar en el que Moscú cuenta con una ventaja decisiva, el favor de la población. Poner en peligro el control de la península, algo que Ucrania no está siquiera cerca de conseguir, podría obligar a Rusia a negociar en condiciones de debilidad, pero no a abandonar voluntariamente Crimea como parece querer creer el presidente ucraniano en la última de sus descabelladas exigencias. La propaganda puede ser capaz de moldear el discurso y crear un estado de opinión, pero no de modificar los hechos.

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