Por el puente Antonovsky

Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda

La primera explosión, que hizo temblar las ventanas, se escuchó el jueves sobre las diez de la noche. Con todas las luces apagadas, hizo saltar el patio. Un punto de fuego se elevó sobre el horizonte y voló sobre nosotros hacia el puente Antonovsky. Se produjo un reflejo de luz seguido de un ensordecedor estruendo. Otra vez se elevó al cielo un punto de luz y de nuevo se produjo otra explosión a unos tres kilómetros de donde nos encontrábamos. “Están destruyendo el cruce”, apuntó un compañero. “Parece que la retirada se completa”.

Rusia estaba retirando a las últimas de sus tropas. Por supuesto, es imposible retirar a toda una agrupación en un solo día. La retirada de tropas se llevaba produciendo por las noches desde hacía varias jornadas. El equipamiento fue retirado en ferry y la infantería se retiró a pie a través del puente Antonovsky. Los paracaidistas, que cubrieron esta maniobra de retirada, se mantuvieron en sus posiciones. Desviaron el fuego del enemigo hacia sí mismos para que la parte principal de las tropas estacionadas en la margen derecha del Dniéper pudiera avanzar en secreto a la margen izquierda del río.

La noche del viernes era el momento para la salida de las tropas de la retaguardia. En ese momento, parece que Ucrania empezó a adivinar las cosas. A las tres de la mañana, dejé de temblar por las constantes explosiones en la zona del puente Antonovsky. No dejó de hacerlo la casa de madera, que seguía retumbando. Los misiles volaban hacia el cruce desde varias direcciones. Algunos de ellos fueron interceptados por nuestra defensa aérea, pude escuchar el característico sonido.

A las cinco de la mañana, una potente detonación me tiró de la cama. La segunda me puso en pie. “O ha explotado la presa o el puente”, fue lo primero que se me pasó por la cabeza.

Llegué al cruce al amanecer, esperando encontrar un paisaje lunar lleno de esqueletos de vehículos quemados. Conduje hasta el punto de desembarco del ferry por la carretera normal. No había nada allí. Se podía observar que las tropas habían abandonado la zona de tres maneras distintas. El equipamiento pesado, en ferry y los camiones, por el pontón construido bajo el puente a lo largo de los pilares. En algún momento, fue alcanzado por el fuego de los HIMARS y un Kamaz quedó congelado en él. El resto de los vehículos blindados circularon por el propio puente Antonovsky.

Caminé entre los restos de minas antitanque. En el periodo de unos pocos meses, el lugar ha sido alcanzado por más de 140 misiles estadounidenses que cuestan un millón y medio de dólares cada uno. Las tropas rusas lo cubrieron con láminas de metal pesado, sobre las que se podía circular a través de la parte dañada. Unos doscientos metros más adelante, el puente se rompe. Más allá quedan dos tramos, tras los cuales se ve la margen derecha. Parece que el enemigo aún no había llegado hasta ahí.

No encontré un solo rastro de vehículos quemados, lo que significa que la retirada de tropas en esta zona se produjo sin pérdidas. Parte de las unidades retiradas por el puente se dirigen a recuperar la capacidad de combate, mientras que el resto ya han tomado sus posiciones en las nuevas líneas de defensa.