Artículo Original: Andriy Babitsky
Ucrania habla constantemente sobre la guerra con Rusia. Pero, al mismo tiempo, las autoridades ucranianas siguen considerando a Rusia como una especie de gallina de los huevos de oro de la que extraer recursos energéticos que deben recibirse prácticamente a cambio de nada. En Donbass, Ucrania sigue en guerra con Rusia y los “separatistas prorrusos”. Hace tiempo que esta visión de la guerra civil se ha convertido en el discurso oficial y solo algunas figuras marginales de la Plataforma Opositora Por la Vida se arriesgan a dudarlo. La población ucraniana en general no puede permitírselo, ya que se arriesga a ponerse a tiro del SBU y tener que enfrentarse al Código Penal.
De acuerdo con esta línea oficial se implantó, también durante tiempos de Petro Poroshenko, la hostil política que define las relaciones con Rusia. Fue el expresidente quien quiso dirigirse a una ruptura completa de lazos económicos, destruyendo sistemáticamente la logística de cooperación entre las empresas ucranianas y las empresas rusas por medio de la prohibición de adquirir bienes de Rusia. Tanto él como su sucesor Volodymyr Zelensky han declarado la completa independencia económica, energética y de cualquier otro tipo de Rusia y, en general, se han dirigido en esta dirección tan lejos como la imaginación lo permite.
El 26 de mayo, la Comisión Nacional Reguladora de Energía decidió prohibir la importación de suministros eléctricos de Rusia y Bielorrusia. Se trata de una gran Victoria, que marcó la retirada del sistema energético ucraniano de la malvada influencia de los dos países vecinos. Las consecuencias prácticas no tuvieron un efecto muy favorable, pero a quién le importan esos detalles cuando el objetivo es dañar al enemigo. La valla de protección frente a todo lo ruso que ha construido el actual presidente parece estable. En ella se pueden encontrar prohibiciones de lengua, de actuaciones de artistas rusos, que “suponen una amenaza a la seguridad nacional”, de retransmisiones de canales de televisión rusos, etc.
Pero algo salió mal este otoño. La terrible escasez de recursos energéticos ha obligado al equipo dirigente a ajustar ligeramente su política de barrera. Desde el 1 de noviembre, Ucrania levanta las restricciones de compra de electricidad de Bielorrusia y Rusia. Es evidente que el motivo es la mala preparación para la temporada de calefacción: no han logrado los volúmenes de gas y carbón necesarios y ahora el país se ve amenazado por la posibilidad de apagones en invierno. Pero mientras las autoridades ucranianas buscan reservas de energía en los países vecinos, Rusia ha apuñalado a Ucrania por la espalda.
En su canal de Telegram, el presidente del Comité de Energía, Vivienda y Servicios Comunales del Parlamento Andrey Gerus afirmó que, a partir del 1 de noviembre, Rusia prohíbe el suministro de carbón térmico a Ucrania y apuntó que esto puede ser calificado de guerra energética. Extraña conclusión. Parece que están en guerra con Rusia, pero, en su opinión, por algún motivo Rusia debería seguir suministrando los bienes que necesita Ucrania. ¿No sería más lógico empezar a comerciar con sus amigos y socios europeos? Ah, claro, sus precios son significativamente más altos.
Y la diputada Ludmila Buimister expresó su indignación sobre la posible importación de electricidad y quizá carbón de suministradores rusos o bielorrusos alegando: “Lo que está matando nuestro sistema energético es, por supuesto, esta importación de Rusia y Bielorrusia que se está intentando justificar (…). Estas importaciones están matando tanto nuestra industria del carbón como la de generación de energía térmica”, afirmó en Telegram. La lógica falla también aquí. Ellos mismos han fracasado a la hora de prepararse para el invierno, pero Moscú y Minsk tienen la culpa por la destrucción del sistema energético ucraniano. Increíbles personas. Siempre encontrarán la forma de culpar a sus vecinos.
Al mismo tiempo, sin declararlo, las autoridades ucranianas siguen viendo a Rusia como una fuente de ingresos que está obligada (sería bueno explicar por qué) a transitar gas a Europa a través del sistema de tránsito ucraniano y a enviar carbón y compartir electricidad. “El gas ruso es sucio pero no se puede detener el tránsito de este sucio gas a través de Ucrania. Es más, debe aumentar. Si no, sin su sucio gas, Ucrania sufrirá pérdidas y no tendrá nada con lo que luchar contra Rusia”, escribió en las redes sociales Alexander Skubchenko, presidente del Sindicato de Vivienda de Ucrania.
También el presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Duma, Leonid Slutsky, ha descrito la situación. “Según el presidente del Operador GTS de Ucrania, Serhiy Makogon, Ucrania está dispuesta a firmar un contrato de larga duración con Gazprom para el tránsito de al menos 45.000 millones de metros cúbicos de gas al año a través de su territorio. Por algún motivo, cuando se trata del dinero de gas ruso, no vemos ningún fervor ofensivo”, escribió.
No se trata solo de dinero sino del apasionado deseo de Zelensky de permanecer en su sillón. Está claro que, si la población empieza a congelarse este invierno, el jefe de Estado no tendrá un brillante segundo mandato. El hambre y el frío son las peores situaciones a las que la población puede enfrentarse y ambas amenazan en el horizonte. Esto significa que hay que considerar una vez más a Rusia un socio comercial respetable, aunque sin abandonar la versión de la guerra contra Rusia ni las provocaciones militares en Donbass. Esta locura continuará siempre. Bueno, no para siempre, solo mientras dure el actual régimen en Ucrania.
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