Tras la cuestionable noticia procedente de la inteligencia británica de que Rusia planearía instalar un Gobierno títere en Ucrania como parte de su invasión y toma del país, los países de la OTAN y su prensa afín continúan con una escalada política y diplomática que parece no tener fin y que ha causado que incluso algunos habitualmente beligerantes oficiales se manifiesten buscando un poco de tranquilidad. Es el caso de Josep Borrell, que repetidamente ha denunciado cada acto ruso -real o imaginario-, que pedía ayer “no dramatizar”. También Oleskiy Danilov, el halcón presidente del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, siempre dispuesto a exagerar la amenaza rusa afirmó ayer que no hay ningún peligro inminente de invasión rusa. En la misma línea se manifestaba el Gobierno ucraniano, que consideraba prematuro el último paso dado por algunos de sus aliados.
Ambos se referían al anuncio de varios países de la evacuación de los familiares y parte del personal de sus embajadas en Kiev ante la posibilidad de “acción militar rusa”. Aunque la situación alrededor de Ucrania no ha cambiado desde el pasado noviembre, cuando se alertó por primera vez de “la presencia de 100.000 tropas rusas cerca de las fronteras de Ucrania”, la escalada diplomática necesaria para continuar amenazando a Rusia con sanciones requiere de una acción continua por parte de los países de la OTAN. Frente a Alemania, que se vería afectado por una guerra europea mucho antes que islas lejanas, han sido Gran Bretaña, Austria y su gran aliado, Estados Unidos, los que primero han anunciado la retirada de personal de sus embajadas en Ucrania.
Estados Unidos y sus aliados, continúan, como ya hiciera con la acusación de que Rusia enviaba armas a Donbass, haciendo exactamente aquello de lo que hace no tanto acusó a Moscú. La semana pasada, la prensa occidental, citando las habituales fuentes anónimas de inteligencia, afirmaba que Rusia se preparaba para evacuar personal de su embajada en Kiev y consulado en Lviv. Las delegaciones rusas en Ucrania, cuya seguridad, a juzgar por las numerosas agresiones que han sufrido de la extrema derecha en estos años, no podría garantizarse en caso de conflicto militar entre Moscú y Kiev, continúan trabajando con normalidad.
La OTAN, que ha utilizado una amenaza rusa que ha exagerado para su beneficio y para justificar su presencia en “flanco oriental” y en lugares en los que hasta 2014 no tenía presencia de tropas, continúa jactándose de la unidad de la alianza y anuncia a bombo y platillo la presencia de sus efectivos en el este de Europa. Y mientras Rusia espera la respuesta por escrito de Estados Unidos a sus propuestas de seguridad, Joe Biden se plantea, según afirmó ayer The New York Times, enviar miles de soldados para reforzar el flanco del este. Según el diario norteamericano, el motivo radicaría en la exigencia republicana de mayor contundencia contra Rusia. Entre exigencias de unidad a la Unión Europea, Estados Unidos busca así reforzar el control del este de Europa bajo su liderazgo, principal objetivo de la actual histeria.
En este contexto, teniendo en cuenta tanto las recientes entregas de armas a Kiev, las advertencias de que cualquier paso de Rusia en Ucrania -entre ellos la entrega de armas o munición a Donbass- sería considerado agresión y las declaraciones de ayer de Zelensky ante la comunidad de inteligencia, ante la que apeló a la contrainteligencia “pasar al ataque exterior”, el nerviosismo ha aumentado en Donbass y también en Moscú. Ayer, Dmitry Peskov, secretario de prensa del presidente ruso, advertía de la posibilidad de que Kiev prepare una ofensiva contra la RPD y la RPL. Denis Pushilin recordaba ayer la gran cantidad de soldados de que dispone Ucrania en la línea del frente.
Mientras tanto, la prensa, que desde principios de noviembre ha sido parte activa en la creación de la actual histeria sobre una invasión rusa que no se acaba de producir, muestra ya los refugios que se preparan en Kiev en caso de guerra, olvidando, deliberadamente, por desinterés o ignorancia, a todas esas personas que, en la línea del frente, han vivido durante años o viven ahora con el temor a que los bombardeos ucranianos de la línea del frente puedan acabar con sus viviendas, sus escasas posesiones o sus vidas. Y esos mismos que ahora alertan de la posibilidad de una guerra en Europa ignoran que, desde hace casi ocho años, hay ya una guerra en Europa, una en la que se han posicionado del lado de quien bombardeó a la población civil y trató de resolver por la vía militar un conflicto político. Ocho años después, Ucrania continúa negándose a cumplir con los puntos políticos de los acuerdos de paz que firmó y es Rusia, el supuesto invasor, el que continúa exigiendo la implementación de los acuerdos de Minsk como única vía de resolución del conflicto.
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