Como era de esperar, Irán se ha convertido en las últimas fechas en la víctima propiciatoria de una nueva campaña de comunicación del Gobierno ucraniano con la que tratar de lograr más armas de sus socios y también más sanciones contra Rusia. El uso de drones de diseño iraní Shahed, que posiblemente estén siendo fabricados en masa en la Federación Rusa, ha facilitado la tarea, que Kiev se ha propuesto utilizar para presionar a uno de sus principales aliados, Israel, a abandonar la neutralidad estratégica que Tel Aviv ha mantenido hasta el momento. Aunque este fin de semana la prensa publicaba que Israel había entregado a Ucrania información de inteligencia para facilitar el derribo de los drones, Ucrania considera esa asistencia insuficiente.
La semana pasada, Kiev pretendía lograr defensas antiaéreas israelíes como resultado de las consultas entre los ministros de Defensa. Sin embargo, el ejecutivo israelí había anunciado de antemano su intención de mantener la actual política de equilibrio, que le permite apoyar políticamente a Ucrania, pero sin enviar el armamento que Kiev le exige. El cálculo israelí es simple, cínico y pragmático: el envío de armamento para ser utilizado contra Rusia posiblemente supondría la pérdida de la vía libre de la que ahora mismo disfruta para atacar a su antojo objetivos “iraníes” en Siria. Poco importa si esos objetivos son o no iraníes. Por ejemplo, sería toda una excepción cualquier artículo que en la prensa occidental -o en la rusa- pusiera en duda la afirmación israelí de esta semana cuando aseguró haber destruido en Siria una fábrica en la que se fabricaban drones iraníes.
Pocas críticas recibirá también la afirmación que realizó ayer Volodymyr Zelensky, que alegó en un acto organizado por el diario Haaretz que la entrega de armas israelíes a Ucrania habría detenido la alianza Rusia-Irán, países que cooperan en Siria desde hace años y cuya relación comercial en el sector militar precede al actual conflicto. Y a la afirmación de que Rusia ha adquirido 2000 drones kamikaze iraníes más, el presidente ucraniano añadió, en estos tiempos de creciente histeria nuclear, que Rusia estaría pagando los drones -de bajo coste económico, de ahí su utilidad en ataques masivos en coordinación con los misiles de largo alcance- asistiendo a Irán en su programa nuclear.
Irán tiene derecho a contar con un programa nuclear civil, especialmente tras la ruptura unilateral del acuerdo nuclear por parte de Estados Unidos, y Zelensky ni siquiera mencionó un programa de armamento nuclear sino “el programa nuclear”. Sin embargo, medios como Europa Press extrajeron de la declaración que Zelensky “avisa a Israel de que Rusia puede ayudar a Irán a obtener la bomba atómica como contraprestación”. Es improbable que el presidente ucraniano se moleste por las diferencias de matiz, ya que el uso propagandístico de los drones iraníes pretende precisamente crear alarma en busca de una respuesta en forma de armamento para Kiev. El programa nuclear iraní es un argumento seguro a la hora de crear una respuesta israelí.
El discurso alarmista ucraniano choca con el otro aspecto de la propaganda: el triunfalismo mostrado desde el inicio de los ataques tanto por parte de Kiev como de sus socios. Desde hace varios días, The New York Times alaba la eficiencia con la que Ucrania derriba, con todo tipo de armamento, incluido armamento ligero, los drones Geran-2. En su informe de inteligencia de ayer, el Ministerio de Defensa del Reino Unido añadía que su tecnología simple, su vuelo bajo y el elevado ruido de su trayectoria hacen de los Shahed drones sencillos de derribar. Ambos argumentos son coherentes con las alegaciones ucranianas de los éxitos de su escudo antimisiles, aunque chocan con la admisión de que el 40% de las infraestructuras de distribución energética han resultado impactadas por los drones o misiles rusos. Misiles que, por otra parte, la prensa también ha definido como fallidos. La semana pasada, The New York Times utilizaba como argumento el escaso número de fallecidos que han causado los ataques rusos.
La guinda del pastel propagandístico lo puso ayer el Shajtar, que a pesar de haber abandonado Donetsk para no volver en los primeros días de la guerra, sigue manteniendo a la ciudad en su nombre. El equipo de fútbol más importante de Ucrania en las últimas décadas se unió ayer a la campaña de relaciones públicas contra Irán con un comunicado en el que el equipo propiedad de Rinat Ajmetov exige que, por su papel en la guerra de Ucrania, Irán sea expulsado del próximo Mundial de fútbol para ser sustituido por Ucrania. Al contrario que la selección persa, Ucrania no se clasificó para el evento.
Cuestionada su lealtad desde el principio, Rinat Ajmetov, dueño del equipo, principal oligarca de la región de Donetsk y considerado “prorruso” por su cercanía a Yanukovich, se posicionó del lado de Ucrania desde las primeras semanas de la guerra. El equipo abandonó la ciudad para pasar a jugar sus partidos en casa en el Arena Lviv. Allí las bufandas naranjas y negras inspiradas en la cinta de san Jorge -símbolo de la Segunda Guerra Mundial y ampliamente utilizado en Ucrania hasta 2014, pero prohibido en 2017 por representar la “agresión rusa”- se vendían en los puestos callejeros entre tazas con la imagen de Stepan Bandera y productos del Praviy Sektor mientras su bandera roja y negra contribuía en la agresión a Donbass con la azul y amarilla.
Mucho se ha escrito sobre el juego de equilibrio de Rinat Ajmetov con respecto a las Repúblicas Populares y sobre quiénes eran los hombres del oligarca en la RPD (se habló de Zajarchenko, de Jodakovsky, etc.). A pesar del abandono de la ciudad, el oligarca mantuvo cierta presencia y la RPD intentó cortejar al hombre más rico de la zona tratando de mantener sus empresas en funcionamiento. Y en el verano de 2014, con una población movilizada, radicalizada y en busca de cambios reales, fueron las tropas de la República Popular de Donetsk las que impidieron un asalto a la mansión del oligarca que, por su parte, mantuvo durante varios años un punto de entrega de ayuda humanitaria en el Donbass Arena. Hasta que llegó la ruptura. El claro posicionamiento de Ajmetov con Ucrania hizo imposible la cooperación y la introducción del bloqueo comercial ucraniano en el año 2017 obligó a la República Popular de Donetsk a enviar un mensaje claro a las empresas, cuyas propiedades serían temporalmente nacionalizadas en caso de rechazar registrarse y colaborar fiscalmente con la República. La negativa de Ajmetov rompió los últimos puentes y el Donbass Arena quedó vacío y en manos de las autoridades de Donetsk.
Ahora, cuando la población de Donetsk, sin agua corriente desde hace varios meses, sigue sufriendo las consecuencias de la guerra, el Shajtar, que siempre ha defendido la bandera de quienes atacaron Donetsk en 2014 y lo continúa haciendo ahora, se dirige a todo el mundo, no para exigir paz sino sanciones a unos y trato de favor a otros. La más importante de las cosas que no importan demuestra una vez más ser útil para la propaganda, pero también que el deporte puede ser politizado si la ocasión lo permite. No es la primera vez. En 2014, el equipo se vio obligado a publicar un comunicado en el que su capitán Rakitsky, que casualmente perdió su puesto en la selección nacional tras fichar años después por el Zenit de San Petersburgo, se declaraba patriota de Ucrania tras la publicación de unas palabras falsamente atribuidas al jugador, críticas con Ucrania. Como Rinat Ajmetov, el Shajtar siempre supo cuál era su lugar y, como cualquier otra institución del país, es consciente de su papel en la propaganda nacional en cada momento. La posibilidad de conseguir por la vía política la presencia en un evento con la repercusión mediática del Mundial de fútbol bien vale politizar el deporte, especialmente si el objetivo a derrotar no es más que un país considerado enemigo de Occidente.
Estupenda web y enhorabuena por el proyecto. Llegue desde el canal de Telegram en inglés. Soy el editor de la web http://www.freenoticias.com que os invito a visitar y estaría encantado de colaborar con vosotros publicando algún que otro artículo. No dispongo de mucho tiempo ya que no se trata de mi actividad profesional sino de una afición surgida de mi necesidad personal de comunicar y exponer datos y análisis que la prensa generaliza omite, pasa por alto o directamente oculta.
Mucho ánimo con el proyecto y estamos en contacto.
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