La cumbre de Normandía y el nuevo rechazo del presidente Zelensky a conceder estatus especial a Donbass ha vuelto a poner encima de la mesa la idea de descentralización, que las autoridades de Kiev ofrecen como alternativa a ese estatus especial, una autonomía con ciertos derechos políticos, al que Ucrania se comprometió con su firma en los acuerdos de Minsk. Sin embargo, esa descentralización, que posiblemente sea vista como excesiva por el nacionalismo, que exige un país homogéneo y fuertemente centralista, no es, en realidad, más que un ligero cambio administrativo que de ninguna manera puede sustituir al estatus especial que los acuerdos de Minsk exigen que Ucrania proteja en su Constitución. Es más, se puede decir incluso que es dudoso que, con la ley propuesta actualmente, haya incluso tal descentralización administrativa.
Artículo Original: Ukraina.ru
Cuando la palabra “descentralización” se escuchó por primera vez en boca de Volodymyr Zelensky y otros miembros de su equipo, habría podido parecer que se trataba de un nuevo planteamiento que rompiera con el principio unitario que marca el estado administrativo del país.
El sistema de control, construido por los predecesores del actual presidente, comenzando por Leonid Kuchma, ha sido repetidamente criticado por la Unión Europea calificándolo de arcaico e inadecuado según las normas democráticas. El propósito del centralismo, y el que no haya elección directa de los gobernadores regionales, choca frontalmente con la idea de gobierno local considerado en Occidente como una de las bases fundamentales del Estado democrático.
El sistema cambiará, afirmó Poroshenko. Y entonces comenzó a desarrollar un marco legislativo con nuevas normas para satisfacer, al menos en parte, las exigencias europeas. Ahora llega la propuesta de ley sobre la descentralización que ha presentado Zelensky al Parlamento y cuyo texto está publicado para que cualquiera pueda leerlo. Al inspeccionarlo con cierto detenimiento, es evidente que no contiene nada revolucionario, ni en la parte escrita por la administración anterior, ni en lo añadido por el actual Gobierno.
En realidad, no hay tal descentralización sino un burdo y fallido intento de imitarla, aunque ciertos elementos refuercen ligeramente a los consejos regionales. Por ejemplo, los gobernadores serán sustituidos por prefectos que se harán cargo de las cuestiones sociales y tomarán decisiones sobre ciertos problemas sociales. Para ello será preciso que haya unos comités ejecutivos formados por los consejos regionales. Hubo un tiempo en el que eso ya se produjo en Ucrania y se consideró inaceptable. En la primavera de 2014, eso es precisamente lo que hicieron los consejos regionales de Donetsk y Lugansk: tomaron la decisión de establecer un Gobierno. Y fue un paso en el camino de su separación completa de Ucrania.
Sin embargo, en el contexto actual, cuando Donbass y Crimea han dicho adiós a Ucrania posiblemente para siempre, la aparición de esta autoridad ejecutiva en las regiones es un cambio improvisado sin sentido e inofensivo. La autoridad y la importancia de esos ejecutivos será marginal, ya que el puesto de diputado regional es una posición puramente técnica que no tiene peso político ni capacidad alguna de influir en las decisiones tomadas en el centro.
La descentralización tal y como la plantean Poroshenko y Zelensky es un engaño y, de hecho, para las condiciones de vida de la población, supone en realidad una estructura que refuerza jerarquía vertical del presidente. El prefecto tendrá la capacidad de bloquear las decisiones de los diputados y, sobre la base de ese veto, podrá disolver los consejos regionales. Además, la ley elimina de la Constitución el párrafo que define la lista de las regiones de Ucrania, a las que asigna fronteras administrativas. Esto significa que el Gobierno central tendrá la capacidad de modificar esas fronteras a su antojo o de eliminar directamente cualquier región.
Pero eso no es lo más importante. El Parlamento puede aprobar cualquier ley, pero es dudoso que, en el contexto de creciente caos y sabotaje de las decisiones del Gobierno a todos los niveles, las normas sean puestas en práctica. Las leyes son actualmente pura abstracción, la realidad es que Ucrania se mueve rápidamente hacia la decadencia. Las regiones occidentales, descontentas con la actual “deriva derrotista” de las nuevas autoridades se distanciarán de Kiev y Zelensky seguirá bajo presión de la Unión Europea en busca de la resolución del conflicto en Donbass.
Por su parte, las “adormecidas” regiones de habla rusa continuarán mostrando sus diferencias con Galizia o Volina. A ellos tampoco les importará utilizar el momento para fortalecer sus instituciones y depender menos de Kiev, que sigue cambiando de manos de un lado a otro según las circunstancias. Los escenarios de Donbass y Crimea ya están escritos y suponen una alerta. El Estado multinacional y multiétnico tuvo la oportunidad de sobrevivir como una Federación, pero se intentó mantener a toda costa un Estado centralista que ha creado una tensión interna que, antes o después, llevará al Estado ucraniano a un inevitable colapso.
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