Reportaje Original de Lur Gil, desde Lugansk, para Berria / Fotografía: Lur Gil/Ibai Trebiño
Traducción del Euskera de Nahia Sanzo
Gran parte de la población huyó de la ciudad en agosto, cuando se encontraba sitiada por el ejército ucraniano. Ahora, aunque la guerra no haya acabado, muchos vuelven y casi se han acostumbrado a vivir entre las bombas.
Lugansk, en el este de Ucrania, aún no se ha recuperado de los efectos de los ataques de finales de agosto. En manos de las fuerzas contrarias al Gobierno ucraniano desde el principio de la crisis, Kiev ha lanzado dos ofensivas contra la ciudad. Las milicias lograron repeler el ataque y alejar de la ciudad la línea del frente: la lucha está ahora a quince kilómetros al norte. Las heridas infligidas por el ejército ucraniano están a la vista y serán difíciles de cerrar tanto para la ciudad como para los habitantes que han vivido los ataques.
El centro de la ciudad va recuperando poco a poco el aspecto que tenía antes de la guerra, aunque otras zonas siguen devastadas. No hay ni rastro de banderas ucranianas, que han sido reemplazadas por la bandera de la República Popular de Lugansk en edificios públicos, matrículas de coches, pintadas callejeras, carteles publicitarios… Pero por la calle no solo se ven banderas de Lugansk. Las banderas y símbolos rusos están presentes en todas partes, incluyendo imágenes de San Jorge, símbolo en la lucha contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y también en el este de Ucrania, donde, en sus propias palabras, luchan contra “fascistas”.
Pero esos no son los únicos efectos que ha dejado la guerra. Lugansk muestra también imágenes mucho más duras. Los edificios golpeados por los ataques ucranianos desde que comenzó la guerra siguen ahí, en ruinas. Muchas tiendas están hechas trizas; escuelas, iglesias y hospitales están bombardeados y gran parte de la industria más importante de Lugansk está devastada.
El principal mercado de la ciudad quedó completamente destruido tras un ataque aéreo de las fuerzas ucranianas a finales de junio y solo ahora que el centro de la ciudad recupera, poco a poco, la normalidad, la mercancía vuelve a estar a la venta. La mayor parte de las tiendas siguen cerradas y las pocas gasolineras que permanecen abiertas tienen precios exagerados. Es difícil pagar nada cuando apenas se pagan sueldos y muchos habitantes han perdido el trabajo a causa de la guerra.
Oxana Kiriluk, una miliciana que acaba de salir de una celda ucraniana, muestra su desesperada realidad económica: “Mañana iré a cobrar 200 hrivnias. Esa ayuda que me dan por tener un niño pequeño es el único ingreso de mi familia en este momento”.
Kiriluk acude cada día a la administración de la República Popular de Lugansk en busca de información sobre la guerra. El propio edificio también ha cambiado de aspecto. Fue uno de los primeros edificios públicos ocupados cuando comenzó la rebelión del este de Ucrania tras la caída del Gobierno a causa de las protestas de Maidan. En aquel momento se levantaron barricadas alrededor de la administración para defender el edificio. Hoy ya no hay signo de esas barricadas, pero el interior sigue completamente preparado para su defensa, ya que saben que el ejército ucraniano trata de avanzar. La milicia protege el edificio, al que solo pueden acceder políticos, milicianos, los propios trabajadores o periodistas. La milicia hace guardia día y noche, tras las barricadas levantadas en el interior; en el búnker del sótano disponen de comedores y habitáculos para dormir, en todo momento esperando el ataque del ejército ucraniano.
Se acerca el crudo inverno
La vida en Lugansk no es fácil. El constante ruido de las bombas recuerda a la población el riesgo de otro ataque. La ciudad se vació tras el ataque de agosto: salvo los milicianos, pocos residentes permanecieron en la ciudad. El resto, se marchó a vivir a Rusia. Todos los parientes de Oxana Kiriluk partieron hacia Sochi huyendo de la guerra. Ahora que han pasado más de dos meses, la población de Lugansk comienza a volver a sus casas en busca de normalidad, una normalidad que en Lugansk no existe.
El invierno ya ha llegado a Lugansk y los medios para hacer frente al frío son escasos. Muchos han perdido sus casas, otros muchos tienen que enfrentarse al inverno sin luz y sin calefacción. Solo hay suministro eléctrico durante unas horas; la luz se corta cuando llega la noche, ya que no hay suficiente potencia para toda la ciudad, que de cinco a nueve se queda completamente a oscuras. El agua corriente solo llega a las casas por la mañana, por lo que han acumular agua en bidones para el resto del día.
Es difícil pasar así el invierno y es difícil aguantar así la guerra, pero no parece que la guerra vaya a detenerse ni que vaya a terminar pronto, porque ni las milicias están dispuestas a aceptar al Gobierno ucraniano ni Petro Poroshenko está dispuesto a aceptar las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
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