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Anticomunismo, Rusia, Stetsko, Ucrania

Ucrania, Taiwán y la Idea Nacional

La tensión causada por la visita de Nancy Pelosi, líder de la mayoría Demócrata en el Congreso de Estados Unidos, a Taiwán ha supuesto también un posicionamiento diplomático que, en general, reproduce las posturas mantenidas por la diplomacia de las principales potencias en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Mientras Estados Unidos y sus aliados han condenado la respuesta china -que anunció maniobras militares en diferentes zonas marítimas alrededor de la isla-, Beijing y sus aliados, con Rusia a la cabeza, han condenado la provocación estadounidense. La visita de Pelosi ha sido seguida muy de cerca por la prensa ucraniana, que ha visto en la situación un espejo en el que estudiar la reacción estadounidense.

Desde hace meses, antes incluso de la intervención rusa en Ucrania, numerosos artículos en la prensa occidental han querido equiparar las causas de Ucrania y Taiwán contra Rusia y la China continental en lo que ha querido presentarse como una lucha de la democracia liberal contra el autoritarismo. Esas referencias han reaparecido nuevamente esta semana. Sin embargo, el vínculo entre los proyectos nacionalistas ucraniano y taiwanés se remonta a otra época, la Guerra Fría, cuando el nacionalismo ucraniano quiso hacer de Taiwán el frente oriental de su lucha anticomunista y antirrusa.

Ucrania, Taiwán y la Idea Nacional

Principal líder e ideólogo de la OUN (Bandera), Jaroslav Stetsko aprovechó en junio de 1941 la entrada del ejército nazi en Lviv para proclamar, en presencia de oficiales de la Abwehr, la restauración del Estado ucraniano.

Ese pasado de colaboración con en el nazismo no impediría a Stetsko, apenas algunos años más tarde, intentar señalar a las democracias del llamado Mundo Libre el camino a seguir en la lucha contra los dos grandes males percibidos por el nacionalista ucraniano: el comunismo y el imperialismo ruso. Durante todo su periodo de liderazgo en el movimiento anticomunista mundial, Stetsko haría gala del mismo oportunismo con el que se acercó a la Alemania de Hitler: aprovechar cualquier tipo de alianza para imponer el objetivo de destrucción, no ya sólo del comunismo sino de una Rusia percibida como el último y verdadero enemigo de su proyecto nacional.

El principal instrumento de actuación de Stetsko fue el Bloque Antibolchevique de Naciones (Anti-Bolshevik Bloc of Nations o ABN), una alianza de grupos ultranacionalistas creada en 1943 para luchar desde dentro contra la Unión Soviética. Aunque sin ningún vínculo con los problemas de las fuerzas reaccionarias de Asia, el nacionalismo ucraniano pronto iba a convertirse, a través del control que Jaroslav Stetsko ejercía sobre el ABN, en una parte esencial de la alianza anticomunista mundial. Así, en el otoño de 1955 se sientan en Taipéi las bases de la alianza estratégica entre el ABN y la sección chino-nacionalista de la APACL (Asian People’s Anti-Communist League, o Liga Anticomunista del Pueblo Asiático).

Condicionada por la división de China y Corea, la nueva alianza anticomunista asiática o APACL, con un papel esencial de la China nacionalista (la actual Taiwán), Corea del Sur, Vietnam del Sur y Tailandia, se había formado en 1954 con la intención, compartida por el ABN, de destruir y erradicar a los regímenes políticos comunistas.

El resultado de los contactos de Stetsko en Taiwán es un acuerdo de cooperación entre la sección china de la APACL y el ABN para combatir el “comunismo y el imperialismo ruso”. Tras un contacto entre Chiang Kai-Shek y Stetsko, éste suscribe el acuerdo el 24 de octubre de 1955 junto a Ku Cheng-Kang, presidente de la APACL china (APACL-ROC). A partir de entonces, Ku, uno de los líderes históricos del partido nacionalista chino, el Kuomintang, se convertiría en el principal contacto de Stetsko en Asia.

El acuerdo firmado apostaba por la destrucción del comunismo, la disolución de la URSS y la reconquista del continente chino por las fuerzas nacionalistas. En el comunicado de presentación del acuerdo, el ABN y la APACL-ROC definen como objetivos comunes “aplastar al bloque comunista internacional, aniquilar al imperialismo ruso y ayudar a aquellas naciones esclavizadas por los imperialistas rusos en Europa y Asia a recuperar su independencia en sus áreas etnográficas originales”. En ese contexto, mientras el ABN espera de la China nacionalista el apoyo al establecimiento de estados nacionales independientes en el este de Europa, el ABN debe ayudar a la China Libre “en la tarea de recuperar el continente chino y destruir al régimen comunista chino”. En sus contactos con los nacionalistas chinos, Stetsko expresó en este sentido su confianza en la liberación del territorio continental.

En un documento de diciembre de 1955 desclasificado por la CIA, en el que se recoge el seguimiento por la prensa local del viaje de Stetsko desde Madrid, se recogen las declaraciones del líder de la OUN en Formosa/Taiwán que permiten reflejar los rasgos fundamentales de su ideología política.

Esta ideología combina el anticomunismo con la reivindicación nacional y la lucha de las naciones “subyugadas por comunismo y el imperialismo ruso” por su independencia. Y apela a pasar al ataque contra Rusia y China. Belicista convencido, Stetsko mostró su apoyo en Taiwán a un contraataque nacionalista en el continente chino y a una ofensiva hacia la Siberia soviética desde China. En referencia a “los héroes anticomunistas de los campos de concentración” en ese territorio ruso, señalaba que esa circunstancia hacía del norte de Asia un trampolín ideal para una contraofensiva de conseguirse una acción coordinada entre las fuerzas del ABN y de la APACL.

Sin embargo, Stetsko era consciente de los límites a los que se enfrentaba su proyecto. De ahí la importancia que atribuía a la alianza estratégica con las fuerzas más radicalmente opuestas a la contención este-oeste. Durante su viaje por la actual Taiwán, Stetsko había apelado “a la cooperación de las fuerzas sin voluntad de compromiso anticomunistas y antirrusas de Europa y Asia”. En opinión de Stetsko, el bloque comunista sería derrotado más rápidamente en el marco de una alianza entre las naciones del este de Europa “esclavizadas por la Rusia soviética” y las naciones anticomunistas de Asia. Con la victoria contra el comunismo y contra Rusia en la mente, Stetsko defendió la necesidad de formar “una organización común o un centro de enlace entre los pueblos antibolcheviques del Este y del Oeste, para intercambiar información y diseñar una estrategia en nuestro combate común contra el comunismo mundial”.

La beligerancia y la ausencia de cualquier posibilidad de compromiso con Rusia define al proyecto de Stetsko. Reprochando la actitud de “las naciones neutralistas y vacilantes”, Stetsko afirmó que “las naciones del mundo libre serían incapaces de coexistir con la Rusia soviética bajo cualquier circunstancia” antes de sentenciar que “quien defienda la coexistencia con el comunismo y Rusia se convierte en responsable de los crímenes y ayuda a la tiranía”.

Según Stetsko, “la Rusia imperialista podría colapsar si los pueblos del mundo libre no colaboran con los rusos bajo ningún concepto”. El ABN se comprometía precisamente a mantener su radical oposición a cualquier posible compromiso con la URSS, un proyecto político que sólo respondía, según él, a las intrigas rusas para dividir al mundo democrático y limitar el conflicto interno. “Nuestra propia libertad no debería intercambiarse por la ‘coexistencia pacífica’ con Rusia”. No habrá paz en la tierra mientras existan los agresores soviéticos”, sentenciaba Stetsko en su viaje de 1955.

Stetsko era consciente de que la división de las naciones democráticas en torno a ese proyecto suponía el principal problema para el proyecto y reconocía que “la campaña anticomunista no ha ganado apoyo conjunto de las naciones democráticas”. Pero decía confiar en la nueva juventud para que la dicha campaña obtuviera finalmente “el apoyo común de las naciones democráticas”.

En la dimensión política, por tanto, el acuerdo entre ABN y la sección china de la APACL adelantaba el objetivo estratégico de “establecer un frente internacional conjunto para conseguir la independencia para todas las naciones”.  El proyecto de creación de la Liga Anticomunista Mundial (World Anti-Communist League, WACL) se impulsaría a partir de 1964 para superar lo que era el principal problema del anticomunismo: la desunión entre las naciones que se oponían a Rusia.

El deterioro de la situación en el sudeste asiático contribuyó a reforzar los intereses conjuntos del ABN y de la APACL, en especial de su sección taiwanesa. Ambos grupos querían una organización centralizada, controlada desde arriba, y por fin iban a poder implantarla. Así, en noviembre de 1966, durante la duodécima Conferencia de la APACL en Seúl, la organización adoptó la Carta de la Liga Anticomunista Mundial (la WACL en sus siglas inglesas).

En la reunión de Seúl, la organización adoptó además una resolución sobre China que pretendía influir en la acción política de Estados Unidos. A modo de Carta Abierta al Pueblo Americano, la resolución mostraba la oposición a una política débil hacia la China comunista que pretendiera reducir su entonces fuerte aislamiento político y económico. La carta denunciaba, en particular, la propuesta de algunos expertos estadounidenses de “apaciguar a los Chinos Rojos a través de contactos ampliados e incluso admitir el régimen de Pekín en las Naciones Unidas”. Señalaba que “una paz conseguida por medio de la rendición, la entrega, el apaciguamiento o incluso el compromiso es deshonrosa y sólo conducirá a una pronta guerra”. La consecuencia de esa política de contención hacia la Gran Revolución Cultural en marcha, destinada a acabar con “la herencia cultural de China” sería, según los firmantes, que “la confianza de los pueblos asiáticos en los Estados Unidos se verá socavada y el apetito de los comunistas asiáticos aumentará”.

Casi sesenta años después de su primera reunión con Chiang Kai-Shek en Taipéi, los objetivos por los que tanto luchó Stetsko parecen más cercanos. Las pretensiones de la ultraderecha en los países del este de Europa y en Asia han sido aceptados por las naciones democráticas, unidas en torno a Estados Unidos, Canadá, el Reino Unida o la Unión Europea.

La propia izquierda de esos países participa de la estrategia belicista. En España, al analizar la relación entre Ucrania y la izquierda, Santiago Alba Rico resumía en un argumento esencial los motivos para posicionarse del lado de Ucrania en su conflicto actual con Rusia: la resistencia ucraniana es una “guerra de independencia” y “es prioritario apoyar, defender, asegurar la independencia de Ucrania”, un proyecto amparado “por la necesidad de afirmar la justicia y el derecho internacional”. La identificación del filósofo y escritor con la propuesta es tan fuerte que apela a no emborronar “la única cosa que la izquierda … debería tener clara: quién es el agredido y quién es el agresor. A quién tenemos que apoyar –al menos mentalmente– y a quién tenemos que condenar”.

La adopción de estas tesis enlaza directamente con la ideología que impulsa la acción histórica de Jaroslav Stetsko, basada en la preeminencia “de la idea nacional sobre la idea imperialista”, tal y como lo reflejaba ya en 1958. Es la apuesta por el rechazo de la coexistencia pacífica y, en consecuencia, la apuesta por la desintegración de la “prisión rusa de nación”, entonces la URSS y hoy la Federación Rusa, en estados nacionales independientes “dentro de sus fronteras étnicas”.

Occidente, y dentro de él su izquierda política, están hoy de acuerdo en apoyar por todos los medios la revolución nacional por la que Stetsko apostaba contra Rusia. Porque, como éste señalaba, no es suficiente con destruir el “comunismo como un sistema social o político”, sino que también es necesaria “la desintegración del imperio colonial ruso para restablecer la independencia nacional de las naciones subyugadas”.

Pero es preciso no olvidar una cuestión esencial: como explícitamente defendía Stetsko, la apuesta por la idea nacional es en realidad una apuesta por el nacionalismo, por la aplicación exclusiva del principio nacional en la organización del mundo y, en consecuencia, por la disolución, no simplemente de los llamados imperios, sino de los propios estados de base multinacional.

La disolución de la URSS y de Yugoslavia, de acuerdo con el principio uti possidetis (la consolidación de los nuevos estados no sobre bases étnicas sino territoriales, de acuerdo con la estructura administrativa previa de los estados en fase de descomposición) no ha servido para resolver los conflictos nacionales en ese espacio. No sólo porque en Kosovo, las grandes potencias de Occidente renunciaron a los principios hasta entonces aceptados en el derecho internacional (creando un precedente que sirvió posteriormente para fundamentar la declaración de independencia de Crimea), sino porque la realización de la “idea nacional” dentro de las fronteras autoproclamadas, étnicas o no, es una fuente de conflicto si se aplica desde principios unitaristas y autoritarios, tal y como se ha podido comprobar en la Ucrania post-Maidán.

En esas circunstancias, la guerra total por la realización de esa idea nacional puede alejarse del conflicto imperial por el territorio y convertirse simplemente en una guerra nacional por la supervivencia, tal y como se observa hoy en el este de Ucrania. Un espacio en el que la reivindicación de la independencia no es patrimonio exclusivo del régimen nacionalista de Kiev sino que también caracteriza a quienes, como en el Donbass, sólo ven ya posible su propia libertad al margen de la realización de la idea nacional ucraniana.

Haber permitido que ese escenario sea posible, y que las fuerzas reaccionarias que se conforman en los años 40 y 50 hayan conseguido imponer sus objetivos estratégicos en Europa y Asia, con Ucrania y Taiwán como centros neurálgicos de dicho conflicto, constituye uno de los mayores fracasos de las fuerzas progresistas y democráticas en Europa.

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