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Donbass, Economía, Energia, Rusia, Ucrania

Jugar con fuego

Desde la semana pasada, el presidente Zelensky y sus principales portavoces mediáticos se han lanzado a una campaña de propaganda sobre el peligro de la situación alrededor de la central nuclear de Zaporozhie, bajo control ruso desde las primeras semanas de la guerra y que ya fue fuente de falsas alarmas en aquel momento. Como es habitual, Ucrania acusa a Rusia de bombardear territorio bajo su control, una idea que se ha trasladado también, sin crítica ni verificación alguna, a toda la prensa occidental.

Todo ello como elemento de presión contra Rusia y en un intento de buscar una retirada de una zona clave ante el temor a que Rusia pudiera desconectar la central del sistema eléctrico ucraniano. La estrategia de presión utilizada por Ucrania es similar a la que logró la retirada rusa de la isla de las Serpientes. Sin embargo, al contrario que en ese islote despoblado y que las tropas rusas podían controlar en la distancia (sigue sin haber una guarnición ucraniana allí y la isla no se ha convertido en un peligro para las tropas rusas en Jerson o en Crimea), una retirada voluntaria de Energodar no es posible. En esta estrategia, Ucrania ha decidido jugar con fuego utilizando para ello una instalación nuclear.

Artículo Original: Tetyana Montyan

El 5 de agosto, la central nuclear de Zaporozhie, situada en la localidad de Energodar, bajo control de las tropas rusa, fue atacada con artillería. El primer bombardeo, que se produjo a las 17:00, causó daños en las líneas de alta tensión que salen de la planta. Durante el segundo, alrededor de las 19:00, los proyectiles explotaron directamente en el territorio de la central. No es la primera vez que se produce un ataque contra la central. El anterior tuvo lugar el 20 de julio y antes, el día 12, con el uso de drones. Como es de esperar, ambos bandos del conflicto se culpan de lo ocurrido: en Rusia afirman que la planta fue atacada por las Fuerzas Armadas de Ucrania, mientras que las autoridades de Kiev alegan que la Federación Rusa se bombardeó a sí misma. Pero hay un matiz interesante: según el Organismo Internacional de la Energía Atómica (IAEA), el personal ucraniano continúa trabajando en la central, que aunque quedó bajo control de las fuerzas rusas el 4 de marzo, continúa enviando electricidad al sistema eléctrico ucraniano.

Por cierto, el IAEA lleva tiempo insistiendo en la necesidad de realizar una inspección de la planta, pero el lado ucraniano, concretamente Energoatom, se opone: la compañía afirma que ninguna inspección será posible hasta que la central vuelva a estar bajo control de Ucrania. Mientras tanto, cualquier inspección sería una “legitimación” del control ruso sobre la central y, por lo tanto, sería inaceptable. Los expertos del IAEA no pueden actuar sin el consentimiento de Ucrania, ya que la organización considera a Kiev como único operador legítimo en la central.

Es improbable que un bombardeo en el territorio de la central vaya a dañar los reactores nucleares y es aún más improbable que eso vaya a llevar a algo como el desastre de Chernóbil: la central está diseñada con firmeza y los reactores VVER-1000 son lo suficientemente fiables en caso incluso de los hechos más catastróficos, simplemente se apagarían. Pero estas consideraciones solo se refieren a golpes accidentales: los ataques sistemáticos contra la central, que harían su funcionamiento normal imposible, sí suponen una amenaza considerable. Si el suministro eléctrico de la estación es interrumpido y no es posible restablecerlo a causa, por ejemplo, de bombardeos continuados, es posible una catástrofe similar a la de Fukushima. Pero hablaremos de los posibles escenarios de accidentes en los reactores VVER-1000 en una próxima ocasión, centrémonos ahora en la cuestión política.

Es improbable que un desastre nuclear en la central más grande de Europa vaya a beneficiar a ninguna de las partes del conflicto. Sin embargo, el empeoramiento de la situación alrededor de la central nuclear es más beneficioso para Ucrania, ya que hace posible chantajear a la Unión Europea con el espectro de un apocalipsis nuclear y presentar más y más exigencias de suministro de armas, entrega de financiación e introducción de nuevas sanciones contra Rusia.

En caso de empeoramiento en la zona de la central, Rusia puede, por supuesto, ordenar el cese de actividad de la planta y decomisarla en cumplimiento de todas las regulaciones requeridas. Pero eso llevaría, entre otras cosas, al colapso del sistema energético ucraniano. Entonces Kiev tendría la oportunidad de acusar a Moscú de genocidio deliberado y de crear una catástrofe humanitaria. E incluso en ese caso, en ausencia de monitorización del IAEA, son posibles todo tipo de especulaciones con el funcionamiento del depósito de carburante de los sistemas de enfriamiento y otros aspectos. Creo que lo último que quieren las autoridades rusas ahora mismo es tener que enfrentarse a alegaciones de haber creado deliberadamente un apocalipsis nuclear.

Así que mover la situación alrededor de la central nuclear de Zaporozhie prácticamente garantiza una victoria para Zelensky y compañía pase lo que pase, así que podemos estar seguros de que el bombardeo del viernes estará lejos de ser el último.

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