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Armas, Ejército Ucraniano, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, Ucrania, UE, Zelensky

Por sus intereses geopolíticos

“Si Ucrania cae, será un punto de inflexión catastrófico en la historia y una humillación absoluta para Occidente… ¿Por qué demonios estamos esperando para dar a esta heroica nación las armas que necesita?”, ha sentenciado recientemente Boris Johnson, el ex primer ministro británico cuya llegada a Kiev en un momento en el que Rusia y Ucrania seguían aún negociando la posibilidad de paz dio a Zelensky la señal que necesitaba para optar definitivamente por la guerra. El comentario de Johnson muestra, con más claridad que otros representantes políticos, que la guerra de Ucrania se considera un elemento determinante en el mantenimiento del statu quo internacional de hegemonía occidental. El argumento está también en línea con el sentir catastrofista que se ha extendido por la prensa en las últimas semanas en un ejercicio de dramatización de una situación militar complicada, pero en ningún caso crítica para Ucrania, cuyo único objetivo era presionar en busca del aumento de los fondos de asistencia militar a Kiev.

Desde que los fondos del principal país proveedor, Estados Unidos, se agotaron, Ucrania ha perdido Avdeevka tras una guerra de desgaste en la que pesó el desequilibrio de fuerzas propio de esta guerra, aunque ha conseguido evitar un avance rápido de Rusia en todos los frentes. Moscú se ha aprovechado de la escasez de munición antiaérea para lograr más éxito en sus ataques en la retaguardia, pero el frente terrestre no se ha movido excesivamente. Los avances desde Avdeevka hacia el oeste, limitados aunque algo más veloces que en batallas anteriores de esta guerra desde que entró en las trincheras, no pueden ocultar que Rusia no ha conseguido alejar a las tropas ucranianas de zonas tan importantes como Gorlovka, el sur de Donetsk, Kremennaya o Lisichansk, aún en territorio peligroso casi dos años después de su captura.

Como era de esperar, el cambio en el discurso tras la aprobación de los nuevos fondos estadounidenses ha sido inmediato. “Estados Unidos finalmente ha invertido plenamente su ayuda hacia Ucrania, y en consecuencia su reputación como líder global…. Y también señaló que la Federación Rusa no tiene ninguna posibilidad de reescribir las reglas globales, ni de salir impunemente de la guerra iniciada por ellos…. Ahora es crucial llevar la guerra a un final justo…”, escribió un pletórico Mijailo Podoliak apenas unos minutos después de la confirmación del voto favorable del Congreso de Estados Unidos. En su simplificada visión de la guerra, la superioridad de las armas occidentales es tal que es lo único necesario para Ucrania, que de esa forma logrará lo que considera el final inevitable: la derrota completa de Rusia, pago de compensaciones de guerra, rendición de cuentas en un tribunal similar al de Núremberg e incluso cambio de régimen en la Federación Rusa. Pese a las grandes dosis de pensamiento mágico del discurso del asesor de la Oficina del Presidente, su narrativa describe a la perfección las intenciones del Gobierno ucraniano, dispuesto a seguir exigiendo más armas a sus socios hasta lograr sus objetivos. La promesa de nuevas armas implica que Ucrania recuperará rápidamente sus maximalistas demandas políticas y quizá también la habitual elevada exigencia. Es improbable que lo prometido actualmente sea considerado suficiente por Kiev, siempre dispuesta a pedir más a sus aliados.

La dinámica es similar en la prensa. Aunque una parte de los analistas recuerdan el fracaso de la contraofensiva de 2023, ampliamente financiada por una enorme movilización de recursos, ha estallado el retorno del optimismo. Ayer comenzaban ya a publicarse los primeros artículos que mostraban el cambio de discurso. “Con el restablecimiento del apoyo estadounidense y la ayuda continua de Europa, Ucrania podría ser capaz de cambiar las tornas”, escribía un think-tanker de Brookings Foreign Policy en un articulo publicado menos de doce horas después de que, por amplia mayoría, con el voto de toda la representación demócrata y 110 votos republicanos, el Congreso diera luz verde al paquete de asistencia militar. Como ya se había anticipado, la legislación incluye un amplio porcentaje (alrededor de un tercio del total) para la reposición de los arsenales estadounidenses, por lo que los 60.800 millones de dólares aprobados el sábado no serán íntegramente destinados a Ucrania sino a gastos propios.

La reanudación de la financiación estadounidense se une a una aumentada asistencia de los países europeos, que han respondido a la llamada de Biden a incrementar su implicación en el suministro militar a Ucrania. Las cifras y declaraciones indican la unidad euroatlántica y muestran su compromiso por la vía militar como única aceptable, algo que, en cierta manera, también comenzó con Boris Johnson en la primavera de 2022, cuando la solución negociada era aún posible para Kiev y Moscú.

El “vamos a luchar” que supuestamente pronunció el entonces premier británico ante el presidente ucraniano no ha de entenderse como una forma de obligar a Ucrania a renunciar a la vía diplomática, sino como la promesa de que Kiev dispondría de los medios necesarios para la guerra hasta el final. En ese momento, Kiev y Moscú aún negociaban en la sombra un acuerdo cuyos términos no agradaban a Ucrania, que tendría que renunciar a parte de su territorio (Crimea, Donetsk, Lugansk) y al acceso a la OTAN. Los términos tampoco interesaban en absoluto a algunas potencias occidentales, Estados Unidos y el Reino Unido al frente, que debían comprometerse a ofrecer a Ucrania unas garantías de seguridad similares a las previstas por el Artículo V de la OTAN que no estaban dispuestos a ofrecer. Occidente no forzó a Ucrania a continuar la guerra, pero demostró activamente su falta de interés por una paz negociada y se comprometió a actuar como proveedor para lograr imponer militarmente los objetivos de Ucrania y los suyos propios.

“Acojo con satisfacción el abrumador voto positivo de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Ucrania merece todo el apoyo posible contra Rusia”, escribió Úrsula von der Leyen, que añadió también el mensaje que está repitiendo en bloque toda la representación europea. “Los aliados transatlánticos están unidos en apoyo de la libertad y la democracia”. “Estamos juntos. Por la libertad, contra la agresión”, escribió la presidenta del Parlamento Europeo Roberta Metsola. La muestra de apoyo que ambas, von der Leyen y Metsola, realizaron en octubre para mostrar su solidaridad con Israel, que preparaba ya la guerra que ha asesinado a más de 34.000 palestinos en Gaza, sugiere que no puede ser un problema que el paquete de gasto militar no solo incluyera a Ucrania sino también a Taiwán e Israel. Los argumentos de libertad y lucha contra el ocupante no pueden, al parecer, aplicarse a los territorios palestinos, bajo la ocupación israelí desde 1967. La lucha por la democracia implica, en Ucrania, apoyar incondicionalmente a un presidente que se negó a aplicar el acuerdo de paz firmado al entender que implicaba la concesión de excesivos derechos, mientras que en Israel supone defender a un Estado que durante décadas ha pisoteado la legislación internacional perpetuando la ocupación.

El paquete de medidas, que dotará a Kiev y Tel Aviv de las armas que precisan para continuar librando sus respectivas guerras, en el caso israelí contra una región sitiada y no contra un ejército sino contra una milicia y contra la población en general, hará, según Lloyd Austin, jefe del Pentágono, “que Estados Unidos sea más seguro y salvará vidas”. Estados Unidos repite el argumento de salvar vidas, pero mucho más importante es la primera parte de la afirmación, no en términos de garantizar la seguridad del país contra posibles enemigos, sino en forma de proteger la posición de Washington a nivel mundial. Los más de 90.000 millones de dólares de gasto militar, que se suman al presupuesto militar estadounidense, con mucha diferencia el más alto del planeta, buscan mantener la situación actual de tres aliados en zonas estratégicamente importantes: Ucrania en Europa, Israel en Oriente Próximo y Taiwán en Asia-Pacífico. No es casualidad que se trate de zonas especialmente importantes para el mantenimiento de la posición preeminente de Estados Unidos a nivel mundial. Por medio de la guerra en Ucrania, Washington busca mantener el control del continente europeo y minar a un aliado importante del único oponente real con el que cuenta actualmente, la República Popular China, presionada también con el apoyo occidental a Taiwán.

Esa visión del aumento del gasto militar como forma de preservar su posición internacional es común a ambos partidos estadounidenses. “Creo que Xi, Putin e Irán son el verdadero eje del mal. Creo que están coordinando sus acciones. Estoy dispuesto a tomar riesgos personales por esto porque tenemos que hacer lo correcto. Y la historia nos juzgará”, afirmó el presidente de la Cámara de Representantes Mike Johnson, que ha acelerado la fase final de la negociación para garantizar que los aliados de Estados Unidos puedan mantener su posición y, de esa forma, seguir siendo útiles para Washington. Su postura le ha valido críticas de radicales como Marjorie Taylor Green, pero también grandes titulares. “Mientras deliberamos sobre este voto, tienes que preguntarte a ti mismo: ¿soy un Chamberlain o un Churchill?”, afirmó para pedir apoyo a favor de las medidas Mike McCaul, presidente del Comité de Asuntos Exteriores. Siguiendo con el símil y aplicándoselo a Mike Johnson, CNN escribía que “aprobando la asistencia a Ucrania, el presidente [del Congreso] accidental se convirtió en un improbable Churchill”.

“Tendremos una opción de victoria”, ha afirmado en su primera entrevista desde la aprobación de la financiación Volodymyr Zelensky. Ucrania contará con más armamento con el que tratar de equilibrar un campo de batalla que en los últimos meses se ha decantado hacia Rusia. No parece casualidad que el presidente ucraniano haya firmado finalmente la impopular ley sobre la movilización apenas unos días antes de que se confirmara la reanudación los fondos estadounidenses. Kiev había cumplido su parte demostrando a sus proveedores que seguirá reclutando suficiente población para sostener la guerra. Washington ha respondido con la financiación para hacer que continuar la guerra siga siendo posible. Como hace dos años, la única voluntad de Estados Unidos y sus aliados es mantener la guerra, en parte por sus intereses geopolíticos.

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