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Budanov, Donbass, Ejército Ucraniano, GUR, Rusia, Ucrania

Peones al servicio de Budanov

“Este desafiante general ucraniano no tiene sonrisa, pero sí sorprendentes comentarios sobre Trump”, titula esta semana un reportaje sobre Kirilo Budanov publicado por David Ignatius, uno de los columnistas estrella de The Washington Post. En realidad, los sorprendentes comentarios sobre el aspirante a regresar a la Casa Blanca se limitan a mostrar su afinidad con el expresidente por su personalidad y por haberse levantado de nuevo siempre que ha caído, para matizar finalmente que “incluso una persona como él no será capaz de resolver el asunto en un día”, como Trump afirma que sería capaz de hacer. En la entrevista, en la que el jefe de la inteligencia militar de Ucrania repite los habituales tópicos de necesidad de armamento, Budanov afirma otra obviedad: en los próximos meses, Rusia tratará de “conseguir el máximo de territorios de Donetsk y Lugansk” con la esperanza, según Ignatius, “de que un reelegido presidente Donald Trump pueda ratificar sus ganancias.

Escasa de contenido, la entrevista no aporta ningún dato especialmente novedoso más allá de la continuación del enaltecimiento de una figura cuya labor principal son los asesinatos y destrucción en la retaguardia. Y pese a que la descripción de su puesto de trabajo implica una fuerte tarea de desinformación, Ignatius, como el resto de corresponsales occidentales, respeta el discurso oficial que Budanov ha querido construir para sí mismo: su supuesto misterio, los imaginarios intentos de asesinato o la obsesión de Vladimir Putin por su figura.

El periodista estadounidense no consigue ninguna respuesta directa del líder del GUR, aunque sí algunos indicios de las intenciones ucranianas. “Cuando le pregunté si continuarían los ataques ucranianos dentro de Rusia, Budanov esbozó una rara sonrisa”, indica Ignatius. “Espero que sí”, responde según cita el artículo. Y sin contextualizar la naturaleza de los ataques ucranianos en Rusia, el periodista añade que “una viñeta que circula por Internet muestra a Putin encontrándose con Budanov en un parque y preguntándole si su perro muerde. Budanov responde que no, y Putin acaricia al animal. El perro coge una pistola y mata a Putin de un disparo”.

La actuación de Ucrania en el territorio de la Rusia continental se basa fundamentalmente en los ataques con drones y las redadas transfronterizas. En el caso del uso de aeronaves no tripuladas contra objetivos militares y civiles rusos, especialmente las refinerías, Budanov se ha encontrado con las reticencias de Estados Unidos, consciente de que no se logrará ningún objetivo importante y que podría provocarse, como ha ocurrido ya, represalias contra las infraestructuras energéticas ucranianas mucho más costosas. En cuanto a las redadas, Budanov no ha escondido su voluntad de continuar con esa actuación, cuyo objetivo también está claro: desestabilizar la situación interna en la Federación Rusa. “Esta guerra continuará mientras este régimen siga en Rusia”, afirma en la entrevista, repitiendo una idea en la que han incidido repetidamente representantes del Gobierno ucraniano y la Oficina del Presidente.

En esa labor de desestabilización, Budanov cuenta con una serie de grupos que forman parte de unas fuerzas especiales subordinadas a la voluntad y la creatividad de su jefe. La referencia a los ataques en Rusia realizada por el líder del GUR en sus declaraciones a The Washington Post es una de las muchas que apuntan a nuevos ataques transfronterizos. En las últimas horas, al menos dos reportajes de prensa han querido legitimar o enaltecer a los grupos que en los últimos años han realizado redadas contra los municipios cercanos a la frontera, aldeas puramente civiles sin ningún tipo de defensa, que en ocasiones han alegado falsamente haber capturado. “Tres grupos armados rusos combaten en las filas ucranias. Se trata de opositores a Vladímir Putin que consideran que ha terminado el tiempo de hacerle frente por la vía política”, escribe, por ejemplo El País, que se centra en el más reciente de los grupos destinados a realizar los planes de Budanov en los territorios rusos cercanos a la frontera de Ucrania, la Legión Siberiana, un grupo formado a partir de soldados integrados en la Legión Internacional de Ucrania.

En su peculiar y simplificada visión, Cristian Segura describe a los tres grupos de partisanos rusos al servicio de Kirilo Budanov. “Hay tres grupos armados rusos que combaten en las filas ucranias, son opositores a Vladímir Putin que consideran que ha terminado el tiempo de hacerle frente por la vía política”, afirma sobre los soldados que, armados y equipados por Kiev con la financiación que llega del extranjero, atacan las aldeas fronterizas, habitadas fundamentalmente por población anciana. “De estos, las unidades que llevan más tiempo en la guerra son el Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK), de extrema derecha, y la Legión Libertad de Rusia, de ideología liberal próxima a las tesis de Alexéi Navalni, fallecido este febrero en una prisión rusa”, escribe. “A diferencia de las otras dos unidades”, alega sobre el batallón siberiano, “sus soldados forman parte de la Legión Internacional ucrania. Y también, a diferencia de ellas, su objetivo es descentralizar el poder de Rusia en favor de las regiones y «liberar» a sus minorías étnicas”.

Esa liberación de las minorías rusas ha sido en los últimos años uno de los argumentos para abogar por la balkanización de la Federación Rusa, el sueño de un sector, fundamentalmente formado por neocons estadounidenses que buscan desmembrar el país al igual que sucedió con la Unión Soviética. Esta misma semana, por ejemplo, se celebra en Estados Unidos una cumbre organizada por el “Foro de las Naciones Libres Posrusas”, descendiente espiritual de la “Semana de Naciones Cautivas” anticomunista que nació durante la Guerra Fría.

Los proxis con los que Ucrania y sus aliados occidentales -la prensa entre ellos- cuentan en esa labor no son de extrema derecha, liberales al estilo de Navalny (aunque tampoco Navalny era un liberal al estilo europeo) ni simples soldados que buscan descentralizar Rusia. Uno de los soldados presentados por El País, por ejemplo, afirma querer liberar a las naciones no rusas de la Federación Rusa y menciona, según Cristian Segura, el ejemplo de Cataluña. El periodista no ve contradicción entre ese planteamiento y que el soldado luchara durante la guerra de Donbass en la agresión de Ucrania contra una región que pedía precisamente el derecho a tener cierta autonomía de la imposición de Kiev.

Un exponente de los liberales de la Legión Libertad de Rusia es presentado en un amplio reportaje publicado en las últimas horas por Político. “Conozcan al cristiano ruso que quiere derrocar a Putin”, escribe el medio, que insiste en el contraste entre esta unidad y el RPK. “Cuando tengamos suficientes fuerzas, liberaremos toda una región de Rusia”, afirma César, el soldado entrevistado. “Organizaremos un gobierno. Movilizaremos a la población. Les entrenaremos. La rebelión crecerá y avanzaremos a otras regiones hasta que marchemos sobre Moscú”, insiste pese a que ninguna de las redadas realizadas en Rusia haya logrado el más mínimo apoyo social en la Federación Rusa. Peones de los planes de Kirilo Budanov, estos grupos no buscan el favor de la población, sino una desestabilización que solo favorece a Kiev en sus intenciones propagandísticas.

Hacia la mitad del enaltecedor reportaje, Político admite que el soldado fue miembro del Movimiento Imperial Ruso, “designado organización terrorista por Estados Unidos”. Ahí, César obtuvo entrenamiento militar. Esa es la cantera de los grupos que, según los periodistas occidentales, aspiran a liberar al pueblo ruso. El soldado afirma no ser “un loco neonazi o nacional socialista, ni nada de eso”, aunque admite seguir “en la extrema derecha” y se declara “patriota ruso”, aunque dice entender a “los tártaros, daguestaníes y chechenos. Ellos también quieren ser los dueños de su propia tierra y deberían serlo”.

Esa última afirmación recuerda a las realizadas por el líder del RDK, Denis Kapustin, Nikitin o White Rex, según Político, “calificado por las autoridades alemanas como uno de los activistas neonazis más influyentes del continente”. En el pasado, Nikitin ha manifestado estar dispuesto a dejar marchar a las regiones no rusas de la Federación Rusa para obtener un país étnicamente ruso. El Cuerpo de Voluntarios Rusos está tan definido por su líder como Azov lo está por Andriy Biletsky. Y como su homólogo en el movimiento Azov, Kapustin no esconde sus ideas políticas. Ayer mismo, uno de los escasos periodistas opositores rusos que siempre ha considerado inaceptable el uso de neonazis para luchar contra Rusia, Leonid Ragozin, describía una publicación en las redes sociales en la que, a raíz de la celebración del final del Ramadán, en la que Nikitin explica los motivos de su lucha. “Nikitin/Kapustin afirma que Rusia está convirtiendo las ciudades europeas en pozos negros multiétnicos. El post se ilustra con el vídeo de la celebración del Eid al-Fitr en la mezquita de la Mariupol, ocupada por Rusia. La mezquita, patrocinada por Turquía, fue inaugurada en 2007, quince años antes de la ocupación. Mariupol contó con una comunidad musulmana desde sus inicios”, escribe el periodista, evidentemente contrario a la actuación rusa en Ucrania. El racista mensaje de Nikitin fue publicado en un canal de Telegram llamado White Powder.

A pesar de ser cada vez más difícil de defender al estar mucho más allá de la extrema derecha que admite El País, la prensa continúa dando voz a personas como Kapustin, a quien Político dedicó un artículo hace apenas unas semanas. Pese al intento de legitimación que realiza y al que el medio se presta, opiniones como la mención favorable al apartheid de Sudáfrica muestran la naturaleza política de los líderes de los grupos que, según Occidente, aspiran a liberar Rusia. En realidad, transformados por la prensa en chicos malos o simplemente liberales al estilo de Navalny, su utilidad no va más allá de la de actuar como peones de un juego de desestabilización de la Federación Rusa al servicio de las voces más extremas del aparato de seguridad de Ucrania. Herramientas que posiblemente vuelvan a actuar pronto.

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