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¿Por qué es imposible la diplomacia?

“Tras más de dos años de combates, la invasión rusa de Ucrania se ha empantanado en un sangriento callejón sin salida”, escriben Foreign Policy sobre el estado de la guerra, no solo el de las tropas rusas. “Ambos países siguen gastando cuantiosos recursos para ganar territorio, pero sus avances son esporádicos y limitados. A veces se invierten rápidamente. Ninguna de las partes dispone de los recursos necesarios para lograr una victoria decisiva en el campo de batalla. Ambos sufren numerosas bajas cada día”, añaden los dos profesores universitarios de Ciencias Políticas que firman el artículo. Aunque publicado en abril, este escenario no describe el escenario actual sino el que Zaluzhny lamentaba en su artículo del pasado noviembre en The Economist y que acabó por costarle el puesto. En realidad, aquel texto reflejaba también una realidad pasada, ya que para ese momento, Rusia había derrotado la ofensiva ucraniana en el frente de Zaporozhie y recuperaba la iniciativa en la guerra terrestre (aunque no necesariamente en otros aspectos, como el enfrentamiento en el mar Negro). El momento en el que el entonces comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania pronunció las palabras prohibidas, punto muerto, comenzaba ya a verse un progreso ruso en un sector especialmente importante de esta guerra, el de Donetsk. Y es ahí donde los avances de las tropas de la Federación Rusa han dejado de ser esporádicos y tan limitados.

El artículo parte de una premisa que, cierta hace unos meses, no lo es tanto ahora, por lo que no es de extrañar que llegue a una conclusión también equivocada. Según los autores, Rusia seguirá tratando de conquistar el máximo territorio de Ucrania, mientras Kiev trata de defenderse sin que se espere de ninguno de los dos países una fuerza suficiente para imponerse al otro de forma definitiva. De estas conclusiones, solo la última parece ajustarse a la situación actual, un momento en el que sería preciso un colapso para que la tricolor rusa se izara en ciudades como Kiev o Odessa o la azul y amarilla ucraniana en Donetsk o Yalta. Ucrania ha dejado claro que busca la financiación y asistencia para realizar una nueva ofensiva, mientras que Rusia continúa con una guerra de desgaste en la que cada vez es más evidente que sus objetivos son mucho más limitados de lo que alertan occidente y Ucrania.

Pese a partir de una premisa equivocada y alcanzar unas conclusiones que tampoco se ajustan a los actos y las intenciones de los bandos en conflicto, el artículo de Foreign Policy menciona un aspecto de interés. En referencia al impasse que en el que en realidad ya no está la guerra, los autores añaden que “normalmente, los académicos describen estas situaciones como «estancamientos mutuamente perjudiciales», que a menudo fomentan las condiciones que llevan a las partes a negociar. Si los actores beligerantes carecen de medios para alterar la trayectoria de los combates, suelen replantearse cuánto pueden conseguir por la fuerza. Y si se enfrentan a un punto muerto cada vez más costoso e indefinido, empiezan a considerar concesiones antes desagradables. El resultado puede ser un espacio de negociación que antes no existía”.

Sin posibilidad hasta ahora de lograr una resolución negociada entre Kiev y Moscú, las opciones de finalizar la guerra pasan por la derrota militar de una de las partes o la incapacidad de ambas de continuar luchando, ya sea por encontrarse exhaustas y haber agotado sus recursos o ante la percepción mutua de que la batalla no va a cambiar la situación. Es posible que ese momento llegue en un futuro, pero no hay signos de ello por el momento. “Esta guerra no ha llegado a una fase en la que sea posible, ni siquiera en principio, una terminación negociada. Para lograr la paz en un conflicto, ambas partes tienen que estar dispuestas a aceptar las exigencias mínimas de la otra. Y a pesar de la falta de avances, ni Rusia ni Ucrania pueden tolerar las exigencias de la otra. Kiev, por ejemplo, no puede aceptar la exigencia rusa de un nuevo liderazgo. Moscú no puede acceder a la exigencia ucraniana de reparaciones. Ninguna de las partes cederá territorio”, ofrecen como motivo los dos académicos.

Las declaraciones de ambos bandos desmienten los motivos aludidos para el rechazo a la vía diplomática. Hay que recordar, además que, como ha confirmado el negociador ucraniano David Arajamia, fue Ucrania y no Rusia quien rompió definitivamente las negociaciones de Estambul pese al intento ruso, especialmente de su presidente, por alcanzar un acuerdo. Posteriormente, explotando los acontecimientos de la guerra y la certeza de que contaba ya con el apoyo de sus socios para continuar luchando Volodymyr Zelensky prohibió por decreto toda negociación con Vladimir Putin que, según la propia delegación ucraniana, era la persona más interesada en conseguir un acuerdo. Desde entonces, Ucrania ha insistido en el retorno a las fronteras de 1991 como prerrequisito para una negociación, que únicamente consistiría en imponer las exigencias ucranianas de reparaciones y tribunales de guerra para que únicamente los militares y políticos rusos tuvieran que rendir cuentas por una guerra que no comenzó en 2022 sino en abril de 2014.

Apenas unas horas después de dirigirse a Donald Trump para exigirle la continuación de la financiación para la guerra en términos que el expresidente pudiera entender, apelando a la lucha de Ronald Reagan contra “la Unión Soviética y Rusia”, que definió como “el imperio del mal”, Andriy Ermak volvió a insistir en la negativa a cualquier compromiso, que es también el rechazo a toda vía negociada, una opción que causa cada vez menos rechazo incluso entre la población ucraniana. “La gente puede decir que está cansada, pero si les preguntas si quieren llegar a un compromiso con Rusia, son rotundos y dicen que no”, afirmó Ermak, sin prestar atención a los datos de las encuestas, en una entrevista concedida a Político. Entre esa población no está, por supuesto, la de Crimea o Donbass, cuya opinión no cuenta para Kiev, pero es utilizada para justificar la necesidad de regresar a las fronteras internacionalmente reconocidas de Ucrania. “El hecho de que la gente permanezca en Ucrania con sus familias es la confirmación de que, en general, el estado de ánimo del pueblo sigue siendo fuerte”, añadió Ermak con un argumento que puede utilizarse también contra Ucrania: el hecho de que la población de Crimea y Donbass haya permanecido ahí durante una década a pesar del bloqueo, las sanciones o la guerra muestra el rechazo a Kiev.

El motivo del rechazo ucraniano a la negociación es la decisión política de luchar hasta el final independientemente del coste que tenga para el país y su población y no, como afirma Foreign Policy, el rechazo a conceder territorios y un cambio de régimen que Rusia no exige. La necesidad de alegar unos objetivos rusos que van mucho más allá de la realidad para justificar el aumento de gasto militar ha hecho que las capitales europeas y norteamericanas y Kiev anuncien grandes ofensivas de Rusia y la intención de ir “más allá de Ucrania” en caso de ganar la guerra. Eso no solo contrasta con la propuesta rusa de Estambul, único intento real de llegar a la firma de un tratado de paz entre los dos países, sino sus actos posteriores. Uno de ellos se ha producido recientemente y no se trata simplemente de las periódicas declaraciones rusas sobre la voluntad de negociar, que se han repetido incluso en los momentos de mayor vulnerabilidad rusa. Por primera vez en meses, los titulares de Defensa de la Federación Rusa y Francia, actualmente el país con la postura más beligerante de Europa, mantuvieron una conversación telefónica que ha sido fuente de interpretaciones opuestas. Mientras Francia ha resaltado la advertencia a Rusia de no instrumentalizar el atentado terrorista que costó la vida a casi 150 personas, Moscú afirmó en su comunicado que las partes habían tratado la posibilidad de negociar sobre Ucrania, un diálogo en el que “el punto de partida podría basarse en la iniciativa de paz de Estambul”.

Pese a que Francia negara que la conversación tratara tal tema, es significativa la mención rusa de los puntos de Estambul como base de una posible negociación, para la que Rusia se muestra dispuesta. Como ha podido conocerse desde que se rompieran las negociaciones, tanto con la publicación de los puntos propuestos por Ucrania como por las declaraciones de personas que participaron o lideraron la delegación negociadora ucraniana, la base de aquel principio de acuerdo que Moscú creyó haber alcanzado era, además de la neutralidad y garantías de seguridad, un cambio mínimo en las fronteras de Ucrania. La exigencia rusa, que no incluía un cambio de régimen en Kiev, no pasaba del mantenimiento de Crimea, cuya población se había pronunciado a favor de Moscú en 2014, y Donbass, en guerra contra Kiev desde ese mismo año. E incluso ahí, Moscú no demandaba a Ucrania todo el territorio, sino que las fronteras estarían sujetas a una negociación entre Volodymyr Zelensky y Vladimir Putin.

Desde entonces, los avances rusos en Donbass no son excesivos en términos territoriales, pero sí hay sectores importantes en los que Moscú ha conseguido alejar el frente de ciudades como Donetsk e incluso Avdeevka. Rusia sigue intentando alcanzar las fronteras administrativas de los antiguos oblasts de Donetsk y Lugansk en una guerra de desgaste en el que, por el momento, no hay signos de ofensiva en otros sectores. El hecho de que Moscú haya incluido la referencia a Estambul en su comunicado sugiere que lograr un acuerdo puede ser más importante que cualquier aspiración territorial que Rusia tuviera en febrero de 2022. Sin embargo, eso no es suficiente para Kiev y sus socios extranjeros, dispuestos a luchar hasta el último ucraniano por una victoria militar cada vez más improbable. Ese es el verdadero obstáculo para la posibilidad de que se produzca una negociación.

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