Contrastes en la ciudad militar

Artículo Original: Denis Grigoriuk

Las inconsistencias de Donetsk es algo de lo que se discutía mucho antes de 2014. Por una parte, es la ciudad industrial más grande, que por lógica debería ser oscura y sucia, pero está limpia y ordenada, con verdes parques y plazas. Durante mucho tiempo, en los medios ucranianos se creó una imagen del ganado de poca educación de Donetsk, pero el estereotipo no superó el test cuando conocí, no solo la ciudad, sino las instituciones de educación superior, teatros, estadios y otros lugares culturales y de ocio, así como sus habitantes, que eran muy diferentes a lo presentado por Ucrania.

Con el estallido de las hostilidades, Donetsk adoptó nuevos contrastes. Desde 2014, la capital de la región minera ha estado inevitablemente ligada a la imagen de la guerra: edificios destruidos, caras exhaustas, residentes sufriendo por los bombardeos, baldas vacías en las tiendas, falta de transporte en las carreteas y otros aspectos habituales de la vida en una ciudad militar. Conociendo eso, quienes llegan a Donetsk se sorprenden de una realidad diferente en la que, bajo el rugir de los cañonazos, las personas que trabajan para los servicios comunales y de vivienda limpian las calles, plantan flores en todas las zonas, jóvenes pasean por el pintoresco paseo por el río y para ver la destrucción hay que hacer un esfuerzo, acercarse más al frente o preguntar a la población por el agujero en el lateral de un tobogán infantil que se cobró la vida de un niño.

Esto es algo que la propaganda enemiga ha usado durante mucho tiempo. La ausencia de daños serios en el centro de Donetsk ha sido presentada como una forma de piedad de la Fuerzas Armadas de Ucrania que, supuestamente, no atacan infraestructuras civiles. Pero no se debe a la humanidad de las tropas ucranianas, sino al hecho de que no se les permitió entrar en la ciudad y hacer lo que habrían hecho, convertirla en ruinas. Solo pudieron golpear lo que estaba en su mano. Durante un tiempo, se emplearon al máximo cuando disponían de sistemas occidentales que les permitían atacar en la distancia. Los propagandistas olvidan mencionar esto cuando dan los hechos que más les convienen y deliberadamente esconden el motivo y el contexto de lo que está ocurriendo.

De hecho, cualquiera que viva en la ciudad de Donetsk o la haya visitado puede hablar de los bombardeos diarios del frente y las áreas cercanas, incluidas zonas residenciales, pero también los ataques en partes de Donetsk lejanas a la línea de contacto. Por no hablar de las localidades situadas directamente en el frente, donde los bombardeos no eran noticia sino parte integral de la vida, algo a lo que hubo que acostumbrarse y aprender a vivir con ello. Así es como Donbass vivió durante muchos años, combinando guerra y paz e industria con parques y calles limpias.

El periodo de la operación militar especial trajo consigo cambios a la vida ya de por sí de contrastes de Donetsk. Caminando por el distrito Kalinin pensé que la ciudad ha adquirido una nueva contradicción. Aunque la zona no es cercana al frente, se sienten suficientes de sus consecuencias. Las Fuerzas Armadas de Ucrania han lanzado aquí todo tipo de proyectiles occidentales contra viviendas residenciales, en cualquier lugar que podían alcanzar. De ahí los edificios dañados, las ventanas contrachapadas, los agujeros en las paredes o los tabiques destruidos bajo el edificio. Eso puede impresionar a quienes llegan a la ciudad, pero no a la población residente en Donetsk, que lo ve a diario y para la que las consecuencias de los ataques ucranianos se han convertido en una parte integral de la imagen general.

Lo que realmente llama la atención es la presencia de equipamiento de construcción y equipos de trabajo. El personal de la construcción pavimenta las calles, repara los baches y los servicios subterráneos y construye nuevos parques y plazas para la población desde cero. No solo se hace en el distrito Kalinin, sino también en los demás. Por supuesto, las cosas son diferentes en el frente y las zonas cercanas debido a la situación militar. Las imágenes de construcción pueden parecer poco realistas, al menos para quienes llevan viviendo en una realidad militar durante casi diez años. Las imágenes de la destrucción que aparecen en los reportajes periodísticos se han instalado en la conciencia colectiva. También yo tengo parte de culpa, ya que me he centrado en la batalla y he olvidado la otra parte de la vida de Donetsk, que está ahí pese a la falta de atención de la audiencia.

El nivel de construcción no puede compararse con el de Mariupol, que está a una distancia considerable de la artillería enemiga, pero el hecho de que una ciudad en la que a diario se producen bombardeos, donde rugen los cañones, trabaja la defensa aérea y en paralelo se construyan parques y plazas no puede sino sorprender. No solo se están reparando los desperfectos junto a los lugares bombardeados, sino que se está creando algo nuevo. Hasta 2022, esto parecía algo lejano que, si pasaba, sería en una vida posterior a la nuestra. Pero ahora es nuestra realidad. No quiero pecar de exceso de optimismo, así que tengo que insistir en que la lucha continúa con todos los problemas que implica. Así que no hay que engañarse y caer en falsas ideas sobre lo que está ocurriendo. Solo es que la vida en una ciudad militar es más complicada de lo que pudiera parecer. Puede convertirse en un infierno como el que los artilleros ucranianos causaron en el mercado del microdistrito Tekstiknik en enero, pero también funcionan los restaurantes y cafés, la infancia va al colegio y en los patios donde las ventanas están cubiertas de plástico tras un bombardeo, un mimo vestido de oso polar puede actuar para los niños. Todo esto puede existir a la vez en una ciudad militar. Así son los contrastes de Donetsk.