Entrada actual
Donbass, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Minsk, Rusia, Ucrania

La línea del compromiso

La diplomacia, como única alternativa real a la continuación del conflicto hasta la victoria final de una de las partes o el agotamiento de los recursos de ambas, quedó, en el caso de Rusia y Ucrania, completamente aparcada tras la ruptura del principio de acuerdo de Estambul. Pese a que miembros de la delegación ucraniana han confirmado que las conversaciones y el intento ruso de lograr un tratado se prolongaron hasta junio de 2022, el fracaso de la cumbre celebrada en Turquía puede considerarse el final de ese intento de resolver el conflicto entre los dos países antes de que la guerra diera paso a la destrucción masiva que está produciéndose en el frente. Desde entonces, uno de los argumentos más repetidos para rechazar la posibilidad de diálogo ha sido el rechazo popular a dicha opción.

El discurso oficial ha querido siempre insistir en la idea de la unidad de la nación frente al invasor ruso y la voluntad de todo un pueblo por luchar hasta recuperar su independencia, soberanía y libertad. En esa trayectoria, que había comenzado ya antes del 24 de febrero de 2022, el discurso mediático ha seguido al pie de la letra el guion de la Oficina del Presidente, cada vez más similar al de la extrema derecha en los momentos en los que erróneamente temieron un acuerdo con Rusia para resolver el conflicto de Donbass. “No a la capitulación”, clamaban grupos vinculados al movimiento Azov y a las facciones más radicales de la diáspora ucraniana en Estados Unidos y Canadá en relación con la posibilidad de que Ucrania pudiera optar por cumplir los acuerdos de Minsk. El peligro de que el Gobierno de Zelensky optara por cumplir con las concesiones mínimas a las que el Estado se había comprometido con su firma en los acuerdos de Minsk para recuperar el territorio de Donbass era inexistente, pero la campaña marcó una línea significativa para comprender la postura actual. Kiev no dio un solo signo de tener intención de cumplir con los acuerdos de Minsk y, por ejemplo, incluir en la Constitución el estatus especial para los territorios de la RPD y la RPL como exigían los acuerdos de paz.

Ucrania prohibió por decreto toda negociación política con Vladimir Putin, según la delegación ucraniana la persona más interesada en lograr un acuerdo de paz en marzo y abril de 2022, y desde entonces ha condenado cada iniciativa diplomática que se ha presentado a nivel internacional. Kiev prepara junto a Suiza una cumbre para promover la fórmula de paz de Zelensky que, sin la participación de Rusia, exige simplemente la rendición unilateral de Moscú y el abandono de todo el territorio bajo su control, incluidos Donetsk, Lugansk y Crimea, donde la población ha mostrado claramente su postura a lo largo de los últimos diez años. El rechazo de la población de esa parte del país a Kiev y a la posibilidad de regresar bajo control ucraniano, que se manifestó también durante los años de Minsk, no ha sido argumento suficiente para dudar de la fortaleza de la unidad de Ucrania a la que constantemente apelan el Gobierno ucraniano y sus medios afines.

A lo largo de la guerra, tanto la actual como la que se prolongó durante casi ocho años en Donbass antes de la intervención rusa, las encuestas han mostrado una postura mucho más matizada que la simplificación de apoyo incondicional al Estado y al presidente que se ha querido presentar. Mientras la extrema derecha nacionalista ucraniana se manifestaba y creaba todo un movimiento para exigir que no hubiera una capitulación que nunca estuvo sobre la mesa, las encuestas mostraban una mayor preferencia por el compromiso entre la población. Al fin y al cabo, los acuerdos de Minsk, pese a exigir concesiones que rompían con la idea del centralismo y uniformidad cultural y política que Kiev quería imponer, devolvían dos de los tres territorios perdidos. En aquella ocasión, la mayoría favorable al acuerdo no fue utilizada como justificación para optar por la vía de la negociación, fundamentalmente porque nunca fue posible. Poroshenko había decidido años atrás que los acuerdos no iban a implementarse y Zelensky se lo comunicó oficialmente a Angela Merkel y a Emmanuel Macron en la cumbre del Cuarteto de Normandía de diciembre de 2019. Minsk siempre fue un callejón sin salida y la postura de la población no iba a cambiar el punto de vista del Gobierno, más preocupado por esa minoría social con capacidad de movilización en las calles que les exigía ser aún más duros con Rusia (y con Donetsk y Lugansk).

Con la invasión rusa, la opinión de la población recogida en las encuestas pasó de ser una anécdota sin importancia a argumento central del discurso de unidad de la nación. De los tres motivos aducidos por David Arajamia, líder de la delegación negociadora de Ucrania en Estambul, para rechazar el acuerdo con Rusia, uno de ellos era la opinión de la población que, de ninguna manera, aceptaría ceder territorios a Moscú a cambio de la paz. En aquel momento, como meses después confirmó el propio Arajamia, las concesiones territoriales que se negociaban se limitaban a Crimea, perdida para Ucrania ante el fervor popular en la primavera de 2014, y la zona de Donbass que Kiev no quiso recuperar por la vía de Minsk. En la ola nacionalista que se produjo en febrero de 2022, cuando miles de voluntarios se alistaban en las Fuerzas Armadas de Ucrania para luchar contra Moscú, ese precio era excesivo y era preferible luchar hasta la victoria final. En ese tiempo, y especialmente en los momentos de mayor debilidad rusa, las encuestas mostraban claramente el favor de una mayoría cualificada al Gobierno y especialmente al presidente y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Esa postura era trasladada a la prensa sin los matices que exige la guerra. Con un sesgo hacia lo urbano e infrarrepresentación de las zonas rurales, realizadas únicamente en los territorios bajo control ucraniano y sin tener en cuenta a los millones de refugiados y refugiadas que habían abandonado el país, una parte hacia Rusia, las encuestas realizadas por las instituciones ucranianas no se prestaban tampoco a mostrar posturas favorables a la paz en esos momentos. Pero pese a lo cuestionable de esos datos, fueron utilizados como garantía de que la inversión occidental en armas, munición, inteligencia e instrucción de las tropas contaba con el apoyo unánime del pueblo ucraniano. La advertencia de que ninguno de esos estudios, al igual que los realizados durante los ocho años anteriores, no contaba con la opinión de la población de Crimea, Donetsk o Lugansk nunca fue más que una nota a pie de página en el resumen ejecutivo de los resultados y un dato que no se trasladó a los titulares de prensa.

Hace un tiempo, un estudio encargado por el Quincy Institute, posiblemente instigado por la percepción de Anatol Lieven de una actitud dispar hacia la guerra dependiendo de la distancia al frente, mostró serias diferencias regionales. Ahora, como reflejó la semana pasada el diario ucraniano Strana, esas brechas se muestran también en los estudios sociológicos realizados por las instituciones ucranianas. El medio se refiere a tres estudios similares realizados en los últimos meses. El primero de ellos, encargado por el Ministerio para Asuntos de los Veteranos y realizado por Rating, muestra notables diferencias tanto en la voluntad de participar en la guerra como en la postura sobre sus objetivos. Mientras el 46% están dispuestos a participar en la guerra en las regiones más occidentales, ese porcentaje se reduce al 42% en el centro, 40% en el sur y 32% en el este. La voluntad de acudir al frente se reduce proporcionalmente a la distancia a la batalla de la misma forma que lo hace la voluntad de seguir luchando hasta recuperar la integridad territorial según las fronteras de 1991. Los datos muestran que un 50% de la población del oeste de Ucrania está a favor de rechazar toda negociación y de continuar luchando hasta recuperar todo el territorio, mientras que un 42% se muestra favorable a buscar una vía de compromiso con ayuda de terceros países. Teniendo en cuenta que se trata de la región tradicionalmente más nacionalista y en la que las relaciones sociales, culturales, económicas y familiares con Rusia han sido más escasas, es representativo que la opción del compromiso alcance un porcentaje tan elevado. El dato es el mismo que en el centro y asciende al 47% (igualando al porcentaje dispuesto a luchar hasta el final) en el sur y alcanza el 51% en el este, donde esta opción supera en diez puntos a la más beligerante.

Las diferencias regionales no son nuevas y fueron registradas ya por el Instituto de Sociología de Kiev el año pasado. “Según una encuesta realizada a finales de noviembre y principios de diciembre de 2023 , en el oeste y el centro del país, el 64% y el 65% de los encuestados respectivamente apoyan la continuación de las hostilidades incluso aunque se produzca una reducción significativa de la ayuda occidental. En consecuencia, el 28% y el 26% están de acuerdo con un final de la guerra con garantías serias de seguridad por parte de Occidente”, explica Strana. Por el contrario, “en el sur, el 46% está a favor de la guerra, y en el este, el 47% de los encuestados, mientras que el 40% de los participantes en la encuesta están indecisos y el 42% está dispuesto a una congelación”. La brecha este-oeste, marcada por la distancia con respecto al frente, era ya evidente en 2023 y ha aumentado notablemente en estos meses en los que Rusia ha recuperado la iniciativa y amenaza con ser capaz de romper las defensas ucranianas en zonas sensibles de la línea de contacto.

Las diferencias de opinión son tan evidentes que no solo son comentadas por los sociólogos nacionales, sino por algunas de sus autoridades. “Las regiones del frente dicen: igual tenemos que hablar, ¿qué hay de negociaciones de paz? En las regiones del centro, el 40% está indeciso. Y en las del oeste dicen: nada de negociaciones, vamos a Moscú”, ha comentado Vitaly Kim, el mediático gobernador de la región de Nikolaev.

Finalmente, la encuesta de Socis encuentra que el 36% de la población del país está de acuerdo con buscar un compromiso para finalizar la guerra con la mediación de terceros países, es decir, por medio de una negociación y el 8,2% defiende congelar el frente en su posición actual, con lo que el 44,3% de la población es favorable a detener la guerra de una manera o de otra. Por el contrario, el 33,5% exige continuar las hostilidades hasta recuperar todo el territorio, una opción a día de hoy escasamente realista. Otro 11% quiere luchar hasta recuperar los territorios capturados por Rusia desde el 24 de febrero de 2022, algo que pudo conseguirse por la vía de la negociación en Estambul, pero que en las condiciones actuales es también cada vez más utópico.

Los datos aportados por los estudios sociológicos en condiciones tan complejas como las que implica la guerra han de ser entendidos como orientativos. Sin embargo, el hecho de que se trate de empresas ucranianas confirmando la creciente fatiga de la guerra es significativo en sí mismo, especialmente a la hora de poner en cuestión todo plan y política que parta de la base de la unidad del pueblo ucraniano dispuesto a luchar por su libertad hasta la victoria final, tal y como siguen insistiendo el Gobierno ucraniano y sus socios extranjeros pese a la evidencia de que la sociedad está compuesta por versiones mucho más matizadas.

Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Reportes del frente archivados.

Registro

Follow SLAVYANGRAD.es on WordPress.com

Ingresa tu correo electrónico para seguir este Blog y recibir notificaciones de nuevas noticias.

Únete a otros 47K suscriptores

Estadísticas del Blog

  • 2.226.130 hits