El evidente incumplimiento de sus promesas electorales -fundamentalmente hacer todo por conseguir la paz en Donbass y mejorar el nivel de vida de la población ucraniana- han logrado, en tan solo dos años, dinamitar el capital político construido por Volodymyr Zelensky y su equipo como un outsider al margen de la clase política tradicional que venía a cambiar las cosas. La fuerte caída de la popularidad del presidente no ha tenido consecuencias políticas evidentes gracias a la amplia mayoría de la que disfruta en el Parlamento, con lo que concentra en sus manos y en las de su partido el poder ejecutivo y legislativo. Es más, a través del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, los servidores del pueblo están intentando incluso suplantar, al menos en ciertos casos como el de la prohibición de medios de comunicación opositores, al poder judicial.
Sin grandes éxitos económicos o incluso nacionalistas que presentar como bandera, surge la duda de cómo Volodymyr Zelensky tratará de conseguir la reelección. Las viejas promesas difícilmente van a funcionar y la amenaza de la vuelta de Poroshenko podría no ser suficiente para movilizar al electorado ante la evidencia de la política continuista de la actual administración. En este contexto, la ausencia de opciones -todas las anteriores, desde Timoshenko a Poroshenko pasando por Yanukovich han quedado desacreditadas y por el momento es difícil imaginar que un candidato “prorruso” pueda tener opciones reales- ha sido hasta el momento la principal defensa de Zelensky.
Sin embargo, la situación es demasiado favorable para que no aparezcan candidatos a convertirse en alternativa al decepcionante Zelensky, candidatos que aleguen ser realmente quienes van a cumplir esas mismas promesas que todos los presidentes anteriores han hecho a los votantes al pedirles el voto. El primer candidato a ese papel ha aparecido ya.
Así lo recogía ayer Boris Rozhin, Colonel Cassad:
En Ucrania han cesado al presidente del Parlamento Dmitry Razumkov, que, en el contexto de la constante obstinación de Zelensky, hace tiempo que viene preparando las maletas para iniciar su viaje en solitario. Como ha mostrado la votación, los “servidores del pueblo” tienen una mayoría absoluta en teoría, pero no de facto. Así que tienen que comprar votos de otras facciones, comenzando por la de Timoshenko.
Razumkov, antes de marcharse, afirmó en su discurso que Zelensky no ha cumplido sus promesas de 2019 y que simplemente es un charlatán e incluso se acordó de las compañías offshore. Por supuesto, el divorcio público de Zelensky también sirve como trampolín para una futura carrera política (de forma análoga al Partido Lytvyn que existió en los noventa) y así evitar cualquier responsabilidad por los actos pasados y futuros de Zelensky.
Razumkov también afirmó que no descarta la posibilidad de presentarse a la presidencia y es una figura aceptable como candidato formal de un futuro proyecto oligárquico para sustituir a Zelensky. Por supuesto, será exactamente la misma historia que con Zelensky. La ostentosa marcha de Razumkov recuerda al colapso del equipo de Yuschenko, cuando Zinchenko, que abandonó el equipo, dio una rueda de prensa en 2005 en la que acusó al presidente y su entorno de corrupción. Algo parecido ocurre con Zelensky, que no cuenta con el apoyo incondicional de Estados Unidos, en Occidente se han filtrado detalles de sus compañías offshore y en Ucrania oligarcas agraviados esperan la oportunidad de lanzar un nuevo proyecto para sustituirle y para el que Razumkov podría ser adecuado (aunque no imprescindible, lo principal es encontrar qué vender al “sabio pueblo ucraniano”).
Como es habitual, y como es de esperar en futuros aspirantes a sustituir a Zelensky, las bases del discurso son dos: el cumplimiento de las promesas incumplidas por anteriores presidentes y la lucha contra la oligarquía. Un discurso que el electorado ucraniano ha escuchado ya en boca de todos los presidentes y aspirantes al cargo.
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