Artículo Original: Andriy Babitsky / Ukraina.ru

Saakahvili hace algo más de un año, entrando en teritorio ucraniano al asalto cuando el Gobierno de Poroshenko intentó retirarle la nacionalidad ucraniana cuando se encontraba en el extranjero
La fecha del 22 de abril de 2020 promete marcar un antes y un después para el equipo de Volodymyr Zelensky. Y nos estamos refiriendo a nuevos límites de comedia trágica.
La intención del presidente de Zelensky de dejar en manos del expresidente georgiano Mijaíl Saakashvili el puesto de viceprimer ministro para las reformas no puede ser calificado simplemente de mal chiste o un cambio de opinión de quien ha tomado la decisión, hay algo más. Es la recuperación de todo lo infernal que persigue allá donde va al político georgiano.
Evitar este error estúpido era muy sencillo. Zelensky solo debía hacer algo muy simple y obvio: leer cuidadosamente la historia del mandato de Saakashvili al frente de la presidencia de Georgia. Si el actual jefe de Estado de Ucrania fuera algo más inteligente o cuidadoso, revisar las esperpénticas imágenes de la rica biografía de este errante invitado le habría desaconsejado inmediatamente pensar en este canalla y criminal, buscado en su país por cometer una serie de serios crímenes, para un puesto.
Las reformas ultraliberales que Mijaíl Saakashvili comenzó a implementar en su país tras ganar las elecciones de 2004 fueron seguidas con admiración por todo el mundo occidental. Parecía que el presidente georgiano y su equipo habían conseguido desarrollar el plan perfecto de trasformación administrativa y económica al detalle. De la noche a la mañana, cesó a todo el personal de oficiales de policía y reclutó a una nueva plantilla, inició un rampante proceso de privatización, redujo los impuestos -lo que causó fuertes pérdidas en los ingresos del Estado-, redujo de mil a 150 la lista de autorización de documentos de registro para abrir un negocio, liquidó el servicio de medicina epidemiológica y la inspección de bomberos, redujo a la mitad la burocracia, forzó a los nuevos empleados a competir por los empleos, aumentó los salarios del sector público para que no tuvieran que aceptar mordidas. En las principales ciudades se instalaron centros para expedir documentos, desde carnets de conducir a pasaportes, que podían conseguirse en el acto sin colas. Y se iniciaron grandes proyectos de construcción, que, sin embargo, se limitaron principalmente a Tiblisi y Batumi.
Sin embargo, esa fachada se derrumbó en un instante, aunque la oposición ya llevaba mucho tiempo antes de las elecciones parlamentarias de 2012 acusando a Saakashvili y su equipo de represión política, corrupción, uso de torturas en lugares de detención y organización de asesinatos políticos. El escándalo llegó antes de las elecciones, cuando se publicó un vídeo de una prisión georgiana en el que los oficiales vejaban a un prisionero. Desde ese momento, la carrera de Saakashvili comenzó a derrumbarse y empezaron a aparecer detalles que habían sido tapados por la insistencia en las reformas.
Esas reformas administrativas tenían otra cara. Casi 100.000 personas, una cantidad muy elevada teniendo en cuenta la pequeña población de Georgia, se quedaron en la calle y se unieron a las colas del paro. La población siguió viviendo en la pobreza, aunque los salarios de los miembros del Gobierno llegaron a alcanzar los 25.000 dólares. El Ministerio del Interior, que se encargaba tanto de la policía como de los servicios secretos, se convirtió en un cuerpo represivo bajo el liderazgo del principal aliado del presidente, Vano Merabishvili, que lidió con sus oponentes políticos y rivales sin piedad. En 2007, el exministro de Defensa, Irakli Okruashvili, admitió que Mijaíl Saakashvili le había exigido agredir físicamente al oligarca opositor Badri Patarkatsishvili. Así lo confirmaron también dos chechenos procedentes de Turquía a los que el viceministro del Interior había hecho la misma propuesta. Varios miembros del Gobierno que ahora se encuentran fugados están acusados de participar en asesinatos políticos.
La situación de la lucha contra la corrupción no fue mejor. De hecho, abandonó las calles y pasó a las altas esferas. El equipo de gobierno participó en una redistribución de propiedades hecha a su favor. Se hizo de forma muy sencilla. Los empresarios eran enviados a prisión con falsas acusaciones y se les obligaba a transferir propiedades a personas del entorno de Saakashvili bajo amenaza de largas penas de prisión.
En el terrero del trabajo también reinó la anarquía. Escrito bajo el dictado del oligarca Kaji Bendukidze, el Código del Trabajo negaba a los empleados la posibilidad de recurrir sus ceses o decisiones de los empleadores. El libertarianismo para proteger a las empresas hizo de la gente corriente masas desprotegidas. También se negó a los sindicaos la oportunidad de defender a los trabajadores.
Saakashvili también es responsable por la muerte de más de 200 ciudadanos de Osetia del Sur y tropas de paz rusas estacionadas en Tsjinvali en agosto de 2008. Fue entonces cuando él dio la orden de asaltar la República. Si no fue a más fue por la intervención rusa, que brillantemente realizó una operación para forzar a Georgia a retirarse.
De hecho, se puede seguir hablando durante mucho tiempo sobre el historial del reformista georgiano, pero el espacio no lo permite. Solo hay que añadir que está muchos pasos por delante de los más notorios Nazis ucranianos. Su patológico odio a Rusia hace tiempo que ha alcanzado niveles enfermizos. El posible nombramiento de este personaje como viceprimer ministro es un golpe bajo a los anhelos de quienes votaron por Zelensky con la esperanza de que mejoraran las relaciones con Rusia.
En el puesto de gobernador de Odessa, para el que le nombró Petro Poroshenko, antecesor del actual jefe de Estado de Ucrania, Saakashvili es recordado por limitar el número de funcionarios y por sus visitas, siempre seguido de cámaras de televisión, a lugares en los que, en su opinión, podía haber rastros de corrupción.
Se puede asumir que, con este nombramiento, Zelensky intenta minar la posición del ministro del Interior Avakov, con el que Saakashvili mantiene un fuerte conflicto. Avakov ha comenzado a ganar peso y, en este contexto, la figura del presidente queda progresivamente limitada. Es difícil decir que este juego sea inteligente o que esté moralmente justificado. Al hacer a este personaje miembro de su equipo, el presidente da un toque siniestro a la relativamente insulsa payasada en la que se ha convertido su mandato.
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