Desde Donetsk, donde reside desde prácticamente los primeros meses de la guerra, la periodista de Odessa Irina Lashkevich ha contado, sin evitar las críticas a las actuales autoridades de la RPD y la RPL cuando han sido necesarias, el sufrimiento de la población de Donbass y las consecuencias que para sus vidas ha tenido la guerra. Si hace unos meses presentaba un proyecto que buscaba poner cara a ese sufrimiento, la periodista se dirige ahora a los “patriotas ucranianos”, de los que tantas críticas recibe, para relatar la historia de uno de los muchos episodios dramáticos de la guerra en Donetsk.
Original: Irina Lashkevich
Quiero dirigirme a los patriotas ucranianos que siguen gritando que Crimea es nuestra y que creen en la victoria del Ejército Ucraniano en Donbass. Conocéis la guerra en Donbass a través de la prensa colaboracionista ucraniana o de los resentidos desplazados que buscan beneficio. Quiero contaros una historia. Podéis hacer lo que consideréis oportuno con vuestras opiniones, esas que dicen que “todo es su culpa”. Confiáis en personajes como Mustafa Nayyem o Boris Bereza y no me creéis a mí, que también soy ucraniana. Y a eso os digo: me río de vuestras opiniones.
En 2014, había niños jugando en el campo de fútbol. Desde Peski, el Ejército Ucraniano bombardeó con fuerza. A las cuatro de la tarde. En aquella zona no había tropas, ni equipamiento militar. No era más que una de las zonas residenciales de Donetsk. Los niños murieron, sus cuerpos saltaron en pedazos a causa de la metralla. Muchos niños han sufrido heridas de metralla. Yo ayudé a recuperar los restos de esos niños para que no se los comieran los perros. Para mí fue uno de los días más duros de la guerra. A los nueve días, regresé al campo de fútbol y me reuní con los padres de los niños muertos. El padre de uno de los niños sacó un pañuelo del bolsillo, lo desenvolvió con cuidado y dijo: “mire, he encontrado otro fragmento del cráneo de mi hijo. Voy a ir a la tumba de mi hijo a enterrarlo”.
Me impresionó. Recordaré para siempre ese fragmento del cráneo de aquel niño.
No os perdonarán, no hay nada para vosotros, esta gente no comprende cómo es posible vivir con vosotros -salvajes- en un mismo país. Esa es la realidad.
Podéis seguir gritando Crimea es nuestra hasta la saciedad, pero también es posible comprender que nunca os entregarán Crimea a vosotros. Yo nunca salté en Maidan, no tomé las armas durante la guerra y he visto la batalla desde este lado. Sois unos idiotas, completos idiotas vestidos con camisas bordadas. Aquellos a los que habéis llevado al poder se han reído de vosotros. Nadie se apiada de vosotros, como nadie se puede apiadar de psicópatas dispuestos a darse un tiro en el pie.
En la fotografía, ese padre muestra un fragmento del cráneo de su hijo muerto. La segunda es el pasaporte del niño que recibió heridas de metralla y milagrosamente sobrevivió. En el pasaporte había un pequeño icono y la metralla no pudo atravesarlo para penetrar en el corazón.
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