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El incierto progreso del proceso de Minsk: Acuerdo para la retirada de armamento

Tras meses de negociación, el expresidente ucraniano Leonid Kuchma y los representantes de las Repúblicas Populares de Donetsk y de Lugansk han firmado el acuerdo de retirada de la línea del frente de todo armamento de calibre inferior a 100mm. El acuerdo supone la retirada de armamento más allá de lo exigido por los acuerdos de Minsk firmados en septiembre de 2014 y en febrero de 2015, que únicamente planteaban la retirada de armamento de calibre superior a 100mm.

El objetivo era, en aquel momento, alejar la artillería pesada de las ciudades de la línea del frente, expuestas aún a los constantes bombardeos. Pese a que ambos acuerdos se firmaron tras dos campañas que acabaron con derrotas ucranianas (el acuerdo de febrero se firmó cuando la batalla por Debaltsevo se encontraba en su momento álgido y terminó tres días después de la entrada en vigor del alto el fuego), las milicias no habían logrado alejar las posiciones del ejército ucraniano de las grandes ciudades, por lo que Donetsk, Lugansk o Gorlovka se encontraban aún al alcance de la artillería de Kiev.

Tras meses de constantes bombardeos mutuos y de intentos de alejar la artillería ucraniana de las ciudades, las Repúblicas Populares optaron por un gradual cambio de estrategia. Este se hizo evidente en el momento en que presentaron una propuesta de reforma constitucional que, exceptuada la pretensión de mantener a Zajarchenko y Plotnitsky en sus puestos, se ajustaba a la letra y el espíritu de los acuerdos de Minsk. Aquella propuesta, que aceptaba el retorno de Donetsk y Lugansk a soberanía ucraniana a cambio de una autonomía no excesivamente amplia, pasó desapercibida ante el rechazo de Kiev a considerar oferta alguna procedente de quienes sigue calificando como terroristas. Pese al nuevo rechazo, las declaraciones y los actos de las Repúblicas Populares en las semanas posteriores confirmaron la apuesta por iniciar el proceso político que debía haberse iniciado inmediatamente después del inicio del alto el fuego.

La primera semana de julio, apenas un mes después del último intento de alejar a la artillería ucraniana en Marynka, las milicias abandonaban unilateralmente Shirokino, donde tantas bajas habían sufrido en los meses de bombardeos constantes desde las posiciones ucranianas en las colinas que rodean la pequeña localidad. La retirada de la última posición de las milicias en la zona de Mariupol hacía improbable un ataque ruso –como Ucrania y la prensa ucraniana prefieren calificar a las milicias– contra la ciudad. Esta acción, criticada por parte de las milicias y de la prensa que defiende la causa de Donbass, era en realidad la confirmación de la apuesta por la estrategia política y el compromiso con el acuerdo de Minsk.

A pesar de los actos de buena voluntad de la milicia, el desacuerdo en la forma en la que debía desarrollarse impidió entonces la firma del acuerdo de retirada de armamento de calibre inferior a 100mm. El fracaso en las negociaciones derivaba en un nuevo empeoramiento de la situación y a la reanudación de los bombardeos a mediados de agosto. La gravedad de la situación, que amenazaba con convertirse en una nueva escalada militar y con descarrilar definitivamente el frágil proceso de paz, provocó a finales de mes la intervención de Francia y Alemania. Pese a que Ucrania aún mantiene la negativa a negociar directamente con los representantes de las Repúblicas Populares, la presión europea sí facilitó en aquel momento la tregua que desde el 1 de septiembre ha reducido considerablemente la intensidad de la batalla.

El actual acuerdo de retirada de armamento, que se realizará en varias fases, tal y como exigía Ucrania, es un paso más hacia el cumplimiento de los puntos relativos a las acciones militares del acuerdo de Minsk. Según ha declarado Denis Pushilin, representante de la RPD, la retirada de armamento puede suponer el final de la guerra. Desde la parte ucraniana, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Alexander Muzhenko, ha insistido en la posibilidad de fracaso de este nuevo alto el fuego citando, como es costumbre, la presencia de tropas rusas, que en esta ocasión ha cifrado en más de  40.000. Ucrania también ha acusado a las milicias de acercar armamento a la línea de contacto en lugar de retirarlo, lo que ya ha sido desmentido por Eduard Basurin, portavoz de la milicia de la RPD, que esta misma semana acusaba a Ucrania de esa misma infracción. Pese a la firma del acuerdo, la desconfianza entre las partes sigue siendo evidente.

En realidad, a pesar de las evidentes dificultades y las constantes infracciones del alto el fuego, el aspecto  militar es la única parte de los acuerdos de Minsk en la que se han obtenido ciertos resultados, especialmente en compararción con el proceso político, que Kiev se ha negado a iniciar. Desde la tribuna de las Naciones Unidas, el presidente ucraniano volvía a condenar las intenciones de las Repúblicas Populares de celebrar elecciones locales sin la aprobación ucraniana. Aunque el acuerdo de Minsk establece que debe producirse una negociación directa entre las partes para la celebración de dichas elecciones, Kiev ha rechazado desde un principio esa posibilidad.

La retirada de armamento, si es que finalmente se produce tal y como se ha pactado, debe en cualquier caso suponer el inicio de la fase política de resolución del conflicto. Todo ello dependerá, en gran parte, de los esfuerzos diplomáticos que se produzcan en las próximas semanas y de la reacción ucraniana a la celebración o no de las elecciones locales en Donetsk (18 de octubre) y Lugansk (1 de noviembre). El régimen ucraniano amenaza con represalias en caso de que se realicen las elecciones, la principal línea roja que Ucrania y sus aliados occidentales, incluidos Francia y Alemania, parecen haber establecido para avanzar en el desarrollo de los acuerdos políticos. No deja de ser paradójico que tras más de un año de bombardeos la principal amenaza para el régimen de Kiev sea la celebración de elecciones locales.

Pero ante las expectativas de reducción de la violencia, y la posibilidad de que el conflicto quede congelado, al menos de forma temporal, las Repúblicas Populares disponen ahora de una nueva oportunidad para consolidar sus instituciones y para restablecer, en la medida de lo posible, el tejido industrial y su capacidad económica, lo que garantizaría una mejora en la condiciones de vida y una posición más fuerte en la negociación política.

La retirada de armamento debe suponer también un alivio para la población en las localidades cercanas a la línea del frente. El alto el fuego contribuirá también a facilitar los trabajos de reconstrucción de infraestructuras, especialmente aquellas que requieren un trabajo a ambos lados de la línea de demarcación como el suministro de agua.

Sin embargo, la disminución de la violencia no acaba con otros muchos problemas asociados a la guerra y al bloqueo económico al que está sometida la población. Sin los pagos de pensiones y otras prestaciones sociales, que Kiev se niega a reanudar, una gran parte de la ciudadanía seguirá dependiendo únicamente de las bajas pensiones que las Repúblicas Populares pueden aportar, un esfuerzo que deja escasos fondos para iniciar la reconstrucción de la zona. Por eso, la situación de la población civil continúa siendo grave. El ciclo informativo parece haber girado hacia Siria, pero no se debe olvidar que el pueblo de Donbass se prepara para su segundo invierno en estado de guerra.

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2 comentarios en “El incierto progreso del proceso de Minsk: Acuerdo para la retirada de armamento

  1. Reblogueó esto en Guerra en Ucrania.

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    Publicado por Zhukov | 05/10/2015, 14:06

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