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La corrupción y la guerra

La corrupción y especialmente la lucha contra ella han sido temas constantemente repetidos en el discurso ucraniano desde el momento de la independencia. Con una retórica que incluía proclamas nacionalistas sino y antioligárquicas -falsas, teniendo en cuenta que algunos de los nombres importantes fueron Petro Poroshenko o Ihor Kolomoisky-, Maidan quiso también dar una imagen de ruptura con el corrupto periodo anterior, que irremediablemente vinculaban a la malvada herencia soviética, para dar paso a un país “europeo” libre de corrupción. En estos ocho años, incluso las organizaciones con menor tendencia a criticar a los protegidos de Occidente han calificado a Ucrania como uno de los países más corruptos del planeta, por lo que el discurso anticorrupción ha servido tanto como reclamo electoral como de herramienta para luchar contra familias políticas opositoras.

Aunque son muchos los elementos que podrían incluirse en la definición, que sin duda debe comportar aspectos como el tráfico de influencias o los sobornos directos, quizá el caso más claro tanto de corrupción en sí como de su uso político ha sido la cuestión del carbón de Donbass. Clave para el país en unos años de clara crisis económica y en los que las materias primas de otros países suponían un coste inasumible, Ucrania solo renunció al carbón de la RPD y la RPL sobre el papel. La guerra dividió a Donbass en dos en el verano de 2014, línea de contacto que se consolidó en 2015 con la firma de los acuerdos de Minsk, según los cuales Kiev se comprometía a reanudar las relaciones económicas con los territorios que seguía considerando como propios.

Aunque Donetsk y Lugansk, y seguramente también Moscú, esperaban que ese punto se tradujera en la reanudación del pago de pensiones y la reactivación del sistema bancario en Donbass, nada de eso se produjo, aunque la necesidad de las Repúblicas Populares de mantener a toda costa cualquier ingreso posible hizo que el comercio de carbón no se detuviera ni siquiera como represalia por el castigo colectivo que suponía el bloqueo ucraniano. A instancias de grupos radicales nacionalistas, a principios de 2017, el presidente ucraniano Petro Poroshenko decretó finalmente un bloqueo completo que no solo incumplía la letra y el espíritu de los acuerdos de paz e institucionalizaba una medida exigida por la minoría nacionalista, sino que condenaba todo comercio con la región a las tramas oscuras, que han continuado a lo largo de los años como un secreto a voces. Eran los años en los que Estados Unidos y los países de la Unión Europea impulsaban la agencia anticorrupción, una institución cuyo objetivo real era formar parte del circuito de control externo en manos de toda una serie de redes de organizaciones no gubernamentales generosamente financiadas por esos mismos países.

Como ha ocurrido también al otro lado del frente, la corrupción ha sido utilizada como elemento de acusación real o infundada en busca de eliminar a familias políticas rivales. De esta forma reapareció, tras la victoria de Zelensky, la cuestión del comercio del carbón de Donbass, que en realidad continuó también después del cambio de Gobierno. Ansioso de desacreditar políticamente a los escasos rivales reales en la política ucraniana, Zelensky recuperó el caso para implicar en él tanto a Viktor Medvedchuk, entonces líder del partido que lideraba las encuestas de intención de voto para las elecciones legislativas y que supuestamente había mediado en el comercio, y al expresidente Poroshenko, que habría participado en un proceso que infringía el decreto que él mismo había firmado. Implicados en el mismo caso, los dos políticos obtuvieron un tratamiento manifiestamente diferente y solo Medvedchuk fue sometido a arresto domiciliario, mientras que Poroshenko se movía libremente por Ucrania y por Europa. Poroshenko, cuyas perspectivas electorales no habían mejorado en exceso desde su derrota electoral, no tenía entonces forma alguna de eclipsar políticamente a Zelensky.

Con el inicio de la intervención rusa, la cuestión de la corrupción había sido planteada fundamentalmente como herramienta para desacreditar al Gobierno ucraniano. Numerosos medios, generalmente sin ofrecer grandes evidencias, han mencionado, por ejemplo, que grandes cantidades del armamento enviado por los países occidentales jamás llega al frente y es desviado por medio de tramas corruptas al lucrativo mercado negro. La guerra, como ya mostró la guerra en Donbass, favorece este tipo de actuaciones, aunque la intensidad de la batalla y las enormes cantidades de armamento utilizado hacen improbable que porcentajes significativos de equipamiento estén siendo desviados del frente.

En los últimos días, los medios de comunicación, y especialmente los canales de Telegram críticos con Zelensky, habían publicado todo tipo de rumores que apuntaban a dos personas: Kiril Timoshenko, jefe adjunto de la Administración del Presidente de Ucrania, y Vyacheslav Shapovalov, viceministro de Defensa. El primero ya había quedado cuestionado tras la dimisión obligada de Oleskiy Arestovich y el segundo, encargado de la logística de las fuerzas armadas, era acusado de adquirir alimentos para las tropas muy por encima de su precio real. La clara acusación de participar en una trama de corrupción clásica que se adjudica a Shapovalov contrasta con la más limitada de utilizar un vehículo que una gran empresa estadounidense había donado para su uso humanitario como vehículo propio. De algo similar se acusa también al Fiscal adjunto de la Fiscalía General, Oleksiy Symonenko, obligado a dimitir tras conocerse que había utilizado un vehículo de alta gama propiedad de un oligarca de segunda fila del sector de la producción de cigarrillos, a quien protegía contra acusaciones penales. La cuarta figura política cuya caída en desgracia se conoció ayer fue el viceministro de Infraestructuras, Vasyl Lozinsky, acusado de apropiarse de 400.000 previstos para ayuda humanitaria y bienes de máxima necesidad como generadores.

Parte de un juego político en el que presionan desde hace varias semanas políticos del ámbito de Petro Poroshenko así como el diputado de Odessa Goncharenko, las dimisiones suponen un instante de humillación para Zelensky. Todo caso de corrupción en el Ministerio de Defensa, único que realmente está trabajando en su ámbito en las actuales condiciones, puede convertirse en un problema para el presidente ucraniano a la hora de justificar la necesidad de más ayuda y más financiación a sus socios extranjeros. Más importante aún es, a día de hoy, la Oficina del Presidente, firmemente en manos de Andriy Ermak, posiblemente la figura política que más poder ha acumulado desde el inicio de la intervención rusa. La caída de dos figuras de alto cargo de esas dos instituciones es un golpe al círculo más cercano al presidente ucraniano, que ha conseguido, sin embargo, convertir los hechos en un ejemplo de transparencia.

Pese a que lo ocurrido se produce a causa de las luchas de poder -la caída de Timoshenko ha supuesto el cese de los gobernadores regionales que formaban parte de su familia política-, tanto Zelensky como sus portavoces han repetido un mensaje que, por supuesto, ha trasladado la prensa occidental, siempre dispuesta a presentar como hechos las declaraciones del círculo del poder ucraniano: lo ocurrido ayer es una muestra de que, incluso en guerra, la voluntad del presidente ucraniano es eliminar un lastre que ha heredado de sus predecesores. Con la facilidad de quien ha eliminado a la prensa crítica y cuenta con toda la maquinaria de comunicación de la prensa occidental de su lado, Zelensky no ha tenido problema alguno en imponer esa versión. Y a pesar de la gravedad de los hechos, tanto en el caso de los sobornos como en el del tráfico de influencias, ni su mano derecha Ermak, que controla la Oficina del Presidente, ni su mano izquierda Reznikov, titular de Defensa, van a quedar seriamente señalados. Como se ha encargado de recalcar The New York Times, ninguno de los casos de corrupción destapados implica el armamento occidental, único elemento que podría hacer temblar al círculo más cercano a Volodymyr Zelensky.

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