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Presión política y militar

La cumbre de ministros de Defensa de los aliados de Ucrania que se celebró el viernes pasado en Ramstein y de la que no salió la esperada decisión de anunciar el envío de tanques occidentales a la guerra continúa siendo utilizada por Kiev para su narrativa de presentarse como garante de los valores europeos y exigir así a sus socios el envío de lo que es, en la práctica, un ejército completo. El domingo por la noche, y extralimitándose en sus funciones, Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores de Alemania y halcón conocido de la beligerancia contra Rusia, afirmó que el país no negará a Polonia el derecho a transferir sus tanques alemanes Leopard-2 a Ucrania tal y como exige Kiev y Varsovia ha anunciado que hará con o sin el beneplácito alemán. Las palabras de la ministra son solo un paso más en un ejercicio de presión a Olaf Scholtz que no ha comenzado con la campaña #FreetheLeopards, liberad a los leopardos, que actualmente prolifera por las redes sociales y a la que se han sumado todo tipo de guerreros informativos como Bernard Henry Levy, Andreas Umland o Timothy Garton Ash y también personas como Oleksandra Matviichuk, presidenta del Center for Civil Liberties que hace unos meses obtuvo el Premio Nobel de la Paz.

Como ocurriera en el pasado con otro tipo de armas, comenzando por los misiles antitanque Javelin, los drones Bayraktar, los HIMARS o Patriots estadounidenses, los tanques occidentales son ahora la necesidad objetiva con la que Ucrania resolverá la crisis y derrotará rápidamente a Rusia, que se verá obligada, no ya a retroceder a las fronteras del 24 de febrero sino a ceder también Crimea para regresar a las fronteras de 1991 y aceptar un tribunal que juzgue los crímenes de la guerra -únicamente los rusos, evidentemente- al modo que Nuremberg juzgó los crímenes nazis. Esa es, al menos, la imagen que quiere trasladar el Gobierno ucraniano y que habitualmente han repetido sus principales propagandistas ahora liderados por Mijailo Podoliak desde que un grupo de diputados encabezado por Goncharenko, recordado por su visita a la Casa de los Sindicatos de Odessa cuando los cuerpos de los asesinados aún no habían sido retirados, obligó a dimitir al ahora desacreditado Oleksiy Arestovich.

Poco importa que esa visión de la guerra presentada prácticamente a diario por Podoliak, Kuleba o Reznikov no tenga en cuenta la opinión de la población de Donbass o la de Crimea, que difícilmente querrían volver a formar parte de la Ucrania que les bombardeó, sancionó e insultó o que les cortó el suministro de agua durante años y ahora busca llevarles la guerra de liberación aunque no hayan pedido ser liberados. Menos aún importa que ese plan carezca de todo realismo o que la idea de que los tanques alemanes van a cambiar el curso de la guerra no tenga en cuenta la necesidad de una cobertura aérea de la que ahora mismo Ucrania no dispone. No es casualidad que, sin haberse completado aún la campaña para conseguir tanques occidentales, Kiev haya iniciado ya la petición de aviación, otro aspecto que, como ocurre con los Leopard, no solo requiere del suministro inicial, sino de instrucción y de infraestructuras para el mantenimiento. En ese aspecto, como en otros muchos de esta guerra, cobra importancia Polonia, país que a cambio de un apoyo incondicional que solo se quiebra en caso de enaltecimiento excesivamente explícito a figuras como Stepan Bandera está logrando grandes cotas de poder.

Es probable que Polonia sea el primer país en enviar tanques Leopard a Ucrania, con lo que logrará visibilidad exterior como principal aliado de Kiev y mejorará aún más su posición en Europa en un momento en el que tanto Úrsula von der Leyen como Charles Michel o Josep Borrell abogan abiertamente por el envío de tanques occidentales para el “momento decisivo de la guerra”. En su habitual estilo lleno de las contradicciones de quien no cuenta con las dotes diplomáticas que requería la gravedad del momento, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, afirmó en una entrevista concedida a Eldiario.es que la Unión Europea no busca la escalada, añadiendo a continuación que la ayuda militar a Ucrania no tiene límite. En un contexto en el que el presidente Zelensky abiertamente afirma que un puñado de tanques no cambiarán el curso de la guerra o su vicepresidente de facto Andriy Ermak insiste en que son necesarios centenares de tanques para, como precisa Mijailo Podoliak, “acabar bien la guerra”, los catorce Leopards que Polonia está dispuesta a enviar rápidamente no van a cambiar el curso de los acontecimientos, pero sí pueden suponer una presión adicional para el hombre que está siendo presentado como el obstáculo a la victoria ucraniana y europea frente a Rusia: Olaf Scholtz.

Desde el inicio de la intervención militar rusa, que dio lugar a la renuncia voluntaria de los países europeos a la asequible y cercana energía rusa en favor de opciones más caras, más lejanas y menos ecológicas pero ideológicamente acordes a quien llevaba años exigiendo ese paso, Estados Unidos, Alemania ha sido tratada como el eslabón más débil en una cadena que se había dejado seducir por la dependencia rusa. Con la energía barata como una de sus bases de crecimiento, el encarecimiento de estas materias primas puede suponer para Alemania una pérdida de competitividad en su mayor activo, la industria, por lo que Berlín ha sido más vulnerable a las consecuencias de las sanciones que otros países de su entorno que, como Polonia, tratan ahora de aprovecharse de la coyuntura para aumentar sus cotas de poder. No es casualidad que Varsovia haya intensificado su campaña para lograr reparaciones por parte de Alemania casi ocho décadas después del final de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco es casualidad que desde los aliados anglosajones se esté produciendo un intento de apoyar a los países de la nueva Europa en un claro desplazamiento de poder dentro de la Unión Europea del eje París-Berlín hacia otro que tuviera como uno de sus centros a Polonia, el aliado que más se congratuló del sabotaje de los gasoductos Nord Stream y Nord Stream-2.

Alemania, que trata de equilibrar el apoyo incondicional a Ucrania con la necesidad de mantener puentes hacia Rusia para un posible día después de la guerra, se encuentra ahora presionada tanto externa como internamente. El canciller Scholtz, con sus actos, ha mostrado su incomodidad a enviar, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, tanques alemanes a luchar en un frente oriental en que han podido verse, además, banderas con simbología de aquellos tiempos. Muchos son los factores por los que las reticencias alemanas están retrasando unos envíos que, antes o después, serán aprobados. Puede que la posibilidad de aparición de imágenes de Leopards alemanes con simbología de origen fascista no sea el principal y que primen los aspectos logísticos o incluso económicos.

El medio británico The Economist afirma que hasta 2000 tanques Leopard se encuentran en los arsenales de los ejércitos europeos mientras Estados Unidos, que alegando mayor dificultad logística rechaza de momento enviar sus Abrams, continúa presionando a Alemania para que autorice unos envíos que, al margen de consecuencias militares, podrían tener también consecuencias estratégicas y económicas. Centenares de tanques alemanes en uno de los territorios donde mayores sufrimientos infligieron las tropas alemanas en la Segunda Guerra Mundial serían vistos en Moscú como una clara escalada occidental, dañando aún más una relación que, a día de hoy, está prácticamente rota y que Estados Unidos y sus aliados esperan que continúe así. Estados Unidos ofrece también sustituir por tanques estadounidenses los Leopard entregados a Ucrania, una sutil forma de ganar cota de mercado perdida frente al equipamiento alemán, que en este caso es superior. Uno de los argumentos que varios medios alemanes han mencionado estos días es precisamente que la sustitución de tanques alemanes por estadounidenses haría a Alemania perder esos mercados. Como advertían, con Macron a la cabeza, algunos mandatarios europeos, Estados Unidos se aprovecha actualmente del proteccionismo y de su posición privilegiada respecto a Europa, vulnerable a sus propias sanciones, para beneficiarse de la guerra, algo que supone una amenaza para la industria alemana, ahora también en el ámbito militar.

Presionado por sus aliados en la Unión Europea y en la OTAN e incluso dentro de su propio Gobierno, con los verdes como una de las fuerzas políticas que más férreamente ha apoyado a la Ucrania de Maidan desde 2014, apareciendo incluso en actos vinculados al partido de extrema derecha Svoboda, no es de esperar que el canciller alemán, débil interna y externamente, pueda soportar la presión durante mucho más tiempo. Ucrania ha anunciado ya que comenzará inmediatamente la formación de tanquistas para poder así acortar los plazos entre el momento de la aprobación de los envíos y su llegada. Aunque se trata también de un elemento de presión, Kiev es consciente de que los tanques occidentales llegarán más temprano que tarde. Pese a que en los últimos días Estados Unidos ha logrado un acuerdo con Marruecos para enviar sus tanques de origen soviético a Ucrania, el stock se acaba y no es de esperar que países latinoamericanos como Cuba o Venezuela vayan a aceptar la oferta de la jefa del Distrito Sur, Laura Richardson, de sustituir el armamento de origen ruso o soviético por el del país que utiliza todas las herramientas a su alcance, entre ellas el bloqueo económico, para destruir sus economías y tratar de forzar un cambio de régimen.

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