En las próximas horas, Ucrania recuperará la ciudad de Jerson, única capital regional ucraniana más allá de Donbass hasta ahora bajo control ruso. Ayer, con un discurso plagado de contradicciones, el ministro de Defensa de la Federación Rusa, Sergey Shoigu, daba la orden de retirar las tropas rusas de la margen derecha del Dniéper al general Surovikin. Con sus palabras, Shoigu, no hace mucho tiempo uno de los principales candidatos a suceder en la presidencia a Vladimir Putin al final de su mandato, quiso resaltar que Rusia ha evacuado ya a 115.000 residentes de la margen derecha, en lo que es el principal éxito de la actuación rusa de las últimas semanas. El ministro trató de combinar también un discurso en el que afirmaba que el frente en la zona de Jerson se ha estabilizado con la idea de que su defensa no es posible. Hasta ese momento, las comunicaciones oficiales rusas habían afirmado que Rusia continuaba derrotando cada intento ucraniano de penetrar en sus líneas. Apenas minutos después de la confirmación de lo que era ya un secreto a voces, Ucrania izaba su bandera en una primera zona de Snigirovka, donde los ataques ucranianos supuestamente estaban siendo rechazados.
Los últimos acontecimientos no pueden considerarse una sorpresa sino la conclusión lógica a una serie de problemas que se remontan a meses atrás. El pasado febrero, el avance ruso por la zona sur fue rápido. En aquel momento, en un cúmulo de deserciones y decisiones conscientes de la necesidad de abandonar zonas en las que las Fuerzas Armadas de Ucrania se encontraban en inferioridad contra un Ejército Ruso cuyas carencias no habían quedado de manifiesto, Ucrania optó correctamente por priorizar la defensa de su capital. Mientras Ucrania lograba paralizar el avance ruso sobre los suburbios de Kiev e impedía que la ciudad quedara sitiada, con lo que daba al traste con los planes rusos de forzar al Gobierno ucraniano a un acuerdo según los términos de Moscú, las tropas rusas avanzaban rápidamente hacia Mariupol y hacia Jerson. Era el momento de mayor debilidad de las Fuerzas Armadas de Ucrania y también del Estado ucraniano.
Sin embargo, el éxito a la hora de impedir el sitio de Kiev dio a Ucrania credibilidad ante sus socios, que rápidamente comenzarían los flujos de asistencia militar y financiera, y cierta fortaleza en la negociación incluso en los momentos más duros. En el periodo comprendido entre la primera y la segunda reunión entre los representantes rusos y ucranianos, uno de los negociadores ucranianos fue asesinado por el SBU en un tiroteo. Mientras la inteligencia militar afirmaba que había muerto como un héroe, el SBU lo calificaba de traidor a Ucrania. Pero pese a las derrotas militares en el sur y las evidentes dificultades en la capital, el Gobierno de Kiev fue capaz de mantener la unidad y la negativa a realizar concesiones territoriales. Con la negativa ucraniana a aceptar los términos planteados por Moscú, que implicaban la retirada rusa de todas las áreas de Ucrania más allá de Donbass y Crimea, Rusia se vio obligada a modificar sus planes y recalibrar sus objetivos. Si en algún momento lo fue, la operación militar especial se había convertido ya en una guerra abierta.
En los seis meses posteriores, Rusia, que se ha aferrado inútilmente al discurso y a los ingenuos objetivos de la operación militar especial, ha tratado de mantener un frente en el que sus tropas se han visto sobreextendidas y en el que no han logrado avanzar ni, lo que ha resultado más grave, consolidar una defensa seria, capaz de responder a los ataques ucranianos. Ucrania, que aguantó a base de sus propias armas y sus propios soldados la primera embestida rusa y fue capaz de utilizar el proceso de negociación para dilatar cualquier intento de avance ruso sobre ciudades como Nikolaev, logró ganar el tiempo suficiente para comenzar a recibir grandes cantidades de armamento. En marzo, sin victorias militares de las que jactarse, presentó como éxitos de sus tropas la captura de las posiciones de las regiones de Kiev y Chernigov abandonadas por las tropas rusas, conscientes de que su situación allí era insostenible y quizá con las falsas esperanzas de que esos gestos fueran a recibir como respuesta una mayor voluntad de negociación.
En septiembre, tras una primera ofensiva sobre Jerson que terminó con los hospitales de Nikolaev saturados de soldados ucranianos, Kiev obtuvo su mayor éxito militar en el campo de batalla con la victoria sobre las tropas rusas en Járkov. Mientras en Moscú, al margen de la realidad, se celebraba con fuegos artificiales la reconstrucción del monumento de Saur Mogila en la RPD, las tropas ucranianas expulsaban a las rusas de Balakleya y obligaban a una retirada apresurada de localidades tan importantes como Kupiansk e Izium.
A espaldas del Oskol, la logística complicaba la defensa de la zona. Fue así como se explicó el rápido abandono de una zona en la que el representante de Rusia Unida había afirmado en persona a la población que Rusia había llegado para quedarse para siempre. Este precedente, hacía improbable la defensa de Jerson, a espaldas de un río, el Dniéper, mucho más importante. Los cambios realizados en estas semanas, fundamentalmente el nombramiento del general Surovikin como encargado de las tropas y el inicio de ataques contra las infraestructuras críticas en Ucrania, han logrado ganar tiempo para, según las información sobre el terreno, estabilizar relativamente el frente de Lugansk. Ucrania no ha logrado allí repetir la ofensiva relámpago de Járkov y las tropas rusas y republicanas han conseguido, de momento, mantener prácticamente todo el territorio a excepción de Krasny Liman, capturada por Ucrania al día siguiente del anuncio de anexión de los territorios ucranianos bajo control de la Federación Rusa.
En el frente de Jerson, las últimas semanas han mostrado el cambio de táctica rusa, que ha partido de aceptar la realidad más allá de un discurso de fortaleza que hace tiempo no se corresponde con la realidad. En su primera aparición pública desde su nombramiento, el general Surovikin dejó clara la difícil situación de las tropas en la margen derecha del río Dniéper, cuyos puentes llevan meses siendo bombardeados por Ucrania, complicando aún más la ya difícil logística. Surovikin no descartaba la toma de “decisiones difíciles”. Rusia comenzó la evacuación de la población de la margen derecha del Dniéper y posteriormente de parte de la margen izquierda, en riesgo de quedar inundada en caso de explosión de la reserva Kajovka. Se hablaba ya de las dos únicas posibilidades: la evacuación de la población para garantizar la defensa de la ciudad de Jerson sin arriesgar miles de vidas o la retirada. Esta nueva derrota se produce otra vez cuando no hay buenas noticias en ninguna zona del frente. Rusia continúa desde julio tratando de asaltar, de momento sin éxito, la ciudad de Artyomovsk y la línea Seversk-Soledar. Se conoce la gran destrucción, pero no el número de bajas que se está acumulando en esta fallida estrategia de asalto frontal. La retirada de Jerson hace comprender mejor la precipitada y desastrosa ofensiva de Pavlovka-Ugledar, que como presagiaba Alexander Jodakovsky, no podía tener éxito sin una operación más amplia en Ugledar. Es probable que Rusia buscara una victoria, aunque fuera temporal, para maquillar sus partes de guerra en un momento en el que periodistas como Alexander Kots vuelven a insistir en que no habrá buenas noticias en ninguna zona del frente durante un tiempo.
El discurso de ayer del ministro Shoigu, unido al traslado de la administración regional de Jerson a Genichesk, la ciudad de la región de Jerson más cercana a Crimea, confirmaron la retirada rusa. Una retirada que no será sencilla y en la que ya se han producido víctimas. El vicegobernador de Jerson nombrado por Moscú, Kiril Stremousov murió ayer en un accidente de tráfico en los alrededores de Genichesk, última ciudad de la Ucrania continental antes del paso a Crimea.
En los últimos días, a medida que la retirada rusa de Jerson se hacía más probable, varios medios han mencionado la existencia de negociaciones entre Rusia y Estados Unidos y han vinculado la visita a Kiev de Andrew Sullivan, asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, al reinicio de la diplomacia. Este discurso planteaba la recuperación de Jerson como prerrequisito. A partir de ahí, con el Dniéper como frontera, podría consolidarse un alto el fuego en una situación en la que Ucrania no renunciaría a los territorios del sur, continuaría recibiendo armamento de sus socios y electricidad de la central nuclear de Energodar, bajo control ruso. Rusia, que ayer mismo manifestaba su disponibilidad a negociar con Ucrania “teniendo en cuenta las realidades sobre el terreno”, se vería obligada a un acuerdo con serias reminiscencias al acuerdo de Minsk, firmado por Ucrania en su punto de mayor debilidad. Como entonces, es improbable que un acuerdo en esas condiciones pudiera respetarse. Rusia se encuentra ahora en su posición más vulnerable, mientras que Ucrania reafirma pública y repetidamente que sus exigencias de negociación no han cambiado y solo aceptará la retirada rusa de todos los territorios ucranianos según las fronteras heredadas de la Unión Soviética en 1991.
Ucrania se niega incluso a creer en la retirada rusa y continúa hablando de una estratagema rusa para invitar a las Fuerzas Armadas de Ucrania a una trampa mortal en la ciudad de Jerson. Nada indica que vaya a ser así, sino todo lo contrario: Rusia parece haber aceptado lo imposible de defender esas posiciones y opta por retirarse en lugar de condenar a Jerson a un escenario similar al de Mariupol. En los meses en los que ha disfrutado del control sobre la zona, la Federación Rusa no ha logrado ampliar la zona de seguridad, exponiendo a Jerson y los puentes que unen la ciudad con la margen izquierda a la artillería ucraniana ni se ha logrado consolidar una defensa viable en la ciudad y las áreas aledañas.
Además de los riesgos políticos que comporta la retirada de una ciudad que Moscú proclamó hace dos meses como rusa, el repliegue comporta importantes peligros militares. Una vez controlada Jerson, que Ucrania recibirá sin gran parte de la población prorrusa, que huyó hace semanas, Kiev tendrá la capacidad de destinar a sus reservas a otras zonas del frente. La dirección hacia Melitopol o Berdiansk, intentando partir en dos el territorio ruso en el sur, podría ser la más peligrosa para Rusia, que deberá determinar cuál es la línea del frente que política y militarmente se considera capaz de defender.
Hasta ahora, Rusia ha explicado sus fracasos militares basándose en tres ideas: la superioridad numérica de Kiev; el apoyo extranjero, que ha hecho que Moscú intente presentar el conflicto como un enfrentamiento contra toda la OTAN y no contra Ucrania y la supuesta gran presencia de mercenarios extranjeros (especialmente polacos). A ello ha añadido siempre, generalmente sin pruebas, que Ucrania está sufriendo una enorme cantidad de bajas, una estrategia que no es más que la repetición del discurso ucraniano cuando eran sus tropas las que se encontraban en retirada. En la derrota, Rusia ha encontrado persistentemente una explicación. Sin embargo, hasta el momento, no siempre ha sabido encontrar una solución.
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