Apenas unas horas después de que Financial Times publicara la existencia de un plan de paz de quince puntos que las delegaciones rusa y ucraniana discuten desde hace unos días para lograr un acuerdo de paz definitivo, ambos países han tratado de contener el optimismo injustificado que había causado la información. Los contenidos del propio artículo, y la ausencia de exigencias sobre la integridad territorial de Ucrania evidenciaba que la información estaba basada en fuentes rusas, pero incluso desde el Kremlin se ha querido aclarar una serie de puntos. El secretario de prensa del Kremlin, Dmitry Peskov, insistía ayer por la mañana en que, pese a contener algunos aspectos que sí están presentes en los documentos de trabajo, el tono general de optimismo no era más que un espejismo.
El desmentido del Kremlin a la posibilidad de un acuerdo rápido tampoco era necesario para comprender que la información no se correspondía con la realidad. La ausencia de menciones a Crimea y Donbass, un tema en el que, sin una derrota militar completa de alguna de las partes difícilmente puede haber un acuerdo político inminente, confirmaba ya esa hipótesis. Si bien las encuestas de meses anteriores al inicio de la intervención rusa mostraban que la población ucraniana -a excepción de la de Ucrania occidental, mucho más beligerante en este tema- era favorable a un compromiso con Rusia para resolver el conflicto en el este (fundamentalmente por la vía del cumplimiento de los acuerdos de Minsk con una autonomía para los territorios de la RPD y la RPL), los actos del Gobierno ucraniano los últimos siete años se han producido en sentido contrario.
Kiev siempre se ha negado a cumplir puntos tan básicos de esos acuerdos como la negociación con Donetsk y Lugansk o un estatus especial garantizado por la Constitución para los territorios en ese momento controlados por las Repúblicas Populares, asediadas política y militarmente por Ucrania con el apoyo explícito de Alemania y Francia, socios del Formato Normandía, y de Estados Unidos. Sin una victoria militar clara y completa de las Repúblicas Populares y Rusia en el frente de Donbass -que pese a los avances en casi todos los frentes no se ha producido de momento y zonas importantes como Mariupol, Lisichansk, Severodonetsk o Slavyansk siguen bajo control ucraniano-, es impensable que Rusia pueda imponer sobre Ucrania la aceptación de la pérdida de la RPD y la RPL en sus fronteras actuales, más aún en las fronteras de las antiguas regiones de Donetsk y Lugansk. Es también impensable que Rusia acepte negociar su retirada militar sin lograr un documento vinculante en el que Ucrania acepte, por lo menos, la pérdida de Crimea.
El desmentido de Mijailo Podoliak, el más mediático de todos los miembros de las negociaciones, fue ratificado ayer por Dmitro Kuleba, ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, que ratificó que las informaciones publicadas únicamente incorporan las exigencias rusas. En el tiempo transcurrido entre la publicación de la información y las negativas ucranianas, Volodymyr Zelensky ha pasado de citar el “I have a dream” de Martin Luther King a evocar el famoso discurso de Reagan en que apelaba a Gorbachov a “derribar este muro”, en ambos casos para exigir más armas, más intervención de Occidente y más sanciones contra Rusia. Sumado al listado de armas modernas que Estados Unidos ha anunciado que enviará de forma inmediata a Ucrania para garantizar la continuidad de la guerra, se pueden dar por válidas las numerosas fuentes que afirman que el equipo de Zelensky busca únicamente retrasar la ofensiva rusa por la vía de las negociaciones simplemente para ganar tiempo para reagrupar sus fuerzas y reforzar su ejército con el nuevo armamento enviado por sus aliados occidentales.
En ese sentido se pueden entender las últimas palabras de Zelensky, que frente a declaraciones más ambiguas como las de su entrevista al canal estadounidense ABC -en la que daba a entender la posibilidad de una aceptación, aunque fuera temporal de la pérdida de territorios-, se reafirma ahora en exigir la retirada incondicional rusa y el mantenimiento de la integridad territorial del país según sus fronteras de 1991.
Una vez más, las declaraciones de Mijailo Podoliak, que en su labor de relación con los medios realiza realmente una labor de propaganda exagerando tanto los éxitos ucranianos como las posibilidades de Kiev de conseguir sus maximalistas exigencias, aclaran la situación. Frente a la idea de que Ucrania había renunciado a la OTAN que parte de la prensa presentaba esta semana (de forma errónea, ya que las palabras de Zelensky eran un reproche para la OTAN, no una retirada), Podoliak presentó otra idea. Criticando que la OTAN no tiene “la fuerza”, en realidad la voluntad, de enfrentarse a Rusia, el asesor de la Oficina del Presidente de Ucrania prevé la creación de una nueva y mejor alianza. “Por eso queremos terminar esta guerra con una nueva coalición tan poderosa que sea capaz de detener a Rusia si quiere atacar a alguien de nuevo», afirmó Podoliak según citaba ayer la prensa.
Aunque las palabras de Mijailo Podoliak reflejan más un deseo que una posibilidad, esos deseos muestran también el rechazo de Ucrania a la principal exigencia rusa, la de la neutralidad del país, que habría de acompañarse de una reducción de los efectivos del ejército y la eliminación de las unidades neonazis o fascistas ahora parte de la Guardia Nacional, exigencias que, pese a los anuncios de avances en las negociaciones, Kiev va a seguir negándose a aceptar. Sin embargo, como ya ocurriera con el proceso de Minsk, en el que Ucrania realizaba lo que Rusia y las Repúblicas Populares calificaban de “imitación de actividad”, una aparente negociación que nunca llevaba a ningún resultado, la estrategia ucraniana pasa por dilatar al máximo el proceso para garantizar poder rearmarse y realizar, con ayuda de sus socios occidentales, una labor de propaganda. Todo ello con el objetivo de negociar en mejores condiciones políticas, aunque ello requiera permitir una mayor destrucción del país. Zelensky afirmaba ayer que es preciso no desvelar la estrategia de negociación de Ucrania. No es necesario, su táctica y su estrategia son perfectamente transparentes.
Ucrania, con la experiencia de haber mantenido artificialmente una guerra en Donbass durante ocho años, es favorable a continuar ahora una situación que garantiza la destrucción del país y la muerte de más civiles. Para ello, está dispuesta a utilizar todos los medios, entre ellos el de una propaganda capaz de afirmar, como hiciera ayer el Ministerio de Asuntos Exteriores en su perfil oficial de Twitter, que “puede que no entiendan el lenguaje, pero el dolor de las caras de estas personas está claro para todos”, un tuit ilustrado con las imágenes de civiles reaccionando el lunes al ataque en el que un misil ucraniano causó más de 20 muertos en las calles de Donetsk. Una estrategia a largo plazo en la que Kiev, como hasta ahora, cuenta con el incondicional apoyo de sus socios occidentales, preocupados por la población civil únicamente para ser utilizada en términos mediáticos.
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Sin DESNAZIFICACIÓN no puede haber «pacificación». «Azov», Aydar», «Pravyi Sektor» y los demás grupos de cucarachas neonazis DEBEN SER ANIQUILADOS. Luego se podrá «hablar de Paz».
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