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Donbass, Donetsk, DPR, LPR, Minsk, Rusia, Ucrania

La estrategia de las líneas rojas

Unas horas después de que Oleksiy Danilov, presiente del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, una institución clave en el país, se mostrara abiertamente contrario al cumplimiento de los acuerdos de Minsk y apelaba a sus socios europeos a no presionar a Kiev a hacerlo, se han manifestado también otros oficiales ucranianos. En términos genéricos y sin entrar en el contenido de los acuerdos, siguiendo esa rutina de intentar no cumplir con los acuerdos y defenderlos, Zelensky ha vuelto a reafirmar que Ucrania es consciente de los acuerdos que firmó y busca la forma de cumplirlos. Los actos de Ucrania en los siete últimos años dejan claro que no hay contradicción en esta dialéctica: Kiev sería, quizá, más favorable al cumplimiento del acuerdo si este le fuera más favorable. Y a eso ha dedicado gran parte de sus esfuerzos diplomáticos en este tiempo.

Tal y como admitieron tanto el representante ruso como el ucraniano tras la larga reunión del Formato Normandía en París, existe desde 2015 un desacuerdo fundamental en la interpretación de los acuerdos de Minsk. Mientras Rusia aboga por la implementación completa, siguiendo la letra y el espíritu de lo firmado en la capital bielorrusa, Ucrania ha tratado desde entonces de modificar -en ocasiones se ha tratado de presentar como una “modernización”- los acuerdos en busca de concesiones.

El desacuerdo fundamental no está en los puntos militares, en la retirada del frente de tropas y armamento -aunque también estos puntos siguen siendo constantemente incumplidos, como se puede constatar con los frecuentes bombardeos ucranianos en las zonas del frente o la presencia de tropas ucranianas en zonas supuestamente desmilitarizadas que ha constatado hace unos días la OSCE- o incluso en la idea del intercambio de prisioneros “todos por todos” que tantas dificultades ha causado en estos años. El problema ni siquiera es la entrega del control de la frontera entre Donbass y Rusia, que Ucrania, aunque consciente de que Minsk lo prevé como último paso de un proceso, ha exigido durante años como punto de partida.

La diferencia entre las partes está en los aspectos políticos de los acuerdos de Minsk, que Kiev jamás ha tenido intención alguna en cumplir. Las palabras de Danilov no hacen más que verbalizar lo que los actos de Ucrania han hecho ver en estos años. No se trata únicamente del rechazo rotundo que Kiev ha manifestado a la posibilidad de negociar punto político alguno con Donetsk y Lugansk -con quienes sí negocia treguas locales y otros aspectos militares en el formato de Minsk- o de las reticencias a aprobar leyes como la ley de amnistía a quienes hayan participado en el conflicto, sino fundamentalmente de la cuestión del estatus especial.

Es ahí donde coinciden los más pesimistas en Ucrania y los más optimistas en Rusia: un estatus especial para Donbass, es decir, una autonomía política, otorgaría a Donetsk y Lugansk la posibilidad de vetar decisiones tan importantes como la entrada del país en la Unión Europea o en el OTAN. Quizá podría ser así en su versión más extrema, pero los acuerdos de Minsk no dan contenido a ese estatus especial, que debe ser negociado por Kiev, Donetsk y Lugansk y es difícil imaginar que los socios de Ucrania vayan a forzar al país a aceptar dar voz y voto a Donbass en un tema que también es de su interés y que ya ha sido incluido en la Constitución de Ucrania.

Sin embargo, el estatus especial es el punto central de la parte política de Minsk y en realidad sería la base de la relación política que mantendrían Kiev, Donetsk y Lugansk en caso de retorno de las Repúblicas Populares a Ucrania. De ahí que esa más que discutible posibilidad de poner en riesgo el camino a la Unión Europa y la OTAN que Kiev no quiere que se cuestione en el país sigue siendo utilizada como herramienta para el rechazo al cumplimiento de esta parte de los acuerdos.

Ayer mismo, el ministro de Asuntos Exteriores Dmitro Kuleba, volvía a reafirmar la idea de que no habrá estatus especial o capacidad de veto tal y como espera Rusia. Ucrania no ofrece otro tipo de estatus especial, sino que trata de presentar una más que discutible descentralización administrativa en todo el país como alternativa que, sin negociación con Donetsk y Lugansk, Rusia debe aceptar para Donbass. Porque como volvió a insistir Volodymyr Zelensky ayer, Ucrania sigue buscando la forma de negociar con Rusia, que por su parte remite a Kiev al texto de los acuerdos de Minsk y le recuerda que no es con Moscú con quien tiene que negociar aspectos políticos que Rusia sigue considerando internos.

A apenas unos días para que los asesores del Formato Normandía se reúnan en Berlín precisamente para tratar de desencallar el desacuerdo en la interpretación de los acuerdos de Minsk, estas negociaciones no son fruto de la confusión o de la falta de comprensión lectora de la diplomacia ucraniana sino un intento de reafirmar su postura y buscar que sus aliados europeos apoyen una vez más esta interpretación.

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