Artículo Original: Andrey Manchuk
Oleksiy Reznikov, un antiguo abogado que recibió la cartera de ministro de Defensa de Ucrania en noviembre, ha pedido al Gobierno de Canadá que amplíe su contingente de instructores militares. Lo hace para que protejan al país de la dignidad de los agresores que lo amenazan. “Estaría bien si los instructores canadienses fueran desplegados en Járkov, Mariupol, Kramatorsk, Odessa y la isla de Zmeiny. Junto a representantes del Reino Unido y Estados Unidos. Las tres banderas deberían ondear sobre esos territorios: la de Canadá, la de Estados Unidos y la de Gran Bretaña”, afirmó al periódico canadiense The Globe and Mail tras una reunión con el jefe del Estado Mayor de la Defensa de Canadá Wayne Eyre.
En pocas palabras, el ministro exige personal militar extranjero en Ucrania, lo que contradice tanto la Constitución como varias leyes. Reznikov sugiere abiertamente desplegar soldados extranjeros en las ciudades del país e izar banderas extranjeras sobre ellas, una poco velada invitación a la ocupación. Ni siquiera los dictadores latinoamericanos del siglo XX, pese a su completa dependencia de la política de Washington, se habrían prestado a tal humillación, pero este tipo de propuestas son algo típico entre los patrióticos oficiales de los gobiernos post-Maidan. Porque han convertido a Ucrania en una república bananera, aunque sin plátanos. En lugar de eso está el borscht, activamente utilizado en la guerra por la identidad nacional, todo ello en el marco del constante aumento del precio de las verduras que componen su receta.
A los nacionalistas ucranianos no les interesan la independencia, la dignidad o los intereses de la población saqueada. Con consistencia, están convirtiendo el país en un protectorado extranjero y consideran una bendición la dependencia colonial, ya que les supone mucho dinero y altos cargos. La voluntad de cumplir órdenes de los socios de ultramar es ahora un requisito para tener una carrera con éxito como burócrata ucraniano, como lo son también las rituales declaraciones de amor a Stepan Bandera y el igualmente ostentoso odio a los sovok.
Todo esto favorece a los líderes de los países del bloque militar de la OTAN, patrones de los políticos ucranianos. Olvidan rápidamente la retórica xenófoba y muestran infinita tolerancia a la extrema derecha ucraniana pese a que oficialmente declaran su intransigencia a la xenofobia y al Nazismo.
Recientemente, esto ha llevado a un escándalo en Canadá. El Ottawa Citizen informó de que el Ministerio de Defensa de Canadá había celebrado reuniones con los nazis ucranianos del regimiento Azov en los que había participado personalmente el teniente general Jean-Marc Lantier. Los soldados canadienses eran conscientes de la opción política de sus compañeros ucranianos, pero solo les preocupó que esos contactos quedaran en secreto. Sin embargo, los nacionalistas ucranianos lo contaron todo en internet, haciendo así pública la historia.
“Esta revelación viene en el momento más inoportuno para la élite dirigente de Canadá, que está considerando ampliar su presencia militar en Ucrania. La revelada alianza de Canadá con la extrema derecha nacionalista ucraniana muestra que la OTAN está dispuesta a cooperar con las fuerzas políticas más reaccionarias”, escribió el periodista James Calyton en un artículo titulado “El ejército canadiense proporciona entrenamiento a nazis ucranianos”.
El activista por los derechos humanos Bernie Farber, director de Canadian Hate Network, calificó la colaboración con la extrema derecha ucraniana de “grave error”. Pero todos comprenden que es el resultado natural de una política plenamente consciente y planificada que las autoridades canadienses llevan mucho tiempo implementando. Comenzó en tiempos de posguerra, cuando los colaboracionistas ucranianos, entre ellos banderistas y hombres de la División Galizien de las SS, se asentaron en Canadá. Criminales de guerra fugitivos consiguieron influencia al otro lado del océano y las autoridades locales les incluyeron en las filas de la élite política: era útil para el Gobierno usar a la ultraderecha para luchar contra los comunistas prosoviéticos. Por eso, Canadá ha sido tradicionalmente uno de los principales promotores del nacionalismo ucraniano, ayudando a promocionar sus intereses en el ámbito internacional.
La cooperación con Azov tampoco es ningún accidente o error, porque las estructuras de la OTAN repetidamente suministran apoyo organizativo y político a los nazis ucranianos. “Es preocupante que, por segunda vez en un mes, estemos viendo evidencias de cooperación militar canadiense con grupos neonazis ucranianos”, afirmó Jamie Kirzner-Roberts, de Friends of Simon Wiesenthal Center. Se refiere a la información sobre los soldados del grupo de extrema derecha Centuria, que también es parte de la estructura de Azov. Resulta que sus miembros han sido entrenados por Canadá y otros países de la OTAN. Una vez más, los instructores de la OTAN no desconocían la ideología de sus entrenados.
¿Cuál es el objetivo de esta estrategia de favorecer la nazificación de Ucrania? De hecho, todo está claro. Por supuesto, los países de la OTAN están dispuestos a responder a las propuestas de los oficiales ucranianos de enviar aún más soldados para continuar con el desarrollo militar. Sin embargo, todo entraña ciertos riesgos y al otro lado del océano prefieren continuar la guerra con manos ajenas, con ayuda de fanáticos especialmente fanáticos de organizaciones ultraderechistas ucranianas.
Esta clásica táctica se utiliza en muchos lugares del mundo. “En 2004, Washington y Ottawa usaron los restos de los Tonton Macoutes como tropas de asalto para ocupar Haití y derrocar al presidente electo Aristide. Y en 2011, oficiales de la aviación de Canadá bromearon con ser la “aviación de al-Qaeda” en Libia” recordó James Clayton. Y eso significa que los tonton macoutes ucranianos se preparan para la ocupación y la guerra.
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