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2 de mayo, Fascismo, Nacionalismo, Odessa, Sternenko

Su nuevo héroe

El resultado del caso Sternenko, condenado esta semana a siete años y tres meses de prisión por secuestro y torturas, ha devuelto al nacionalismo ucraniano la unidad perdida en las muchas rencillas y venganzas que se han producido en los últimos años. El propio Sternenko fue hace unos meses blanco de las críticas de sus correligionarios, debates olvidados ahora que el exlíder del Praviy Sektor en Odessa se encuentra encarcelado y, según su abogado, temiendo por su vida. Es la estrategia para lograr, en primer lugar, que sea trasladado a Kiev, lejos de Odessa, donde, a excepción de su pequeño grupo de incondicionales, no cuenta con ningún tipo de apoyo popular.

En realidad, el caso es un buen reflejo de la situación de la extrema derecha en Ucrania, capaz de mantener a los suyos protegidos de la justicia durante años a base de presiones a los jueces y fiscales, pero ocasionalmente condenados. Hay casos en los que la culpabilidad de los acusados es tan clara que ni siquiera el temor a las represalias de la extrema derecha ha logrado que la Fiscal General Venediktova y el juez de Odessa, ya blanco del acoso de la extrema derecha, que le acusa de ser o haber sido comunista, pueden impedir que el caso llegue a su conclusión lógica.

Así lo reflejaba ayer en su perfil de redes sociales el periodista y sociólogo ucraniano Andrey Manchuk

Una historia de referencia que refleja al completo la realidad de la Ucrania actual. Aquí está un personaje que abiertamente ha cometido serios crímenes: apuñaló a una persona, torturó a otra, está acusado de extorsión, de tráfico de personas, agresión y pogromos y que ha liderado el acoso público de personas inocentes, fundamentalmente mujeres jóvenes.

Y también se presentó en los tribunales para reírse de los presos políticos, poniendo caras para las cámaras con personas entre rejas detrás de él. Pero ellos no habían matado a nadie, solo habían sido encerrados bajo presión de represalias políticas por sus opiniones o creencias.

La lista de crímenes puede continuar, hay suficiente material para hacerlo. Se pueden mencionar datos específicos sobre casos concretos en los que hay pura criminalidad a la que hay que añadir el fanatismo nacionalista que ahora trata de justificarlos.

Y este criminal condenado ha pasado seis años en libertad. Porque tenía el apoyo de las autoridades, los servicios especiales, la ultraderecha, los subvencionados por becas extranjeras y los diplomáticos del país más democráticos del mundo, donde, como saben, se observa estrictamente la ley.

Si el asesino es de los tuyos, tienes que protegerlo cueste lo que cueste. Este es el principio básico por el que vive la “sociedad civil” ucraniana desde Euromaidan. La justicia, la compasión, la conciencia, el pensamiento racional han sido despreciadas en nombre de los intereses de la nación tal y como la definen los representantes de la clase intelectual.

En realidad, lo hacen en nombre de los privilegios del partido fascistoide, detrás del cual están los mecenas y los patrones.

Ellos conseguirán sacar de esta a su chico, no lo duden.

Sternenko, que en tantas ocasiones ha presionado a jueces y fiscales para obligarles a mantener en prisión a personas sin prueba alguna de que se hubiera cometido ningún delito -el caso del acoso de la extrema derecha contra los acusados, absueltos tras tres años y medio en prisión preventiva, en el caso del 2 de mayo en Odessa es paradigmático-, se declara ahora víctima de la ausencia de libertad de expresión y democracia. Así lo afirmaba tras su sentencia, cuando sus defensores se movilizaban ya en el exterior y era detenido para ser enviado a prisión.

En Kiev, más de 2000 personas acudieron a exigir frente a la Oficina del Presidente la libertad para Sternenko, nuevo héroe nacionalista, que con la condena ha visto cómo desaparecían todos los reproches e insultos que hace solo unos meses llegaban desde otros caciques del nacionalismo ucraniano como Andriy Biletsky. Es lo que el analista Boris Rozhin, Colonel Cassad, ha calificado de «no-Maidan», un intento de demostración de fuerza de la extrema derecha, que muestra en realidad que esta solo es fuerte cuando actúa como fuerza de choque del Estado o de una de sus facciones.

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