Artículo Original: Andrey Manchuk
Las elecciones locales se han convertido para el presidente Zelensky en un episodio del conocido cuento en el que la carroza se convierte en calabaza a medianoche y la princesa vuelve a convertirse en Cenicienta. Los resultados preliminares de los comicios han confirmado dos aspectos: un récord de baja participación y el fracaso del partido Servidor del Pueblo, que ha perdido las elecciones en todas las grandes ciudades de Ucrania y ha recibido malos resultados en las elecciones a los consejos regionales.
La conexión de estos dos aspectos es evidente. Zelensky ha sido rechazado por una gran parte de su electorado. Quienes le votaron lo hicieron con la esperanza de que fuera a cambiar el curso político de Euromaidan, que se representaba en la fórmula “Ejército-Fe-Lengua ucraniana”, una fórmula a la que habría que añadir también el aumento de las tarifas de los servicios básicos y el constante declive de la calidad de vida.
Sin embargo, el último año ha confirmado las escépticas previsiones que mostramos durante la euforia de abril de 2019. El héroe de la serie Servidor del Pueblo, Goloborodko, no es Zelensky, que obedientemente continúa la línea de su odiado predecesor, lo que le ha privado del apoyo masivo de los votantes. Han elegido volver a votar a los regionales o ni siquiera se han presentado a votar, correctamente conscientes de que el resultado no va a afectar de ninguna manera las vidas de los “pequeños” ucranianos corrientes.
Es más, la juventud, supuestamente pro-Zelensky, también se ha negado a ir a votar, a pesar de que, con poco ingenio, se intentó atraerles a las urnas con la ficticia encuesta sobre la legalización de la marihuana.
“Por supuesto, esto es un duro golpe a la imagen personal de Volodymyr Zelensky porque, de hecho, él es quien marca la popularidad del partido. Tras recibir un apoyo sin precedentes del pueblo, el presidente cínicamente traicionó las esperanzas de los ucranianos que le habían apoyado, esperanzas de paz y restablecimiento de las liquidadas libertades civiles, esperanzas de independencia de la administración externa y cambios en la política socioeconómica. Como han demostrado las elecciones, los votantes se han dado cuenta de este engaño y han sacado conclusiones al respecto”, escribió el conocido activista por los derechos humanos y exdiputado Vladimir Chemeris.
“Las actuales elecciones son un referéndum sobre la confianza que hay en Zelensky. Y algo me dice que a Zelensky no le van a gustar los resultados. Los pensionistas, fanáticos y un porcentaje de espectadores han acudido a las urnas. No tiene mucho sentido sacar conclusiones sobre la situación política del país en general basadas en estas elecciones. Salvo por una cosa: Zelensky ya no tiene electorado. Los hay quienes le siguen tratando con normalidad, han comprendido y le han perdonado, pero ya no son su electorado”, escribió, en la misma línea, el periodista de Kiev Vyacheslav Chechilo.
Los votantes pensionistas, que previsiblemente optaron por “empresarios fuertes”, candidatos con eslóganes sociales y el partido de la paz, ya han causado una verdadera histeria ente los patriotas profesionales. Es especialmente obvio en Kiev, donde el representante de la Plataforma Opositora por la Vida, Alexander Popov, ha pasado a la segunda vuelta en la lucha por la alcaldía de la capital. Y los “líderes de opinión” de la élite derechista local ya ha apelado a represalias contra los votantes que lo apoyen. “El segundo puesto de Popov en las elecciones de Kiev según la encuesta a pie de urna es un argumento elocuente a favor de una prohibición constitucional al voto de los pensionistas”, afirmó el propagandista nacionalista Sergey Ivanov. Sus palabras son un argumento elocuente a favor de una prohibición constitucional al discurso de odio. Los nacionalistas, que durante años han deshumanizado a los residentes de Donbass, pasan ahora a hostigar a los mayores a pesar de que ya se les están recortando las rácanas pensiones, con las que ni siquiera pueden tener una vida digna.
Acostumbrados a perder continuamente elecciones, el partido de la guerra solo dispone de la violencia callejera para atemorizar a los desilusionados. Y no puede sorprender que sueñen con privar de derechos civiles a sus oponentes para dar todos los privilegios a la minoría de extrema derecha. Simplemente porque para los nacionalistas el resto de los ucranianos no son ni ciudadanos de completo derecho ni personas. Sin embargo, Zelensky tampoco va a prestar atención a la opinión de la mayor parte de la sociedad ucraniana, que le ha rechazado un año después de elegirle. Servidor del Pueblo continuará con el curso previamente establecido: por los intereses de los patrones extranjeros y la clase política de Euromaidan, aunque eso le haga no tener grandes esperanzas de futuro político.
La amorfa facción parlamentaria del equipo Ze comenzará a desintegrarse mientras su popularidad continúa cayendo, de la misma forma que lo hiciera el año pasado el Bloque Poroshenko. Una parte de sus representantes se unirá a los campos de Solidaridad Europea o Golos, mientas otros empezarán a flirtear con la Plataforma Opositora por la Vida o con los influyentes alcaldes de las principales ciudades del país, que finalmente se convertirán en influyentes barones regionales.
Esta agonía puede ser de larga duración, ya que Zelensky no tiene intención de celebrar elecciones anticipadas. Sin embargo, los “servidores del pueblo” tendrán que vivir con el poco envidiable estatus de pato cojo. Los potenciales socios políticos, como Klitschko, huirán de ellos, ya que el actual apoyo popular deja a Volodymyr Alexandrovich prácticamente sin posibilidades de ser reelegido. Pero lo peor está por venir: la pandemia de coronavirus y la deliberadamente fallida temporada de calefacción no harán aumentar el apoyo popular. Y es evidente que Cenicienta no volverá a ser princesa.
Sin embargo, nada de esto tendrá gran impacto en la situación de la mayor parte de la ciudadanía, que se enfrenta a la lucha por la supervivencia. Es improbable que los resultados electorales les inspiren especial optimismo, ya que no supondrá ningún cambio político o socioeconómico. Es precisa una larga lucha para conseguir esos cambios, como ha ocurrido en Chile, donde el pueblo salió a las calles hace un año y finalmente consiguió que se celebrara un referéndum que acabará con la Constitución del dictador neoliberal Augusto Pinochet. Eso devolverá a la población el derecho a la educación, sanidad y estándares sociales. Ya es hora de que los ucranianos sigan la experiencia de América Latina en lugar de esperar a un buen zar, como se presentó para muchos Zelensky, que ya ha desilusionado al país.
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