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Alto el fuego, Armenia, Azerbaiyán, Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Minsk, Nagorno Karabaj, Rusia, Ucrania

Déjà vu

Artículo Original: Denis Grigoriuk

“El ataque fue 100% deliberado. Incluso antes de nuestra llegada, un dron llevaba veinte minutos sobrevolando la iglesia y en cuanto entramos, inmediatamente iniciaron el bombardeo”. No puedo decir que me sorprendiera este mensaje. Al contrario, solo confirmó mis sospechas. Estaba claro que el bombardeo de la iglesia en la que estaba presente la prensa no fue accidental sino deliberado.

Me enteré de que Yury Kotenok había resultado herido en la localidad de Shushi, en Nagorno Karabaj, por Semyon Pegov y Alexander Kots. Mostraron el lugar en el que las tropas azeríes habían atacado. Resultó ser el segundo ataque. Kotenok había entrado para grabar las consecuencias del primer ataque cuando los drones atacaron de nuevo.

Por supuesto, las autoridades azeríes negaron cualquier participación en el bombardeo de la iglesia en la que los periodistas rusos habían resultado heridos. Mientras tanto, la televisión rusa ya mostraba las imágenes para que expertos que no lo son hicieran comparaciones que no se sostienen y justificaran las acciones agresivas de su Gobierno. Esta vez era el de Azerbaiyán en lugar del ucraniano.

Deja vu. Creo que la tarde del 8 de octubre, muchas personas en Donbass se enfrentaron a la sensación de haber visto esto en alguna parte. Todo eso había ocurrido aquí durante las fases calientes de la guerra e incluso durante periodos de alto el fuego.

La idea de que los tratados internacionales no funcionan en puntos calientes ya no parece ser una excepción. Cuando menos, son ignorados de forma habitual por una u otra de las partes en conflicto. Así que los colegios, guarderías, hospitales, iglesias, refugios y otras infraestructuras han sido bombardeadas. Por supuesto, en este contexto, los periodistas no son la excepción. Sea lo grande que sea la inscripción que hace saber a los militares que no eres un combatiente, estás a la vista de los francotiradores.

Tu bienestar depende de la suerte. La práctica demuestra que incluso personas experimentadas no siempre son capaces de saber cuándo tienen que ponerse a cubierto. Kotenok es un corresponsal de guerra con experiencia, pero ni siquiera eso le ha salvado de resultar herido.

Hubo un caso en mi experiencia como corresponsal de guerra en el que me enfrenté a una situación parecida. En la primavera de 2015, los acuerdos de Minsk ya estaban en vigor, aunque era únicamente sobre el papel y para la prensa. En aquel momento se produjeron varios incidentes que involucraban a corresponsales de guerra. Era habitual ver informaciones sobre los periodistas que habían resultado heridos en la línea de demarcación. Cuando me dijeron en nombre de Andrey Filatov, no me dijo nada. En aquel momento había una gran cantidad de reporteros de guerra de Rusia en Donbass. Lo visité en el centro de traumatología en el que se recuperaba tras la operación.

Llegué al hospital, bañado por el sol de abril. En la camilla estaba el sonriente joven, con pelo corto y barba de una semana y con el brazo escayolado. No parecía alguien que hubiera pasado dos años en Siria informando sobre la guerra. Pero sus planos eran sorprendentes. Había filmado toda la guerra. Había puesto cámaras en los tanques sirios, había conseguido planos de diferentes ángulos que explicaba con una voz en off. Con ayuda de este trabajo, la audiencia podía comprender cómo es realmente la batalla, que no se parece en nada a las edulcoradas y preciosas imágenes de las películas de Hollywood, donde las bombas caen a cámara lenta y los tanques pueden saltar por los aires con la bala de una pistola.

En dos años, Andrey no había sufrido un rasguño a pesar de que ante sus ojos había transcurrido la guerra. Llevaba solo tres días en el frente en Donbass cuando resultó herido. Como él mismo contó, los había pasado en un sótano con la milicia. No podían responder a los bombardeos. Los morteros ucranianos continuaban rodeando las posiciones de la RPD con fuego. No salió del refugio, esperó con los soldados y hasta el tercer día no salieron a la superficie. Junto a las tropas, el reportero transitaba por la localidad de Spartak cuando un misil antitanque cayó cerca de una valla. Fue ella la que sufrió gran parte de los daños del proyectil ucraniano, pero Filatov recibió un impacto de metralla. El resultado fueron huesos rotos y heridas leves en el abdomen. Los médicos de Donetsk hicieron su trabajo y el reportero, sentado en la cama, mostraba el momento en el que había ocurrido todo.

“Así es como resulté herido. Grabé a la milicia usando armas ligeras y en el momento siguiente voló un proyectil. Tomé ese riesgo conscientemente porque me sorprendió el extendido uso de sistemas antitanque. En Siria, en dos años, solo lo he visto dos o tres veces. Es un arma cara y no muchos ejércitos tienen un arsenal tan grande para usar contra la infantería”, comentó el periodista.

Ese mismo día se conoció que un periodista de Zvezda TV había resultado herido de gravedad en Shirokino al pisar una trampa. Aquel otoño fue duro para los periodistas, aunque los acuerdos de Minsk ya habían entrado en vigor.

En realidad, ni los acuerdos de paz, ni los documentos internacionales, ni la experiencia, ni la gran señal de “Prensa” te puede salvar de un bombardeo o del fuego de artillería. Nadie va a proteger a los corresponsales de guerra. Al contrario, personas que habitualmente muestran compasión son absolutamente indiferentes al destino de los periodistas en los puntos calientes. En lugar de acusar a la parte agresiva del conflicto, son capaces de justificar a los criminales de guerra. Hay diversos argumentos para ello: “Nadie les ha obligado a ir allí”, “¿Qué se creían que hacían en una zona de guerra?” o “No son periodistas, son propagandistas”.

En el peor de los casos, los corresponsales llegan a ser acusados de tener la culpa de haber sido golpeados con armas pesadas o de haber causado la muerte de oficiales con su actividad profesional. Como argumento, se suele usar el hecho de que los reporteros de guerra llevan uniformes de camuflaje como los combatientes. Este argumento podría valer para el juez de una película, en la que los periodistas en vaqueros y camisas con los botones bien atados corren por la bombardeada Sarajevo. Pero la realidad es muy diferente a la que tiene un director de cine. Eso no se ajusta al concepto de guerra mostrado por los liberales en lo que respecta a las protestas contra regímenes que no les gustan.

Personalmente, hace tiempo que tengo una opinión formada sobre esta postura. Simplemente siempre hay “amigos” y “enemigos”. Cuando personas con cócteles Molotov en la mano derrocan un régimen que a los liberales no les gusta, aunque el país viole la Constitución, todos los métodos están justificados, porque ese daño es en nombre del bien. Pero si alguien se resiste a su voluntad, entonces esas personas deben ser destruidas de la forma más brutal, preferiblemente con el fuego de un tanque. Idealmente debe ser con equipamiento militar de uno de los países de la OTAN. En ese caso, no habrá una palabra de acusación contra ese Estado, como hemos visto con Azerbaiyán, bajo patronazgo de Turquía, miembro de la OTAN, al atacar una iglesia en Nagorno Karabaj en la que se encontraban los periodistas rusos. Ningún activista progresista ha condenado las acciones de Bakú y Estambul, de la misma forma que no acusaron a Kiev de obstaculizar el proceso de paz en Donbass con los bombardeos de barrios residenciales en la RPD y la RPL.

Comentarios

Un comentario en “Déjà vu

  1. EXCELENTE nota. Gracias.

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    Publicado por ienotmikhail | 14/10/2020, 22:59

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