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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania

Las trincheras de Avdeevka

Artículo Original: Denis Grigoriuk

Nuestro viaje a la zona industrial de Avdeevka se retrasó varias veces. Es un hecho que los soldados en la línea del frente tienen tareas mucho más importantes que escoltar a la prensa por las trincheras. Por norma, una persona desarmada en el frente es siempre una carga. En lugar de preocuparse por realizar las tareas de combate, por la seguridad propia y de sus camaradas, tienen que encargarse de otras personas que ni siquiera contribuyen al cumplimiento de los planes de operaciones de combate. Aun así, Frantsuz encontró el momento para llevarme a las posiciones en las que trabajaba en las tareas de reconocimiento con ayuda de un dron y realizaba ejercicios prácticos con soldados para el control de drones en una guerra de verdad.

Nos encontrábamos en las afueras de Yasinovataya. Aquí es donde comienza el territorio comanche del que habla Pérez Reverte, con sus carreteras desiertas, el terreno lleno de metralla, restos de ladrillos, metal de los proyectiles y cristales rotos que crujen bajo tus pies, pero, lo que es más importante, donde hay siempre una sensación de estar siendo observado. En la guerra moderna, no es necesario salir de las trincheras para realizar labores de reconocimiento y saber cuáles son las acciones del enemigo. Solo hay que lanzar un pájaro al cielo, un dron. A menudo son aparatos civiles con que, en tiempos de paz, se ruedan bonitas imágenes, pero que realizan tareas militares en condiciones de combate.

Frantsuz llamó por radio a los soldados en sus posiciones. Era importante saber si había un pájaro enemigo en el cielo. En el frente, no escuchar el sonido de los drones te puede costar la vida. El dron puede lanzar un artefacto explosivo sobre ti o dirigir el fuego enemigo. Además, grabará los últimos segundos de tu vida y después se hará público en algún canal de Telegram. Según los soldados, la disponibilidad de medios para acabar con los drones enemigos reduce significativamente las bajas entre el personal, lo que da cuenta de la importancia de estos dispositivos en esta guerra.

El vehículo se movió. Avanzamos entre los arbustos sin hojas, esos que en primavera reverdecerán, escondiendo el movimiento de equipamiento y personal, pero que todavía hacía que estuviéramos a la vista. El coche está cubierto de óxido y, si no tuviera tanta suerte, podría aumentar la cantidad de vehículos dañados cerca de las posiciones de combate. No es solo que las carreteras en esta zona están bombardeadas, sino que, en los muchos años de hostilidades activas en la zona de Avdeevka, ambos bandos han colocado posiciones de tiro. Cogimos las cosas, una botella de agua y corrimos dentro. Un militar sonriente apareció de alguna parte. Corrió junto a nosotros al cobertizo. “Buenos días, somos de Ucrania”, bromeó Kurzia. El humor cínico es inherente a las profesiones que están relacionadas con la muerte. Este tipo de bromas permiten no tomarse lo que está pasando completamente en serio o acabarías volviéndote loco. Así que los soldados del frente suelen hacer estos chistes para relajar la tensión y en esta zona, la situación es establemente tensa.

Kurzia tenía aspecto de tener unos 25 años, resultó que acerté con ese número. Dice que lleva luchando desde que los militantes ucranianos destruyeron su casa en Mospino en 2014. Lleva en la lucha desde entonces. Ha pasado toda su vida adulta en guerra e incluso ahora no puede pensar en qué pasará después de las hostilidades. En esta fase, está más preocupado por sobrevivir que por hacer grandes planes de un futuro que puede no llegar a ver.

Kurzia resultó ser muy charlatán, algo que no es muy común en estas posiciones. Normalmente hay que convencer a los soldados antes de poder hablar ante la cámara. Kurzia fue al revés, él mismo empezó la conversación y en todo momento se ofreció a ir a las posiciones para grabar las posiciones ucranianas. “No levantes la cabeza demasiado. No les gustáis, no sé por qué. Están a la caza de reporteros”, advirtió Kurzia, esta vez sin ninguna broma, mientras cargaba la ametralladora e inhalaba el humo del cigarro. No hay nada especial en la frase, especialmente teniendo en cuenta dónde estábamos. Recuerdo cuando las tropas ucranianas abrieron fuego con lanzagranadas contra nosotros en unas posiciones vecinas hace unos años a pesar de que era evidente que no teníamos armas en la mano.

Se escuchaban explosiones, disparos de lanzagranadas y ametralladoras e incluso el trabajo de la aviación rusa a lo lejos. Varios helicópteros de combate regresaban de una salida y se dirigían a la retaguardia. Pero entre todos los sonidos militares, se podía distinguir el sonido de los motores de la aviación. Las aeronaves volaban en el cielo. “Ahora retumbará la tierra. Trabajan aquí varias veces al día. Lanzan proyectiles sobre los depósitos de armas y acumulación de equipamiento”, explicó Kuzia.

Era importante para mí saber qué está pasando en el frente de Avdeevka, ya que, por un lado, parece haber mucha información, pero, por otra, cada vez se presta más atención a otras zonas del frente. Kuzia confirmó las últimas declaraciones ucranianas, que dicen que el ejército ruso está intentando rodear Avdeevka y trata de avanzar sobe la zona industrial dando pequeños pasos, mordiendo las posiciones de las Fuerzas Armadas de Ucrania, ocupando sótanos fortificados y avanzando poco a poco a la siguiente posición ucraniana. Mientras sacaba con un cuchillo maíz de una lata, Kuzia me explicó que su casa en Karlovka estaba a tiro de piedra. Al terminar, se levantó y desapareció. Un tiempo después, Kuzia reapareció desde la oscuridad del subsuelo con una taza de café y se la dio a otro soldado, Surgut. El soldado compartió la bebida aromática con nosotros. En ese momento, fue como regresar a hace 6 años, cuando en 2017 nos encontrábamos también en alguna posición de la zona industrial, donde las posiciones ucranianas se encontraban a unos 60 metros y tomábamos café con los soldados del 11º regimiento. Por desgracia, no hay cambios significativos en el frente en esta zona.

“Nuestra gente ha tomado posiciones. Se han detectado puntos del enemigo, posibles posiciones de francotiradores y ametralladoras que trabajan en parejas exactamente según nuestras posiciones. Así que hay que hacer reconocimiento: volar alrededor de nuestras posiciones, ver si hay aproximaciones del enemigo hacia nosotros, ver si han dejado restos o si han minado la zona. También hay que volar a posiciones enemigas”, explicó Frantsuz, que añadió que si se detecta movimiento en las posiciones ucranianas, se elevaría al cielo un segundo pájaro con carga, con una mina o granada. Frantsuz explicó que los drones se utilizan también para detectar los cuerpos de los soldados caídos, para los que luego se envía a un grupo.

Conozco a Sergey, ese es el nombre de Frantsuz, desde el lejano 2015, cuando servía en la brigada internacional Pyatnashka y después de la dura batalla cerca de Marinka vino a nuestra oficina editorial en Donetsk. Nos mostró imágenes con el uniforme cubierto de sangre, había participado en la evacuación de soldados heridos durante un enfrentamiento.

En el tiempo en el que no nos habíamos visto, su experiencia de combate ha ganado nuevas habilidades y ahora es operador de drones. Además de realizar por sí mismo o con ayuda de un dron labores de reconocimiento de las posiciones enemigas, también enseña a los reclutas cómo controlar los artefactos modernos. Las clases no se celebran en campos de entrenamiento, donde solo se podría simular la actividad de combate, sino en condiciones de contacto directo con el enemigo. Los soldados aprenden a manejar los drones y trabajar sobre la guerra electrónica ucraniana en condiciones de combate.

Frantsuz hizo otra salida, la tercera. Nos advirtió de antemano que debíamos estar preparados, porque algo podía volar en cualquier momento. Y voló, pero sobre las posiciones cercanas. Después, varias explosiones más retumbaron a unos centenares de metros de donde nos encontrábamos. Uno de los soldados sugirió que el enemigo podía haber detectado el pájaro que llegaba. El sonido de los drones ucranianos se escuchaba en el cielo. Los pájaros regresaron a su lugar en la oscuridad de los túneles. El frío del frente subterráneo me corría por el cuerpo. Ya ni el chaleco antibalas estaba caliente. Los soldados nos estrecharon la mano, nos desearon buena suerte y nos recomendaron que nos fuéramos lo antes posible, antes de que llegaran más proyectiles del otro lado del frente. El coche se acercó lentamente a la salida del búnker. Corrimos, subimos y nos marchamos. Cinco minutos después, por la radio, los soldados informaban de que sus posiciones estaban cubiertas de mortero ucraniano. Realmente habíamos sido detectados.

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