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Un punto de inflexión que determine el desarrollo de la guerra

A la espera de la anunciada ofensiva ucraniana de primavera y sin noticias de ese supuesto ataque ruso que, según Ucrania y Estados Unidos, buscaría rivalizar con la que abrió la invasión de febrero de 2022, la agenda política y militar ucraniana continúa centrada en lograr el mayor número de armas posibles. El discurso sigue pasando por alertar del beneficio que supondría para Rusia una guerra extendida en el tiempo. Esa parece ser la estrategia rusa: lograr mantener el territorio bajo su control a base de fortificar la línea del frente y avanzar, aunque lentamente, en el frente de Donbass. Ucrania, por su parte, continúa vinculando la recepción de grandes cantidades de munición y armas occidentales con la idea de victoria segura. El objetivo, según esta versión, es acelerar la victoria a base de la entrega inmediata en lugar de progresiva de las armas solicitadas por Kiev.

Hace unos días, al igual que su ministro de Defensa, que ha presentado su lista de deseos a Ded Moroz, Zelensky anunció ante representantes del Partido Republicano el armamento que solicitará a Estados Unidos, entre el que se encuentran los deseados cazas F-16. La posible tendencia republicana a bloquear los envíos de armas, algo que ni ha ocurrido ni parece que pueda ocurrir a corto ni medio plazo, está convirtiéndose en uno de los argumentos más esgrimidos por las voces más beligerantes y belicistas del establishment occidental para acelerar aún más esas entregas.

Desde el inicio del otoño, esta idea ha venido acompañada de advertencias del peligro que supondría una victoria rusa. Condoleezza Rice y Robert Gates iniciaron esa tendencia con un artículo publicado en The Washington Post en el que no solo defendían la necesidad de entregar a Ucrania las armas necesarias para una victoria rápida -algo en lo que, dentro del ámbito militar, ni siquiera los acérrimos defensores de Kiev ven factible-, sino que se jactaban de disponer de un proxy dispuesto a morir para evitar que Estados Unidos tenga que hacerlo. Esta semana, Zelensky se ha unido a esa idea. En una de sus muchas entrevistas conmemorando el inicio de la invasión rusa, el presidente de Ucrania, mostrando su cara más compungida, volvía a suplicar el aumento de suministros. Con una frase que ha sido ampliamente manipulada, Zelensky insistía en las consecuencias que, en su particular visión de la realidad, tendría una derrota ucraniana.

Una parte de la derecha estadounidense, fundamentalmente aquella vinculada al trumpismo, ha destacado solo una parte de las palabras de Zelensky y ha circulado ampliamente por las redes sociales un fragmento de apenas unos segundos en el que el presidente ucraniano efectivamente afirmaba que “Estados Unidos tendrá que enviar sus hijos e hijas, exactamente de la misma forma que nosotros estamos enviando a nuestros hijos e hijas a la  guerra. Y tendrán que luchar, porque de lo que estamos hablando es de la OTAN. Y morirán, dios no lo quiera, porque eso es algo horrible”. La manipulación del discurso de Zelensky eliminando la primera parte de su frase, en la que afirma que “si ocurre que Ucrania, debido a varios motivos y al debilitamiento -agotamiento- de la asistencia, pierde, Rusia va a entrar en los países Bálticos, que son miembros de la OTAN”, ha convertido el falaz argumento del presidente ucraniano en una exigencia de envío de tropas estadounidenses. En realidad, la idea que quiso transmitir Zelensky es la misma que el argumento de Rice y Gates y se puede resumir en que, según esta visión, cualquier riesgo de escalada -incluso nuclear- es comparativamente menos peligrosa que una hipotética victoria rusa en Ucrania.

De ahí la necesidad de lograr reunir el armamento necesario para la tan esperada ofensiva sobre el frente de Zarporozhie-Azov-Crimea. Es de esperar que ese haya sido uno de los temas principales en la agenda de la visita a Estados Unidos de Olaf Scholz, presionado durante semanas para permitir el envío de tanques Leopard y ahora para conseguir reunir los efectivos necesarios. Ante la sorpresa de Boris Pistorius, ministro de Defensa de Alemania, los mismos países que inicialmente presionaban a Scholz en busca de la aprobación de las exportaciones han perdido repentinamente el interés por enviar sus tanques disponibles a Ucrania. Frente a los 300-500 tanques de la OTAN solicitados por Ucrania, la Alianza se ha comprometido a enviar alrededor de 200, una cifra que habría que maquillar con los tanques de fabricación soviética o postsoviética, más sencillos de incorporar a la batalla y con menores retos logísticos de uso y mantenimiento. Por el momento, según informaba The New York Times, Alemania y sus socios trabajan aún por encontrar suficientes Leopard 2 para reunir dos batallones de tanques, 62 piezas en total. E incluso el principal socio de Berlín en esta tarea, Polonia, parece haber endurecido su postura: Varsovia, uno de los países que más presionó por conseguir el permiso alemán para poder enviar sus tanques a Ucrania, afirma ahora que es Alemania quien debe tomar la responsabilidad.

El dilema logístico de la entrega de tanques de la OTAN va más allá de la voluntad de los diferentes países por suministrarlos, la instrucción de tanquistas y el envío en sí. “Una vez que los tanques prometidos lleguen a la batalla y reciban un impacto o se estropeen, no está claro qué Leopards -o qué país- los reemplazará”, planteaba The New York Times. La posibilidad planteada la semana pasada de instalar una fábrica de la empresa Rheinmetall, fabricante de los Leopard, en Ucrania no parece una opción viable, ya que sería un blanco sencillo para los misiles rusos. Por el momento, Alemania parece haber comenzado a pensar en la sustitución de los Leopard, aunque no de los dañados o destruidos en Ucrania sino de los entregados a la guerra. Según afirmaba la semana pasada Associated Press, Berlín trata de adquirir tanques Leopard 2 del arsenal suizo para sustituir a los que los diferentes países vayan a enviar a Ucrania, en realidad un incentivo para fomentar el suministro sin que esos países queden expuestos o caigan en la tentación de sustituir sus Leopards por Abrams estadounidenses.

Es probable que Ucrania cuente con que, pese al difícil inicio, el suministro se convierta en más fluido una vez que la eficacia del material quede patente en el frente. Sin embargo, todo apunta a una apuesta decidida por un golpe definitivo que logre los objetivos de forma rápida, una forma de hacer la guerra más similar a la doctrina estadounidense del fuego masivo para posteriormente introducir las unidades acorazadas frente a la actual práctica del uso sistemático de artillería para desgastar al enemigo.

La idea de la necesidad de un éxito rápido se repite cada vez con más insistencia en diferentes medios y foros. Ese es también el planteamiento de líderes más moderados como Emmanuel Macron, que pese a afirmar abiertamente que busca la derrota rusa, añade también que no debe buscarse su humillación. La postura de Macron solo puede considerarse moderada en comparación con las propuestas maximalistas de Kiev, Polonia, los países bálticos o el Reino Unido, que buscan la derrota completa de Rusia, reparaciones de guerra y un tribunal militar. Aunque el presidente francés no ha especificado los objetivos reales, sus palabras dan a entender un plan que busque avanzar sobre Crimea y amenazar su control, obligando así a Rusia a ceder ante las exigencias que Kiev y sus socios occidentales, fundamentalmente Estados Unidos, hayan decido exigir a Moscú en términos territoriales.

Pero el temor a una guerra larga y en la que el apoyo de los diferentes países involucrados no esté garantizado sacude incluso a Estados Unidos, país para el que la guerra no está suponiendo un problema económico. Todo lo contrario, el complejo militar industrial estadounidense no deja de crecer y los beneficios de la ruptura económica entre la Unión Europea y Rusia, por ejemplo en el sector energético, suponen un aliciente para Washington para continuar por el actual camino. Sin embargo, Estados Unidos no está dispuesto a mantener la guerra -y la economía de Ucrania- por sí solo y la capacidad de la Unión Europea de mantener el actual nivel de subvenciones a Kiev es cuestionable a largo plazo. De ahí que no pueda sorprender la sugerencia que William Burns hiciera el pasado enero a Volodymyr Zelensky. Según Político, un medio bien posicionado en el establishment demócrata, el director de la CIA animó al presidente ucraniano a “hacer los máximos progresos en el frente tan rápido como pueda porque la escala de la asistencia militar puede comenzar a decaer”.

Como han publicado recientemente varios medios, la guerra de Ucrania consume a diario una cantidad de munición de artillería equivalente a la producción mensual de la industria militar de la Unión Europea, un dato que deja clara la intensidad del conflicto y la demanda de suministros tanto para Kiev como para Moscú. La incertidumbre de una guerra aún más larga parece dirigir a Ucrania y sus socios occidentales a buscar un punto de inflexión que determine el transcurso de la guerra.

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