Artículo Original: Alexander Kots / Komsomolskaya Pravda
Este viaje tiene un propósito añadido. ¿Es posible llegar de una región de Rusia a otra a través de varias repúblicas y regiones? No es un viaje de Moscú a Yalta. Empecé en Belgorod, donde acudí saliendo de la zona de la operación militar especial para reparar el coche y donde comprendí que la región se ha convertido en una parte integral por sí misma, igual que Donbass. Una parada en Lugansk, después en Donetsk. Salí de la capital de la RPD al día siguiente entre el sonido de la artillería y el de los jardineros, que hacían volar las hojas caídas de los árboles para apartarlas de las aceras hacia las zonas verdes. Como solía decir mi antiguo líder de unidad, la guerra es la guerra, “tiene que haber orden en la unidad”.
Avancé a Mariupol por la autopista, la misma que ha estado en la línea del frente durante ocho años. Ahora se pueden ver las gasolineras oxidadas cubiertas de malas hierbas y agujeros a causa de la artillería en el asfalto. Así se llega a la entrada a la región de Zaporozhie. Un puesto de control en el que esperan en la cola camiones y vehículos de pasajeros con matrícula rusa conecta el territorio continental con los “nuevos territorios”. Ya no hay frontera como tal, pero la ley marcial prevé la verificación de documentos y carga.
Mi viaje transcurrió por toda la región de Zaporozhie. Rusia ha conseguido “asentarse traicioneramente”, dejando a su paso una perfecta autopista en la que mi rueda de repuesto dejó de dar botes y se quejó solo de las mínimas irregularidades. Las gasolineras se acabaron justo antes de llegar a la región de Jerson, como la autopista. En la última gasolinera, luces intermitentes de neón llamaban a los clientes a parar. Pero decidí que los cien litros de gasolina que llevaba en el maletero, sumados a la esperanza de lo mejor hacían innecesario parar a llenar el depósito medio lleno a 140 kilómetros del destino. En realidad, no sabía que esa sería la última gasolinera, tras lo cual el bonito paisaje se iba a transformar y la carretera iba a estar “pintada” de equipamiento ucraniano quemado.
“No vaya por el puente”, me recomendó un soldado de la Rosgvuardia a la llegada al Dniéper. Kiev ha conseguido disparar docenas de misiles estadounidenses a un punto del puente Antonovsky, dificultando las comunicaciones entre las dos orillas. Para llegar al otro lado, hay que esperar en la cola para el ferry. En diez minutos de “excursión fluvial”, llego a Jerson.
La primera impresión es muy similar a Donetsk. No abiertamente, pero se siente así.
Hay explosiones en algún lugar lejano y un viejo tranvía pasa tranquilamente por una de las vías. No hay mucha gente por las calles, miles se han marchado en los últimos días. Pero quienes permanecen causan la habitual sensación de asombro. ¿Qué más tendría que pasar para que alguien se llevara a sus menores o mayores en brazos a una zona segura? Existen además todas las condiciones. Hay opciones de alojamiento temporal en la margen izquierda y subsidios para la compra de vivienda en otras regiones de Rusia. El nivel de llamadas a la evacuación claramente apunta a que los próximos tiempos no serán momento para la habitual rutina de la ciudad. Sin embargo, en la margen derecha, parece que hay quienes aún no son completamente conscientes de los peligros que amenazan a Jerson en los próximos días.
Veo los primeros signos de problemas rápidamente: a la entrada de un supermercado. Las estanterías de la sección de farmacia están medio vacías. En el contexto de los bombardeos ucranianos, el suministro de bienes de la margen izquierda se ha obstaculizado seriamente. El día anterior, el Ministerio de Defensa de Ucrania había anunciado felizmente que todos los cruces del Dniéper están al alcance de su artillería. Y aunque no sea cierto del todo, las consecuencias se hacen sentir comenzando por las medicinas y siguiendo por el resto de productos. Sí, a primera vista las estanterías están llenas de productos. Pero la sección de lácteos está claramente vacía, empiezan a escasear las salchichas…
No hay motivos para el optimismo de momento. Las tiendas y cafés van cerrando poco a poco en la ciudad. El transporte deja de funcionar. La desaparición gradual de las amenidades habituales crea la ilusión de temporalidad. Lo recuerdo en Slavyansk, Donetsk, Lugansk. Muchos se arrepintieron después de no haberse marchado a tiempo y de no haber sacado de allí a su familia.
Gran parte de la población que ha abandonado la ciudad es la prorrusa, así que la concentración de, como dicen aquí, “gente que está esperando” (personas que esperan el retorno del Gobierno de Ucrania) ha aumentado. Se ve, por ejemplo, en la circulación de la grivna en lugar del rublo. O en que incluso se rechace el rublo ruso. Mi compañero, que lleva trabajando en la región de Jerson desde hace ocho meses, ha contado una docena de lugares así. No es un indicador de tendencias políticas, es simple negocio. Hay quienes piensan que el rublo empezará a caer y prefieren la griva igual que durante la ofensiva rusa preferían el rublo. Las autoridades están intentando tomar medidas, pero tienen suficientes cosas de las que preocuparse.
En los últimos días, los monumentos de comandantes rusos han sido retirados de Jerson, que puede ser bombardeada durante la ofensiva ucraniana. Las estatuas a Fyodor Ushakov y a Alexander Suvorov han sido trasladadas a la margen izquierda. Una de las atracciones de Jerson era el monumento a Grigory Potemkin, el mariscal de campo ruso que anexionó Crimea y Novorrusia al Imperio Ruso. Por decreto de Catalina la Grande, el príncipe Potemkin-Tavrichevsky fue enterrado en Jerson.
“Aquí está su tumba”, muestra el rector de la catedral de Jerson. El padre Pyotr me enseña la tumba. Con su ayuda, levantamos las pesadas piedras que esconden el lugar de enterramiento del mariscal. Debajo hay un estrecho pasadizo a la cripta, en la que el féretro del príncipe estuvo hasta hace unos días. El féretro, con sus cenizas y el monumento, fue evacuado de la ciudad en ferry. Pero volverá. Al fin y al cabo, Potemkin Tavrichevsky es quien fundó Jerson. Igual que Sebastopol, Nikolaev y Dnipropetrovsk (entonces Ekaterinoslav).
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