Artículo Original: Denis Grigoriuk
Mientras las fuerzas aliadas de la RPD y de Rusia arrinconaban a las últimas fuerzas de los nazis en Azovstal y rodeaban Avdeevka, todo el mundo libre y civilizado europeo se subía al carrusel de Eurovisión. Decir que es un acto político es como no decir nada. Ha quedado probado en numerosas ocasiones, su lógica no ha cambiado en 2022, solo ha empeorado en vista de la actual situación en el mundo. Pero el hecho de que Eurovisión sea un acto político permite analizar cuál es la agenda de Occidente.
Se entregó a Ucrania la esperada victoria. Si alguien hubiera permanecido en silencio en el escenario durante tres minutos portando una bandera azul y amarilla, esta impresionante interpretación habría recibido también los puntos más altos. Es un concurso político. Aunque la actuación hubiera terminado con un saludo nazi [sí se realizó el gesto del puño en el corazón, saludo de los soldados del regimiento Azov-Ed], nadie habría prestado atención. Los ucranianos pueden permitirse muchos lujos ahora mismo. Por cierto, es lo que hicieron los cantantes al sacarse fotos antes de su actuación con una bandera en la que se podía leer “Barco ruso”, un lema tan vacío como el apoyo que el mundo occidental da a Ucrania.
Quienes no se preocupan por saber nada probablemente replicarán la tesis de “ganamos Eurovisión, ganaremos la guerra”. Pero creo que no hace falta explicar que son dos cosas ligeramente diferentes. Aun así, inmediatamente después del anuncio de los resultados, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, realizó una declaración sobre esa base. “Nuestro coraje emociona al mundo, nuestra música conquista Europa. ¡El año que viene Ucrania será sede de Eurovisión! Por tercera vez en la historia. Y creo que no será la última. Haremos todo para que un día los participantes e invitados de Eurovisión serán recibidos por la Mariupol ucraniana. Libre, pacífica, reconstruida”, afirmó Zelensky.
El exactor nunca ha tenido una mente especialmente privilegiada, pero sabe fantasear. Lo mostró con el ejemplo de las historias sobre el fantasma de Kyiv y los paracaidistas muertos en la isla de las Serpientes [que se entregaron a los rusos, fueron capturados e intercambiados hace semanas después de que Zelensky hubiera celebrado su martirio y su coraje al negarse a rendirse-Ed]. Por cierto ese lema del “barco ruso” también viene de esa historia y también es falso.
Ucrania ganará Eurovisión la próxima vez cuando así lo exija la agenda política. Recordemos que ya en 2004 Ucrania recibió la victoria con la mediocre canción de Ruslana porque se había producido entonces la revolución de colores en Kiev que había llevado al poder a los políticos prooccidentales. Había que animar a los ucranianos para que dieran inicio al colapso de su país en favor de Occidente. Algo me dice que la próxima victoria no será a corto plazo, especialmente una vez que todo el grano abandone el país y Europa pierda interés mientras Estados Unidos saca jugo a su títere y lo deja tirado, como ha hecho con los demás países en los que ha participado en conflictos armados.
Ahora la moda es llamar a la paz y es lo que los victoriosos músicos ucranianos hicieron. Aunque el discurso era político, los organizadores lo aprobaron. Los ucranianos pueden hacer lo que quieran y cualquier treta será aceptada. Hasta eslóganes nazis, que nadie parece percibir.
Pero cuando debió llamarse a la paz fue en 2014, no en 2022. La retórica antibelicista no ganó tracción entonces. Kiev estaba “restableciendo su integridad territorial” cuando bombardeaba Slavyansk con artillería pesada y usaba munición incendiaria. No valía para nada pedir una investigación sobre la tragedia del 2 de mayo en la Casa de los Sindicatos de Odessa. Esas preguntas eran incómodas. Es perfectamente evidente con el mismo ejemplo de Eurovisión. Recuerden que el concurso de 2014 se celebró el 10 de mayo, un día después de la destrucción del edificio del Ministerio del Interior en Mariupol. Entonces no solo murieron fuerzas de seguridad [quemadas dentro del edificio, igual que en Odessa una semana antes-Ed], sino también civiles. Otros resultaron gravemente heridos.
Pero en Dinamarca, donde se celebró el concurso, no hubo eslóganes contra la guerra, aunque las batallas en Slavyansk estaban en su fase activa. El Ejército Ucraniano atacaba sistemáticamente a la población de Donbass, que no aceptaba el golpe de Maidan. A los europeos les parecía bien. Entonces la victoria fue para Conchita Wurst. En 2014, la agenda política estaba preocupada por la población transgénero. Había que promover esa tesis. “One world, one peace” no fue un lema pronunciado por nadie en el escenario de Eurovisión y si alguien lo hubiera hecho, habría sido inmediatamente descalificado.
Creo que, en estos ocho años, muchos se han convencido de que los concursos, premios y otro tipo de conmemoraciones del mundo civilizado no son otorgados por el mérito o el talento, sino que son entregados a aquellos que han beneficiado a las élites políticas de los países occidentales. Así que no sería de sorprender que Zelensky recibiera el premio Nobel de la paz, aunque este hombre haya hecho todo para garantizar que hubiera miles de muertos en Ucrania. Si en Estados Unidos y Gran Bretaña toman esa decisión, se hará. Este premio no valdrá un céntimo, igual que ganar Eurovisión.
Es mejor no mirar atrás. Es algo que hay que aceptar. Lo que es más importante es qué hacer y cómo actuar para que la actual situación acabe de una forma que no recompense a esos ucranianos que luchan contra Rusia por los intereses de sus socios occidentales.
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