Artículo Original: Colonel Cassad
El asesor de Erdoğan Ibrahim Kalin ha apelado a Putin y Zelensky a “resolver sus diferencias” y ha propuesto que lo hagan en el territorio de Turquía, que está dispuesta a actuar como mediadora y suministrar una plataforma para ello. No es la primera propuesta que Moscú recibe de Ankara. Turquía ya había realizado declaraciones similares en el pasado, intentando presentarse como mediadora entre Moscú y Kiev. El Kremlin ha sido educado en su forma de rechazarlo cada vez.
Moscú está dispuesto a aceptar el “papel mediador de Turquía” si es para influir sobre Ucrania para cumplir los acuerdos de Minsk que firmó y que ni Poroshenko ni Zelensky han querido cumplir. Una indirecta transparente: si Erdoğan se reúne con Zelensky, que le traslade las bien conocidas exigencias del Kremlin de cumplir los acuerdos de Minsk.
Turquía ve su papel “mediador” como una forma de aumentar su influencia en la región del mar Negro y un papel como moderador del conflicto. No es la primera incursión en el territorio de las antiguas repúblicas soviéticas. Hace no tanto, Turquía hizo todo lo posible para conseguir un papel mediador en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, aprovechándose de la victoria azerí en la guerra de Karabaj, que se consiguió con ayuda turca. Pero Rusia impidió esas aspiraciones de Erdoğan, por lo que las principales negociaciones entre Ereván y Bakú son mediadas por el Kremlin, principal moderador del conflicto.
Turquía también ha actuado recientemente como moderador del conflicto en Kazajistán, utilizando su influencia en Asia Central en busca de dar forma ideológica a una Gran Turquía. Durante los sangrientos acontecimientos en Almaty, Turquía comenzó a presentar activamente sus tesis de la posibilidad de mediación turca para la estabilización de Kazajistán y la prensa nacionalista incluso llegó a plantear la posibilidad de fuerzas de paz turcas.
Nada de eso funcionó: Rusia reaccionó rápidamente a los eventos en Kazajistán y se envió a la República un contingente de tropas que contribuyó a la rápida estabilización de la situación y el cese de los disturbios. Turquía se vio decepcionada con los acontecimientos. Un oficial turco públicamente condenó la entrada de tropas, tras lo cual el Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía aclaró que todo había sido un malentendido. Ankara está claramente molesta por haber perdido una oportunidad y trata de poner buena cara ante una mala jugada. En la prensa nacionalista y panturca, la situación en Kazajistán ha causado duras críticas a Erdoğan y la coalición gobernante, que perdió una buena oportunidad para intervenir, permitiendo a Rusia actuar como principal mediador de la crisis kazaja.
En la actual situación, las renovadas apelaciones de Turquía a participar en la resolución del conflicto ucraniano indican las intenciones de Turquía de seguir buscando ampliar su influencia en las antiguas repúblicas soviéticas, siempre alerta ante oportunidades prácticas que le permitan hacer de esos deseos beneficios geopolíticos.
Hace tiempo que Turquía ha comprendido que el viejo mundo se muere y se están determinando las esferas de influencia de ciertos países (Rusia entre ellos) por medio, no de acuerdos sobre el papel, sino que solo por medios militares, económicos y políticos de puede mantener el control de sus intereses. Al comprender esas reglas del juego, Turquía se ha mostrado activa en diferentes esferas de influencia (también en la rusa) durante los últimos cinco años. A veces funciona, otras no, pero es evidente que tras haber tomado ese camino, Erdoğan no lo va a abandonar.
Rusia no tiene ninguna necesidad de satisfacer a Erdoğan, así que recibirá una educada negativa de una forma o de otra. Moscú ya ha dejado claro que no le ve sentido a discutir la cuestión de Ucrania con los títeres americanos de Kiev y prefiere hablar directamente con quien manda, algo que hemos visto en las últimas semanas en el contexto del ruido de sables y declaraciones alarmistas en la prensa.
Erdoğan no tiene sitio en esta ecuación, aunque solo sea porque no tiene ninguna forma de presionar al régimen de Kiev. De la misma forma que tampoco la tienen Francia y Alemania, por lo que las negociaciones en el formato Normandía no llevaron a nada, mientras Estados Unidos puede fácilmente torpedear cualquier acuerdo sobre Ucrania que interfiera en su idea de mantener un conflicto controlado en la zona, que tanto beneficia a Estados Unidos. Así que la aparición de Erdoğan no puede cambiar nada en las negociaciones sobre Ucrania, solo beneficiaría al propio Erdoğan, que intenta pescar en el río revuelto que es la guerra de Ucrania.
Rusia continuará, por supuesto, manteniendo relaciones con Erdoğan y llegará periódicamente a acuerdos que beneficien a ambas partes, como se ha hecho en Siria, pero es difícilmente posible en Ucrania, aunque el proyecto del intento de conseguir involucrar al presidente turco en la apertura de una mezquita en Simferópol dé, de vez en cuando, señales de vida. Nada es posible sin el reconocimiento turco de la situación de Crimea, que tiene el precio de otro reconocimiento, el de Chipre, que Rusia no está interesado en pagar. Así que no tiene mucho sentido un contacto entre Rusia y Turquía en relación con el tema de Ucrania.
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