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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Minsk, Rusia, Ucrania

Bloqueo posicional

Artículo Original: Colonel Cassad

La captura de Staromarievka por parte de las Fuerzas Armadas de Ucrania en la “zona gris” ha vuelto a sacar a la luz algunos de los problemas relacionados con la actual guerra en Donbass. Como es evidente, los acuerdos de Minsk no van a ser implementados, da igual qué se diga sobre ellos. Esto ya era obvio en 2015 y es aún más obvio en 2021, cuanto contamos ya con una larga experiencia con las muchas treguas, diversas reuniones de los subgrupos de Minsk y negociaciones del Formato Normandía. Lo que está ocurriendo en Donbass claramente muestra el nulo valor de toda esta imitación de actividad, que ni ha parado ni va a parar esta guerra.

Los motivos son transparentes y banales. Tras recibir un beneficioso conflicto controlado en 2014-2015, Estados Unidos lo utiliza consciente y consistentemente para crear problemas para la Federación Rusa y la Unión Europea. De hecho, con su ayuda se lanzó una nueva guerra fría a la que nadie va a renunciar. Y la lógica de esa guerra fría requiere no congelar, sino utilizar herramientas tan beneficiosas como la guerra en Donbass. No como guerra abierta entre Ucrania y la Federación Rusa, sino como fuente constante de tensiones y provocaciones, siempre que las infraestructuras de la OTAN sigan desarrollándose consistentemente en el territorio de Ucrania, que sigue sin ser miembro de la alianza, aproximándose a la frontera rusa en el territorio ucraniano.

Como se puede observar, es una estrategia consistente que no prevé un “desarrollo militar” a corto sino a largo plazo, con la gradual transición de una presencia rotativa a una permanente con la creación de bases militares y posterior despliegue de armas modernas en el territorio de Ucrania, lo que puede crear tanto una amenaza inmediata a la Federación Rusa como amenazas a nivel estratégico si se especula con el despliegue de misiles de corto y medio alcance o sistemas defensivos de misiles en el país.

La experiencia demuestra que las preocupaciones diplomáticas de la Federación Rusa o las quejas a las organizaciones internacionales tienen un valor prácticamente nulo para las operaciones de esta estrategia. Así que la militarización de Ucrania, que molesta al Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, continúa y continuará. Todas estas medidas están dirigidas contra Rusia y sirven al propósito de mantener un conflicto militar controlado de baja intensidad en Donbass con periódicas posibilidades de pasar a una fase de intensidad media o de guerra abierta si se determina que Rusia se mantendrá al margen y no intervendrá.

Las esperanzas de que el Gobierno ucraniano fuera a ser más cuerdo obviamente han desaparecido, ya que la cuestión del poder en Ucrania depende del control externo y su capacidad de dirigir y gestionar los asuntos políticos internos y la economía. Todo intento de la oposición ucraniana de actuar dentro del marco de la legalidad es fácilmente aplastado con la total aprobación de los gestores externos. Todo queda explicado con el ejemplo de Medvedchuk y los diferentes canales de televisión y medios de comunicación que han criticado el control externo.

El uso de Ucrania como herramienta contra Rusia no permite la posibilidad de cambiar el Gobierno a uno que vaya a dejar de usar esa práctica. Todo lo que contradiga esa estrategia de uso de Ucrania será apartado, ya sea por el gobierno títere o por quienes realmente manejan las operaciones y resuelven las cuestiones a través de llamadas de teléfono de Washington o de la embajada de Estados Unidos en Kiev. Así que Ucrania seguirá siendo un trampolín y un instrumento de actividad anti rusa. De ahí que la estrategia pasiva de Rusia en Donbass, dirigida a congelar el conflicto, no vaya a lograr su objetivo: nadie va a permitir que este conflicto se congele y se deje de especular con la guerra, algo que no sería beneficioso ni para el gobierno títere, que usa la guerra para justificar su catastrófica política socioeconómica, ni para Estados Unidos, que no está interesado en la estabilización de las relaciones con la Federación Rusa.

La estrategia pasiva supone dejar la iniciativa en manos del enemigo, que puede elegir el momento y el lugar de ataque teniendo en cuanta la escala de sus necesidades, para no provocar una respuesta militar de Rusia. estos actos se sitúan entre la guerra posicional convencional y la ofensiva abierta. En tiempos de Poroshenko, se utilizaba una “zona táctica” de guerra local, la “zona neutral”, y, como demuestra la experiencia, también se usa con Zelensky. un pequeño grupo de infantería, grupos de sabotaje, drones de ataque, armamento explosivo, etc. son herramientas para lograr objetivos tácticos combinados con esfuerzos de propaganda para crear imágenes necesarias para su uso interno y externo. En ocasiones, los objetivos informativos de este tipo de operaciones con incluso más importantes que los beneficios tácticos.

Si estas tretas han funcionado durante años y los gobiernos títere ucranianos se han beneficiado de ellas, no tiene ningún sentido abandonarlas, especialmente teniendo en cuenta que el régimen de control externo no les permitiría hacerlo. Así que discutir cuestiones de guerra y paz con Ucrania no tiene sentido: la guerra no se va a detener. De hecho, es lo que ha articulado recientemente el Kremlin, que ha decidido ignorar abiertamente a Zelensky y rechazar negociar con él para discutir sobre Ucrania directamente con Estados Unidos o, en el peor de los casos, con Alemania y Francia. Pero hay que repetir que eso solo son discusiones, ya que la postura de Estados Unidos no permite que la guerra acabe.

Las esperanzas de que “la economía se imponga” se caen sistemáticamente, ya que los costes son cargados sobre la población, que no tiene capacidad de cambiar el curso por medio de elecciones o de un Maidan: en las elecciones, solo pueden cambiar a un títere por otro y los actos como Maidan solo son posibles en Ucrania con la aprobación de Washington. Así que todas las tesis de una “lucha entre la oligarquía”, el colapso del sistema energético y la “congelación” no tienen en cuenta el simple hecho de que Estados Unidos mantendrá el apoyo necesario para que el régimen títere continúe usando la guerra controlada y parará el aumento de tensiones socioeconómicas o con un cambio de títeres o con terror contra quienes dirijan el creciente descontento conta la política del circuito externo y sus herramientas dentro de Ucrania.

Es más, la degradación social y la creciente desindustrialización llevan a una mayor lumpenización de la población, que o se marcha al extranjero o se lanza al horno de la guerra. En este escenario, la población de Ucrania no tiene ni suficiente organización interna ni suficiente apoyo externo para una resistencia organizada. Así que las esperanzas de que la presión interna llevará al final de la guerra también son injustificadas.

En vista de todo esto, se puede garantizar que historias como la que ha ocurrido en Staromarievka se repetirán en el futuro con el objetivo de mantener el grado necesario de guerra y para usarla interna y externamente. Los costes para Rusia serán inevitables, ya que estos actos estarán dirigidos, entre otras cosas, contra ciudadanos rusos (37 ciudadanos rusos vivían en la capturada Staromarievka, el observador del JCCC Andrey Kosyak también es ciudadano ruso), lo que tendrá también costes internos y razonablemente se acusará a las autoridades de no hacer ningún esfuerzo para proteger a los ciudadanos del país.

Además, está el importante factor del coste del movimiento de tropas ante otra provocación. Reagrupar las tropas para periódicamente responder a renovadas provocaciones y amenazas en Donbass cuesta dinero (combustible, logística, etc.) y mientras tanto la OTAN puede usar herramientas de inteligencia para monitorizar la estructura y velocidad del despliegue de las formaciones rusas en dirección al sudeste para planear futuras acciones.

Mientras las infraestructuras de la OTAN siguen desplegándose en Ucrania, los intentos de limitar lo que es permisible en Donbass y en el mar Negro se intensificarán. No hay planes de cancelar este curso. Estados Unidos ya ha apelado abiertamente a levantar las restricciones de suministro de armas a Ucrania y la OTAN ha anunciado oficialmente su intención de aumentar su presencia en el mar Negro.

Si se trata de hacer previsiones sobre la situación a corto y medio plazo, la tendencia se dirige básicamente hacia regulares escaladas explosivas mientras se mantiene el factor general de la guerra posicional. Parece que la situación solo puede sufrir cambios cualitativos en el contexto de escenarios de uso de la fuerza. Las negociaciones y apelaciones no van a cambiar cualitativamente la situación. Minsk-2 no detuvo la guerra, solo la mantuvo en fase posicional y entregó la iniciativa en la dirección de Ucrania a Estados Unidos y la OTAN. La situación en Staromarievka y la expansión de la OTAN en Ucrania vuelven a demostrarlo.

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