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Afganistán, Ejército Ucraniano, Estados Unidos, OTAN, Ucrania

Nacionalismo y servidumbre

La precipitada evacuación del personal estadounidense y aliado, así como a una parte de la población civil que había colaborado con la administración proestadounidense o que quería abandonar el país tras la caída de Kabul supuso toda una serie de operaciones civiles y militares para garantizar, no solo la seguridad del perímetro, sino la llegada de ciertas personas preferentes al aeropuerto internacional Hamid Karzai. Entre las muchas noticias de esos días, la prensa occidental destacó la heroica actuación de una serie de soldados ucranianos que habían arriesgado su vida para trasladar desde la ciudad al aeropuerto a un grupo de personas que Estados Unidos y sus aliados debían evacuar.

Contrastando con esa evacuación del personal de sus aliados, esos días se hablaba también de los soldados ucranianos abandonados por sus aliados en la base en la que estaban destinados y que tampoco habían sido evacuados. Atrás quedaron también civiles de nacionalidad ucraniana o con residencia en Ucrania, que no pudieron ser evacuados en esos días. Sin embargo, Ucrania se congratulaba por el hecho de que sus soldados habían arriesgado sus vidas por el bien de sus principales patrones. En esa misma línea hay que leer la inmediata disponibilidad de Kiev para acoger a refugiados del país en el constante intento de ganarse el favor de Washington, en esta ocasión a base de favores. El trato que los refugiados de Donbass han recibido en Ucrania deja pocas posibilidades a pensar que la acogida se deba a cuestiones humanitarias.

Un primer grupo ha sido trasladado a Odessa, una ciudad en la que Afganistán no es ajeno. Como pudo comprobar Slavyangrad, la presencia de miembros de la organización de veteranos de Afganistán es común en las calles de la ciudad, donde cantando canciones de la época, recaudan fondos para los veteranos de esa guerra y otros conflictos bélicos que se produjeron tras la disolución de la Unión Soviética. Sin embargo, en un país que ha hecho del nacionalismo la base ideológica del Estado, era de esperar que se produjeran incidentes. Ucrania trata de manejar ahora el nacionalismo que es la base del Estado y la sumisión a la potencia extranjera de la que depende política y económicamente.

Artículo Original: Andrey Manchuk

En el centro de Odessa, en la calle Bazarnaya, han aparecido pintadas ofensivas contra los refugiados afganos. Al mismo tiempo, diferentes ciudadanos, entre ellos varios personas respetables, han alzado la voz contra los migrantes afganos. “Que se vayan a casa, nosotros tenemos nuestra propia guerra y nuestros propios refugiados”, escribieron en la pared de una de las casas.

Ocurrió justo después de la llegada a la ciudad de 133 personas de Afganistán: 48 adultos y 85 menores. Entre ellos había un bebé de siete días, que nació en el aeropuerto de Kabul a la espera de que su familia fuera evacuada del país y milagrosamente sobrevivió al primer vuelo de su vida. La persona más mayor del grupo de afganos que ha llegado a Ucrania es una mujer de 85 años.

¿Quién no quiere a estas personas indefensas en Odessa? Es evidente. Los autores de las pintadas son representantes de la ultraderecha local, que han distribuido activamente las imágenes en las redes sociales. Y la policía leal a ellos, que no vio la escandalosa pintada, aunque incita al odio contra los extranjeros.

Sin embargo, muchos ucranianos, entre ellos ciudadanos respetables, se han mostrado contrarios a la presencia de los migrantes afganos. Se presenta a los refugiados como peligrosos aprovechados que suponen una oculta amenaza terrorista contra Ucrania. Los prejuicios xenófobos están firmemente asentados en el país de la libertad y la dignidad. Así que cuando se habla de “refugiados de Afganistán”, parte de la población piensa en viudas negras y yihadistas con barba. Esos son los estereotipos inspirados en la agresiva propaganda nacionalista.

En realidad, son los afganos educados y seculares los que son salvados de los islamistas. Algunos de ellos han trabajado con representantes de la huida administración o de la administración de ocupación estadounidense, porque gran parte de los residentes de los centros urbanos tuvieron que hacerlo. Otros temen la venganza de sangre de los clanes victoriosos. Cada refugiado tiene su propia historia, pero tenemos la obligación de apoyar a esas personas por solidaridad y humanidad. Y también porque cualquiera de nosotros puede estar en su lugar mañana. Porque la migración forzada se está haciendo más común en el mundo global de la era de guerras y pandemias.

Según Naciones Unidas, hay muchos profesores, médicos y científicos entre los refugiados afganos, así como miembros de la élite cultural local. En general, son gente corriente, porque los empleados de alto nivel del régimen proamericano huyeron de antemano a Estados Unidos, llevándose con ellos el botín. Quienes han llegado a Odessa son familias humildes que difícilmente amenazan la seguridad de los ucranianos. Al contrario, de quienes deben preocuparse es de sus propios fundamentalistas como Serhiy Sternenko, que cometió un asesinato que sigue sin castigo en pleno centro de Odessa.

Pero no se trata solo de consideraciones humanitarias. Ucrania debe aceptar afganos que han huido de su país como una forma de pagar una deuda. Ucrania ha participado durante mucho tiempo en la ocupación de este país, que nunca invadió Kiev ni Odessa y que nunca hizo nada contra ellos. Ucrania participó simplemente porque lo exigió Estados Unidos, que involucró activamente a sus vasallos en la ocupación militar y les hizo cómplices de su agresión criminal para darle así una semblanza de legitimidad.

En 2007, Viktor Yuschenko firmó el decreto “Sobre el envío de personal de paz ucraniano para participar en la operación de Asistencia de Seguridad Internacional en la República Islámica de Afganistán”, según el cual se daba permiso para usar al personal militar ucraniano en el país.

En 2008, Marc Vankeirsbilck, comandante de NATO Defense College, apeló a Ucrania a “ampliar su participación en la operación en Afganistán” y, en febrero de 2011, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, propuso que Ucrania enviara asesores militares e instructores a Afganistán a instruir al personal militar y a la policía afgana.

El contingente ucraniano estaba oficialmente cifrado en una treintena de soldados entre oficiales de inteligencia y comunicaciones, instructores, técnicos de aviación que ayudaban a la OTAN a reparar helicópteros, así como especialistas en retirada de minas y médicos militares. Sin embargo, había también soldados ucranianos de forma extraoficial, como miembros de compañías militares privadas, esas misteriosas personas de camuflaje que tan laboriosamente fueron evacuadas de Kabul en agosto y que no fueron tenidas en cuenta en las listas y declaraciones públicas.

La guerra en Donbass no impidió a Kiev seguir participando en la guerra en Afganistán, porque Kiev tenía que pagar su deuda a su aliado de Washington. El 29 de diciembre de 2014, el representante de Ucrania en la OTAN, Egor Bozhok, confirmó que Ucrania mantendría a sus soldados en Afganistán. En marzo de 2015, el presidente Poroshenko firmó el decreto de participación de Ucrania en la Operación Resolute Support de la OTAN.

En 2017, el líder de la misión ucraniana en la OTAN, Vadim Pristaiko, anunció la intención de Ucrania de aumentar el número de tropas en Afganistán, aunque Estados Unidos ya había anunciado sus planes de retirada del país.  Kiev quería ganarse el favor de los caballeros blancos, aunque debería haber recordado la triste experiencia de la operación contra Irak, donde murieron 18 soldados ucranianos, que dieron sus vidas por los intereses de terceros en el país.

Pese a su pequeña contribución en esta guerra perdida de Estados Unidos y la OTAN, Ucrania tiene su parte de culpa y está obligada a acoger a los afganos que han huido de Kabul, darles techo y comida, protegerles del acoso, de los incitadores al odio y de los nazis. Sin embargo, a día de hoy, Kiev lo hace únicamente por la presión de Washington y a la espera de la prometida ayuda de Biden.

Por el momento, esa ayuda no existe y Ucrania acogerá a los refugiados afganos por sus propios medios, algo que también es utilizado por los xenófobos de la ultraderecha para su propaganda. En las paredes de sus casas seguirá habiendo pintadas que digan “que se vayan”. Aunque, en realidad, los ucranianos no deberían culpar de sus problemas a los migrantes, sino a los nativos oficiales vestidos con camisas bordadas.

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