Artículo Original: Andrey Manchuk
En la descomunizada Dnipropetrovsk, se están dando a conocer los resultados del concurso de dibujo infantil “Mi oligarca favorito”, que se celebró desde el 25 de septiembre hasta el 25 de octubre en el marco de un proyecto personal de un artista contemporáneo, Maxim Jodak. Niños de entre seis y catorce años fueron invitados a participar en el concurso, que recibió para la galería Artmir retratos de los más ricos e influyentes compatriotas: Rinat Ajmetov, Ihor Kolomoisky, Petro Poroshenko, Victor Pinchuk, Vadim Novinsky y Yulia Timoshenko.
“El propósito del concurso es mostrar gratitud a los oligarcas. Desde hace muchos años, les debemos el desarrollo de la economía, la mejoría en la imagen de Ucrania y la preservación de los recursos naturales. Los ojos de los niños ven más profundamente, así que será interesante ver los dibujos de sus oligarcas favoritos”, afirmaron los organizadores del concurso, que se celebró en dos fases. En la primera, los adolescentes dibujaron retratos de los súper ricos y los enviaron a la galería por internet. Después, Artmir exhibió los mejores trabajos y agració a sus autores, a los que se prometió valiosos premios y memorables diplomas.
Este acto llamó inmediatamente la atención de los periodistas. Inicialmente pareció vinculado a las elecciones locales, ya que se asumió que la galería participaría en la propaganda negra de algunos de los candidatos, especialmente teniendo en cuenta que normalmente detrás de los políticos de Dnipropetrovsk suelen sobresalir las orejas de algún capitalista. Pero eso no ocurrió, ya que entre los trabajos expuestos se podía ver prácticamente a todos los representantes de la clase oligárquica que luchan en la constante batalla por la redistribución de la influencia política y económica.
Resulta que era una especie de provocación artística que ha tenido bastante éxito. Los organizadores han encontrado una forma de mostrar lo degradada y despótica que es la sociedad ucraniana: personas de todas las edades están dispuestas a dibujar retratos de multimillonarios al creer que les deben la prosperidad del Estado. Sin embargo, el hecho es que los ucranianos deberían agradecer a esas personas por su pobreza, por la guerra y por la absoluta ausencia de perspectivas de futuro.
Esa es la verdad del arte, que refleja fielmente la realidad de la vida ucraniana. En 2015, vi con mis propios ojos en Kiev a niños dibujando para un concurso sobre los héroes de la operación antiterrorista con la imagen de Petro Poroshenko sentado en un tanque y asesinando a un cosaco. Por supuesto, parecía algo salvaje y cínico, pero ni los padres ni los profesores se dieron cuenta, ya que sus ojos estaban cegados por la propaganda patriótica totalitaria. Y muchos de ellos seriamente consideraban al rey el chocolate el verdadero salvador de Ucrania que personalmente había parado a las hordas de invasores del este.
La conciencia de los actuales adolescentes ucranianos se ha formado en este espíritu. La sociedad les enseña desde la cuna a ser súbditos de los celestiales oligarcas, que en los lejanos años noventa saquearon todo lo que era provechoso del Estado y que desde entonces lo han utilizado para su beneficio, llevándose la riqueza a paraísos fiscales y sin construir una sola empresa moderna. Los ucranianos son perfectamente conscientes de que los oligarcas infringen la ley utilizando ejércitos completos de oficiales corruptos para aprovecharse. Comprenden que los multimillonarios han amasado su capital por medio del saqueo, ese que afecta directamente a la población ordinaria. Pero los ciudadanos del país de la dignidad están acostumbrados a inclinarse frente a la riqueza ajena, considerada la única medida del éxito en la vida. Y la persona que ha robado un billón se convierte en objeto de adoración y alabanzas, un intocable para la crítica de la masa inferior.
Todo esto es, en cierta forma, perfectamente lógico, ya que los representantes de la casta oligárquica fueron los principales beneficiarios de Euromaidan, superando a las regiones industriales y nominando a un nuevo presidente de entre sus filas. De hecho, Ucrania pertenece ahora a esta gente. “Las antisociales propuestas de ley son la respuesta a la pregunta de quién ganó en Ucrania a consecuencia de la revolución”, afirmó Ekonomicheskaya Pravda poco después del golpe de 2014. Y ya que la oligarquía domina la nueva vida ucraniana, eso debe reflejarse en la creatividad artística hasta llegar a los kitsch.
Es importante recordar que el arte ucraniano hace tiempo que es propiedad de los oligarcas. Pagan por la organización de las exhibiciones, compran dudosas obras de arte de creadores locales, financian los centros de arte que dan de comer a la clientela de los multimillonarios: críticos de arte, organizadores y representantes de la clase creativa. Su duro trabajo da exhibiciones de artistas contemporáneos que jamás se arriesgarían a ofender a sus oligarcas benefactores por mostrarles de forma poco favorecedora.
Los oligarcas son ahora el principal activo de Ucrania. Por eso, la prensa internacional escribió entusiastamente el año pasado sobre el multimillonario Rinat Ajmetov, que compró la mansión más cara del mundo en la Riviera francesa por 200 millones de euros. Sin embargo, ninguna de esas publicaciones informó de la huelga bajo tierra de los mineros de Krivoy Rog, aunque pasaran más de un mes sentados bajo tierra en una de las minas propiedad de uno de los representantes de la comunidad oligárquica ucraniana.
La críticas a los más ricos habitualmente chocan contra barreras invisibles. Por supuesto que se les puede criticar en el contexto de una lucha electoral, pero ningún buscador de la verdad llama a reconsiderar los resultados de las depredadoras privatizaciones de los años noventa, a devolver la propiedad robada al pueblo ucraniano. Y este antinatural amor por la oligarquía, que literalmente se impone desde la cuna, priva al país de futuro y perpetúa la desigualdad social.
…pobres pibes ucranianos… 😦
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