Artículo Original: Andrey Manchuk
“La reforma sanitaria podría derivar en un brote de tuberculosis”, afirmó el ministro de Sanidad de Ucrania, Maxim Stepanov, el 29 de abril. “Hoy tenemos un déficit de financiación del 80% en las instituciones que tratan la tuberculosis. Las consecuencias serán las siguientes: en dos o tres años, veremos un aumento de un 30% en la incidencia de la enfermedad, un aumento en la mortalidad y una reducción de los trabajadores sanitarios que ascenderá a varios miles”, añadió.
El ministro ha descrito así las negras perspectivas de la reforma sanitaria de Ucrania y ha dejado claro que el país no cuenta con el número necesario de médicos, clínicas e incluso el equipamiento de protección más básico. El presidente también se refirió a ello, lo que significa que la pandemia ha hecho pensar a Zelensky en las consecuencias que tienen en la salud de los ciudadanos los recortes en sanidad.
La segunda etapa de la reforma antisocial de Ulyana Suprun comenzó el 1 de abril en el contexto de la ofensiva del COVID-19 y ha reducido los salarios de los médicos ucranianos, haciendo que muchos abandonen la profesión, aunque esto pudiera parecer una locura en el contexto de la catastrófica escasez de profesionales médicos. También ha supuesto una reducción de las instituciones médicas, primero con los planes de cierre de clínicas psiquiátricas y dispensarios de tuberculosis, considerados un legado del sistema sanitario soviético.
Es verdad, en la etapa soviética había tres o cuatro dispensarios en cada región y se dedicaban a monitorizar la situación epidemiológica de la zona y a suministrar vacunaciones masivas a la población. Desde los años veinte, se utilizaron para suministrar la famosa vacuna BCG, que, según datos preliminares, podría ayudar a reducir la mortalidad por coronavirus y que está comprobado que ayuda en la lucha contra la lepra, la úlcera de Buruli, mirobacterioris y algunos tipos de cáncer.
La reforma prevé la eliminación de los dispensarios de tuberculosis, que deben ser sustituidos por la atención en un centro fisiológico regional. Según los defensores de la reforma, los pacientes dejan de ser contagiosos en unas semanas de estancia en un centro y después pueden ser expulsados a la calle y a casa de forma segura. Aunque todo el mundo comprende que detrás de este argumento está el desinterés por el tratamiento del paciente, ya que este se alarga durante dos años y aquellos que son prematuramente dados de alta tienen posibilidades de desarrollar otras patologías. Así que el interés por la economía es un crimen contra la sociedad, que lo puede pagar muy caro: en dinero y en número de vidas.
“Cuando empezó la reforma, dijeron que el tratamiento de la tuberculosis en los hospitales tenía que cambiar. Los pacientes estarían en el hospital 30 días, tras lo cual recibirían tratamiento ambulatorio. El problema es que 30 días no es suficiente para garantizar que no sea contagioso. Normalmente, el tratamiento va desde dos meses a varios años”, afirmó el director médico del dispensario de tuberculosis de Cherkassy, Miron Oleynik, que ha tenido que reducir el personal de 500 a 300 empleados, despidiendo a casi la mitad de su personal.
Lo mismo está ocurriendo en todo el país. Por ejemplo, se están produciendo despidos masivos en Nikolaev y se está haciendo de la forma más cínica posible. Las autoridades han ofrecido a los fisiólogos del distrito Berezansky que trabajen por 1900 grivnas. E inmediatamente después los han despedido por negarse y han aprovechado para despedir también a otros 34 médicos “innecesarios”, pese al aumento de enfermedades, lo que claramente indica la necesidad de medicina preventiva.
La práctica de deshacerse de pacientes enfermos se evidenció en un incidente en Transcarpatia, donde el primer día de la segunda fase de la reforma de Suprun, una ambulancia dejó en el centro de la localidad de Korolevo a un sintecho con tuberculosis que no podía tenerse en pie sin ayuda. “En el hospital del distrito Vinogradovsky se ha cerrado el departamento de tuberculosis y no hay sitio en el hospital, así que le trajimos aquí”, contestó el médico de la ambulancia a los reporteros que le hacían preguntas. Aunque está bastante claro que esta persona era una fuente potencial de enfermedad y debía estar en un dispensario bajo supervisión médica.
“Según datos oficiales, en Ucrania alrededor de 20.000 personas están siendo tratadas de tuberculosis, entre ellos 8000 pacientes con una forma de tuberculosis cuya mortalidad es de más del 60%. Y si estas personas se encuentran abandonadas con sus problemas y en lugar de ir a un dispensario se les deja en la calle, el coronavirus va a parecer un juego de niños”, afirmó el experto Yury Gavrilenko. En su opinión, Ucrania aes el único país del mundo que se dedica a cerrar hospitales en medio de una pandemia e intenta dejar la responsabilidad de tratar a pacientes de tuberculosis en manos de médicos de familia, algo que es una vía directa a una epidemia, una contra la que no habrá nadie para luchar a causa de la reducción de instituciones y trabajadores especializados.
También se ha referido a la amenaza de una epidemia de tuberculosis Igor Voytiuk, médico especialista en tuberculosis en la ciudad de Zaporozhie. “No hay una epidemia de momento, pero, con esta reforma, ocurrirá. En 1995-1997 ya pasamos por un proceso de optimización y reducción. Eso llevó a un fuerte aumento de la incidencia de la tuberculosis. La incidencia máxima se produjo en 2005. En aquel momento, se redujo gradualmente con el Sistema de detección y tratamiento cuando apareció una nueva generación de medicamentos y la incidencia, según los datos oficiales, empezó a remitir. Pero, en realidad, no hay una caída de la incidencia de tuberculosis, ya que la incidencia en los niños y la tuberculosis extrapulmonar está aumentando. Por cierto, bajo el régimen soviético, habíamos derrotado completamente al tuberculosis extrapulmonar”, afirmó el doctor. Y es cierto, el 30 de enero murió por tuberculosis una niña de ocho años en la región de Zaporozhie. Posteriormente, otros adolescentes han enfermado en su colegio.
Voytiuk describe la destrucción del bien establecido sistema de prevención y tratamiento contra una enfermedad peligrosa que se construyó en tiempos soviéticos a base de fondos públicos y que ahora está siendo destruida en nombre de los intereses de oficiales corruptos y empresas privadas, que son las que recogen los frutos de la “reforma”.
“Solo uno de nuestros cuatro dispensarios está funcionando. Había cuatro de ellos. Ahora hay solo uno y, según el plan, tiene que servir a todos los distritos de la ciudad. Además del cierre de dispensarios, se están reduciendo las camas en el hospital regional. Antes había 500, ahora se pretende dejarlas en 200-220. Las camas para niños también se están reduciendo, como los hospitales para niños. Concretamente, en la región de Zaporozhie, gracias a los contribuyentes alemanes, se ha reparado y suministrado algo de equipamiento. En las noticias se mostró incluso que había equipamiento moderno, pero ahora el sanatorio está siendo reducido. Según los rumores, los tres edificios del dispensario que se han cerrado ya tienen dueño. Todo ello pese a que, en los últimos cuatro meses, nuestro edificio ha reparado el tejado por primera vez en muchos años. Es decir, acaban de hacer reparaciones a cuenta del Estado e inmediatamente lo dejan en manos privadas. Surge una pregunta: ¿cómo irán los pacientes de toda la ciudad a un solo dispensario? Es cierto que está en el centro de la ciudad, pero desde las zonas residenciales se puede tardar una hora y estar en contacto con mucha gente. Las perspectivas son malas. Los expertos prevén un aumento en la incidencia de la tuberculosis”.
Lo peor de todo es que el país cumple con todos los prerrequisitos para un brote de la enfermedad, una que siempre crece en condiciones de guerra y pobreza. Comida barata y de baja calidad, falta de tratamiento -que, de hecho, ahora es de pago- y condiciones poco sanitarias en viviendas con falta de reparación hacen que se cree un caldo de cultivo para la expansión de la tuberculosis. A ello contribuye también el deterioro ambiental, especialmente la polución, que ha aumentado en todo el país desde que comenzaron los incendios forestales y las tormentas de arena en abril.
Hay que añadir también que la política de austeridad no solo ha afectado a la tuberculosis. Cada segmento de la sanidad ucraniana ha sufrido a causa de la reforma, algo que tiene consecuencias para el país. Inessa Savchenko, directora del hospital de rehabilitación de Dnipropetrovsk, se declaró en huelga de hambre porque su personal se ha quedado sin salarios pese a que el coronavirus se está expandiendo rápidamente por la región y el alcalde ya ha ordenado cavar una fosa común para las víctimas.
El sistema sanitario se está colapsando ante los ojos de la población en casi todas las regiones. “En los hospitales regionales de la región de Lugansk [la parte controlada por Ucrania], los médicos han sido enviados de vacaciones sin sueldo alegando falta de financiación para las instituciones. Gran parte de los departamentos del hospital regional infantil de Lugansk y la policlínica regional no funcionan. Según Petra Ischenko, directora del departamento de pediatría, se les ha comunicado que no hay dinero para pagar los salarios. El 26 de abril, parte del personal médico del hospital infantil envió una carta de renuncia al sindicato. Los empleados rechazan el acuerdo colectivo, según el cual los médicos trabajarán por salarios reducidos a 3800-4700 grivnas, enfermeros por 2500-3000.
¿A qué llevará esta situación cuando, según datos oficiales, 2000 médicos ucranianos están contagiados por coronavirus y, según el ministro Stepanov, 133 médicos se han infectado en un solo día? Se puede considerar una pregunta retórica. A día de hoy está claro que las reformas antisociales son la más terrible epidemia para el país y que sus consecuencias aún no han llegado al pico. Tras ese pico, no habrá aplanamiento de la curva, solo un rápido descenso hacia el abismo de una crisis sin fin.
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