Artículo Original: Andriy Manchuk
“¿El infierno en la tierra? No. Es verdad, es la venganza contra los salvajes de Moscú. Vayan donde vayan, hay muerte y destrucción. Que no se quejen de la naturaleza. Ella es solo un rehén de nuestro enemigo eterno. No se puede defender ningún sentimentalismo”, escribió en agosto Irina Farion, que no intentó esconder siquiera su felicidad al comentar los incendios forestales en Siberia.
Ese gran desastre causó una ola de gran entusiasmo entre los “patriotas de las redes”, aunque era bastante evidente que los desastrosos incendios estaban causados por un cúmulo de circunstancias medioambientales, económicas y sociales que son comunes a toda la humanidad. El año pasado, los sufrieron Australia, Brasil, Israel, Estados Unidos, Turquía, Grecia y otros países europeos. Y en Ucrania arden sistemáticamente numerosas zonas, envenenando de humo los alrededores de Lviv, Dnipropetrovsk y Kiev. Pero eso les da igual a los blogueros nacionalistas a los que tanto les afecta el distante olor del fuego en Siberia.
Pero la vida da muchas vueltas y quienes se han reído de los incendios del vecino siempre tienen que enfrentarse a los propios. Desde la segunda mitad de marzo, Ucrania está sufriendo incendios en los bosques y estepas, que han llegado al país a la vez que el coronavirus y ahora se extienden a muchas otras zonas. La situación más complicada se ha producido en la zona de exclusión de Chernóbil, donde el fuego comenzó el 4 de abril, que pese a los esfuerzos de los bomberos, se extendió a un área más extensa, destruyendo una serie de zonas abandonadas. Ocultar el grado de expansión ha sido imposible, ya que el olor a quemado se ha extendido hasta las calles de Kiev y Chernigov y la NASA ha mostrado imágenes de satélite que muestran las enormes nubes de humo que se han adentrado en territorio bielorruso.
La noche del 13 de abril, habló sobre la situación Natalia Degyarenko, representante del servicio de prensa de Energoatom. Según sus palabras, el fuego había arrasado varias zonas radioactivas, incluido el territorio del famoso bosque rojo, los suburbios de Chernóbil y la cerrada ciudad militar Chernóbil-2. “Ahora la situación está fuera de control, es crítica. Desde mi corazón, agradezco a los bomberos y trabajadores de rescate. Gracias como en 1986”, escribió Degtyarenko en la red social Facebook. Y en YouTube se ha publicado recientemente un vídeo en el que se observa claramente una pared de fuego que se acerca a la central nuclear y contra el que luchan los helicópteros de los bomberos.
Todo esto causa grandes daños en la zona de exclusión, que extrañamente combina su función de cementerio nuclear, reserva natural única y atracción turística. Según la actual presienta de la Agencia Estatal de Ucrania para la Gestión de la Zona de Exclusión, Ekaterina Pavlova, las pérdidas ascienden ya a decenas de millones de grivnas. Y eso a pesar de que el fuego aún no está extinguido. Según el presidente del Servicio Ecológico Estatal, Evgeny Firsov, la radiación en la zona del incendio excede los límites permitidos y el Centro para la Seguridad Nuclear registró en Kiev una alta concentración radiactiva.
La radiación en la retaguardia no ha alcanzado niveles críticos, pero el fuego es igualmente peligroso durante la epidemia de COVID-19 y añade una presión más a las personas que sufren de enfermedades respiratorias en Kiev. Es más, cerca de la ciudad se han observado otros incendios. A consecuencia de ello, el 10 de abril, Kiev alcanzó el primer puesto en el ránking de ciudades más contaminadas, superando a líderes tradicionales como Hanoi o Yakarta.
El alcance del problema es serio. Según la Agencia Estatal de Bosques, en los últimos días, los equipos de rescate han apagado 60 fuegos en las regiones de Yitomir Kiev, Chernigov, Donetsk y Lugansk [partes controladas por el Gobierno]. Desde que comenzó el año, se han registrado 772 incendios forestales en el país. Las causas son muchas. Los incendios son a menudo provocados por quienes talan ilegalmente los bosques o los campesinos que utilizan los campos en primavera para eliminar malas hierbas con métodos arcaicos. Mientras tanto, los problemas medioambientales causan sequías crónicas, los flujos de los ríos se hacen menos profundos y los canales de drenaje de la etapa soviética están abandonados y secos tras un invierno sin nieve, por lo que la hierba arde con más facilidad y el fuego cubre inmediatamente áreas enteras y se extiende con rapidez a zonas boscosas.
El mal estado de los bosques, algo en lo que las autoridades recortan gastos constantemente, ha llevado a que se encuentre lleno de leña abandonada, lo que deriva en constantes incendios. No hay personal ni suficientes medios, así que los bosques se convierten en carreteras de incendios y el fuego simplemente avanza sin control. Los medios terrestres son escasos y la aviación limitada y hay falta de personal a causa de los bajos salarios. La consecuencia es que los bomberos de Chernóbil gritan de fatiga y tras sus turnos se quedan dormidos en el frío suelo.
Todos ello ha contribuido en los últimos años a que aumenten los incendios, que ahora coinciden con la epidemia de coronavirus, creando una especie de “tormenta perfecta”, cuando los problemas acumulados causan un salto cualitativo y se convierten en una crisis.
“La situación es crítica. La zona está ardiendo. Las autoridades locales dicen que todo está bajo control, pero el fuego rápidamente cubre nuevo territorio. Hay dos opciones: o el Gobierno no sabe cuál es la situación real o usa la política de silencio como en el 86. Ahora el fuego ha alcanzado Pripat, a dos kilómetros de la zona de desechos radiactivos, donde están los desechos más radiactivos de la zona de Chernóbil. El fuego de Chernóbil ya dura diez días y, el fuego, que se mueve con libertad por el viento, se está aproximando a la zona de exclusión”, afirmó Yaroslav Emelyanenko, que acompañó sus palabras con fotos apocalípticas de fuego sobre Chernóbil.
Este desastre enseña que no puedes disfrutar del sufrimiento de otros, como hacen tan habitualmente los patriotas de mente estrecha. El “infierno y destrucción” del que con tanto entusiasmo nos habló Farion, se puede materializar casi en cualquier parte. Tras treinta años de devastadoras medidas de austeridad, el ámbito social está destruido y ha hecho lo mismo con las bases de la sociedad moderna, algo que se manifiesta en todas las esferas de la vida -la medicina, la educación, la ciencia- y tiene un impacto devastador en la situación del medio ambiente.
Las epidemias, el fuego, la pobreza y la falta de preparación de los profesores para impartir las polémicas clases online. Todo ello deja claro que Ucrania necesita un cambio radical. Para no acabar peor que las tan vistas imágenes de Chernóbil.
Comentarios
Aún no hay comentarios.