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Cuatro años después de la batalla

Artículo Original: Izvestia / Fotografías: Sergey Prudnikov

Hace cuatro años que terminó la lucha por Debaltsevo, la batalla más importante de la guerra en Donbass, que finalizó con la victoria de las fuerzas conjuntas de la RPD y la RPL. Debaltsevo, que había quedado embolsado, quedó destruido al 80%. Por desgracia, a día de hoy la situación sigue siendo inestable. Es imposible hablar de una restauración completa de la ciudad. La línea del frente se encuentra a tan solo unos ocho kilómetros y en las afueras, solo la primera semana de marzo, se produjeron varias docenas de ataques.

Alojamiento, agua, calefacción

Debaltsevo es una ciudad pequeña, incluso según los estándares de Donbass. Antes de la guerra, su población era de 27.000 personas. Durante la batalla de febrero de 2015 descendió hasta los 4.000 y ahora, según las estimaciones más optimistas, no llega a 20.000. “Todos nos conocemos”, dicen en Debaltsevo. “Tenemos todo a la vista”.

La entrada a la ciudad se realiza a través de un puesto de control. Lo primero que llama la atención es la estación de autobús: un edificio de ladrillo golpeado por las bombas. Después, camino al centro, las viviendas con grandes agujeros en sus pisos superiores. Aún más destrozado está el antiguo edificio de la administración. Algunas ventanas de pisos altos están rotas, otras están contrachapadas. La impresión es doble. Por una parte, la vida continúa: la gente pasea por la calle, hay coches, tiendas, todo lo que había en cualquier ciudad. Por otra, es evidente que Debaltsevo aún no se ha recuperado de las heridas.

“Nuestro principal objetivo es rehabilitar la vivienda”, explica Irina Gordus, vicealcaldesa y encargada de los servicios comunitarios. “Imagine que, de los 297 edificios de apartamentos, 225 se han visto afectados. A día de hoy hemos reparado completamente 110. De las 6.000 viviendas privadas, 3.500 resultaron dañadas. De ellas, casi 300 fueron completamente destruidas. Hemos construido 46 desde cero. Para aquellos que han perdido sus casas hemos recaudado fondos. También Cruz Roja ayuda con las reparaciones”.

“Otro problema que, por suerte, fue rápidamente solventado es el de la calefacción”, añade Gordus. “A principios de 2015, toda la ciudad estaba congelada, en los apartamentos helaba. Fue posible sustituir las tuberías y se hizo en seis meses gracias a la ayuda humanitaria de Rusia. Y al esfuerzo conjunto de los servicios públicos de la RPD. Acudieron a Debaltsevo equipos de toda la República”.

El otro gran problema es el suministro de agua, que es más complicado de solucionar. Antes de la guerra, igual que ahora, los ciudadanos solo tenían agua corriente dos veces al día: varias horas por la mañana y por la tarde (en todas partes, incluso en las guarderías). Y solo es fría, no había agua caliente centralizada. No se destruyó completamente, pero según los datos oficiales, casi al 90%. Ahora se espera poder recuperarlo. La situación se agrava por el hecho de que, durante su retirada, las tropas ucranianas quemaron los planos de Debaltsevo y no queda nada. Ahora los trabajadores que se dedican a la reparación tienen que moverse a ciegas, buscar como puedan.

Como los soldados

“De los éxitos de los últimos años, el principal es haber reabierto el ferrocarril”, añade Oxana Kozlova, encargada de asuntos sociales. “En el servicio trabajan ahora 3.000 personas (antes de la guerra eran 6.000-Izvestia). Se ha restablecido el transporte de carga y de pasajeros. Por ejemplo, a diario hay un tren que va a Lugansk y a Yasinovataya. Se han recuperado, de alguna manera desde sus cenizas, servicios sociales: seis escuelas, siete guarderías, dos hospitales. Estamos esperando para reconstruir dos estadios. Se está reparando el palacio de los deportes Lokomotiv.

La guardería Zvezdochka, en las afueras al este de Debaltsevo, es uno de esos lugares que se han levantado de sus cenizas. “Cerramos en julio de 2014, cuando empezó la guerra”, cuenta la directora de la guardería, Liudmila Scherbinina. Lleva en el puesto desde 1983. “Poco después, un impacto directo lo destruyó todo: el patio, la enfermería, la lavandería, el comedor, la oficina médica”. Las labores de reparación comenzaron tras la batalla y llevaron dos años.

“Ahora tenemos 114 niños”, cuenta la directora. “De hecho, estamos al mismo nivel que antes de la guerra. 28 de ellos, los más pequeños, que tienen menos de tres años, no han vivido las batallas y son los más felices y despreocupados. Los que tuvieron que esconderse en sótanos y escapar de las bombas, cuando volvieron, tenían mucho miedo, tiraban los juguetes. Con el tiempo, se han ido recuperando”.

Junto a la guardería hay una docena de álamos destrozados. “Fueron plantados hace cuarenta años”, cuenta Liudmila. “Y durante los bombardeos, resulta que esos árboles, como soldados, protegieron la guardería. Se mantuvieron en pie y se llevaron el peso del metal. Están llenos de metralla”.

Mejor no hablar ni recordar

Evgeny Baranov, de 39 años, es uno de los residentes que ha pasado la guerra en Debaltsevo (y no piensa marcharse). En el pasado fue jefe de brigada en el ferrocarril. Desde hace poco tiempo es subdirector de la seguridad de las vías. Dice que durante los primeros seis meses de la guerra se escuchaban centenares de explosiones. La ciudad ardía.

“De 250 trabajadores de la brigada, quedaron 20”, explica. “Íbamos a todos los accidentes, aunque en teoría solo nos dedicábamos a los trenes. No había nadie más. La ciudad ardía sin cesar. La principal tarea era localizar los focos y cortar el fuego, porque Debaltsevo tiene mucha densidad de población. Los coches ardían. También los almacenes con munición. Destruyeron nuestro cuartel general, que había sido cuartel general de la milicia. Los ucranianos le prendieron fuego y no permitieron que lo apagáramos”.

En general, cuenta Evgeny, las tropas ucranianas se comportaron como un ocupante temporal de la ciudad, sin intención de establecer una vida pacífica. No se sentían dueños del lugar, quizá por eso huyeron. “Es una pena que nuestra ciudad, que una vez estuvo en todos los titulares, ya no se recuerde”, añade. “Acaba de pasar el aniversario de la operación de Debaltsevo y en los medios no ha habido más que silencio. No hay una palabra sobre la vida ahora, cuando, en realidad, miles de personas viven en condiciones desastrosas”.

Antes y después

Olga Kuzmenko, natural de Debaltsevo, lleva los últimos cuatro años viviendo con su hijo en Krasny Luch (RPL). Es ingeniero de caminos. No piensa en volver a casa. “Da miedo”, suspira. “Tengo miedo por mí y por mi hijo. No sé qué pasará”. Se marchó de la ciudad en 2014 con el inicio de la guerra. Volvió en enero de 2015 para recoger algunas cosas. Lo recuerda como el peor día de su vida.

“Llegué en autobús a las siete de la mañana. Estaba oscuro, las calles estaban desiertas. Camine hasta casa. Solo recuerdo que algo crujió bajo mis pies. Era metralla. Y perros merodeando y ladrando. Mi casa estaba helada, no había ni luz ni agua”, explica. “Fui al patio y pregunté a un vecino qué hacían. Dijo que todos iban al sótano por la noche, pero me dijo que no fuera o ya no podría estar en el piso, correría todo el rato al sótano. Después vi a otros vecinos que me dijeron que fuera al refugio, que tomaríamos vodka. Muchas personas, especialmente mujeres, bebían para calmar el miedo. Pasé una noche bajo el ruido de los cañones. La mañana siguiente, cuando andaba por la carretera los tanques ucranianos circulaban a mi alrededor como si fueran coches. Me vieron, redujeron la velocidad, me observaron. Al ver una ambulancia, corrí a ella, pensé que me sacarían de allí. Pero me encontré con una pistola de los soldados. En aquel momento muchos desaparecieron, especialmente mujeres. Creo que es un milagro que saliera de esa sin daños”.

Según Olga, hay un antes y un después en la ciudad. Aún no sabe cuál será el después.

A día de hoy, Debaltsevo es un nombre que, como Chernóbil, significa sangre, fuego y dolor. Y probablemente también victoria. Sin embargo, los habitantes aún no pueden sentir la victoria. Mires donde mires, son evidentes los problemas. La población vive de los éxitos pasados, pero faltan perspectivas. Falta claridad: ¿qué va a pasar? Sin guerra y sin amenaza constante de ella habrían reconstruido su cuidad hace mucho tiempo. Mientras tanto, se hace a medias. Quieren avanzar, pero no se sabe hacia dónde. Todavía no hay certeza.

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