Artículo Original: Andey Manchuk
El próximo Gobierno tendrá que resolver la cuestión de cuántos ucranianos quedan. En 2020 debe realizarse el tan esperado censo de población ucraniana. Así lo informaron los representantes del Servicio Nacional de Estadística de Ucrania, que prometieron hacer este año una prueba piloto en el distrito Obolon de Kiev y en el distrito Borodyansky de la región de Kiev suministrando tablets y ordenadores portátiles a los empleados del departamento que se trasladen de casa en casa y de piso en piso.
Según el Servicio Nacional de Estadística, esto permitirá que todos pasen a formar parte automáticamente de la base de datos recogidos, mientras que, con la fórmula anterior de recogida tradicional de datos a mano y con un cuestionario en papel, había que procesar montañas de datos. Suena como un gran logro si se olvida por un momento que el primer y único censo que se ha realizado en Ucrania fue en 2001, cuando para millones de ucranianos un ordenador era un lujo, muchos ni siquiera habían oído hablar de internet y algo llamado tablet era una bolsa militar. Es indudable que, en los 18 años en los que ha crecido toda una generación de ucranianos, ha habido un progreso técnico.
El censo no se ha repetido en tanto tiempo que da vergüenza. Sin embargo, no ha sido por motivos técnicos sino por motivos políticos. Se ha pospuesto en cuatro ocasiones: primero en 2011, cuando el Gobierno de Azarov y Yanukovich lo pospuso a 2012 y después a 2013. El nuevo y honesto Gobierno [post-Maidan] actuó de la misma manera y lo retrasó a 2016. Y después puso el proyecto en pausa alegando que la guerra y la “agresión” impedían realizarlo.
Es evidente que todo ello es solo una excusa. Los oficiales y dirigentes ucranianos siempre han retrasado el censo por motivos puramente mercantiles. Para empezar, habría arrojado resultados alarmantes que habrían hecho oficial la despoblación del país, mientras que, según el último censo, vivían en el país 48,5 millones de personas. A falta de un censo que proporcione información fiable sobre la población ucraniana, el Servicio Nacional de Estadística afirma, con un más que cuestionable análisis, que, a 1 de enero de 2019, la población del país es de 42.153.000 personas. Según estos datos oficiales, la población ha descendido en seis millones y medio de personas, lo que equivale a un país entero de Europa central. Si comparamos esos datos con el último censo soviético de 1989, cuando en el país vivían 51,7 millones de personas, el descenso es de casi diez millones de personas.
No es tan malo como parece. Es aún peor. Porque estos datos del Servicio Nacional de Estadística, que no están basados en un censo completo sino en información incompleta y fragmentada, que mantiene como residentes a los refugiados que se han marchado a Rusia y los varios millones de personas que, oficialmente, están registrados en Ucrania pero que hace tiempo que viven y trabajan en Polonia, Rusia, Chequia, España, Portugal y otros países. Así que el número real de personas en el país es probable que sea mucho menor. Es evidente también que el flujo de emigración va a seguir creciendo. Según el Instituto de Demografía y Estudios Sociales, el 65% de los ucranianos con edades comprendidas entre los 14 y los 35 años quieren abandonar el país para marcharse al extranjero. Según los resultados del estudio, los expertos del Instituto no tienen más remedio que prever que, en los próximos 45 años, la población de Ucrania descenderá en, al menos, otros 10 millones de personas a causa de la emigración. A eso hay que sumar los resultados de otro estudio realizado por la organización “Movimiento por la justicia”, que sugieren que el 81% de los jóvenes ucranianos de entre 18 y 28 años quieren abandonar Ucrania.
“El principal problema de Ucrania a día de hoy es la emigración masiva. El censo no se realiza y, si se hiciera, no sería preciso. ¿Por qué no quieren gastar dinero en ello? Porque daría unas figuras muy bajas. Creo, y lo confirman expertos, que en Ucrania hay entre 30 y 35 millones. Como máximo”, comentó en Ukraina 112 el presentador de televisión Dmitry Gordon.
Ese dato tampoco cae del cielo. Según las proyecciones del Instituto de Demografía y Estudios Sociales de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, para 2050, la población podría haber descendido otros 12 millones. “La despoblación se ha convertido en una característica de Ucrania y es prácticamente imposible invertir la tendencia a la caída de la población”, afirmó la directora de investigación del Instituto, Lidya Tkachenko.
La actual tendencia a la despoblación, que se evidencia cada año, cada década y cada mes, tiene motivos puramente sociales. Además de la emigración forzada por motivos de trabajo, cuando el país literalmente anima a la población en edad de trabajar a marcharse al extranjero para así aligerar los costes de prestaciones sociales y conseguir remesas de los trabajadores emigrantes, la sociedad vive las consecuencias de la pobreza y la guerra, el crimen, la adicción a las drogas y alcoholismo y la expansión de enfermedades incluidas la tuberculosis y el VIH-SIDA. A todo ello contribuye también el desmantelamiento del sistema nacional de salud, que está costando la vida a los ucranianos. Se puede añadir a la lista de víctimas de esta “reforma” todos los que han muerto por la epidemia de sarampión, los que no han tenido dinero para pagar una operación o el trayecto en ambulancia según las nuevas fórmulas. Además, la necesidad de ahorro ha hecho de los ucranianos líderes europeos en cuestión de mortalidad por malnutrición. Y muchos pensionistas simplemente no pueden sobrevivir con sus pensiones en el contexto de constante encarecimiento de los servicios básicos.
Al aumento de la mortalidad y la emigración se suma el descenso de la natalidad, lo que crea un efecto acumulativo. Todos los datos del Servicio Nacional de Estadística apuntan claramente a los motivos sociales del descenso de la población. “Sigue habiendo un número de muertes sustancialmente mayor que el de nacimientos: 100 muertes por 59 nacimientos”, afirmaron los sociólogos ucranianos. Según sus datos, entre enero y junio del último año, nacieron 178.821 bebés y murieron 298.133 personas, incluyendo 1362 niños menores de un año. Este desequilibrio entre natalidad y mortalidad es característico de países del tercer mundo en los que, por inestabilidad social, pobreza, crisis naturales y bajo acceso a servicios de salud baja la natalidad. Porque muchos jóvenes padres no se apresuran a tener hijos si no tienen unos ingresos o unas perspectivas de futuro. “En este sentido, habría que exigir esfuerzos al Estado, que propusiera las políticas necesarias, no solo a la población”, concluyó Tkachenko.
Todo esto hace del censo un suicidio político para cualquier líder ucraniano, ya que esos datos de descenso de población serían un arma para la oposición contra cualquier Gobierno. No sorprende que el equipo de Poroshenko haya retrasado el censo para los próximo años, ya después de las elecciones, con la esperanza de que tras la reelección, pueda, en su segundo mandato, hacer más políticas impopulares, como suele ser la práctica en la política mundial. Y, si no, el problema será el quebradero de cabeza del nuevo Gobierno, que tendrá que decir a la nación las palabras de Lesya Ukrainka: “Que se levante el que esté vivo”.
Pero el problema no es solo ese. Lo que es más importante es que se vayan a contabilizar los votos de las “almas muertas” y los emigrantes del país en una tierra fértil para el fraude del que algunos ya acusan a las autoridades ucranianas. Y la población aún no comprende el precio que puede tener que pagar por los muchos años de retraso del censo.
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