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Alto el fuego, Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano

Eliminando “regalos” ucranianos en Solntsevo

Artículo Original: Denis Grigoriuk

Bloques de hormigón y posiciones antitanque, eso es lo único que queda en pie en el lugar en el que se encontraba el puesto de control militar. Desde finales de agosto de 2014, la localidad de Solntsevo, en el distrito de Starobeshevsky, está libre de tropas ucranianas. Poco recuerda las batallas del pasado. A la entrada del pueblo, hay una pequeña estela con un sol amarillo apagado, justo encima del nombre de la localidad. Todo está bien cuidado, la hierba cortada, con falsos cisnes hechos de ruedas, niños jugando junto a las vacas y cabras en el campo. Traté de encontrar algún rastro de la guerra, pero solo encontré un granero dañado con algunos pequeños agujeros causados por la metralla.

Lo único que recuerda que en Donbass sigue habiendo una guerra son las periódicas explosiones. Pero eso no atemoriza a la población. Los residentes de Solntsevo saben que los ingenieros de la RPD se dedican constantemente a desminar el terreno.

La amenazante señal “zona minada” colocada en una pieza de equipamiento militar ahora oxidada es más que convincente. Cada palmo de esta tierra debe ser revisado por los zapadores, ya que, al retirarse, las fuerzas ucranianas dejaron tras de sí una buena cantidad de “sorpresas”. Son los empleados del Ministerio de Defensa los que realizan la búsqueda de los “regalos del Ejército Ucraniano”.

Al llegar a lugar que está siendo desminado, un destacamento de zapadores trabaja en la continua exploración del territorio, donde en 2014 se encontraba el cuartel general de la llamada “operación antiterrorista” (ATO). Hace ya un mes que los zapadores neutralizan artefactos explosivos. El trabajo se realiza en parejas. Un zapador con un detector de minas encabeza la búsqueda. Suena una breve señal. Con el detector, el equipo detecta una mina. En este momento, el trabajo incluye al segundo componente de la pareja, que con una pala retira el peligroso artefacto y lo traslada al contenedor de munición. En él se pueden encontrar minas de todo tipo: granadas deformadas, minas oxidadas, proyectiles de 152mm sin explotar…

En los últimos tres meses, se han eliminado y destruido alrededor de 8.500 artefactos explosivos. El personal del Ministerio de Defensa de la RPD ha inspeccionado más de 600 hectáreas de territorio.

“Pero esto es metralla”, explica el zapador a los periodistas, señalando un pequeño fragmento rojo afilado.

“Sí, no lo entienden”, responde escéptico su compañero.

Por desgracia, sí lo entendemos. En tres años de guerra en nuestras ciudades, los residentes de Donbass hemos aprendido a diferenciar los diferentes tipos de armas y los diferentes calibres de proyectiles. Incluso un niño es capaz de distinguir, por el sonido, el tipo de proyectil que está utilizando el Ejército Ucraniano.

Junto a un grupo de zapadores, pasamos a las rondas de eliminación. Estar aquí es peligroso, especialmente si es cerca del enorme cráter en el que el comando de desactivación de explosivos coloca los proyectiles de 122 y 152 milímetros y las granadas. Los trabajadores no ceden ante las peticiones de los periodistas. Los periodistas dejan sus cámaras y son enviados a una distancia prudencial. La explosión es potente. La columna de humo asciende a una altura equivalente a un edificio de cinco pisos. Un escalofrío recorre el cuerpo al pensar lo que pasaría si esos proyectiles impactaran en viviendas residenciales de Donetsk, Gorlovka, Lugansk o cualquier otra ciudad.

Al partir de vuelta a Donetsk, me fijo en las cicatrices que las tropas ucranianas han dejado en las paredes. Al capturar la ciudad, los soldados ucranianos escribieron en las paredes: “Gloria a Ucrania”. Las inscripciones están literalmente destruidas por la metralla y en su lugar han aparecido las cicatrices. Además de las inscripciones, los soldados ucranianos crearon muchos problemas.

Los residentes de la localidad de Solntsevo no temen las explosiones en los campos. Es probable que cada explosión salve otras vidas, ya que los ecos de la guerra pueden sentirse incluso después del final de la fase activa de hostilidades.

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