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Donbass, Ejército Ucraniano, LPR, Rusia, Ucrania

En el frente de la RPL

Artículo Original: Anna Dolgaeva

Vamos a las posiciones. El viejo coche UAZ bota tanto sobre los baches que salto del asiento. Al volante está Piter, el cojo comandante del 16º batallón de defensa territorial de la defensa de la RPL. “¿Cómo entramos en Krimskoe? A pie. Trabajaba la artillería, dirigí a todos a pie, posiblemente 12 kilómetros. Sin equipamiento. Iban en los vehículos quienes trabajaban en ellos. Íbamos andando, campo a través. No murió nadie. Después de Krimskoe, fuimos a Prichepilovka. Al principio empezaron a dispararnos y di la orden de retroceder a Krimskoe. Nos reagrupamos y avanzamos de nuevo, esta vez con éxito. ¿Ves la barricada? Aquí nuestras mujeres prepararon la cocina de campaña para los soldados”.

Todo está floreciendo: lilas, manzanos, cerezos. Todo se pone verde. Finalmente golpea la carretera un vehículo que pasa. Agricultores imprudentes caminan tranquilamente a lo largo del camino mirando con reticencias al coche. Vacas y cabras se mueven por los campos en los que hace poco se han producido batallas. Ya se está sembrando algo en las huertas. Pasamos Krimskoe y paramos cerca de Prichepilovka, un pequeño pueblo en una posición muy verde y que hace poco era ucraniano. Ahora es nuestro. Había una posición ucraniana al otro lado de la trinchera, pero la 16ª Brigada ya le ha puesto ojos: ha colocado las cajas y ha construido un trípode con binoculares. Piter ocupa el puesto de observación.

Desde Prichepilovka, Svetlichny está a un palmo. Lo siguiente es Nizhnee. Aún más allá está Novotoshikovka y Lisichansk se puede ver en la distancia en la colina. En 2014, las milicias se retiraron dolorosamente de aquí y la ofensiva no está siendo menos dolorosa. Tras la rápida ocupación de Krimskoe y Prichepilovka, Svetlichnoe frenó el avance de las tropas de las Federación Rusa y la RPL. Hay una zona industrial aquí y eso siempre da al enemigo la oportunidad de atrincherarse en el terreno y esperar un bombardeo aéreo. Pero hoy el enemigo está en silencio. Y Piter envía al ataque al equipo de asalto. Se dirigen hacia el verde, hacia el sol, hacia lo desconocido y Peter se sienta “frente a sus ojos”, gime y fuma. “Todo va a salir bien”, murmura. En Trejizhbenka, los míos entraron sin bajas, como en Krimskoe. ¿Por qué? Porque lo había calculado todo”.

El grupo está en algún lugar del campo. Pienso en Vega, el comandante de la compañía de francotiradores del vecino 14º Batallón, con el que hablé a finales de enero -me llegó al corazón- y que murió el 1 de marzo en el asalto al puesto de control número 29 herido por proyectiles Grad. Pienso en Kuba, el desesperado sargento del 16º Batallón, a quien conocí al mismo tiempo y ahora está en una cama de hospital cubierto de metralla. Pienso en Vatsek, a quien le leí poemas en la nieve de una posición en el frente y que ahora también está en un hospital. Pienso en el pelirrojo Winchester, a quien una vez pregunté cómo se hizo la cicatriz en la cara y que sonriendo respondió que fue quitándose un lunar (más adelante me enteré de que fue una herida de metralla). Winchester ha sido trasladado a otro batallón y aún no le he visto.

El tiempo pasa.

“¿Sin noticias de nuestra gente?”, pregunto.

“¿Por eso haces preguntas estúpidas?”. Piter está enfadado.

Suele estar enfadado. Enfadado y gruñendo. Pero le adoran porque es el comandante que más cuida de sus soldados. Sabe cómo luchar, es más, lo hace con valentía, y no manda a los soldados bajo el fuego en vano. Voy al cobertizo. Hay dos soldados fumando allí, uno de unos 35 años y otro muy joven. Su nombre es Sasha. Le llaman Maloy. Cumplió 19 años en abril. En diciembre fue a servir en la RPL y en febrero, al frente. “Fuimos los primeros en ser enviados a aguantar la defensa, pero entonces, otro comandante, uno bueno, calculó todo y entonces hasta avanzamos un poco. Fuimos al ataque y detrás había dos cañones trabajando tan claramente, qué bonito”. Así habla del asalto a Novotoshkovka en el que participó.

“En las trincheras encontramos cinco Muj, lanzagranadas. Simplemente salieron corriendo, lo dejaron todo, incluso los cuerpos de los suyos. Los enterramos después. Y lo que es más importante, no había palas, aunque habían cavado las trincheras”

“¿Entonces cómo los enterrasteis?”

Se ríe. Suele hablar siempre con entusiasmo, con una sonrisa.

“La historia callará sobre este tema. Los pusimos en la trinchera y con las manos los cubrimos con la tierra de las paredes”.

Este niño enterró los cuerpos de los enemigos con las manos. No había palas.

Vienen otros dos más: Kolya, un joven siberiano, y otro llamado Valentín, alto y flaco como una espiga. Lleva un corsé, tiene una lesión en la espalda. Aun así, sigue luchando.

“Habla con él”, recomienda Piter. “Es soldado de asalto”.

“¿Qué significa eso?”, pregunto. “¿Estuviste en el asalto de Svetlichny?”

“Estuve”, dice Valentín. Es tranquilo, responde siempre pensando las cosas con cuidado.

“¿Con qué armas fuiste? ¿A qué distancia del enemigo estabais?”

“Bueno, había diferentes cosas. Qué no llevé. Ametralladora, lanzagranadas… Fue cuerpo a cuerpo. El contacto de fuego se dio a hasta cinco metros. Entonces es cuando lanzas una granada a la trinchera. En total, asaltamos Svetlichnoe ocho veces”.

“¿Ocho?”

“Sí. Fue ahí donde Kuba y Vatsek recibieron heridas. ¿Qué táctica teníamos? Que todo el mundo entre, que nadie salga. Entra el primer grupo y empiezan a disparar con mortero. Les da igual si hay de los suyos en la línea de fuego. El segundo grupo no puede entrar por el bombardeo. Así es como me enteré de que puedo hacer volar una valla de dos metros con una ametralladora”.

Hago la pregunta habitual. “¿Qué ayuda a superar el miedo?”

“Chicos”, interrumpe el siberiano. “A veces, por supuesto, se tiene mucho miedo, pero entonces piensas: todos los chicos van al asalto, ¿y tú qué?”

Valentín se lo piensa. “Ira”, dice finalmente con pena. “Cuando recuerdas que has sacado a un niño de los escombros y pregunta: ¿Dónde está mi pierna? Este pueblo fue bombardeado recientemente. Fui a la tienda de allí. Corrí, lo saqué. Un niño de cinco años. La pierna le colgaba de un trozo de piel. No sé dónde estaban los padres. Ira, sí”.

Mientras tanto Sahska ha terminado de cocinar. Sirve a todo el mundo, también a mí, un plato de rica sopa con patatas y carne. Se lo agradezco y elogio lo bueno que está. Sasha se sonroja. “Pensaba que iba a ser estofado”. Han cogido color con el sol del amanecer y es así como estamos sentados cuando Piter se nos acerca. “Nos vamos. Vamos a Svetlichnoe. Nuestros chicos han vuelto e informan de que han tenido éxito. Vamos a hacer un barrido”. Miro a Piter con cara de súplica. “Y tú no vienes”, salta. “Van a empezar a llenar de Grads Novotoshkovka, que no sea contigo. Voy a acabar en un consejo de guerra. Te quedas”.

Y se marcharon. Estos chicos tan graciosos con los que había hablado durante horas. Fueron a hacer un barrido de Svetlichny, fueron a la vecina localidad de Nizhnee [capturada el domingo-Ed] y la tomaron en unos días. Y realmente les atacaron con Grads, pero nuestra gente detectó la preparación cuando el oponente se preparaba para atacar y consiguieron esconderse. El noveno asalto de Svetlichny tuvo éxito.

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