Artículo Original: Colonel Cassad
Si algunos creían ingenuamente que tras la visita de Nuland a Moscú para conversaciones sobre un amplio rango de temas iba a comenzar un progreso real, los acontecimientos de los últimos días han mostrado claramente que cualquier expectativa de estabilización de la situación está lejos de la realidad. Tras el secuestro del oficial del JCCC Andrey Kosyak por parte de los servicios especiales de Ucrania y las posteriores acciones de protesta contra la impotencia de la OSCE, el trabajo de la misión de la OSCE en Donbass se suspendió temporalmente. Rusia ha cerrado su representación oficial en la OTAN en Bruselas y también exige a la alianza que cierre su representación en Moscú en las próximas semanas. Tampoco ha sido posible llegar a un acuerdo sobre la situación de las misiones diplomáticas de la Federación Rusa en Estados Unidos, lo que limita el trabajo diplomático normal.
A consecuencia de todo ello, el Kremlin ha dejado claro que no ve la necesidad de negociar con Zelensky, negociación para las que no se dan las condiciones. Ucrania sistemáticamente incumple sus obligaciones y no va a implementar los acuerdos de Minsk ni sus obligaciones según el Formato Normandía. Así que no hay nada de qué hablar con Zelensky y puede que, por principios, no se produzca ninguna reunión entre el presidente ucraniano y el presidente ruso, aunque Zelensky sigue persistentemente buscándola por diferentes medios, entre ellos con propuestas para organizar negociaciones directas. Como demuestra la experiencia, Moscú no tiene intención de perder el tiempo con un títere estadounidense, lo que anima a Zelensky a un teatro con el que intentar demostrar que es algo más que un títere movido por los hilos que mueve Washington.
En este contexto, el discurso sobre la necesidad de un escenario militar en Donbass se ha intensificado en Ucrania, que como es tradicional viene acompañado de bombardeos. Esto busca, por una parte, atraer la atención hacia Ucrania y, por otra, distraer del actual escándalo offshore que rodea a Zelensky y su entorno y que Poroshenko y otros personajes están intentando utilizar para convencer al circuito de control externo de que es precisa una pronta rotación de los títeres. El desarrollo del escándalo de las cuentas offshore y sus publicaciones en la prensa occidental, que directamente afectan a Kolomoisky, Zelensky y su entorno, son un escándalo provocado fundamentalmente desde el exterior, lo que refleja la posibilidad existente en el circuito de control externo de cambiar a Zelensky. ¿Qué puede Zelensky ofrecer a sus anfitriones más allá del curso de escalada con Rusia, retórica rusófoba y otras provocaciones destinadas a llamar la atención? Nada que Poroshenko o cualquier otro títere no pueda ofrecer a Washington.
Y este es el problema de Zelensky, que la Federación Rusa simplemente no quiere negociar con él y que en Estados Unidos se le presenta cada vez más como el oficial corrupto con cuentas offshore que trató con Trump y Giuliani. Los muchos esfuerzos de lobby para cambiar su imagen no han funcionado, ni tampoco su breve reunión con Biden. Estructuras cercanas al liderazgo del Partido Demócrata consistentemente desacreditan a Zelensky en la prensa occidental, donde la construida imagen del “joven populista” se convierte en la imagen de alguien “como cualquier otro, un corrupto oficial con cuentas offshore”.
La administración Biden está haciendo todos los esfuerzos posibles para mostrar que no ve la necesidad de dar a Zelensky el tipo de apoyo que ayudaría a mejorar su imagen. Así que, a medida que pase el tiempo, emergen dos escenarios: o un cambio prematuro de Zelensky con un candidato favorecido por Estados Unidos (Razumkov, por ejemplo) o apoyo directo a un candidato alternativo a Zelensky en las próximas elecciones.
Poroshenko comprobó por la vía más dura lo que significa no saber tratar las elecciones estadounidenses en 2016 y en 2019 no recibió apoyo de Trump. Zelensky tampoco acertó y no se negó inmediatamente ante Trump y Giuliani cuando le exigieron iniciar una investigación contra Hunter Biden y Burisma y se lo siguen recordando a base de sacar a la luz sus negociaciones con Trump, el caso Wagner y ahora la ropa sucia de las cuentas offshore, que no podía haberse filtrado sin alguna aprobación de las agencias de inteligencia de Estados Unidos, que controlan los flujos de financiación de las ONG’s y organizaciones periodísticas relacionadas con las filtraciones.
También hay ropa sucia en el caso Wagner, que puede activarse si es necesario, lo que provoca las visitas de Zelensky al MI6 y las señales de atención a Gran Bretaña para que la famosa película producida por Bellingcat y capaz de dar argumentos a quienes quieren acabar con Zelensky salga a la luz. Atado por esas circunstancias, Zelensky se verá obligado a aceptar casi cualquier cosa que se le imponga por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña, la OTAN y el FMI. Así que la conclusión más simple es que da igual qué se acuerda con Zelensky (aunque un acuerdo fuera teóricamente posible), todo se puede deshacer con una llamada.
Nadie va a firmar un nuevo acuerdo de tránsito de gas solo con Ucrania. De hecho, el tránsito de gas está garantizado solo por medio del acuerdo entre Alemania y Rusia. de la misma forma, si Occidente busca extender el tránsito a través de Ucrania, lo hará sin Ucrania, como parte de otros acuerdos, relacionados o no con Ucrania, en los que el país no es más que moneda de cambio en temas más significativos como las relaciones con China o el suministro de energía a la Unión Europea, a la que no le preocupa quién amortizará el sistema de tránsito de gas de Ucrania más allá de 2024 sino cómo bajar el precio en Europa y llegar a un acuerdo con Rusia para el aumento de suministro de gas y carbón ruso para el invierno.
Por supuesto, todos esperan la formación del nuevo gobierno alemán y la nueva coalición, que tendrá una visión diferente de las relaciones energéticas con Rusia, pero, incluso ahora, según las declaraciones de los futuros participantes, está claro que están fundamentalmente preocupados por los intereses de Alemania y la UE, mientras que Ucrania sigue en último lugar. Y si la última vez Rusia acordó la extensión del tránsito de gas a través de Ucrania a cambio de que los alemanes no se plegaran a Estados Unidos en la finalización del Nord Stream-2, la cuestión de la extensión del tránsito de gas a partir de 2014 es cuestión de negociaciones.
Así que Zelensky y Naftogaz siguen quejándose de que Occidente ha tomado una postura oportunista en la cuestión del suministro de gas ruso a Europa y que no han apoyado como deberían a Ucrania, igual que no la apoyaron cuando surgió el asunto de Hungría, que abiertamente colaboró con Rusia en el suministro de gas al margen de Ucrania. Se puede intentar atemorizar a Hungría con presiones contra la minoría húngara en Ucrania occidental, pero eso no cambiará la postura húngara, que, entre otras cosas, defiende bloquear los intentos de Ucrania de entrar en la OTAN y la UE. Es improbable que esto cambie bajo el mandato de Orbán, que no se va a ir a ninguna parte.
Ya en 2022-2023, Ucrania se enfrentará a la cuestión de la necesidad de negociar con Rusia el tránsito más allá de 2024. ¿Cómo hacerlo si Rusia simplemente se niega a hablar con Zelensky y la UE y Estados Unidos ignoran el sistema de tránsito ucraniano? Como Zelensky no tiene forma de llamar la atención sobre sí mismo, son inevitables nuevas provocaciones, entre ellas provocaciones sangrientas.
La lógica es simple: crear un problema y después ofrecer discutir la solución. Poroshenko trabajó según el mismo esquema, pero cada año funciona peor y peor. Pero Zelensky no tiene mucha más opción: si Estados Unidos y Rusia llegaran a un acuerdo de estabilización, aparecerían oportunidades de negociación, pero ya que los tambores de guerra fría en las relaciones ruso-estadounidenses no desaparecen, el tren ucraniano obedientemente sigue la estrecha vía del curso de Washington, que considera cualquier paso equivocado como “traición a la democracia” y “traición al partido Demócrata”.
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