El bloqueo diplomático y la ya persistente situación de bloqueo en la resolución de la guerra en Donbass, que supone un paso del tiempo que inevitablemente reduce las posibilidades de que Ucrania recupere y reintegre esos territorios perdidos, provoca también la pregunta de por qué no se han implementado esos acuerdos que el presidente de Ucrania firmó en 2015 y a los que el actual presidente Zelensky tampoco quiere renunciar.
Entre los motivos más mencionados suele estar la necesidad de mantener las sanciones contra Rusia, muchas de ellas basadas en el supuesto incumplimiento ruso de sus compromisos -una justificación falsa, ya que no es Rusia quien ha de cumplir con los acuerdos sino Kiev, Donetsk y Lugansk-, un argumento que únicamente busca hacer pasar el tiempo en busca de que esa presión temporal obligue a Moscú a hacer concesiones. Pero quizá la verdadera cuestión sea la de por qué puede hacerlo.
El periodista de Odessa Yuri Tkachev, muy crítico con la actuación de los gobiernos ucranianos desde la victoria de Euromaidan, plantea la versión más probable:
Toda esta palabrería sobre que “no hay alternativa a los acuerdos de Minsk”, “es necesario introducir la fórmula Steinmeier en la legislación ucraniana” y demás no es más que, como se dice en Odessa, un podrido paripé para los de fuera.
Todas las partes interesadas, incluyendo a Estados Unidos, Alemania y Francia, saben que, desde el principio, Ucrania no tenía intención de implementar los acuerdos de Minsk y que ahora tiene aún menos intención de hacerlo.
Lo principal aquí no es siquiera que alguien haya dicho algo. Los acuerdos de Minsk fueron directamente denunciados por el Parlamento con la Resolución Número 3809 del 15 de julio de 2019. Este decreto continúa estando en vigor y nadie menciona siquiera la posibilidad de cancelar o modificar esa medida.
Si Occidente quisiera que se implementaran los acuerdos de Minsk, se habrían implementado en una semana. Hemos visto cómo actúa Occidente cuando necesita algo de Ucrania, ya sea la tierra, el control sobre los bancos, Naftogaz y los tribunales, crear cuerpos represivos para luchar contra la población desleal, etc. Ucrania ha recibido la orden de que algo debía hacerse y lo ha hecho sin discusión. En esos casos, la opinión pública ha sido estúpida y banalmente ignorada, como debe hacerse para los administradores ocupantes.
Y si Occidente no ha hecho exactamente lo mismo con los acuerdos de Minsk en todos estos años, quiere decir que apoya a Ucrania en el curso de cumplir con ellos.
Es más, me aventuraría a asumir que, ya en 2014-2015, Ucrania recibió de forma explícita la promesa de que no se insistiría en la implementación de los acuerdos firmados. Dicen: firma, se lo lanzaremos a esos rusos y después seguiremos haciendo lo que queramos.
Y en este contexto, la postura de “no hay alternativa a los acuerdos de Minsk” para Rusia tiene un significado completamente diferente: el Kremlin es como el pastor que intenta mantener sus acciones de una estafa piramidal, que sigue creyendo que algún día sacará algo de ellas.
Con el apoyo explícito o implícito de sus principales socios, que no solo permiten el constante incumplimiento de un acuerdo validado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sino también de las decisiones tomadas en su presencia, como es el caso de los compromisos adquiridos por Ucrania en la última cumbre del Formato Normandía en París de 2019, Kiev puede permitirse continuar con su estrategia del incumplimiento. Y en ese tiempo, los países de la Unión Europea y Estados Unidos tienen una justificación más para mantener las sanciones contra Rusia. Para Berlín, París, Kiev y Washington, el sufrimiento que el estado de ni guerra ni paz implica para la población de Donbass no es siquiera un factor a considerar.
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