El 9 de mayo, Día de la Victoria, una de las fechas más señaladas en gran parte de los países que formaron parte de la Unión Soviética, se ha convertido en tema de debate político, especialmente para los dirigentes y exdirigentes de países que buscan resignificar su pasado soviético y su participación en la victoria común de 1945, de la que, en ocasiones, parecen arrepentirse. Ayer, cuando Europa occidental recordaba la capitulación alemana -celebración que nunca ha sido comparable con la importancia que en la Unión Soviética se daba al Día de la Victoria-, Vladimir Putin felicitaba, como hace cada año, a los dirigentes y pueblos de Azerbaiyán, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Abjasia, Osetia del Sur y a los pueblos de Ucrania y Georgia. Ausentes del comunicado del presidente ruso están las repúblicas bálticas y las autoridades de Georgia y Ucrania, donde sus leyes equiparan nazismo y comunismo y reniegan de la participación de sus ciudadanos en la guerra como parte de la Unión Soviética.
En este juego diplomático destaca cada año Petro Poroshenko, que aprovecha la ocasión para intentar recuperar cierta presencia política, perdida ante la irrelevancia de su partido en la actual escena política ucraniana. Sin siquiera mantener una apariencia de diplomacia, el mensaje de Poroshenko acababa con un “kaput Putin”. Zelensky, como ya hiciera el año pasado en referencia al 2 de mayo en Odessa, ha querido apelar a la unidad y la concordia, una farsa en un país en el que personas son detenidas por mostrar los símbolos de la victoria soviética -como ocurrió ayer mismo en Lviv, donde un ciudadano fue detenido por vender una bandera con símbolos soviéticos- mientras grupos paramilitares con símbolos inspirados en el nazismo son reconocidos por el Ministerio del Interior.
Por la tarde, acompañado por diplomáticos de la Unión Europea, Zelensky acudió al frente de Donbass, como acostumbra a hacer en cada ocasión que necesita una operación de propaganda, para homenajear a los caídos en la guerra. Al otro lado del frente, miles de ciudadanos de la RPD y la RPL acudieron, como hacen cada año, a Saur Mogila, para homenajear a los caídos en la guerra en el mismo lugar en el que, en 2014, se produjo una de las más duras batallas contra el Ejército Ucraniano. El día anterior, tanto el Ejército Ucraniano como el ejército de la RPD sufrieron bajas en el frente, una línea de separación que es más que una trinchera y donde la tensión continúa después de semanas desde que las tropas de Zelensky intensificaran los bombardeos en busca de devolver a Ucrania a los titulares de prensa y para utilizar una falsa amenaza rusa para conseguir el apoyo de sus aliados. En ese contexto, el actual presidente de Ucrania tampoco ha evitado en su mensaje del Día de la Victoria una referencia a la situación actual. Olvidó, eso sí, mencionar esos bombardeos ucranianos, que concretamente ayer costaron la vida a un pensionista en un ataque a la localidad de Trudovsky.
Artículo Original: Komsomolskaya Pravda
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, ha vuelto a demostrar el talento del actor capaz de representar un papel que se le ha preparado o que es capaz de jugar el papel que tiene que jugar en un día concreto del calendario. En su perfil de Facebook, de repente ha recordado a los ucranianos que “lucharon junto a docenas de naciones contra el nazismo. Junto a los rusos, polacos, bielorrusos, judíos, georgianos, armenios, británicos, americanos, franceses y otros muchos”. Y eso, como se dice, “nunca se olvida”.
“No hay que olvidar que el nazismo fue un mal absoluto. Y si alguien busca exculparlo, se merece solo una condena”, insistió Zelensky. Después, concluyó que entonces lucharon contra el nazismo “definitivamente no para que la guerra se llevara las vidas de nuestro pueblo 76 años después”.
Zelensky comenzó su mensaje con el argumento de que “cuando decimos nunca más, queremos decir, ante todo, que nunca olvidaremos. Por eso, el Día de la Memoria y la Reconciliación se celebra en muchos países. Y no lo hacemos como sustituto al 9 de mayo, sino para preservar y comprobar la historia de forma más completa. Porque la historia es común, una para todo el mundo”.
¿Creen que le ha pasado algo a Zelensky? No, es algo más simple. El propio Zelensky lo deja claro en su mensaje: el 8 de mayo, Ucrania celebra el Día de la Memoria y la Reconciliación. Con todos. Vencedores y vencidos. Prisioneros de campos de concentración y sus guardas. Víctimas de Bandera y quienes los ejecutaron. Y el jefe de Estado de Ucrania no se ha quedado callado ante esta fecha, que, por cierto, fue inventada por su predecesor, Petro Poroshenko, precisamente para no celebrar el Día de la Victoria el 9 de mayo. Con eso cambió el final de la Gran Guerra Patria, que ahora Ucrania trata de olvidar, reduciéndolo todo a la Segunda Guerra Mundial, cuyo final debería celebrarse, en realidad, en septiembre. Pero en esta cuestión hay dos aspectos. El primero es no ser como Moscú. Y el segundo, ser como Europa, que, si Hitler hubiera ganado la guerra, seguiría celebrando la victoria del führer de la nación alemana y, con variados grados de sinceridad, llevaría flores a los monumentos a los vencedores.
Ahora que ya ha superado a Poroshenko en la labor de satisfacer a los actuales neonazis nacionalistas ucranianos y otros patriotas radicales, Zelensky se queja de que haya una guerra 76 años después de la victoria y lo hace omitiendo la causa de esa guerra, quién la lucha y contra quién. Un hipócrita haciendo su habitual trabajo de hipócrita, que no ha dicho una palabra sobre la retirada de banderas de la victoria en Járkov y que condenó la marcha en memoria de la división Galicia de las SS bajo las ventanas de su oficina en la capital solo después de que le llegara la queja de Europa y de Israel.
En las actuales condiciones, como si fuera un reto al presidente que sermonea, el Ministerio del Interior ha advertido a los ciudadanos del país que los símbolos soviéticos, entre ellos la cinta de san Jorge y la Bandera de la Victoria, están oficialmente prohibidos en el país. Quienes infrinjan la prohibición tendrán que responder ante la ley.
Veremos el coraje de los ucranianos a la hora de celebrar el 9 de mayo. Al fin y al cabo, “la historia es común y es una para todo el mundo”. ¿No es verdad, Volodymyr Alexandrovich?
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