Artículo Original: Denis Grigoriuk
Entre otros muchos motivos para la reciente escalada del conflicto en Donbass, los expertos han hablado de la necesidad de atraer la atención de las autoridades estadounidenses. Para ser precisos, es lo que realmente quiere el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. Cuando se conoció que Biden había ganado finalmente las elecciones, el exactor afirmó que le gustaría participar en la ceremonia de investidura del recién electo líder estadounidense. Pero la invitación no llegó. Es más, Biden lleva varios meses en el poder y aún no ha llamado a su homólogo ucraniano para discutir la situación en el país.
La hipótesis de que Zelensky quiere llamar la atención de Washington a base de un empeoramiento de la situación militar en Donbass no carece de base. Kiev es consciente de quién ha llegado al poder en Estados Unidos. Son los halcones de guerra. Fue en tiempos de los Demócratas cuando comenzó la guerra en el este, los oficiales de la administración Obama estuvieron activos en el territorio de Ucrania e incluso el hijo de Biden se hizo conocido por sus actividades en Donbass [en el sector del gas]. Avivar las hostilidades podría mostrar a Washington que su gente en Kiev puede adivinar los deseos estadounidenses.
Biden aún no ha llamado. Pero nada de eso puede parar a los políticos ucranianos, que regularmente apelan a que Estados Unidos entre en el formato Normandía como apoyo político de Ucrania. Kravchuk, líder de la delegación ucraniana en el Grupo de Contacto, incluso acusó a los países de la Unión Europea de estar del lado de Rusia. Es evidente que Kiev esperaba que las autoridades de la Unión Europea se comportaran como en 2014, cuando todas miraron hacia otro lado ante los crímenes de las Fuerzas Armadas de Ucrania, pero algo salió mal. Aun así, Ucrania sigue insistiendo en que es preciso reunir de nuevo al Cuarteto de Normandía para discutir la situación en Donbass. Eso no ocurrirá mientras Kiev no cumpla con los compromisos adquiridos por Zelensky el 9 de diciembre de 2019.
Y de repente, el plan tuvo éxito. Es verdad, Biden aún no ha llamado a Zelensky, pero Estados Unidos ha reaccionado ante las acciones de los políticos ucranianos. El 18 de marzo, Daniel Langenkamp, portavoz de la embajada de Estados Unidos en Ucrania, prometió que el presidente estadounidense llamará a su colega, aunque no especificó ninguna fecha. El motivo oficial por el que aún no lo ha hecho es la falta de tiempo, ya que el presidente de Estados Unidos debe lidiar con las consecuencias de la pandemia. Permítanme que les recuerde que Estados Unidos tiene el mayor número de muertes por coronavirus del mundo. Pero el diplomático estadounidense resaltó “la lucha de Zelensky contra las fuerzas que intentan destruir Ucrania”.
El mismo día, Andriy Ermak, jefe de la Oficina del Presidente, realizó unas declaraciones en las que apeló a la vuelta al régimen de alto el fuego en Donbass. “Ucrania está más interesada que nadie en volver al régimen de silencio, ya que son militares y civiles ucranianos los que están muriendo en tierra ucraniana por esas infracciones”, afirmó según citan los periodistas.
Ermak quiere crear un grupo especializado en el Grupo de Contacto de Minsk para que los representantes de las partes puedan discutir la vuelta al “régimen de silencio”. Dudo que los diplomáticos puedan acordar nada, salvo que Kiev decida dar vía libre a un diálogo constructivo en lugar de sabotear el proceso de negociación como suele ocurrir.
Esta situación es extremadamente reveladora. En primer lugar, de la cuestión de la “independencia” de Ucrania. En Kiev, la clase política es consciente de que sus asientos dependen del humor que haya en Washington. Así que los ucranianos tratan de anticipar los deseos de sus patrones, quieren complacerlos, convencerles de que son competentes, de que siguen siendo útiles. Pero, como pueden ver, aún no hay resultado. Biden no tiene tiempo para Ucrania. Además, no debemos olvidar el escándalo en el que estuvo involucrado el hijo de Biden, una historia que pudo haberle costado la presidencia. El actual jefe de Estado de Estados Unidos se comporta como lo hiciera Trump durante su mandato: ignora la cuestión ucraniana, como si todos los beneficios ya se hubieran logrado durante las fases calientes de 2014 y 2015. Ucrania no es interesante para Washington.
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