El domingo por la mañana, los medios internacionales comenzaron a hacerse eco de las noticias del inicio de una escalada militar en Nagorno Karabaj, un conflicto congelado entre Armenia y Azerbaiyán en el que desde el final de la fase activa de la guerra se estabilizó una línea del frente en la que no han sido infrecuentes los esporádicos picos de violencia. El último se produjo hace dos meses, cuando se publicó el siguiente artículo. En aquel momento quedaba clara ya la importancia que había adquirido el papel de Turquía, que supone un cambio significativo en la situación de este conflicto heredado de la disolución de la Unión Soviética y con escasas posibilidades de solucionarse en un futuro cercano por la vía de las negociaciones, fracasadas y bloqueadas.
Mucho más amplia tanto en la intensidad como en los puntos en los que vuelve a producirse uso de la fuerza militar, la actual escalada responde a la situación geopolítica general que se da ahora mismo en el Cáucaso, con una Turquía que busca apoyar a su aliado, Bakú, frente a un enemigo histórico, Armenia, cuyos intereses no pasan por la búsqueda de una solución militar al conflicto. Con un presupuesto militar mucho más alto que el armenio, Azerbaiyán cuenta con una teórica superioridad militar frente a Armenia, que ya ha movilizado a sus reservistas.
El papel de los aliados de ambos bandos quedó claro el mismo domingo, cuando los líderes de Armenia y Azerbaiyán realizaron sus primeros contactos diplomáticos para lograr el apoyo de actores importantes. Mientras Aliyev buscaba el apoyo de Erdoğan y Zelensky, las primeras llamadas de Pashinyan eran a Moscú y a París. El papel de Rusia como principal protector de Armenia no es nuevo: los tratados entre los dos países obligan a Rusia a defender a su principal aliado en el Cáucaso en caso de ataque a su territorio (formalmente no incluye a Nagorno Karabaj, que por el bien de las negociaciones Ereván nunca ha reconocido). Sin embargo, el papel de Turquía como actor fundamental en el desarrollo de los acontecimientos en el Cáucaso sí supone un cambio cualitativo que era evidente en el anterior empeoramiento en el frente, cuando quedaban ya claras las intenciones expansionistas de Ankara y las evidentes posibilidades de futuras escaladas militares.
Artículo Original: Colonel Cassad
Sobre el factor turco en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán.
Hace tiempo que Turquía se presenta a sí misma como el país más amigo de Azerbaiyán, amistad basada en las raíces islámicas y turcas comunes, lo que da cierta base ideológica para la implementación de las ambiciones económicas y político-militares turcas modernas, en las que aumentan gradualmente los aspectos neoislamistas y panturcos que, hasta la llegada de Erdoğan, se consideraban solo fantasías de los radicales nacionalistas.
En los últimos cinco años, Turquía ha comenzado a seguir una política exterior cada vez más agresiva, sin dudar en utilizar el poder de sus recursos para mejorar sus intereses económicos.
En Irak, Turquía libra una campaña de varios años contra los kurdos en las regiones de Qandil y Sinjar por medio de una red de bases militares y bastiones desplegados en el territorio del país vecino.
En Siria, Turquía ocupa partes de Idlib, Afrin, zonas al norte de Alepo y el triángulo Azaz, al-Bab, Jarablus, así como una parte de la zona de la frontera Siria desde Tal Abiad a Ras-al-Ayn.
En Libia, donde hay tropas turcas y también alrededor de 20.000 luchadores proturcos de Siria, libran una guerra contra Haftar, lo que da a Turquía la oportunidad de conseguir una fuerte presencia militar en el norte de África y una posición preferente en la producción offshore al sur de Chipre, lo que crea los prerrequisitos para la guerra con Egipto y conflicto con Francia.
En las fronteras con Grecia, Turquía abiertamente se jacta de su derecho a empujar libremente a refugiados sirios a través de la frontera, algo que Grecia ve como un comportamiento agresivo y una amenaza a su seguridad nacional. Además, Turquía disputa el control del este del Mediterráneo, a lo que se une el ya antiguo problema del norte de Chipre.
En Qatar, Turquía se ha establecido con una base militar permanente que ha aumentado sus capacidades en el Golfo Pérsico y que ha bloqueado los intentos de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos de derrocar al emir de Qatar, que facilitó las operaciones militares turcas en el norte de África y suministró apoyo diplomático en otra serie de cuestiones.
Turquía ha desplegado una base militar en Somalia y busca, igual que Rusia y China, extender su presencia militar, política y económica en el norte y el este de África.
No es difícil ver que todo esto es el resultado de la política exterior de Erdoğan desde 2016. Y dentro de la lógica de esa política, que implica que no hay prohibición del uso de la fuerza, Turquía puede considerar la posibilidad de verse arrastrado a otros conflictos del lado de su aliado Azerbaiyán frente a un antagonista histórico como es Armenia. Tal participación puede traducirse en suministro de material militar, asesores/instructores o participación híbrida con drones, sistemas de guerra electrónica y otras armas de tecnología avanzada que podrían dar a Azerbaiyán una ventaja adicional, especialmente teniendo en cuenta que Siria y Libia han mostrado que, pese a algunas limitaciones en la maquinaria militar turca, sus capacidades no deben ser subestimadas. Este no es el ejército que se estancó durante meses en al-Baba en el año 2016.
Por supuesto, con todos los conflictos anteriores en los que está involucrada Turquía, implicarse en uno más podría parecer un exceso de aventurismo, pero esta es la característica que define a Erdoğan, que cree que el colapso del viejo mundo y el debilitamiento de Estados Unidos da a Turquía una oportunidad única para expandir su influencia en la región, incluido en el Cáucaso, donde Ankara tiene un socio cómodo en Azerbaiyán.
Por motivos evidentes, Rusia no está interesada en la escalada de este conflicto, que podría llevar a un papel más protagonista de Turquía en el Cáucaso que minaría la posición de la Federación Rusa como moderador del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán. Por ese motivo, Rusia apela a las negociaciones y a la preservación del statu quo que se estableció en los años noventa.
Algunos analistas ven la actitud turca a través del prisma general de las relaciones ruso-turcas. Según este punto de vista, Turquía estaría mostrando a Moscú una serie de puntos débiles en los que Turquía podría presionar, destruyendo así un statu quo en el Cáucaso que beneficia a Moscú. Puede ser la forma que tiene Turquía de mostrar su insatisfacción con la intransigencia de Moscú en la cuestión libia (donde Turquía exige Sirte y la base aérea de al-Jufra) y Moscú, por su parte, insiste en que Ankara cumpla la versión rusa del acuerdo de Sochi para garantizar el tráfico en la autopista Alepo-Latakia.
Si observamos todo el espectro de las relaciones ruso-turcas en la situación actual, es muy probable que todo quede en una señal diplomática, ya que los ministerios de Asuntos Exteriores de Rusia y Turquía han dejado claro que, pese a las diferencias en Libia y Siria, las partes siguen interesadas en continuar con la cooperación en diferentes áreas como, por ejemplo, la reanudación de los vuelos entre los dos países a partir del 15 de julio.
Sin embargo, es improbable que la amenaza turca sea ignorada por Moscú. Turquía ha mostrado con demasiada claridad que, en este momento histórico concreto, considera que el Cáucaso no está en la esfera de influencia de Rusia sino que es un campo de posible competición en el que Ankara tiene puntos fuertes. Obviamente, Rusia trabajará más activamente con Azerbaiyán, también a través de la diáspora, para impedir que Bakú entre completamente la esfera de influencia de la política turca, que rápidamente destruiría el statu quo, ya que Turquía claramente aviva los sentimientos revanchistas de Azerbaiyán con respecto a conseguir recuperar Nagorno Karabaj por la vía militar. El 14 de julio claramente mostró que esta opción cuenta con un apoyo significativo en la sociedad de Azerbaiyán, lo que significa que el combustible para una nueva guerra por Karabaj está disponible.
PD. Hay que recordar que recientemente Azerbaiyán ha amenazado abiertamente con atacar la planta de energía nuclear de Armenia si los armenios amenazan el suministro de agua de Azerbaiyán.
Pese a los serios intentos de parar el conflicto, la retórica alarmista persiste, con lo que persiste también el riesgo de nuevas escaladas.
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